Los tiempos y el poder

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Una de las expresiones más interesantes en el ejercicio del poder es el manejo de los tiempos, es decir, la capacidad para prorrogar o apresurar procesos políticos o sociales con libertad absoluta, o quizás acotada por exigencias institucionales (por ejemplo, por plazos establecidos legalmente). Esa capacidad para diferir o acelerar determinadas dinámicas, no todas, por cierto, se construye sobre la base de la legalidad y, sobre todo, de la legitimidad de la autoridad que ejerce el poder: esa es una de sus facultades más importantes. De allí que si lo que para usted o para mí es un problema (en caso de que lo sea) de procrastinación, para la persona reconocida e investida como autoridad sea un manejo digamos estratégico de los tiempos; y lo que para usted o para mí es apresurar las cosas y los tiempos, para la autoridad tal vez se trate de una acción sagaz.

Manejar los tiempos políticos con inteligencia, intuición y eficacia no es sencillo puesto que implica ponderar variables, equilibrar intereses, estimar efectos, calcular perdidas, valorar riesgos y asumir decisiones que pueden tener costos insospechados. Para mayor complejidad, lo que antes fue osadía fácilmente puede convertirse en precipitación, o lo que un día fue paciencia al siguiente es procrastinación.

Antes de continuar, permítame un breve comentario en torno a esa fea palabra, tan de moda actualmente. Procrastinar es uno de los verbos más feos de nuestro bello idioma. Y si no me cree, conjúguelo (al ratito) en la primera persona del singular… yo procrastino, tú procrastinas, él/ella procastrina… etcétera. El significado de tan poco agraciada palabra, de acuerdo con la Real Academia Española, es el siguiente: “diferir, aplazar”. Hasta a la RAE parece que le dio repelús la palabreja, la dejaron para el final de su contundente diccionario y a las prisas acuñaron la definición sin echarle muchas ganas, francamente: “diferir, aplazar”. Como que a los y las H. miembros de la RAE les pegó duro la procrastinación.

No sin temor me inmiscuyo en los territorios de mi amiga Esthela Treviño “Potemkin”, colaboradora de Rompeviento TV y experta en el lenguaje y sus artificios, porque me parece que si la procrastinación puede ser criticada (es una hipótesis, la podemos discutir más tarde) su antónimo podría ser tanto o más dañino, sobre si se trata de asuntos que trascienden el ámbito personal ya que su naturaleza es de orden público. El problema es que no encuentro el antónimo de procrastinación, pero supongo que debe ser una palabra igual o más fea… luego lo averiguo.

Fin de la digresión. En el plano de la política y los asuntos públicos tanto la procrastinación como el apresuramiento son perniciosos e inclusive pueden dar al traste con proyectos e iniciativas. Medir mal los tiempos y procrastinar decisiones de peso, o al revés, apresurar procesos que requieren maduración, puede ser sumamente grave, y si no grave, al menos las decisiones erradas pueden limitar los impactos, limar los efectos, estrechar los beneficios. Manejar mal los tiempos inclusive puede ser signo de debilidad o expresión de desconfianza.

Sirvan los párrafos anteriores para invitar a usted, que amablemente sigue esta columna, a una reflexión lo más ecuánime posible sobre el manejo de los tiempos de varios asuntos de la 4T y su agenda de gobierno. Y por ecuánime entiendo un análisis sin apasionamientos ni juicios apresurados, sin lapidaciones a priori, pero también sin loas en automático. Desde mi punto de vista y reconociendo que son muchos los aciertos, quizás más, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha equivocado el manejo de los tiempos en al menos cuatro decisiones de gobierno: dos por apresuramiento, dos por procrastinación. Aunque, a decir verdad, las primeras recaen por completo en su ámbito de decisión y las segundas implican otras instancias de gobierno. Primero veamos las que a mi juicio son por premura.

