El oleaje de la lucha social: entrevista con Cristina Zaragoza - La Voz Multiplicada #EdurneUriarte

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El oleaje de la lucha social: entrevista con Cristina Zaragoza

Edurne Uriarte Santillán

Rompeviento TV

29 de diciembre de 2023

 

Conocí a Cristina Zaragoza caminando. Ella formaba parte del colectivo que se sumó a la campaña “Humanizar la Ciudad”, del doctor Hugo López Gatell, aspirante a la precandidatura a la jefatura de la Ciudad de México. En aquella extraña temporada de pre pre proceso interno de Morena, llamó mi atención esta mujer. Madre, activista que aparecía y desaparecía entre las calles y los días, repartiendo volantes, organizando gente, siempre rodeada de un grupo de jóvenes.

Actualmente, Cristina forma parte de un nuevo proceso interno de Morena. En esta ocasión, como contendiente para la candidatura a la diputación federal del distrito 15, correspondiente a la alcaldía Benito Juárez, de la Ciudad de México. El presente texto es resultado de una entrevista con ella, y la realicé con un doble propósito: primero, conocer su historia dentro de las luchas sociales de izquierda en la ciudad; segundo, acercarnos a un perfil ciudadano y de quien ha sido parte de una de las plataformas más interesantes en ciernes dentro de Morena, la del doctor López Gatell.

 

Luchas urbanas en primera persona

Nacida en la Ciudad de México, en Azcapotzalco, Cristina creció en una comunidad de Tlalnepantla, en el Estado de México. Esta comunidad, Betania, fue construida por jesuitas que dieron casa a personas trabajadoras de distintas industrias. Eran, cuenta ella «trabajadores, todos obreros de la Pascual, de la compañía de Luz y Fuerza; esa fue nuestra niñez. Siempre los padres jesuitas atendiendo todas las cosas que tenían que ver con lo que predican, y estar cerca del pueblo, de la mano del trabajador, de sus problemas, de sus sufrimientos, de sus sacrificios».

Las personas que llegaron a este lugar eran desplazados del campo que migraron junto con sus padres. Cuenta Cristina que los jesuitas les enseñaron catecismo y álgebra. Además, entre los relatos que recuerda de su papá, él comentaba que cuando Lázaro Cárdenas entregó los ejidos en la región fronteriza entre Michoacán y Jalisco, a ellos les tocó parcela llena de piedras y, en los cerros, se sembraba poco y mal. Su papá contaba que comían frutos del huizache y tenían cabras, en un tiempo en que la peste se llevó a los abuelos también. El llano en llamas le evoca estos relatos.

Si bien en su casa no había una formación o tradición de izquierda, a través de esta comunidad tuvo contacto con numerosas experiencias de su familia, así como de otros trabajadores. «Lo que recuerdo —comenta— es que muchas veces, entre los vecinos en estas jornadas decembrinas o en Semana Santa, platicaban de lo que había en sus fábricas, de que si iba a haber huelga o qué hacían los de la compañía de luz y fuerza; qué hacían los herreros. Mi padre, en particular, era mecánico tornero de una empresa que era contratista de Pemex. Ellos se ufanaban de haber construido la copa de hierro y plomo que selló el estallido de aquella explosión que hubo en la zona de Cantarell; ellos se vanagloriaban de haber sido los obreros que la construyeron».

Sumado a los relatos que rodearon su infancia y adolescencia, Cristina siempre tuvo educación pública. El bachillerato lo hizo en el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM —CCH Naucalpan— y de ahí pasó a la facultad de Ingeniería, donde eligió Mecánica y Eléctrica; muy posiblemente como influencia de mirar a su papá entre fierros. En esta etapa, comenta, tampoco vivió alguna influencia de izquierda, pero lo que sí recuerda es lo siguiente: «yo conocí a profesores que fueron un ejemplo de vida allí mismo en la Facultad de Ingeniería. Nos enseñaron muchas cosas y bueno, algo es que no eran ni trotskistas, ni maoístas ni marxistas leninistas. Eran profesores que te decían ‛tú de qué lado de la humanidad estás’. Sencillo, simple, pero, con algunas lecturas que nosotros teníamos en el CCH, por ejemplo, México Bárbaro o películas que nos marcaban […] se nutrió mi deseo de luchar; por los libros, las películas [y] los profesores».

 

Las bases sociales: una ola humana

Los movimientos sociales no se definen como la suma de vidas de las personas que participan; sin embargo, en cada biografía quedan sedimentadas experiencias y miradas de esas luchas. La forma en la que Cristina narra las coyunturas que le tocaron vivir en la segunda mitad del siglo XX —y lo que llevamos del XXI— son una expresión de causas urbanas, sindicales, y de diversos sectores trabajadores y obreros. Como podrán escuchar en la entrevista, hay un vínculo entre estos y diversos acontecimientos políticos y sociales relevantes como el terremoto de 1985, la huelga del CEU (en la UNAM) o el Cardenismo, en 1988.

