Transformación y educación

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Alejandro Saldaña Rosas

 

No puede haber transformación social si no hay transformación de la educación; y no puede haber transformación de la educación si no se inscribe en un proceso más amplio de transformación social. No se trata de un simple juego de palabras, es, fundamentalmente, un complejo proceso de mutuas determinaciones que avanza, retrocede, se estanca, vuelve a retroceder, avanza de nuevo, etcétera, sin que sea totalmente conducido a voluntad, pero que es imposible que suceda sin voluntad. Y al hablar de educación hay que considerar a las escuelas de todos los niveles y tipos, por supuesto, pero también al conjunto de instituciones que conforman lo que Gramsci denominaba los aparatos hegemónicos. Cito al revolucionario y teórico italiano: “tomen la educación y la cultura, el resto se dará por añadidura”.

La reflexión que propongo a usted es en torno a la transformación en marcha (aceptando que la haya) identificada como 4T y su expresión en la educación y la cultura. Es decir, considero necesario hacer un mínimo balance, a tres años de distancia, de las trasformaciones impulsadas por la 4T en los ámbitos de la cultura, la educación e inclusive en la comunicación. Este texto apunta en esa dirección.

Planteo a usted que iniciemos la reflexión con algunas preguntas básicas: ¿está en proceso una transformación educativa y cultural orientada por y desde la 4T? Y si la respuesta es afirmativa, ¿en qué consiste esta transformación? ¿Cuáles son sus postulados fundamentales? ¿Quiénes son los actores de este proceso? ¿Hacia dónde nos conduce la política educativa y cultural de la 4T? Son preguntas complejas que exceden las posibilidades de este artículo, pero que es necesario abordar al menos en términos generales. Expongo mis ideas principales en los puntos siguientes:

