Sobre las becas de posgrado

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Alejandro Saldaña Rosas

 

La restricción en las becas para estudios de posgrado es mucho más que un tema exclusivamente económico. La imposición del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT) es sumamente grave, no solamente por la ausencia de consenso en la definición de sus políticas en materia de estudios de posgrado, sino porque coloca a México en una situación de enorme precariedad en materia de investigación académica, humanística y científica.

Para decirlo rápidamente: lo que está en riesgo es la capacidad del país para hacer investigación científica, generar conocimientos socialmente relevantes, impulsar la innovación, cerrar las brechas de la desigualdad a partir de la distribución social del conocimiento y fundamentalmente, para ampliar la base de personas especializadas en ciencia, humanidades, tecnología e innovación. Lejos de que México cuente con más personas altamente especializadas en las diferentes vertientes de la investigación científica, la restricción de becas reduce el posgrado y, con ello, limita la capacidad de crear investigación y, con ello, aportar a la solución de los innumerables problemas del país. Y sin investigación, simple y sencillamente se profundiza el de por sí enorme rezago que acusa el país en materia de ciencia, tecnología, humanidades e innovación. Sin ciencia, no hay futuro, no hay país.

La estructura institucional de la educación superior en México está diseñada para que la investigación científica, humanista, tecnológica, cultural, etc. se desarrolle en el posgrado, esencialmente a través de los programas de maestría y doctorado, por lo que restringir el número de becas para las y los estudiantes matriculados en estos niveles, significa limitar las capacidades de investigación del país. México cuenta con investigadoras e investigadores de muy alto nivel que participan en redes internacionales de conocimiento, pero comparativamente con otros países, son muy pocos. El problema de México no es la calidad de la investigación, sino el número de personas dedicadas a estas actividades. Por eso, insisto, reducir las becas profundiza este rezago.

Para poner en contexto, consideremos los siguientes datos. Por cada millón de personas, en México solamente 349 se dedican a la investigación científica (cifras de 2020). Comparemos con otros países: Alemania, 5,393; Argentina, 1,231 (2019); Bélgica, 5,750; Brasil, 888; Canadá, 4,516 (2018); Estados Unidos, 4,821 (2019); República de Corea (Corea del Sur), 8,714. Si usted quiere profundizar en los números, consulte la siguiente liga: https://datos.bancomundial.org/indicator/SP.POP.SCIE.RD.P6

Cuando nos preguntamos dónde están las Samsung, las Hyundai, las LG, las Daewoo, las Kia… mexicanas, la explicación es sencilla: no existen. Y no existen, en gran medida, porque en Corea por cada millón de personas, 8,714 se dedican a la investigación y la tecnología. En México tan solo 349 y con el recorte de becas del CONAHCYT, el número puede ser aún más ridículo.

Por supuesto, no es suficiente con ampliar el número de becas, es imprescindible generar las plazas para que esas personas, altamente capacitadas, desarrollen sus conocimientos en las diferentes áreas de la actividad científica, humanista y tecnológica. Pero en el país no solo no se amplían las plazas en las universidades y los centros de investigación, lo que sería de justicia para paliar las inequidades entre el profesorado precarizado y los tiempos completos, sino que además se reducen las becas para maestría y doctorado. Ampliar las capacidades científicas, humanísticas y tecnológicas del país pasa, fundamentalmente, por generar las plazas necesarias para las investigadoras e investigadores egresados de las maestrías y los posgrados de las universidades y los centros de investigación.

Otro problema de la reducción de las becas es el criterio con el que el Sistema Nacional de Posgrado de CONAHCYT estableció la orientación de cada posgrado, divididos en “de investigación” y “profesionalizantes”; las personas matriculadas en los primeros tienen acceso a becas, las inscritas en los segundos, no. Veamos los criterios para de esta división:

“Los posgrados con orientación a la investigación cuentan con planes de estudio de doctorado directo, de maestría y doctorado integrados o concatenados, o bien doctorados que tengan por objeto la formación de personas humanistas, científicas o tecnólogas que aporten a la generación de nuevo conocimiento.

Los posgrados con orientación a la profesionalización de las personas cuentan con planes de estudio de especialidad, maestría y doctorado enfocados a la formación de personas dedicadas a aplicar el conocimiento humanístico, científico y tecnológico para el desempeño de su profesión, así como las maestrías que no estén integradas o concatenadas con un programa de doctorado de investigación” (http://svrtmp.main.conacyt.mx/ConsultaSNP/?c=Consulta&a=Index).

