La vacunación: entre la gesta y el fracaso

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Con la vacunación se ratifica que las opiniones, algunas basadas en experiencias personales o de personas cercanas, oscilan entre la convicción de que se asiste a una gesta heroica, o bien, que estamos ante un fracaso anunciado. Como lo señalé en una entrega anterior de esta columna (https://www.rompeviento.tv/la-epica-la-catastrofe-y-la-cinta-de-moebius/), el discurso va de un extremo al otro, de la épica a la catástrofe en una circular cinta de Moebius: dependiendo del lugar en el que nos ubiquemos (en la parte “exterior” o en la “interior” de la cinta), será la perspectiva que asumamos. Bien, con la vacunación asistimos a una polaridad similar: lo más probable, en mi opinión, es que lo más cercano a la verdad se ubique en un punto intermedio de ambos extremos: no gesta heroica, pero tampoco fracaso estruendoso.

Me fue imposible escribir este artículo a partir de mi experiencia en calle, toda vez que se anunció que la vacunación en el municipio donde vivo podría ocurrir en la semana del 15 al 21 de marzo, sin embargo, no fue así y no sabemos aún cuando se llevará a cabo. Precisamente por anuncios que generan expectativas y, por las razones o sinrazones que sean, no se cumplen, es imposible calificar la vacunación en nuestro mexicano domicilio como un gran triunfo, menos como una gesta, y construirla con un discurso épico que, francamente, le queda muy grande. Por ejemplo, el presidente anunció en enero de este año, que los adultos mayores estarían vacunados a finales de marzo; ahora el plazo se ha extendido a finales del mes de abril, pero a nadie extrañaría que se prolongue a finales de mayo, o de junio, julio o meses posteriores. Prometer y no cumplir, habla de una administración que no tiene capacidad de planeación y gestión, o peor aún, que genera expectativas que bien sabe no podrá satisfacer. Que el Estado cumpla con su obligación no puede considerarse como una gesta heroica, es más, ni siquiera un motivo de agradecimiento: los derechos se exigen y se ejercen, no se condicionan, ni se someten a consulta, y por supuesto no se agradecen (otra cosa es el agradecimiento, por cortesía, a las personas encargadas de la logística y la aplicación de las vacunas). Y que cumpla con su obligación por fuera de los tiempos establecidos por los propios servidores públicos, menos debe ser motivo de agradecimiento.

Es pertinente señalar que la vacunación avanza, pero no a la velocidad necesaria para cumplir con los plazos establecidos por la propia administración federal que estima que para junio (en tres meses) estará vacunada la población entre 39 y 59 años (28.9 millones de personas), mientras que el resto de la población (entre 20 y 39 años, 49.2 millones) estará vacunada para el mes de marzo de 2022. Si la meta de vacunar al personal de salud y a la población mayor de 60 años (15 millones de personas) es a finales de abril, tendría que estar aplicándose un promedio de 250 mil vacunas diarias, cifra muy por encima de las 157,622 dosis aplicadas, por dar un ejemplo, el 18 de marzo. Para vacunar en dos meses a los 28.9 millones de personas entre 39 y 59 años tendrán que aplicarse 481 mil dosis diarias, cifra que a la luz del ritmo de vacunación actual parece sumamente difícil de alcanzar. Si la planeación de la vacunación fue hecha sin tener los anaqueles o refrigeradores suficientemente abastecidos, estamos ante una gran irresponsabilidad; si la planeación se hizo con la disponibilidad de las vacunas, estamos ante serios problemas para la ejecución de la vacunación. En cualquier escenario, no se justifica que se anuncien planes que no se cumplen, por los motivos que sean.

Pero los yerros y desatinos en la aplicación de las vacunas tampoco constituyen un fracaso del gobierno federal, no como se insiste en querer que lo consideremos. Es bien sabido que el abasto de las vacunas ha sido complicado por el acaparamiento de los países ricos, pero en términos generales, la vacunación en México se está realizando con relativa eficiencia; lo relativo obedece a que no se ha cumplido con los plazos establecidos y a que en algunos lugares la logística ha dejado mucho que desear: filas interminables, largas horas de espera, muchas veces a pleno rayo del sol, falta de coordinación de los organizadores, entre otras fallas. Sin embargo, hasta donde es posible observar a través de los testimonios leídos en la prensa y en redes sociales, tanto los yerros como los aciertos dependen mucho más de los gobiernos municipales y sus recursos desplegados, que de los gobiernos estatales o del federal.

Los municipios o alcaldías que se han apertrechado y organizado bien, que han desplegado suficientes recursos materiales, que se han dotado del personal de apoyo suficiente (muchas veces con voluntarias y voluntarios), están dando mejores resultados en términos de la atención a las personas mayores de sesenta años que han acudido a vacunarse: información clara y oportuna, condiciones de espera adecuadas (lonas, sillas, agua, sanitarios, sillas de ruedas, etc.), tiempos razonablemente cortos para cubrir todo el proceso (alrededor de una hora, hasta menos en algunos puntos de vacunación), entre otras acciones que, en conjunto, llevan a que la experiencia haya sido satisfactoria. Por el contrario, aquellos municipios en los que el personal destinado a la logística y los recursos materiales (sillas, carpas, bebidas, etc.) para apoyar la vacunación no han sido suficientes, adecuados o bien organizados, la experiencia ha sido desagradable, dolorosa y hasta frustrante.

La vacunación es clave para la recuperación económica, el regreso a clases presenciales y, en general, para la reactivación de las actividades sociales previas a la pandemia, en el entendido de que aquella normalidad es imposible que regrese: demasiadas personas muertas (cerca de 200 mil, en cifras oficiales y sin considerar el exceso de mortalidad), luto en cientos de miles de familias, exacerbación de la violencia de género y familiar derivada del confinamiento, miles de empleos perdidos, miles de empresas y negocios quebrados, una profunda y subvalorada crisis emocional, entre otras circunstancias provocadas por una pandemia que todavía está muy lejos de haber terminado (pese a las triunfalistas proclamas de que ha sido “domada”… la realidad es más contundente). Lejos de que la pandemia esté bajo control, la entendible pero irresponsable euforia provocada por la vacunación, más el hartazgo de tantos meses de encierro, pronostican una posible tercera ola de contagios, que puede ocurrir en el contexto de los días de asueto de la semana santa. La campaña de vacunación puede perder eficacia si la población no hace su parte y abandona las medidas preventivas ya conocidas: distancia social, lavado constante de manos y uso de cubrebocas.

Así las cosas, la vacunación contra el SARS-COV2 no es ni gesta ni fracaso. Es innegable que la población ha acudido al llamado para aplicarse la vacuna, lo que de suyo es relevante y muestra de confianza hacia las autoridades federales; como también es innegable que las experiencias satisfactorias o insatisfactorias dependen en mucho de las autoridades locales. Conforme avancen los días y las semanas, es de esperar que las buenas prácticas en materia de vacunación se logren comunicar y, sobre todo, replicar en los muchos municipios que faltan de cubrir para que la atención a las personas de cualquier edad sea adecuada, cordial y satisfactoria, como corresponde al ejercicio de un derecho ciudadano.

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