¿Qué estás pensando?

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Alejandro Saldaña Rosas

La pregunta es inocua, directa, afable inclusive. Pareciera un diálogo cordial entre amigos, entre amigas, o entre familiares, sin embargo, difícilmente en nuestras conversaciones cotidianas preguntamos a la otra persona ¿qué estás pensando? como no sea después de un largo silencio, de una disputa o de alguna profunda reflexión. La pregunta en inglés es similar: What’s on your mind? Esto es, interroga sobre lo que ocupa nuestra mente. En francés es un poco diferente: Quoi de neuf? ¿qué hay de nuevo? Pregunta que quizás sí sea frecuente escuchar en una conversación entre amigos o familiares.

            Lo cierto es que uno no va por la vida preguntando a personas extrañas ¿qué estás pensando? Facebook sí lo hace y obtiene respuestas que suelen ser igualmente ligeras, espontáneas, sin ninguna complicación ni pretensión aparente, ni mucho menos preguntándonos por la propia pregunta que nos interroga. La pregunta es unilateral y no invita al diálogo puesto que presupone el silencio de una parte, de allí que sutilmente se instale una relación de subordinación en la que Facebook, al interrogar, se asume como la parte subordinante: es su plataforma, son sus reglas. Y no podemos, no debemos, olvidar que Facebook es, a fin de cuentas, una gran empresa privada parte del holding Meta que también es propietaria de las plataformas Messenger, Instagram y WhatsApp. Meta, junto con Alphabet Inc. (Google, Google Maps, Youtube, Android, Xlab) son los holdings líderes en occidente en la extracción de datos de millones de personas.

            Volvamos a la “inocente” pregunta. La pregunta autoriza y legitima a Facebook para situarse en el mismo plano de igualdad que nuestro mejor amigo, o un pariente querido, o inclusive de nuestro terapeuta de confianza. La “amigable” pregunta es la llave de acceso no solo a lo que pensamos, sino a nuestra intimidad que, hay que decirlo, otorgamos sin ninguna reticencia; abrimos nuestra vida, al menos en parte, con el entusiasmo de observar las reacciones de quien lea nuestras publicaciones. Facebook lanza la pregunta, esconde la mano y contempla (es un decir) con agrado los pulgares levantados, las caritas de sorpresa o de llanto, los comentarios y las respuestas: mientras más interacciones, más presencia en la vida de las personas y, por supuesto, más ganancias.

            Las publicaciones son variopintas: desde un comentario sobre el más reciente éxito laboral, el recuerdo de algún amor arrepentido, la foto del rico desayuno o la suculenta comida, la selfie en el gimnasio, el meme de moda, una denuncia por algún atropello, la convocatoria a un concierto punk o una foto del más reciente paseo turístico. El gancho de Facebook encerrado en la pregunta referida tiene un enorme poder de convocatoria, de allí que esta red social sea la que más cuentas tiene en el mundo: cerca de tres mil millones. Lo que nadie, o muy pocas personas, se preguntan es el sentido profundo de la sencilla pregunta ¿qué estás pensando?

            Desde mi punto de vista en la pregunta hay una serie de capas que es necesario visibilizar para su análisis. Una primera capa es la pregunta en sí misma, es decir, el hecho de que haya un elemento disparador de las publicaciones (que no existe en otras redes, como Instagram, TikTok o Twitter). ¿Por qué la pregunta qué estás pensando? Quizás la pregunta misma y la posibilidad de respuesta sin restricción alguna (como en Twitter) estén en la base de la popularidad de FB. Una segunda capa es la familiaridad construida por el tuteo, como si FB fuera un amigo de toda la vida o un familiar cercano al que confiamos nuestros pensamientos con toda confianza. Una tercera capa es la interpelación al pensamiento, no a las emociones ni los sentimientos; es decir, la pregunta interroga lo que piensas, no lo que sientes, aunque mucha gente se autoriza para expresar sus emociones íntimas. Y quizás una cuarta capa es la superficialidad de las respuestas, enunciada por las capas anteriores. Por supuesto, la banalidad de las respuestas depende mucho de las personas, por lo que pueden ir desde la futilidad del “tengo frío”, al debate de ideas más encendido o la confesión de estar al borde del suicidio. Sin embargo, en términos generales, lo que predomina es la ligereza de los encuentros y los diálogos, las capsulitas de información fácilmente digerible, los chistes y las bromas de sonrisa facilonga, los recuerdos almibarados, los enlaces a información de rápido olvido o las discusiones nomás por encimita.

            En esta liquidez de la información y los intercambios (diría Bauman) gravita el poderoso filón político de FB. El “feis” no es un instrumento de dominación política, es un espacio político de producción de dominación social basado en la libertad de las personas. Sí, el signo de nuestros tiempos es la dominación basada en la libertad.

            Libertad porque a nadie obligan para abrir su cuenta en el “feis”; libertad porque en “mi muro” (risas grabadas de Zuckerberg) publico lo que quiero; libertad porque salvo que se infrinja alguna nebulosa regla, no hay mayor censura; libertad porque entro y salgo las veces que yo quiera, nadie me manda; libertad porque sigo a quien yo quiero y bloqueo a quien yo decido; libertad porque me reúno con las personas que yo elijo; libertad porque puedo transmitir en vivo lo que yo quiera; libertad porque puedo postear en cualquier lugar y a cualquier hora; libertad porque puedo comprar y vender a mi antojo y según mi bolsillo; libertad al fin porque el “feis” constituye el dominio del Yo en el ciberespacio.

            Dominación porque precisamente ese ciberespacio desplaza al mundo de las relaciones concretas, las relaciones “reales”, si se me permite la expresión; dominación porque en el dominio del Yo las clases y las desigualdades sociales son borradas; dominación porque las personas tienden a leer opiniones cercanas a las suyas, a dar y recibir likes de afines; dominación porque desterritorializa, virtualiza y reifica los lazos sociales; dominación porque en la elección de participar en ciertos grupos se excluye a otros; dominación porque los algoritmos de FB deciden lo que leemos, vemos y escuchamos, lo que “me gusta”; dominación porque sin resistencia ni oposición alguna ofrecemos nuestros datos personales a FB y otras firmas y al hacerlo, nos convertimos en mercancía; dominación porque en los dominios del Yo domina FB; dominación porque, a fin de cuentas, nuestro tiempo, nuestra energía, nuestras subjetividades están subordinadas a las políticas y decisiones de una empresa, es decir, del capital.

            En esta tesitura, quizás podríamos estar ante formas de la dominación capitalista que son posibles por la estructura de clases y las desigualdades sociales pero que se potencian y vehiculan en las plataformas digitales. A este relativamente nuevo esquema o formato propongo llamarlo subsunción virtual del trabajo, el consumo, el tiempo y las subjetividades, al capital. La hipótesis de la subsunción virtual sería piedra angular en lo que he denominado Modo Capitalista de Seducción (MCS).

            Desde luego que Facebook no es la única plataforma política que produce y vehicula la subsunción virtual; en realidad es prácticamente toda la órbita digital con sus cientos o miles de plataformas, aplicaciones, páginas web, servicios de mensajería instantánea, etc. En otra colaboración haré algunas reflexiones sobre otras redes que producen y vehiculan la subsunción virtual, específicamente WhatsApp, YouTube y Twitter.

            Por lo pronto invito a usted, si tiene cuenta en Facebook, que tenga en cuenta este breve texto la próxima vez que responda a la pregunta: ¿qué estás pensando?

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