El AIFA y las Very Important Persons (VIP)

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Contra viento, marea, malos presagios, accidentes funestos y racismo y clasismo a mansalva, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) se inaugura en los plazos previstos por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Como bien sabemos, el AIFA se construyó en vez del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), proyecto que antes de ver por las necesidades de transportación aérea del país representaba un enorme negocio para muy pocas personas, con un altísimo impacto social y ambiental en una fórmula muy bien conocida: ganancias privadas para los ricos, pero costos pagados por la población pobre y clasemediera. A diferencia del aeropuerto de Texcoco, que sería construido por firmas privadas con recursos públicos, el de Santa Lucía es una obra hecha por el gobierno, específicamente por militares, quienes se encargaron tanto de la obra de ingeniería proyectada como también de las construcciones que fueron necesarias por los hallazgos encontrados durante las excavaciones, como el Museo del Mamut. Así, cancelado el NAICM, la pista quedó despejada para que el AIFA levantara vuelo.

Y qué mejor forma de levantar el vuelo que invitando a miles de personas, gente como usted y yo, a conocer SU aeropuerto: los edificios, las pistas, los pasillos, las instalaciones en general. En confianza, comento a usted que me hubiera gustado mucho asistir a la rodada bicicletera que se realizó hace apenas unos días y convivir con los miles de personas que acudieron a conocer SU aeropuerto; sí, SU aeropuerto, así con mayúsculas, porque al parecer así lo siente la gente: como una obra que les pertenece, como una obra que es de y para México, como un aeropuerto del pueblo. No conozco el AIFA y mi única referencia visual que tengo es por el video de Epigmenio Ibarra titulado precisamente así: El aeropuerto del pueblo. No soy experto en aeropuertos ni tengo tanto mundo como para compararlo con no sé cuántos otros, pero lo que vi en el video es una magnífica obra que dista mucho de ser un aeropuerto patito (o gansito) como lo afirman los opositores al presidente AMLO y su cuarta transformación. Reitero, ni soy especialista ni hombre de mundo, mucho menos soy una Very Important Person, pero lo que yo vi en el video de Epigmenio Ibarra es un aeropuerto hecho y derecho, un aeropuerto en toda la extensión de la palabra.

No tengo la más remota idea de si el AIFA es el aeropuerto que el país necesita, desconozco si, como se ha señalado por sus detractores, los problemas de acceso lo hacen poco eficaz, si generará problemas a la navegación aérea en el centro del país, si su costo de construcción se elevó no sé cuánto por ciento, si en el largo plazo será altamente funcional o si se trata de un elefante o un mamut blanco desde su nacimiento; en fin, desconozco por completo los datos y la información que especialistas, arribistas y calumnistas han puesto sobre la mesa para señalar que el AIFA es una obra infame, que es una vergüenza y que es cosa de tiempo para que ocurra alguna catástrofe aérea o que los mostradores para el check in se llenen de polvo por la falta de afluencia. No sé si el AIFA será útil o no, pero lo que me llama la atención es que la crítica que quizás ha sonado más, con mayor estridencia y polvareda, es que se trata de un aeropuerto de nacos.

Está claro que esa es la mayor afrenta para los whitexicans: que es un aeropuerto querido por la gente, un aeropuerto popular, una obra de nacos para nacos. Esa veta racista está en el fondo de muchas de las críticas al AIFA al llamarlo despectivamente, por ejemplo, “central avionera” y compararlo con centrales de autobuses como la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente, mejor conocida como la Tapo (que por cierto es una obra magnífica, aunque ciertamente requiere de mantenimiento y una muy buena manita de gato). Para los whitexicans, que millones de personas accedan a un aeropuerto es inaceptable porque los viajes en avión están reservados para ellas y ellos. Para los whitexicans la presencia de personas pobres en los aeropuertos es aceptada exclusivamente en calidad de maleteros, afanadores, personal de servicio y si acaso, en alguna bienvenida de algún pariente que llega luego de años en el extranjero. Para las y los whitexicans los aeropuertos son una extensión de la sala de su casa porque para ellos y ellas el tamaño del mundo es pequeño comparado con la magnitud de su ego, de allí que sea inaceptable que alguien que no pertenece a su selecto y privilegiado grupo tenga opción de pasearse -como Pedro por su casa- por lo que consideran es un mundo sólo para ellos.

Por supuesto, bien sabemos que las personas de billete realmente grande, apellidos largos y pedigrí cromado ni siquiera pisan los pasillos de los aeropuertos, salvo los reservados a las personas que viajan en aviones privados, de allí que muchas de las críticas más acres al AIFA provengan de whitexicans con ínfulas de potentados, de vacacionistas a meses sin intereses o de viajeros frecuentes que temen perder sus privilegios VIP. Y esa precisamente, es una de las mayores incógnitas que en lo personal tengo en torno al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Me explico.

Si algo distingue al neoliberalismo es la exclusión social y precisamente los aeropuertos fueron -y siguen siendo- uno de los principales espacios en los que iniciaron y se consolidaron las estrategias gerenciales que dieron como resultado la exclusión y segregación social. Al amparo de criterios de dudosa cientificidad pero indudable éxito comercial, el marketing de las aerolíneas inició hace varias décadas los programas llamados de “fidelización” de clientes, es decir, un conjunto de iniciativas para enganchar a los viajeros a elegir, entre muchas aerolíneas, precisamente a una: aquella que los hace sentir especiales dándoles un trato diferenciado. Ese es el origen de los programas de viajero frecuente que, en función de la acumulación de millas recorridas, otorgan puntos y con ellos se alcanzan premios y recompensas. Así surgió el concepto VIP que separa a las personas “muy importantes" del resto. ¿Ha visto esas bonitas y supongo confortables salas de espera en los aeropuertos? Bueno, quizás usted es una persona muy importante y sabe perfectamente bien a qué me refiero. Ese trato diferenciado en los aeropuertos: sin largas filas para documentar equipaje, con salas especiales con bebidas y snaks para hacer más agradable la espera… en fin, usted sabe a qué me refiero.

¿Qué puede ser más excluyente que separar a las personas en “muy importantes” y el resto, es decir, la gente sin importancia, la masa? Subrayo que la importancia no es por ser persona, sino por acumular millas, puntos, banderas, estrellas, reconocimientos y demás, todos obtenidos a través del consumo. Esto es, la importancia de alguien no es por ser persona, sino por ser cliente. O bien, para ser persona “muy importante", hay que ganarse la consideración en el consumo, hay que ser cliente para devenir persona. Ese es el corazón del capitalismo y, por consiguiente, del neoliberalismo. Y los aeropuertos han sido espacios preponderantes para el establecimiento de esas políticas de exclusión social.

En este contexto, me parece de enorme interés observar si en el AIFA se van a reproducir los esquemas de exclusión social o bien no habrá salas exclusivas ni privilegios para nadie. Las políticas de las aerolíneas y su trato diferenciado para la gente muy importante, ¿tendrán cabida en el AIFA? Al ser una obra del pueblo (como ha dicho el presidente) construida por militares y administrada por los propios militares, ¿las políticas de exclusión serán impedidas? ¿En el AIFA habrá salas VIP? No lo sé, pero invito a usted a que estemos al pendiente.

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