  1. Hasta el momento, la llamada 4T no ha emprendido una transformación profunda y radical de la educación, la cultura y la comunicación en México. En esencia, operan los mismos aparatos hegemónicos del régimen neoliberal, toda vez que los cambios y ajustes han dejado intactos a los añejos grupos de poder empresariales, sindicales, mediáticos, culturales. Las medidas de austeridad y contra la corrupción, que son ejes en las políticas públicas de la 4T, no han sido suficientes, e incluso podrían ser hasta contraproducentes, para modificar sustancialmente la relación de fuerzas entre las clases y grupos sociales hegemónicos y las clases y grupos subordinados. Son muchas las evidencias de que los cambios en la política educativa no se han traducido en una transformación de las relaciones de poder, baste señalar que el charrismo sindical del magisterio permanece intocado.
  2. Inclusive, es posible que estemos ante una regresión educativa, como lo sostiene Gilberto Guevara Niebla en un trabajo reciente: La regresión educativa. El ex subsecretario de Educación Básica en los primeros meses del gobierno de la 4T sostiene que “el sector educativo fue castigado bárbaramente por la austeridad republicana de AMLO. Y se le sigue castigando”. Sostiene el exdirigente estudiantil de 1968 que “la política priva sobre la educación. Pero es una política miope, que descuida lo substancial (la educación) para favorecer intereses mezquinos”. Las evidencias dan la razón a Gilberto Guevara, baste mencionar como ejemplo el contundente fracaso en el rediseño de los libros de texto: se pretendió hacer un trabajo al vapor y barato y el resultado fue que, de los 18 libros proyectados para rediseñarse, solamente se lograron 2. De igual forma, la regresión educativa se expresa en el maltrato y hasta el desprecio de la 4T a las escuelas Normales, cuyo último capítulo lo acabamos de presenciar en la represión del 4 de febrero a los estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa.
  3. La pandemia agudizó las desigualdades en el acceso y la permanencia de las y los estudiantes en los diferentes niveles del sistema educativo nacional. Las estrategias para enfrentar esta grave coyuntura mundial y sus repercusiones en la educación en México han sido insuficientes y desatinadas. El obligado y quizás inevitable confinamiento no fue acompañado de acciones puntuales ajustadas a las especificidades de cada región, de cada localidad, de cada escuela. El programa Escuela en Casa se limitó al cumplimiento de los programas de estudio, sin mayores consideraciones de índole pedagógica, social y mucho menos subjetiva de las y los estudiantes y sus familias. El resultado es que 2.8 millones de estudiantes abandonaron la escuela (2.5 en educación básica y media y 300 mil en superior). No fue sino hasta 2021 que la SEP flexibilizó sus criterios para permitir que las comunidades educativas (maestros y maestras, padres y madres de familia, autoridades de las escuelas) tuvieran oportunidad de definir las modalidades para asistir a la escuela. Por otra parte, nunca hubo, ni ha habido, apoyos para las familias pobres a fin de contar con computadoras, tabletas o celulares, ni tampoco convenios o acuerdos con los operadores de las redes de telefonía celular para establecer tarifas especiales para escolares durante el confinamiento. Cada familia resolvió, o no, conforme a sus propios recursos, posibilidades y limitaciones.
  4. Si en educación básica no se observan transformaciones de envergadura, en educación superior el escenario tampoco es mejor. Si bien es cierto que el presupuesto ha tenido ciertos incrementos (4 % en 2022 comparado con 2021), el rasgo que marca los tres primeros años de la presente administración es el cada vez mayor distanciamiento entre la 4T y las comunidades universitarias. Comunidades que, al menos en parte, apoyaron electoralmente a MORENA y sus candidatos y candidatas en 2018, hoy se encuentran en una situación diferente: decepcionadas, incomprendidas, distanciadas, inclusive encrespadas. Desde la tribuna de las mañaneras, las comunidades universitarias, integrantes de las clases medias, han sido cuestionadas por aspiracionistas, fifís, conservadoras, e inclusive instituciones de enorme prestigio, como la UNAM, han sido descalificadas porque se han “derechizado”. El caso del Centro de Investigación y Docencia Económica, CIDE, es paradigmático del menosprecio de la 4T a la educación, la ciencia y la cultura. En lugar de argumentar en contra del supuesto neoliberalismo que priva en el CIDE (hipótesis falaz, por cierto) y ganar los debates en los ámbitos académicos y científicos, la 4T ha hecho sentir su peso de la peor manera: autoritariamente. El asalto autoritario al CIDE es completamente inaceptable en un proyecto que se pretende democrático y de izquierda. Por otra parte, las Universidades para el Bienestar “Benito Juárez” (UBBJ) están lejos de reunir las condiciones óptimas para ser consideradas como instituciones en las que se hace docencia, investigación, difusión, vinculación y en las que existen comunidades académicas consolidadas. Las UBBJ son, hasta el momento, escuelotas con muchas carencias, entre otras, los salarios y prestaciones del personal académico.