En primer lugar y a más de un mes de su inauguración, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, AIFA, ha quedado a deber y no por la obra de ingeniería y aeronáutica en sí misma (aunque hay opiniones en otro sentido), sino por la conectividad con la Ciudad de México. Seis vuelos en promedio al día no es una cifra para presumir y aunque el número de operaciones diarias se incremente en las próximas semanas, o meses, vía medidas coercitivas, no quita el hecho de que hasta el momento el AIFA no ha cumplido con las expectativas generadas. De acuerdo con información de prensa disponible, acuden más visitantes a turistear que viajeros que hacen uso del aeropuerto, lo que demuestra que el AIFA es popular, pero eso no necesariamente lo hace eficaz. En una anterior columna me ocupé del tema y reconozco que me ganó la emoción de la inauguración de un espacio rechazado por la gente VIP, pero que a un mes de inaugurado parece que su popularidad no se corresponde con su eficiencia.

¿Y si la inauguración del AIFA se hubiese pospuesto tres, seis, ocho meses o un año, qué hubiera pasado? ¿O más tiempo? Es decir, el tiempo suficiente para que las carreteras estuvieran terminadas, los hoteles disponibles, las vías férreas a punto, los acuerdos y negociaciones con las aerolíneas planchados. Sí, el AIFA se terminó en los tiempos dispuestos por el presidente, pero a la luz de las evidencias es dable conjeturar que los tiempos del poder quizás no fueron los mejores.

Otro caso de decisiones precipitadas es el llamado Tren Maya, que de maya tiene lo que yo de húngaro. ¿Cómo es posible que se impulse una obra de tal envergadura simulando consultas a los pueblos originarios? ¿Cómo es posible que se haya iniciado la construcción de un proyecto altamente invasivo sin las Manifestaciones de Impacto Ambiental, es decir, violando la normatividad? ¿Cómo es posible que se pretenda terminar la primera etapa de la obra en 2023? La premura por sacar adelante este muy cuestionable proyecto quizás explique que en su fundamentación se hagan afirmaciones francamente imbéciles como que “el etnocidio puede tener un giro positivo, el etnodesarrollo” (no miento, cheque la página 1329 de este documento: https://apps1.semarnat.gob.mx:8443/dgiraDocs/documentos/camp/estudios/2020/04CA2020V0009.pdf).

Al igual que el AIFA, pregunto a usted ¿no sería mejor posponer la apresurada inauguración del Tren Maya? (Y aún mejor, cancelar la depredadora obra y construir alternativas no para las empresas sino para las comunidades). En términos políticos, ¿no es mejor hacer las Manifestaciones de Impacto Ambiental de acuerdo con la normatividad, sus formas y sus tiempos, aunque las inauguraciones y sus pompas se pospongan? Vamos, inclusive ¿no sería más redituable políticamente para Morena inaugurar una obra que AMLO inició, pero se concluyó en otra administración? Supongo que para Morena sí, pero para Andrés Manuel no… y ese es el problema.

Pero si la premura es perjudicial, la procrastinación en política es fatal. Consideremos al menos dos de los muchos casos.

En primer lugar, Ayutla y la falta de voluntad política, procrastinación o lo que sea para que la comunidad tenga agua. ¿Ha estado usted sin agua un par de días? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Cinco años? Pues eso es lo que llevan los habitantes de esta comunidad mixe en Oaxaca sin agua, en una injusticia prolongada totalmente injustificada. Es cierto que no es competencia total del gobierno federal dotar de agua a la comunidad, pero también es verdad que el gobierno de la 4T ha sido totalmente incapaz para resolver, o intervenir para la resolución del conflicto, del agua en Ayutla. Y lo peor del caso es que todo parece indicar que la 4T ha optado por la procrastinar y a ver quién resuelve el entuerto.

Como también parece que la 4T ha preferido diferir la resolución del conflicto en Aldama, Chiapas, mientras tanto, las personas siguen siendo cotidianamente agredidas sin que haya poder alguno capaz de frenar la matanza. A pesar de las denuncias, de los compromisos asumidos, de las palabras empeñadas, lo único cierto es que hoy, en Aldama, a la gente la siguen matando y miles de personas desplazadas por la violencia no han podido volver a sus hogares.

Así las cosas, la 4T ha errado contundentemente en el manejo de los tiempos políticos, tanto por apresuramiento como por procrastinación. Los costos de tales yerros no serán pagados por el presidente López Obrador, sino que serán facturas a cobrar para la próxima o el próximo abanderado morenista.

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