Guardia Nacional: la trampa de la administración

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Alejandro Saldaña Rosas

Rompeviento TV

19/Sept/22

 

 

 

El lenguaje de la administración está plagado de términos provenientes de la guerra y la milicia, tal vez el más conocido, que no el único, es el de estrategia y su derivación, la muy famosa planeación estratégica. Este lazo entre guerra y administración lo advertimos en los títulos de algunos libros orientados a empresarios y gerentes: Tácticas de guerrilla aplicadas al mercadeo, La guerra del marketing, Combate corporativo, Estrategia y táctica empresarial en redes sociales, Gestión de alianzas estratégicas, Ganar la guerra y el más socorrido por los gurús de empresas, El arte de la guerra, de Sun Tzu.

En la administración es común hablar de “estrategia de negocios”, de “conquista de mercados”, de “anulación de competidores”, de “economía de fuerzas”, de “fuerza de ventas” (relacionada a la task force o fuerza de tarea), de “alianzas estratégicas”, de “guerra de precios”, entre otras expresiones provenientes de la guerra y de uso común en el ámbito de los negocios. Por otra parte, es bien sabido que en la capacitación de los cuadros directivos de las empresas se suelen realizar actividades netamente militares en espacios que emulan los que se usan en el ejército, de tal suerte que los responsables de las áreas de recursos humanos promueven ejercicios en campos de retos, paredes de escalada, saltos con paracaídas, juegos de supervivencia y muchos otros orientados al “trabajo en equipo”, la “asertividad”, el “liderazgo” o cualquiera otra expresión puesta en boga por el gurú empresarial del momento.

De igual manera, la influencia de la administración en el ámbito militar no es menor, baste recordar que Ana Arendt en su muy conocido trabajo Eichmann en Jerusalén. Sobre la banalidad del mal, señaló que las atrocidades cometidas en el Holocausto por Otto Adolf Eichmann fueron por el hecho de haber sido un mero burócrata que se limitó a cumplir órdenes; es decir, Eichamnn no era ningún monstruo sino un funcionario nazi que cumplió sus órdenes con particular eficacia y atingencia, lo que costó la vida a millones de personas. La estructura de toma de decisiones, racional, vertical y jerárquica, fue la mejor excusa de Eichmann para justificarse ante los tribunales que lo enjuiciaron y que, a la postre, lo encontraron culpable de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. El de Eichmann es el caso quizás más conocido, pero son miles los administradores, gerentes y burócratas que justifican y legitiman sus decisiones en el cumplimiento de órdenes dentro de una estructura jerárquica y racional en la que ocupan una mínima parte y, por supuesto, en la que su incidencia es marginal.

La función principal de la administración es producir organización, es decir, re-producir las condiciones que posibilitan su existencia, legitiman sus decisiones y justifican los salarios de los cuadros y expertos que conducen los destinos institucionales: directivos, gerentes, personal de staff o apoyo, entre otros del aparato burocrático. En otras palabras, la función de la administración es reproducir las condiciones asimétricas de poder en las organizaciones a fin de justificar, legitimar y reproducir -en la cadena jerárquica de la burocracia- el alcance de sus decisiones. Los y las administradores ejercen un poder que por normatividad es legal y por su carácter de expertos es legítimo; en esas circunstancias, el de los administradores es un poder difícilmente cuestionable por cuanto se trata de un poder-saber de expertos insertos en una estructura racional, jerárquica y eficiente.

Bajo el halo de una cientificidad francamente dudosa, la administración se erige como la más racional alternativa para que las organizaciones, las empresas y los gobiernos, alcancen sus metas, sus objetivos, su “misión”. Y es en esa neutralidad (aparente) de administrar las cosas en la que finca su capacidad de control de las personas, esto es, de ejercicio del poder con arreglo a criterios de eficiencia, eficacia, rentabilidad, competitividad, austeridad o el que se esgrima. La administración es, antes que nada, un conjunto de técnicas más o menos racionales para la toma de decisiones en las organizaciones orientadas a la producción de las condiciones que posibilitan su existencia; en otras palabras, la recursividad es un rasgo de la administración mediante el que se ocultan los resortes de la dominación racional.

Sirvan los anteriores comentarios de contexto para reflexionar sobre el traslado administrativo y operativo de la Guardia Nacional (GN) a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA). La intención de que la GN quede adscrita operativa y administrativamente a la SEDENA no es una cuestión menor ni mucho menos una decisión ajena a criterios de orden político e institucional, si bien revestidos de argumentos administrativos y técnicos. Está claro que la GN formalmente está adscrita a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), pero de allí a suponer que por eso la incidencia de la SEDENA es menor por cuanto se limita a cuestiones operativas y administrativas, hay una gran distancia. Por el contrario, que el control operativo y administrativo de la GN recaiga en la SEDENA confiere a los militares el poder institucional para la toma de decisiones con enormes rangos de autonomía, sin contrapesos ni estructuras suficientes de vigilancia, fiscalización y rendición de cuentas. En otras palabras, el control administrativo y operativo es la mejor salvaguarda para la opacidad y, con ello, puerta abierta a la impunidad. A la vez y como se ha comentado anteriormente, la estructura jerárquica de toma de decisiones (administrativas, es decir, “neutrales”) constituye la mejor forma de diluir (y escamotear) la responsabilidad de los cuadros directivos y funcionarios menores en el ejercicio del poder en las organizaciones, en esta caso, en la GN.

Digámoslo como es: el control operativo y administrativo de la GN por parte de los militares de la SEDENA significa tener el mando en el día a día, en el control de las “pequeñas” decisiones justificadas por la propia estructura administrativa, en las operaciones de rutina aparentemente insustanciales pero que, en el fondo, son las que permiten la reproducción de la organización. En esta tesitura, el control administrativo de la GN es de mucha mayor relevancia que su adscripción formal a la SSPC, por lo que el mando civil al cargo de la secretaria Rosa Icela Rodríguez Velázquez queda, en los hechos y en las operaciones cotidianas, subordinado al mando militar.

Hay muchas razones para tal subordinación fáctica del mando civil al mando militar, mencionemos solamente una de gran importancia: el control del presupuesto de la GN. La administración de esos enormes recursos por parte de la SEDENA (más de 300 mil mdp incluyendo su presupuesto, el de la GN y una parte de los destinados para el Tren Maya) le confiere un inmenso poder ante el que las instancias civiles, como la SSPC, se aprecian muy mermadas; además, no hay que olvidarlo, si la función principal de la administración es producir organización, es decir, producir las condiciones que posibilitan y legitiman a la organización, entonces tenemos GN fácticamente militarizada para mucho tiempo, para muchas décadas inclusive. Si la constitución de la GN y su integración a la SEDENA obedece a la expansión de la delincuencia organizada y a la incapacidad de las instancias civiles para hacerle frente, entonces la administración de los ingentes recursos de la GN estará orientada a la re-producción de las condiciones estructurales que permiten su existencia. Estamos, entonces, ante un escenario de administración de la delincuencia organizada y de los recursos para hacerle frente. Y si no es el crimen organizado, otros serán los enemigos a combatir. Al enemigo se le combate, pero antes se le construye.

La trampa administrativa está tendida, cebada y lo peor es que vamos hacia ella con una ingenuidad altamente riesgosa.

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