  5. México invierte muy poco en ciencia y tecnología, apenas .38 % del PIB, por lo que estamos muy lejos del 1 % que debería estar destinado a este sector, de acuerdo con la Ley General de Educación. Pero más allá de los recursos destinados a la investigación científica y el desarrollo tecnológico, la 4T, en su comprensible afán de diluir las camarillas y grupos de poder que hegemonizaron durante décadas en el CONACYT, en los Centros Públicos de Investigación y, en general, en las instituciones de educación superior, ha dinamitado las relaciones de confianza entre las autoridades y las comunidades científicas y académicas del país. La eliminación de fondos y fideicomisos para la investigación científica no ha traído mayores recursos al sector, por el contrario, ha significado la aniquilación de proyectos, el estrangulamiento de la actividad científica y la limitación en la formación de cuadros altamente capacitados. La muy errática gestión de María Elena Álvarez-Buylla Roces al frente del CONACYT ha generado encono y desconfianza entre las autoridades y las comunidades científicas y académicas. No obstante, estas comunidades tienen la suficiente solidez y capacidad de resistencia para subsistir a un sexenio que está siendo especialmente agresivo con ellas. No está por demás señalar que sin investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación, es imposible el desarrollo del país, por lo que resarcir la relación con estas comunidades deberá ser una de las tareas de mayor relevancia de la próxima administración.
  6. En materia de política cultural son más los negativos que los positivos en el balance de la 4T. Por una parte, es encomiable la pretensión de romper con los grupos de poder que históricamente han hegemonizado las estructuras públicas culturales, sin embargo, esa pretensión no ha sido acompañada con la redistribución financiera, los programas y los proyectos que permitan el fortalecimiento de los espacios y colectivos culturales alternos, en particular en el interior del país. Instituciones de enorme importancia en el país han sido seriamente afectadas por las medidas del gobierno federal, entre ellas el Instituto Nacional de Antropología e Historia (recorte de personal eventual, limitaciones presupuestales para la preservación de zonas arqueológicas, entre otros) y la Escuela Nacional de Antropología (limitaciones presupuestales). Pero más allá de los recursos, a decir verdad, la política cultural de la 4T es nebulosa, por decir lo menos. Por una parte, la aplicación de la austeridad en un sector de suyo carenciado no parece ser la mejor decisión, pero lo que más llama la atención es la carencia de programas y planes que hagan de las actividades artísticas, culturales y creativas experiencias de construcción contrahegemónica de las clases y grupos sociales pobres y excluidos. Tampoco se identifican iniciativas para hacer de la cultura, entendida en un amplio sentido, un medio para la reestructuración y la resiliencia social desde abajo, en horizontal, con un sentido plural, diverso, decolonial y feminista. Destinar casi el 25 % del presupuesto para el sector a un solo proyecto, habla más que mil declaraciones sobre el concepto de cultura de la 4T. El Proyecto Cultural del Bosque de Chapultepec, en el ejercicio financiero de 2022, obtendrá casi 4 mmdp del total de los 15 mmdp destinados al sector.
  7. Probablemente no ha habido mejor decisión de la 4T que eliminar la corrupción entre el gobierno federal y los medios de comunicación. La eliminación del llamado ‘chayote’ ha tenido un alto costo mediático para el presidente López Obrador y su proyecto de transformación, sin embargo, han sido mucho más los aspectos positivos que los negativos al eliminar el cochupo a periodistas, comunicadores y líderes de opinión. Las constantes agresiones mediáticas no han hecho mella en la popularidad presidencial y allí están las encuestas para demostrarlo. No obstante, una cosa es la popularidad en las encuestas y otra muy diferente es contar con un proyecto mediático que favorezca la transformación social desde abajo; si bien las mañaneras han desempeñado un papel crucial contra la desinformación de los medios de comunicación y la infodemia de las redes sociales, no son suficientes para construir un poder contrahegemónico que sea voz y vehículo de la transformación social. Inclusive, en el momento actual quizás sean hasta contraproducentes, habida cuenta del natural desgaste en el ejercicio de gobierno y la obcecación del presidente, su ánimo rijoso y su cerrazón para escuchar voces críticas que, desde el periodismo, los movimientos sociales y la academia le señalan yerros e inconsistencias.
  8. La ausencia de crítica y autocrítica de la 4T es uno de los principales obstáculos para construir proyectos alternativos y contrahegemónicos de educación y cultura. La intolerancia a la crítica y al disenso de muchas personas militantes o simpatizantes de la 4T, expresada sobre todo en medios y redes sociales, inhibe la posibilidad de integrar bloques contrahegemónicos con las clases y sectores sociales más pobres y excluidos, las clases medias comprometidas con el país y, en general, con los grupos sociales convergentes en la transformación.
  9. La 4T ha impulsado un proceso básicamente cupular, con el gobierno federal como actor principal de las iniciativas y proyectos; sin embargo y a vistas de los resultados obtenidos a tres años de distancia, esta transformación ha sido de muy corto alcance e insuficiente para modificar de raíz las relaciones de fuerza en el país. La transformación de la educación, que va mucho más allá de las escuelas y universidades, de la ciencia y de la cultura, es condición para la transformación social.
  10. La 4T, en tanto proyecto de transformación democrática y popular, no puede limitarse a un sexenio. El cambio en el país es todavía incierto y puede ser revertido con relativa facilidad, si no se transforman de raíz las relaciones de poder. Esta transformación implica, obligadamente, desarrollar proyectos democráticos en educación, ciencia, comunicación y cultura, hoy sumamente confusos, si no es que inexistentes.
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