Civil y armada, la definición del Estado

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Edurne Uriarte Santillán

Rompeviento TV

18 de septiembre de 2022

 

Son tiempos de definición del Estado civil frente a sus fuerzas armadas. Políticos, opinadores y periodistas insisten en que nos militarizamos, mientras Andrés Manuel López Obrador (AMLO) afirma lo contrario. El tema se centra en el papel que han jugado las fuerzas armadas en los últimos cuatro años, en que el Ejército y la Marina han sumado numerosas y nuevas responsabilidades y, a la vez, se creó la Guardia Nacional, la cual se adhiere cada vez más al Ejército. En particular, el debate tomó vuelo en días recientes, en que se aprobaron reformas a la Guardia Nacional, propuestas por el presidente, y etiquetadas por la opinión pública como «militarización».

El resultado en las noticias es abrumador, difícil de entender. Escucho y leo a unos (opositores), a otros (a favor del gobierno) y otros más (periodistas y organizaciones con una agenda más propia). En el primero (opositores) encuentro oportunismo político, principalmente; pero en los últimos dos, argumentos a favor y en contra de las decisiones del gobierno, ambas pertinentes. Ante esta información, sé que soy parte de un sentir colectivo, preocupado, que trata de entender. Por ello, desarrollé un orden de ideas a partir de un elemento en juego, el Estado, el nuestro, el mexicano, plagado de problemas de corrupción y de inseguridad, condiciones que posibilitaron la llegada de AMLO al gobierno y sus iniciativas sobre el orden civil y las fuerzas armadas.

 

La Guardia Nacional: la hija en disputa

Nacida el 26 de marzo de 2019, de acuerdo con el Secretario de Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval —en la mañanera del 9 de septiembre de este año—, la Guardia Nacional es una propuesta que surgió después de mucho investigar sobre las guardias civiles y nacionales en otros países. Su parto ha ocurrido entre antagonismos y luchas de poder, ya que es resultado de una elección crítica al inicio del gobierno de AMLO, en que optó por una guardia y no una policía; también porque evidenció décadas de disfuncionalidad de gobiernos previos y, además, porque su nacimiento ha desestimado la voz de un importante sector de las organizaciones ciudadanas y de derechos humanos, agrupándolos sin matices como opositores políticos.

La problemática detrás de la Guardia Nacional se ha centrado desde un inicio en su carácter civil, como seguridad civil. Wikipedia, un medio de fácil acceso para todo tipo de usuarios, define lo siguiente: «La Guardia Nacional de México es una institución que funge como policía nacional, cuya función es de proporcionar seguridad pública a los Estados Unidos Mexicanos», y agrega que es un órgano desconcentrado de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) y que es el mando originario de la institución, que se opera y administra desde la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Lo anterior coincide con su reglamento, leyes, documento de creación y demás reformas publicadas en el Diario Oficial de la Federación.

El carácter civil de la Guardia se ve cuestionado por las modificaciones recientes, que dejan en el mando civil la organización táctica, mientras la capacitación, formación, administración y operación queda en manos de la Sedena. En este sentido, los abogados David Peña y Federico Anaya en el noticiero «Momentum» (el pasado 5 de septiembre) comentan que es una combinación frágil que respeta la Constitución en el límite, «apenitas», dice David Peña. Desde mi punto de vista, dichas modificaciones señalan algo más, el «cambio de opinión» de AMLO convertido en una acción: que la Guardia Nacional quede bajo la primerísima responsabilidad del jefe del Ejecutivo con el apoyo de las secretarías de Seguridad Pública, la de Hacienda y Crédito Público y la de Defensa Nacional. Una frontera delicada.

Otro elemento que cuestiona el carácter civil es que, al tener a su cargo la seguridad pública, específicamente de la que es responsable la federación, la Guardia Nacional tiene una Ley que le otorga 44 atribuciones y obligaciones. En papel, todas en el marco de los derechos humanos y de acuerdo con la Constitución; sin embargo, alimentan inquietudes sobre la ejecución real de dichas atribuciones; en particular, cuestiones relacionadas con «tareas de verificación, en el ámbito de su competencia, para la prevención de infracciones administrativas […]; recabar información en lugares públicos para evitar el fenómeno delictivo […]» o bien «Llevar a cabo operaciones encubiertas y de usuarios simulados, en la investigación para la prevención de delitos […]», entre otras.

