Sedena encubrió exmilitares Zetas

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Por Juan Alberto Cedillo

 

 

Arturo Guzmán Decena, Z1, desertó del Ejército Mexicano el 30 de septiembre de 1997 para encabezar el “brazo armado” del Cártel del Golfo (CDG). No obstante, los ex militares que se mudaron al “bando enemigo” continuaron haciéndose pasar como una operación clandestina de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Incluso, años después de abandonar las fuerzas armadas, siguieron cobrando su sueldo en el ejército y recibiendo información de mandos de Regiones y Zonas militares, para combatir a cárteles rivales.

 

Guzmán Decena  ingresó a las fuerzas armadas el 12 mayo de 1992 como Soldado de Infantería en el Campo Militar Número 18 de Pachuca, Hidalgo. Contaba apenas con 16 años de edad. Su carrera en las armas concluye oficialmente  el 30 de septiembre de 1997 cuando fue acusado ante la Justicia Militar de “Probable Responsable del delito de Deserción Franca”. Apenas había cumplido 21 años de edad.

 

Decena formaba parte de un pequeño grupo de 7 militares que se habían capacitado en el año 1994 en el curso “Protección de Gente muy Importante”  en el Fuerte Hood del Ejército de los Estados Unidos, el más grande​ del mundo, ​ubicado en Texas. Los jóvenes soldados seleccionado por la Sedena,  estaba integrado por: Oscar Guerrero Silva, Heriberto Lazcano Lazcano, Jaime González Dur​á​n, Arturo Guzmá​n Decena, Alejandro Morales Betancur, Jesús Rejón Aguilar y ​ Galindo Mellado Cruz.

 

Posteriormente, cuando  ya habían alcanzado el grado de cabos de Infantería y subtenientes, fueron seleccionados por el gobierno mexicano y de Estados Unidos para combatir el narcotráfico integrándose como civiles a la Policía Judicial  Federal, en Reynosa, Tamaulipas.

 

Arribaron a la frontera a principios de 1997 con el objetivo de combatir al Cártel del Golfo (CDG) pero apenas pasaron escasos meses fuera de la disciplina de los cuarteles para que el CDG reclutara a Decena y Lazcano para  sumarlos a sus filas como escoltas para cuidar a sus capos, sin duda “Gente muy Importante”. Primero estuvieron al servicio de  Gilberto García Mena, alias “el June”, hasta que fue capturado en 2000.

 

Después Heriberto Lazcano y Arturo Guzmán llamaron a sus ex compañeros del Fuerte Hood, y a otros más, para convertirse en “brazo armado” de CDG bajo las órdenes de Osiel Cárdenas Guillén.

 

Un año después de estar operando para la organización criminal,  la mayoría aún creía que continuaban operando en secreto para la Sedena.  Hasta  que conocieron que su patrón, el capo Osiel Cárdenas, aparecía en los noticieros  buscado por la policía.

 

“De eso no tienen por qué alarmarse. Ustedes han de comprender que los medios de comunicación, los reporteros, deben de hacer su trabajo; no se enojen con ellos y tampoco les hagan caso”, le comentó Osiel en una reunión con los militares Zetas para explicar su persecución por las autoridades.

 

“Estamos bien arreglados” le aseguró  Osiel Cárdenas. “¿Creen que estaría aquí tan tranquilo si tuviera miedo de que me agarren?”

 

¿Y el gobierno? ¿Está con nosotros el gobierno?, preguntó uno de los Zetas.

 

“Tranquilos, todo está en orden; trabajamos con el gobierno”, reiteró Osiel”, Ese cónclave lo contó Galindo Mellado al periodista Ricardo Raphael. Esa entrevista quedó plasmada en el libro “Hijo de la Guerra”.

