La épica, la catástrofe y la cinta de Moebius

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Propongo a usted un pequeño juego: observe la imagen de la banda o cinta de Moebius que está en la parte superior de este texto. Puede imaginar la cinta más o menos ancha, tan delgada como un hilo fino o tan gruesa como una sábana, no importa, siempre y cuando mantenga su forma de cinta de Moebius; ahora, trate de ver cuál es la parte de arriba y cuál la de debajo de la cinta, así como dónde inicia y dónde acaba. Como puede usted apreciar, la característica de una cinta o banda de Moeibus es precisamente que no hay una parte superior y otra inferior, puesto que en su continuum lo de arriba se convierte en lo de abajo y el inicio es el final.

Para continuar con el juego, le sugiero que imagine en un extremo del ancho de la banda de Moebius (que ya quedamos que puede ser muy delgado o muy grueso, eso no importa) el más inflamado discurso político que interpreta cada acción y cada decisión de la 4T con un sentido épico propio de las más importantes gestas heroicas que han ocurrido en México (de allí inclusive que se autodenomine Cuarta Transformación); obviamente, los actores de la épica no pueden menos que ser héroes, desde el presidente Andrés Manuel López Obrador, el subsecretario Hugo López-Gatell, hasta el precandidato Félix Salgado Macedonio (víctima, según el discurso épico, de ataques orquestados por los conservadores). Ahora imagine en el otro extremo de la cinta de Moebius al más furioso discurso que interpreta cada acción y cada decisión del gobierno federal como un paso más hacia el inevitable desastre de México, ya sea por desinversión, por corrupción, por incapacidad, por lo que sea. Ambos discursos ocupan una parte en la cinta de Moebius, colóquelos en donde usted quiera: en la parte “exterior” o en la “interior”.

Con este pequeño juego creo que el punto que quiero argumentar ha quedado expuesto con claridad: el discurso épico y el catastrofista se alimentan mutuamente, se apoyan uno en el otro, se necesitan. No hay principio ni final, no hay arriba ni hay abajo: la épica y la catástrofe forman parte de un discurso que circula en una cinta infinita que se reproduce incesantemente y, con ello, permite que héroes y villanos, villanos y héroes, encuentren su razón de ser en la confrontación permanente, en la rijosidad perenne. La extensión y el grosor de la banda de Moebius depende de las variables que queramos enfatizar, pero, en última instancia, es irrelevante para la reproducción de la épica y la catástrofe que están en los extremos del ancho de la cinta. Es decir, tanto el discurso épico como el catastrofista pueden ser de énfasis pálido, si la cinta de Moebius es delgada, o pueden ser vigorosos y de tonos encendidos si concebimos la banda muy expandida; no olvidemos que, en ambos extremos del ancho de la cinta, en un lado se ubican los impulsores del discurso épico y en el otro, los del discurso catastrofista. Y que si unos están ahora “arriba”, en otro momento estarán “abajo”, si unos están “afuera”, más tarde estarán “adentro”.

El discurso épico de la 4T es pronunciado prácticamente en cada mañanera por el presidente AMLO y reproducido y ampliado en las redes sociales; paralelamente y casi al mismo tiempo, la épica es cuestionada por columnistas, intelectuales y opinólogos que, en cada acción, decisión y pronunciamiento épico, leen catástrofes inminentes que son rápidamente expandidas en las redes sociales, muchas veces con añadidos de verdades a medias, mentiras enteras y exageraciones sin fundamento. La cinta de Moebius en que circula el discurso político en nuestro país se nutre de ambos discursos, el épico y el catastrofista, lo que empobrece el debate público y, por lo mismo, estrecha los de por sí flacos márgenes de nuestra democracia. Cuando la consigna es “estás conmigo o estás contra mí”, o “es momento de definiciones, no hay cabida para tibiezas”, se provoca que el discurso político gire en una interminable banda de Moebius que reduce la complejidad del país a esquemas bueno-malo, épica-catástrofe. Y, como lo he mencionado anteriormente, esta polaridad empobrece el debate político, lastra a la democracia. La polaridad se puede constatar, por ejemplo, en la reciente confrontación derivada del informe de la Auditoría Superior de la Federación: durante unos días dio pie a la oposición y su catastrófico discurso para atacar con todo al gobierno de AMLO, posteriormente y luego de la rectificación (o lo que haya sido) del auditor, la épica de la 4T se dejó sentir con toda su fuerza.

De allí que resulte inútil establecer si hay una campaña mediática en contra de la 4T, y en particular contra el presidente, o, por el contrario, AMLO ataca un día sí y otro también a la prensa y a sus críticos: son discursos que se sostienen uno a otro en la banda de Moebius del debate público nacional. Pero que sea inútil no significa que sea intrascendente puesto que ambos discursos, el épico y el catastrofista, nutren las redes sociales en las que la ferocidad de la disputa adquiere tintes de riña callejera: abundan los insultos, las descalificaciones, los golpes bajos, la cerrazón argumentativa, el fanatismo.

Identifico al menos tres movimientos y un hecho social total que escapan a la polarización discursiva que circula en la cinta de Moebius. Los movimientos sociales son: i) la lucha de las feministas en contra de toda violencia de género; ii) la lucha de los pueblos contra los megaproyectos y en defensa de sus territorios; iii) los colectivos de búsqueda de familiares de desaparecidos y desaparecidas. El hecho social total, qué duda cabe, es la pandemia de la COVID19.

A pesar de los esfuerzos de épicos y catastrofistas por montarse en las feministas y sus reivindicaciones, en los pueblos en resistencia y en defensa de sus derechos y en las exigencias de los colectivos de familiares de desaparecidos, o por desacreditarlos, estos tres movimientos sociales se mantienen por fuera de la polarización discursiva, lo que los mantiene con sus banderas en alto, vigorosos e incluso autónomos de los partidos políticos. Se trata de tres movimientos-procesos sociales que no han sido cabalmente comprendidos ni en el espacio de acción política de la 4T y su épica discursiva, ni mucho menos en la oposición y su perspectiva catastrofista. De articularse estos tres movimientos sociales en una perspectiva de gobierno, posiblemente estaríamos en presencia de una opción política que hoy no existe, o al menos que no se expresa como tal.

Por otra parte, la pandemia de COVID19 es un hecho social total que está provocando las transformaciones sociales más radicales en todo el mundo, imposibles de encuadrar en la lógica épica o en la racionalidad catastrofista; se trata de cambios en todos los órdenes de la vida social, económica, tecnológica, política, subjetiva, etc., ante los que las proclamas épicas y las arengas catastrofistas se quedan en un plano muy inferior. De hecho, la pandemia es la tijera que rompe la cinta de Moebius y hace que los discursos de la épica y de la catástrofe pierdan todo sentido. Ante la pandemia, la cinta de Moebius en que circula la épica y la catástrofe del discurso político nacional se muestra de un tamaño francamente muy menor.

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