Si bien el marco normativo de la Guardia Nacional responde, por un lado, a las permanentes críticas hechas en otro tiempo para que el Ejército contara con normas en su actuar en materia de seguridad pública, detrás de los argumentos y conclusiones presentes hay una preocupación sobre las formas más ineficientes, corruptas y viciadas del brazo civil del Estado. A mi modo de ver, es ahí donde también tenemos que fortalecer la mirada y la discusión.

 

Civil y armada, las fuerzas del Estado

La Secretaría de Gobernación define al Estado a partir de cuatro elementos principales, «básicos y generales: 1) posee gobierno (poder político); 2) tiene un pueblo (como nación); 3) ostenta territorio; y, 4) está regulado con base en un estado de derecho que lo legitima y que basa su organización en la división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial». En términos generales diría que nuestro Estado es México, con un territorio en el cual habitamos nosotros, los ciudadanos, el pueblo, bajo un conjunto de normas delimitadas por la Constitución y, en una suma de instituciones, su burocracia. El jefe del Ejecutivo, en particular, tiene a su cargo las fuerzas armadas: la Marina, el Ejército y, ahora, la Guardia Nacional.

AMLO tiene una mirada integral de la burocracia de nuestro Estado desde dos grandes problemas heredados, la corrupción y la impunidad. Una burocracia convertida en un «elefante reumático», y de la cual esperan al menos tres resultados: ser más eficiente, menos corrupta y que deje de ser una carga para los ciudadanos. El presidente no omite oportunidad en recordarnos el honor de ser un funcionario público (lo cual comparto) y, además, ha emprendido una estrategia económica que busca un control eficiente y austero desde el gobierno federal. Al mismo tiempo, junto con la corrupción y la impunidad, hay otra problemática heredada, la inseguridad. En este contexto, las fuerzas armadas emergen como la principal alternativa ante las fallas de los ciudadanos —civiles— de las élites políticas que nos gobernaron por lo menos, los últimos 30 años que anteceden al gobierno en turno.

Andrés Manuel nos dice y nos insiste que las fuerzas armadas vienen del pueblo, que son pueblo uniformado, y yo quiero proponerles, como parte de este ejercicio de reflexión, que aceptemos el argumento como correcto. Al ser pueblo, los soldados, marinos y guardias son ciudadanos en el mismo sentido en que cualquiera de nosotros; es decir, sujetos a la Constitución. Un argumento similar sostiene Federico Anaya quien, además, analiza que no existe un estado jurídico alterno; en esencia, todos somos ciudadanos.

La premisa del presidente es una de las principales para detonar nuestra empatía por el brazo armado del Estado. Si bien le podemos dar la razón —e incluso aceptar con simpatía y curiosidad—, la experiencia histórica no nos permite afirmar, como quisiera AMLO, que su tesis expresa un principio de lealtad de las fuerzas armadas hacia los ciudadanos. Diré, brevemente, que mientras López Obrador representa al pueblo, las fuerzas armadas representan a la nación, a la patria. Aunque la nación sea pueblo por definición, pueblo y patria no significan lo mismo en los hechos. Me explico.

En sexenios previos hemos visto expresidentes —Ernesto Zedillo, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto, por mencionar algunos— usar a las fuerzas armadas y pasar por encima de la ciudadanía, de los derechos humanos y del llamado «tejido social». Acteal, la guerra contra el narco, Atenco, Nochixtlán, Tlatlaya, Tanhuato, Ayotzinapa, son solo algunos ejemplos de cómo nunca hemos visto a las fuerzas armadas detenerse y actuar en forma similar a lo indicado actualmente el artículo 60, inciso XXI, de la Guardia Nacional: «Mantener respeto a sus superiores jerárquicos, acatar y ejecutar sus órdenes, salvo que atenten contra la ley y los derechos humanos».

¿Por qué ha sido esto así? Porque las fuerzas armadas no son el resultado de la suma de soldados, de la voluntad de individuos del pueblo: son una estructura jerárquica que, aunque tenga como jefe supremo al presidente, tiene un grado de autonomía y permanencia; de la mano de aquel «elefante reumático», han construido su propia lógica. En el pasado, como parte del Estado, como una unidad histórica, las fuerzas armadas ejecutaron órdenes por voz de cada presidente en turno, pero también contribuyeron a la guerra sucia —terrorista— de la segunda mitad del siglo XX, promovieron la guerra contra el crimen organizado, y construyeron «verdades históricas». En este sentido, la Marina, el Ejército y ahora, la Guardia Nacional, responden a la patria, a la nación que propone el Ejecutivo, pero tampoco escapan de la descomposición institucional.