 

“Ustedes siguen siendo parte del gobierno, ¿o qué, los cortaron ya de la nómina del Ejército? Viene la quincena chica: cuando tengan su pago, se acuerdan de mí”, afirmó el capo del CDG. La “quincena chica” no llegaba a los cuatro mil pesos en esos tiempos. Mientras la “quincena grande” que les pagaba Osiel rondaba los 120 mil pesos por mes.

 

Para ampliar sus operaciones en el noreste y otras regiones del país, Osiel Cárdenas utilizó a sus capacitados militares para conquistar nuevas plazas. El Hummer y otros fueron enviados a Nuevo León;  Galindo Mellado y Tony Tormenta a Coahuila;  el Comandante Mateo a Tabasco, entre otros, para conquistar  y disputar ciudades tomadas por pandillas o cárteles rivales.

 

Para conquistar las nuevas plazas, los ex militares recibieron ayuda de mandos regionales de la Sedena. La colaboración de generales de Zonas Militares con los Zetas se mantuvo por lo menos hasta finales de 2009. Gracias a ello recibieron apoyo e información de diversas Zonas y Regiones militares para combatir a los carteles rivales.

 

En el juicio celebrado en Austin, Texas, en abril del 2013, contra Francisco Colorado Cessa y otros, Enrique Rejón Aguilar (“Mamito”) contó al fiscal la ayuda que recibieron  los Zetas del Ejército mexicano:    ​​

 

“¿También proporcionó sobornos a los militares mexicanos?”, interrogó el Fiscal ​Douglas W. Gardner al testigo.

 

“Lo hice”, respondió​ Mamito​.

 

“¿Y qué harían los militares mexicanos a cambio de esos sobornos?”, precisó el Fiscal.

 

“El ejército nos ayudó a luchar contra el grupo contrario a nuestro cártel. Eso hicieron”, agregó Rej​ón Aguilar.

 

Los altos mandos de la  Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) permitieron la inédita alianza debido a que nunca informaron a sus tropas la deserción de sus ex militares, a quienes  mandaron combatir al narcotráfico. Quizás por vergüenza o temor de que algunos soldados y oficiales se cambiaran de bando y se convirtieran en los artífices de la violencia que registra México en los últimos años, al grado que ahora la Sedena​ mantiene censurados los archivos de esos ex militares.

 

Para conocer los expedientes de los principales Zetas se solicitó a la Sedena,  con base a la Ley Federal de Acceso a la Información, revisar esos documentos  en su Archivo Histórico, ubicado en campo Militar Número 1.

 

El expediente 13-2547  del Cabo de Infantería Arturo Guzmán Decena (Con registro en el Ejército B-9229817) se encuentra en el Fondo S.D.N, Subfondo 1 y está clasificado como “Confidencial”. Estará parcialmente  censurado  por varios  años bajo el amparo del Artículo 18 fracción II de la Ley Federal  de  Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. Esa  fracción se considera información confidencial y se añade: “Los datos personales que requieran el consentimiento de los individuos para su difusión, distribución o comercialización en los términos de esta Ley”. Sin embargo, no aclara si las personas fallecidas entran en esta categoría.

 

Guzmán Decena ingresó a las fuerzas armadas  el 12 mayo de 1992  como Soldado de Infantería en el Campo Militar Número 18 de Pachuca, Hidalgo. Fue un soldado medianamente disciplinado durante sus primeros años: Entre octubre de 1992 y mayo de 1994 registra ocho castigos que incluyen arrestos que van desde 24 horas hasta 12 días.

 

Su expediente tiene censurada su capacitación, campañas y acciones militares  en las que participó desde 1994. En agosto de 1995 fue ascendido a Cabo de Infantería y fue trasladado a diversas regiones militares. Todos sus movimientos, cambio de región y de dependencias al interior del Ejército Mexicano, también fueron suprimidos por los censores de la Secretaría de la Defensa Nacional.