Mientras Cristina cursaba el séptimo semestre de Ingeniería, ganó una plaza —en el cuerpo de ingenieros y proyectos de equipo— de Teléfonos de México. Entre la universidad y el trabajo, el terremoto de 1985 la tomó por sorpresa, como a todos, el 19 de septiembre. Desde esa mañana, hasta el día en que el presidente Miguel de la Madrid decretó el fin de los rescates y levantamiento de escombros, la vida cotidiana se alteró por completo. Como bien apunta Carlos Monsiváis, entre el inesperado reordenamiento social, emergieron los jóvenes y obreros de la UNAM como un frente vital y heroico del momento. Cristina es un reflejo de esas bases sociales que forman y formaron parte de las brigadas.

 

Incorporada a la brigada en Peralvillo, ella recuerda el intenso olor a sangre, «se ahoga uno del olor intenso. Ese es un olor que no se te borra, que te inunda los orificios», relata. Cristina tenía que ir a trabajar y checar tarjeta. Incluso en esa situación, faltar tres días era motivo de despido, «pero yo iba corriendo para allá —cuenta— y, más que nada, les abastecía de todo lo que fuera necesario». Abastecía a los compañeros que trabajaban día y noche, a «los más sucios, polvosos, desnutridos y desvelados».

Un año después, emergió en la UNAM el Consejo Estudiantil Universitario, el CEU, organizador de la huelga universitaria de enero-febrero de 1987, en defensa de la educación pública y gratuita. Este movimiento recuperaba el de los estudiantes del 68 y se vinculaba con los brigadistas del 85. Como olas, describe Cristina, los protagonistas de las luchas sociales emergen y se sumergen nuevamente: «[es] como un oleaje que entra, toca su fin, llega a su cresta, vuelve y nos desaparecíamos. Nos dejábamos de ver por un tiempo y cuando estallaba el siguiente movimiento, ahí estábamos otra vez dándonos la mano, nos volvíamos a encontrar», describe.

Ya como trabajadora de Telmex cuenta que muchas de sus compañeras telefonistas formaron parte del movimiento estudiantil del 68. De manera similar a como narra el 85, las compañeras de Cristina le contaron que «tenían que checar, que tenían que ir a trabajar, que se iban a las marchas de movimiento del 68, que metían volantes del movimiento al interior de la empresa, de la fábrica, de los contadores». A los telefonistas, afirma, les tocó vivir la calle y la fábrica; la ubicación física contribuyó «porque la empresa siempre ha estado en esa ruta, en el centro histórico, en los principales centros neurálgicos de la ciudades», afirma.

El CEU representó una esperanza de cambio para muchos. Entre la llama viva del 68 y el terremoto, emergen «las bases», como ellos mismos se decían, y, según cuenta Cristina, las asambleas eran «espléndidas», con discusiones de un nivel que rebasaba a los líderes. Así lo recuerda, con una vitalidad que se zanjó al momento en que se levanta la huelga y se pacta con las autoridades universitarias. En esa negociación se definió el Congreso Universitario, un año después; un tiempo que Cristina considera que para el momento ya se había diluido el movimiento y no logró mucho.

La ola resurgió nuevamente en 1988, con Cuauhtémoc Cárdenas. «Fue un año tras otro —recuerda—; tras otro, tras otro, tras otro. Ahí yo estaba un poco fuera de la escuela, de mis materias. Nosotros fuimos como telefonistas, ya organizados […]. Los trabajadores de base, organizados y conscientes, al lado de Cuauhtémoc Cárdenas, pero ya como trabajadores sindicalizados de Teléfonos de México; ahí se organizó el 88, y otra vez la frustración, el desánimo, pero en la calle».

Junto con los acontecimientos político-electorales de 1988, los trabajadores de Teléfonos de México vivieron un par de años después la privatización de la empresa durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. La llamada ̔modernización̛ de Telmex significó un replanteamiento del contrato colectivo, en específico, Cristina enuncia la cláusula 27, inciso G, sobre el control de la plantilla de trabajadores. En este punto se definía la toma de decisiones sobre las contrataciones necesarias.

La negociación se resolvió más allá de las posibilidades de los trabajadores y con una importante influencia y vinculación política entre Carlos Salinas de Gortari, Carlos Slim y Francisco Hernández Juárez. Este último, líder sindical charro de Telmex desde 1976, con 13 reelecciones cuestionables por la represión, cooptación, traiciones; con un neoliberalismo en su máxima expresión, afirma Cristina. Las luchas laborales son batallas constantes, nunca se ganan de manera permanente y, como en aquel entonces, ahora también se siguen peleando pues al inicio de este año se realizaron nuevos ajustes a las pensiones.