 

Estos criterios son muy generales, poco claros y construidos con una perspectiva burocrática y política orientada a restringir el acceso a las becas; además, no responden a las tendencias en materia de creación de conocimientos observadas internacionalmente al menos desde hace un tercio de siglo. La separación en los posgrados de investigación y profesionalizantes expresa una vieja concepción del quehacer científico en el que, para decirlo en breve, la ciencia se produce en los laboratorios, talleres y cubículos y su aplicación se realiza posteriormente en “la realidad”. Según esta concepción, la producción de conocimiento la realizan comunidades científicas homogéneas y disciplinares (especialistas dedicados a la química, la física, la biología, la antropología, etc.) en instituciones académicas formales (universidades y centros de investigación) a través de financiamientos públicos, fundamentalmente y la comunicación de los resultados de las investigaciones se da a través de medios institucionales legitimados, como revistas, congresos, simposios, entre otros.

Esta perspectiva de la ciencia, sus actores, su financiamiento, sus instituciones y su aplicación es vigente y algunos autores la han caracterizado como el Modo 1 de producción del conocimiento[i]; según sus análisis, desde hace varias décadas ha surgido una nueva forma de producción del conocimiento, a la que denominan Modo 2. Algunos de los rasgos del Modo 2 son: el conocimiento se produce en los contextos de aplicación (a diferencia del Modo 1); los actores del Modo 2 son comunidades inter y transdisciplinarias (ingeniería química, nanotecnología, biología matemática, etc.); integra conocimientos teóricos y empíricos orientados a la resolución de problemas socialmente relevantes; las fuentes de financiamiento son diversas (públicas, privadas, fondos internacionales, etc.); los conocimientos se distribuyen socialmente a través de canales institucionales y sociales, formales e informales (redes sociales, por ejemplo). Si desea aproximarse a la caracterización del Modo 2, en la siguiente liga puede usted leer un fragmento del libro La nueva producción del conocimiento: https://www.ses.unam.mx/docencia/2007II/Lecturas/Mod1_Gibbons.pdf

            A fin de contextualizar el error de CONAHCYT al separar los posgrados “de investigación” de los “profesionalizantes”, consideremos uno de los problemas más agudos que tenemos en el país y que requiere la intervención de especialistas en múltiples disciplinas, autoridades de todos los niveles de gobierno y, de manera preponderante, la participación de personas con amplios conocimientos empíricos: la crisis en materia de derechos humanos por desaparición de personas.

La necesidad de especialistas que se dediquen a avanzar en la localización de las más de 110 mil personas desaparecidas es en todas las áreas del conocimiento: medicina, antropología, derecho, trabajo social, intervención comunitaria, psicología, sociología, topografía, ingeniería, biología, por mencionar solo algunas y, más importante aún, que realicen investigaciones inter y transdisciplinarias en contextos situados, junto con los colectivos de familiares en búsqueda de personas desaparecidas, quienes poseen importantísimos y vastos conocimientos empíricos, técnicos, humanos.

Por ejemplo, México necesita personas expertas en antropología y arqueología forense (no sabemos cuántas, pero en función del tamaño del problema, seguramente muchas) que trabajen codo a codo con los colectivos de familiares en búsqueda de sus seres queridos, con autoridades municipales, estatales y federales, con científicas y científicos de laboratorio que procesen los restos y el material genético, con especialistas en bases de datos e inteligencia artificial, entre muchas otras especialidades. La formación de tales expertos está limitada por el acceso a becas debido a la artificial separación de posgrados de investigación y profesionalizantes.

El anterior es un pequeño ejemplo, pero prácticamente todos los graves y complejos problemas que hay en el país requieren la participación de muchos actores, entre otros, académicos y científicos, para avanzar en su resolución. Las políticas institucionales del CONAHCYT no solamente no aportan a la formación de los miles de especialistas que requerimos a la solución de los problemas del país, al contrario, limitan la capacidad científica, humanística, tecnológica e innovadora de México.

Es evidente que la educación superior, la ciencia, la tecnología, la innovación, la cultura y las humanidades no son prioritarias para la 4t.

[i] Gibbons, Limoges, et.al. La nueva producción del conocimiento (1997). Ed. Pomares. Barcelona

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Comentario 1
  • José Ángel Mata

    Totalmente de acuerdo, continuaremos luchando para que no se incremente aún más el error, retroceder en lugar de avanzar,
    muchas gracias 🙏

    Responder
    29 agosto, 2023

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