 

Su carrera en las armas concluye oficialmente  el 30 de septiembre de 1997 cuando es acusado ante la Justicia Militar de “Probable Responsable del delito de Deserción Franca”. Meses después, cuando las unidades de Inteligencia Militar confirmó que se había involucrado con un cartel del narcotráfico,  se giró una orden para que fuera remitido con “carácter de extraurgente” (sic) ante la Fiscalía Militar.

 

Para esa época Arturo Guzmán se encontraba en el municipio de Miguel Alemán bajo las órdenes de los capos Gilberto García Mena, alias “el June” y de Zeferino Peña Cuellar, alias “don Zefe”.

 

García Mena era el responsable de cruzar alrededor de 50 toneladas mensuales de marihuana a los Estados Unidos. Contendía con Osiel Cárdenas Guillen por la dirección del Cártel del Golfo (CDG), disputa que comenzó después de la detención  de Juan García Ábrego, en 1996 en una finca del municipio Benito Juárez, Nuevo León.

 

Guzmán Decena formaba parte de los escoltas de “El June” y “Don Zefe” junto con  el   Cabo de Infantería Heriberto Lazcano Lazcano, que para esas fechas ya se había dado de baja del ejército.

 

Reportes de inteligencia de la “Sección Segunda” de la Sedena precisan que los capos de esos tiempos usaban discretas escoltas personales ya que ellos no portaban armas debido a que tenían bien estudiado el aspecto legal del negocio en el que estaban involucrados. Conocían que podrían pasar más años en prisión por portar armas de uso exclusivo del Ejército, que por las reducidas penas que se imponía al delito de tráfico de drogas en esa época.

 

Lazcano y Guzmán Decena cuidaban a Zeferino Peña Cuellar, “Don Zefe”, cuando regresaba de cobrar la droga de los Estados Unidos. Traía en su camioneta cientos de miles de dólares metidos en las antiguas bolsas de papel  que proporcionaba a sus clientes la cadena H.E.B., los cuales cubría con “pan de caja” y otros víveres.

 

Heriberto Lazcano Lazaco ingresó al ejército como soldado de Infantería el 5 de junio de 1991 en el Campo Militar Número 18-A de Pachuca, Hidalgo. Para  junio de 1993 obtiene el grado de Cabo de Infantería.

 

Entre febrero de 1997 y febrero de 1998 es transferido a diversas plazas que estaban censuradas. Solicitó su baja del ejército el 26 de marzo de 1998, “en virtud de tener problemas familiares que requieren su presencia y tiempo completo”.

 

A principios del año 2000, Osiel Cárdenas Guillén traicionó a su amigo García Mena “El June”, filtrando información para su captura a José Luis Santiago Vasconcelos, en esa época subprocurador de la entonces llamada Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (Siedo).  “El June" fue detenido en abril de ese año y Arturo Guzmán Decena y su grupo pasan a formar parte de la guardia personal de Osiel Cárdenas, quien queda sólo al frente del CDG.

 

Cárdenas Guillén ordenó a Decena que continúe reclutando militares. Para esas fechas ya se habían sumado varios cabos más, entre ellos: Jaime González Durán, alias “El Hummer”; el “Cabo de Arma Blindada” Miguel Ángel Soto Parra; Jesús Enrique Rejón Aguilar, alias “el Mamito”; Galindo Mellado, alias “El Z10”; Alejandro Betancur, el “Z2”, entre otros.

 

El expediente de la Sedena de González Durán precisa que ingresó al ejército en Monterrey  el 15 de noviembre de 1991 con el grado de Soldado de Transmisiones. Para el 24 de febrero de 1999 se le levanta un acta en la instalación militar de Ciudad de Mante, Tamaulipas, por desertar del Ejército mexicano.

 

Miguel Ángel Soto Parra inició su carrera militar en Puebla, el 2 de mayo de 1994. En diciembre de 1996 fue ascendido como Cabo. Soto solicitó su baja activa en abril de 1999, señalando: “en virtud de que necesito tiempo completo para desempeñarme en mis estudios y superarme en lo civil”.

