Tesla: el futuro llegó

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Alejandro Saldaña Rosas

 

El reciente anuncio de la inversión de Tesla en México ha dado lugar a una muy interesante discusión en torno a los posibles beneficios y daños que traerá la instalación de su planta en Nuevo León; se trata de una inversión que, en una primera etapa, será de 5 mil millones de dólares y en etapas posteriores quizás alcance los 10 mil millones o más. Se proyecta que la giga fábrica esté construida en tan solo 9 meses y si se replica la experiencia de la planta de Tesla en Shanghái, probablemente al año los primeros autos estarán saliendo al mercado.

Como ha sido documentado, el presidente López Obrador señaló que, debido a la escasez del agua en la región, el gobierno federal no otorgaría los permisos para que Tesla se instalara en Monterrey: “Si no hay agua, no se entregarán los permisos. No es factible”. Sin embargo, a los pocos días de esa declaración se confirmó que Tesla se instalará en el municipio de Santa Catarina, en la zona metropolitana de Monterrey, lo que significa que la firma de Elon Musk tuvo los argumentos, y el poder, necesarios para contravenir la inicial intención presidencial. El problema del agua de uso industrial se resolverá, así se dijo, mediante agua tratada, que por cierto también requiere fuertes inversiones. Lo que no se informó es de dónde se obtendrá el agua potable que requerirán las 35 mil personas que se estima trabajarán, directa e indirectamente, en Tesla.

El discurso triunfalista y optimista ha ganado los titulares de la prensa nacional y extranjera, los comentarios de expertos y analistas, pero poco se ha reflexionado sobre los negativos que la empresa de Musk podría ocasionar en la región y en el país. Por lo pronto, no deja de ser paradojal que el presidente Andrés Manuel López Obrador, que un día sí y otro también puya con sus críticas al neoliberalismo, los fifís y los aspiracionistas, al mismo tiempo se congratule por la inversión del machuchón mayor entre los conservadores del mundo.

Muchas dudas surgen por la llegada de Tesla a México. Por lo pronto, hay que exigir que la firma haga una muy clara y precisa manifestación de impacto ambiental en la que se detalle no sólo el problema del agua de uso industrial, sino fundamentalmente el suministro de agua para las personas; asimismo, se deben establecer con claridad las soluciones proyectadas a la emisión de contaminantes, manejo de residuos y abasto energético para la mega planta, entre otros impactos al medio ambiente. El “compromiso” de Tesla con el medio ambiente (concediendo que lo tenga), no la exime de que en varios países enfrente procesos judiciales por la contaminación de sus procesos productivos. Las autoridades federales mexicanas bien harían en revisar esos procesos y exigir que la firma se apegue a la normatividad nacional e internacional.

Otro ángulo del análisis de la presencia de Tesla en Nuevo León que no debemos perder de vista es el que se refiere a las y los trabajadores. Salarios, prestaciones, condiciones de trabajo, de protección, higiene y seguridad laboral, son algunos de los aspectos a revisar con lupa, y no menos importante es la libertad de asociación de las y los trabajadores. Es cierto que el perfil de los trabajadores que una fábrica como Tesla requiere es alto: ingenieros, técnicos especializados, programadores, diseñadores industriales, entre otros, pero eso no significa que carezcan de derechos. Es bien conocido que Musk no es precisamente respetuoso de los derechos laborales, así lo demuestran tanto los despidos en Twitter como los ocurridos en Tesla por el intento de organización sindical. ¿Qué pasará cuando los y las trabajadores de la planta de Tesla en Santa Catarina organicen uno o más sindicatos? ¿Serán despedidos como en otros países? Las autoridades del trabajo deberán estar pendientes de las posibles violaciones a los derechos laborales.