 

“Telefonista consciente que se une al contingente”

Tras los eventos del desafuero a Andrés Manuel López Obrador y el posterior fraude electoral de 2006, emergió una nueva ola que se manifestó en la plancha de Zócalo de la Ciudad de México y en una marcha que se estima en un millón de personas. Es posible que el obradorismo llegara a esta ciudad junto con Andrés Manuel López Obrador, como jefe de gobierno de 2000 a 2005; lo que impulsó la actividad política de los siguientes años. Para Cristina así fue, ya que, igual que para muchos, se sumó a la postura política e ideológica de AMLO desde entonces, durante el plantón y, a la fecha, con su presidencia.

La huella de esta ola está presente en la biografía de Cristina, quien fue parte del plantón del Zócalo desde el día uno hasta el final. Ella llegó a la marcha multitudinaria como parte del contingente de telefonistas que, con una alta politización, respondieron al llamado de López Obrador del plantón. «En menos de una hora —recuerda— ya estábamos con las tiendas de campaña […]. Tuvimos una carpa a un ladito de la fuente de la Diana […] venía[n] de Guerrero, Michoacán, Oaxaca […] Las principales alcaldías, y los telefonistas y los telefonistas. Allí lo vivimos, todititos los días hasta que nos dijeron levanten, porque viene el ejército».

Cristina menciona que Alejandro Encinas logró el retiro «sin ninguna baja […] Creo que para el 16 de septiembre nos levantamos, […] fue un verano porque también estaba con mis hijos que ya estaban en la primaria y fueron unas vacaciones de verano». Nuevamente, como en el CEU, ella recuerda los discursos políticos, los debates y los diálogos; la radio, que retransmitía lo que se decía en el Zócalo para que los que estaban en el plantón no tuvieran que ir.

 

Estos contingentes, conscientes y unidos por un hilo en el tiempo, son los protagonistas de los movimientos y las luchas sociales, aunque no necesariamente de sus resultados políticos; menos aún de los electorales. Como parte del recorrido biográfico de Cristina, vemos cómo en diferentes momentos las autoridades de los movimientos, como los líderes del CEU o los sindicalistas, omiten la larga trayectoria de la gente que camina la calle, que la habita políticamente y que, en sus biografías se encuentra el mapa de las experiencias sociales.

Del mismo modo, en las biografías encontramos también la vida cotidiana de gente que se suma a la izquierda mexicana. Conocer qué es eso implica, quizá, conocer más de sus vidas, como señala el historiador Ariel Rodríguez Kuri. Si bien en estos protagonistas radica la fortaleza de una causa, son pocas las veces que dichas fuerzas se ven en las altas esferas de mando social. Es, quizá, una de las razones más valiosas por las que gente como Alejandro Encinas o la misma Cristina, ahora pre candidata al distrito 15 de la Benito Juárez, en la Ciudad de México, participen con el Movimiento de Regeneración Nacional desde el gobierno.

Si bien es ideal que sean apoyados desde el propio gobierno y el partido Morena, la mayoría de las veces quedan en el olvido, opacados por las acciones de quienes tienen más calle en la burocracia política que en la lucha social. Cristina, además, y sin que sea casualidad, también se ha sumado al colectivo “Humanizar la Ciudad” del doctor Hugo López Gatell. Y no es casualidad porque tampoco lo es que esta plataforma incorpore en su seno a perfiles de esta naturaleza.

En dicho partido hay suficientes liderazgos de base, con más que aportar que clientelas; quizá su experiencia con el poder económico y político sea más indispensable que los oportunismos y chapulines prianistas actuales. En estas experiencias reside parte del hilo ideológico de la izquierda mexicana y es necesario voltear a ver hacia ellas si buscamos un gobierno con justicia social. Si el partido no mira a su interior y se nutre de estas bases, posiblemente está perdiendo, y muchos de nosotros con ellos, una gran oportunidad de cambio político. Las causas que motivan mirar hacia el oportunismo— y dejar en el punto ciego a nuevos posibles liderazgos— serán, sin duda, motivo de una nueva entrega.

 

Referencias

  1. Carlos Monsiváis (1987). Crónicas de la sociedad que se organiza. Era. pp. 17-122.
  2. Ariel Rodríguez Kuri (2021). Las izquierdas en México. Historia mínima, El Colegio de México, 228p.
  3. 19 de enero de 2023. “Defraudados por el líder charro de Telmex”, publicado originalmente en La Jornada. Tomado de Radar Laboral. En línea:

https://radarlaboral.news/2023/01/19/defraudados-por-el-lider-charro-de-telmex/

4. Entrevista con Cristina Zaragoza, publicada en Rompeviento TV. Video de YouTube: “El oleaje de la lucha social: entrevista con Cristina Zaragoza”. Enlace: https://youtu.be/2rqpnE1Xpcw

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