 

Rejón Aguilar causó alta en el ejército como Soldado de Infantería el  5 de abril de 1993 en Escárcega, Campeche. Para el 11 de  enero de 1996 obtuvo el ascenso de Cabo de Infantería y su carrera militar termina en noviembre de 1999 cuando solicita su baja de las fuerzas armadas.

 

Decena continuó reclutando militares hasta llegar a una cifra cercana a los 30. Meses después, ese grupo tendría la oportunidad de mostrar su capacitación aprendida en el Ejército Mexicano.

 

La ocasión llegó con  los primeros días del año 2004. El Cártel de Sinaloa pretendía arrebatar la estratégica plaza fronteriza de Nuevo Laredo a sus rivales del Cártel del Golfo. Para ello mandaron al texano Edgar Valdez Villarreal, alias “La Barbie”, al mando de un “pequeño ejército” de alrededor de 500 sicarios que habían sido reclutados entre policías municipales de Nuevo Laredo y pistoleros de Sinaloa.

 

Para defender la importante ciudad por donde cruza alrededor del 75 por ciento del comercio terrestre entre Estados Unidos y México, Osiel Cárdenas, para esa época ya en prisión, envió a su grupo de exmilitares, que habían continuado reclutando miembros en esa ciudad, entre expolicías, maleantes comunes y pandillas, como “Los Texas” y los “Chachos”.

 

Las batallas por Nuevo Laredo duraron varios meses. Los exmilitares, que ya no estaban encabezados por Decena, quien había muerto en un enfrentamiento con el ejército en noviembre de 2002 en Matamoros, pudieron mostrar todas sus habilidades para el combate.

 

En Nuevo Laredo aparecieron por primera ocasión en la historia contemporánea, armas como fusiles Barrett Calibre 50 mm, lanza granadas, bazookas, vehículos blindados y artillados así como formas crueles para eliminar a los enemigos: descuartizados, incinerados, pozoleados o colgados en vías públicas. Formas de infundir terror a los rivales copiada de la fuerza de élite del ejército guatemalteco conocida como “Kaibiles”

 

Cuando Rejón Aguilar, “El mamito”, compareció en el juicio contra José Treviño Morales, en Austin, contó ante fiscales estadounidenses que participó en al menos diez batallas contra Sinaloa y que ordenó la muerte de alrededor de 30 rivales.

 

Con la ayuda del ejército, los exmilitares pudieron derrotar a los sicarios de Sinaloa. En compensación, Osiel Cárdenas le permitió quedarse al frente de la plaza.

 

En esos tiempos el General Ricardo Martínez Perea  fue el único acusado  por cambiar de bando. Su expediente precisa que el presidente  Ernesto Zedillo le concedió  el grado de General Brigadier en marzo del año 2000.  Un año después  es transferido a  Tamaulipas. Para  agosto del 2003 es condenado por la Justicia Militar como culpable por delitos “contra la salud en su modalidad de colaboración de cualquier manera al fomento para posibilitar el tráfico de narcóticos”. Fue condenado a una pena privativa de libertad de 15 años de prisión ordinaria; “al pago de una multa de 4,035.00 pesos; la BAJA DEFINITIVA del activo en el Ejército y Fuerza Aérea Mexicana; a la INHABILITACIÓN para desempeñar cargo o comisión  públicos, por un término igual al de la pena privativa de la libertad impuesta; así como también a la DESTITUCIÓN DEL EMPLEO de General Brigadier y a la pérdida de los derechos adquiridos en virtud de tiempo prestado y al de usar uniforme y condecoraciones”.

 

No sobra enfatizar que el experimento para incluir a los militares en las policías federales resultó un fracaso. En cambio sí resultó irónico que los oficiales de las fuerzas armadas que fueron seleccionados para combatir al narcotráfico terminaron siendo los responsables de la paramilitarización de los cárteles y de la violencia e inseguridad que aqueja a México desde los albores del año 2004.

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