Por otra parte, y no es un asunto menor, Elon Musk ha manifestado abierta y cínicamente sus intenciones de ir por las reservas de litio a toda costa. Recordemos que en un tuit afirmó: "¡daremos un golpe a quien nos dé la gana! Acéptalo"; lo dijo en el contexto del golpe de Estado perpetrado en Bolivia en 2019. Evo Morales, por su parte, respondió al exabrupto de Musk diciendo que era una prueba más de que el golpe de Estado fue por el litio. Más claro, ni el agua. Queda entonces la pregunta abierta sobre qué va a pasar con las reservas de litio de México y las extremadamente agresivas palabras, y políticas, del presidente de Tesla. Y, por supuesto, qué haría, o que hará, el Estado mexicano ante una amenaza de tal calibre.

Muchas dudas quedan en el ambiente. Por ejemplo, los estímulos o condiciones para que Tesla se instale en Nuevo León. Si bien se ha reconocido que no habrá exenciones fiscales, poco se ha dicho sobre el terreno (algo así como 1000 hectáreas): su costo y características, ni sobre el manejo de desechos industriales, el abasto de energía eléctrica, las vialidades y los sistemas de movilidad, las unidades habitacionales, etc. Suponer que estos y otros detalles la firma los irá resolviendo sobre la marcha, puede ser riesgoso para los habitantes de la zona metropolitana de Monterrey, para Nuevo León y para el país entero. Tanto el gobierno estatal como el federal, e inclusive el municipal, deberán dar puntual seguimiento al establecimiento de la gigafábrica en Santa Catarina, en apego a la normatividad y cumplimiento de los compromisos. Suena a sueño guajiro… lo es.

En síntesis, más allá de los posibles beneficios económicos, sociales, tecnológicos y empresariales de la llegada de Tesla a México, hay riesgos no menores en al menos cuatro ámbitos:

  1. Ambiental (agua, contaminación, vialidades, desechos, etc.).
  2. Laboral (condiciones de trabajo, de seguridad, sindicalismo, etc.).
  3. Político (control de las reservas de litio del país).
  4. Institucional (transparencia, normatividad).

 

Por último, si pensamos que Tesla será otra armadora más de automóviles que se instala en el país, creo que estaremos en un error. Mal haremos si colocamos a Tesla de Monterrey en el mismo plano que Volkswagen en Puebla o Nissan en Cuernavaca (Jiutepec); sí, por supuesto que es similar a otras armadoras, pero suponer que la única diferencia es el tipo de automóviles que fabrican, eléctricos o a gasolina, es una consideración a mi juicio muy limitada. No sólo son paradigmas energéticos diferentes, se trata, en el fondo, de un cambio de mucho mayor envergadura que va desde el propio proceso de producción hasta la distribución, la comercialización, el mercado meta y las transformaciones sociales y políticas implicadas en el desarrollo de la industria automotriz eléctrica.

Permítame una analogía: suponer que Tesla va a fabricar autos eléctricos exclusivamente, sería como pensar que no hay mayor diferencia entre un teléfono analógico de 1970 y un smartphone de 2023. Si bien sirven para lo mismo, es claro que el uso que damos a los celulares difiere mucho del que dábamos a los teléfonos fijos. De igual forma, los autos Tesla sirven para lo mismo que los coches a gasolina, sí, pero no.

Los Tesla cada vez más se parecerán menos a lo que hasta el día de hoy concebimos como un auto, y no solamente por la energía que los mueve. En este sentido, habría que pensar más en Tesla como una firma desarrolladora de software y aplicaciones para la movilidad que como una empresa fabricante de autos. Hay que pensar los Tesla como inteligencia artificial, es decir un robot, con ruedas. Y eso no es un cambio menor, ni en el proceso mismo de su producción ni, desde luego, en el tipo de sociedad -y de individuo- al que responde y perfila. Los Tesla se inscriben en la perspectiva del capitalismo de vigilancia, es decir, un sistema de control social basado en la libertad individual. Los Tesla (como paradigma de autos eléctricos) son el futuro de la movilidad. Una movilidad monitoreada al instante, inspeccionada en su performance, observada en los desplazamientos y rutinas, escuchada en las conversaciones, vigilada en los estados de ánimo, incluso. El futuro ya llegó.

Bienvenido Tesla a México.

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