AMLO comprende y conoce bien nuestra historia; por ello, desea construir una nueva narrativa desde el Ejecutivo y procurar un marco institucional legal para las fuerzas armadas. Su argumento central es que el componente civil del Estado está tan corrompido que solo ellas nos quedan; en oposición a la preocupante descomposición institucional, reduce al mínimo posible el control civil de la Guardia Nacional. El paso que quiere dar es bastante complicado, ya que, si bien existen comunidades beneficiadas por la Guardia Nacional, los civiles hemos sido un problema de orden, un «ente» por controlar con el uso de la fuerza; el pueblo en oposición al orden de la patria, en franca oposición a la definición del papel.

 

El mando civil: un tejido fino

Como señalé al inicio, es abrumador buscar entre tanta información; identificar intenciones, voces, posiciones políticas e intereses. En este sentido, la información no deja de fluir y, desde mi perspectiva, el carácter civil del Estado tiende a quedar fuera de la discusión mediática y académica, incluso política. El debate se centra en los temas de seguridad nacional y omite a aquellas instituciones que de manera integral crearon aquel «elefante reumático» corrupto, inoperante. De esa fuerza vemos la corrupción que nos ha traído a este punto y, en menor medida, su relación y potencial en la construcción de la actual propuesta de país. La seguridad civil es un debate integral, más amplio que las decisiones del poder Ejecutivo, ya que involucra a las otras fuerzas autónomas, el Legislativo y el Judicial, así como a los poderes de cada entidad federativa.

De esta revisión, dejo aquí mi posición personal también. Considero que es muy pronto y arriesgado llamar a todo este proceso «militarización», ya que hay mucho que ver todavía y corremos el riesgo de construir una promesa que se cumpla a sí misma. Al mismo tiempo, la empresa de Andrés Manuel camina hacia una alta responsabilidad desde el mando presidencial y una delicada relación con las fuerzas armadas que no son solo un capital sino un poder en lucha dentro del Estado. Un intento que de momento cede demasiadas atribuciones a las fuerzas armadas y cierra el cerco civil al mando del Ejecutivo.

Lo anterior alimenta preocupaciones serias y reales por el futuro. Preocupación basada en el miedo, la experiencia, y los pocos controles visibles hacia estas fuerzas del orden público; controles en papel y acciones todavía por ver. No todo es discurso político en contra de AMLO. Y no solo eso, frente a lo que desea lograr, considero un gran error el haber desestimado, por una visión política, a un amplio sector de la sociedad civil. Un sector con el que mantiene fuertes tensiones, muchas veces innecesarias.

Para la siguiente entrega vamos hacia un asunto muy interesante, a la definición política. ¿Qué es la izquierda? Aún más, ¿por qué es o no usted de izquierda? Mientras se cocina esta mezcla explosiva, les voy a dejar dos canciones. La primera dedicada a Chile, de Los Prisioneros, porque es hacia Chile donde miran constantemente nuestros miedos y también nuestras esperanzas. La segunda es de los Sex Pistols, porque en estos días se murió la reina Isabel II y, para que muera el Estado, el punk no debe irse jamás.

 

El baile de los que sobran, Los prisioneros:

https://www.youtube.com/watch?v=OG2VEI0yPW8

Anarchy in the UK, Sex Pistols: https://www.youtube.com/watch?v=q31WY0Aobro

 

Referencias

  1. Alejandro Saldaña. “Militarización: la traición consumada”. En Rompeviento TV. En línea: https://www.rompeviento.tv/militarizacion-la-traicion-consumada/
  2. Fabrizio Mejía. “Militarización del Paja”. En Sin embargo. 08/09/2022. En línea: https://www.sinembargo.mx/08-09-2022/4249914
  3. Federico Anaya. En Rompeviento TV. En línea:

Mesa de análisis de los lunes:

  1. #ConferenciaPresidente desde Zacatecas, Zacatecas. Viernes 9 de septiembre de 2022. [Video] YouTube, cuenta del Gobierno de México. En línea (minuto 1:59:35): https://www.youtube.com/watch?v=W9eVf_uMSZk
  2. Secretaría de Gobernación. Diario Oficial de la Federación:

https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5664065&fecha=09/09/2022#gsc.tab=0

  1. Sistema de información legislativa. Definición de “Estado”.

En línea: http://sil.gobernacion.gob.mx/Glosario/definicionpop.php?ID=96

  1. Guardia Nacional. En línea:

https://es.wikipedia.org/wiki/Guardia_Nacional_de_M%C3%A9xico

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