Que tiemble el Estado

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Que tiemble el Estado, los cielos, las calles

Que teman los jueces y los judiciales

Vivir Quintana. Canción sin miedo.

 

Inicio esta colaboración con la poderosa voz de Vivir Quintana y su himno de rebeldía feminista. Es un canto, un grito, un aullido de lucha que no me pertenece, pero que me hace eco, que resuena en mí.

En la última semana, luego de la movilización feminista del 8 de marzo y del paro de actividades del día 9, las denuncias por acoso en escuelas y universidades se han multiplicado. Miles de mujeres, la mayoría estudiantes desde chicas menores de edad de secundaria hasta jóvenes de posgrado, han levantado fuerte su voz para hacernos saber su reclamo: ¡basta ya de acoso! Basta de miradas lascivas (descaradas o furtivas), de comentarios denigrantes, de discriminación en aulas y laboratorios, de sutiles invitaciones a salir o de exigencias sexuales a cambio de calificaciones; basta de silbidos, de murmullos con ojos entornados, de dobles sentidos y bromas hirientes. Los tendederos con denuncias han ocupado los espacios escolares, con la estruendosa voz de quienes han estado silenciadas durante muchos años. Quien no vea y escuche en este justo y ensordecedor reclamo un movimiento social de enorme trascendencia, que hará cimbrar los cimientos del Estado, está ciego o en espera temblorosa de su turno para aparecer en uno de tantos tendederos. Es deseable que de las denuncias mediáticas se pase a denuncias judiciales a fin de que la protesta tenga mayor trascendencia y, sobre todo, repercusiones legales que tengan un efecto disuasivo en los acosadores. No se trata de iniciar linchamientos ni juicios sumarios, sino simplemente de cumplir la ley, en particular la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Irónicamente, justo en el preciso momento en que las denuncias comienzan a volverse virales, la SEP anuncia que por motivos de la pandemia del coronavirus habrá suspensión de actividades escolares presenciales desde el 20 de marzo hasta el 20 de abril; las fechas incluyen las vacaciones de Semana Santa, pero la medida anunciada no tiene la intención de fomentar el turismo sino de evitar contagios en la población. La suspensión temporal de actividades escolares presenciales es un paréntesis, una pausa reflexiva, un momento para atender otras emergencias, pero quien suponga que el coronavirus va a arriar las banderas feministas, está muy equivocado. La #PrimaveraVerdeVioleta no es cuestión de una estación, revuelta de coyuntura, ni sus evocaciones poéticas son su leitmotiv. Al tiempo, reitero: esto es solamente un paréntesis.

El Estado va a temblar, ya está temblando, aunque falta llegar al corazón de la impunidad: el Poder Judicial. Cada día leemos en la prensa y en las redes que fulano de tal salió libre bajo fianza pese a las evidencias en su contra; que perengano está libre por falta de pruebas, aunque sus huellas indiquen lo contrario; que a zutano no se le pudo abrir juicio porque se violó el debido proceso, si bien lo encontraron tratando de enterrar a su víctima. En fin, las historias de terror abundan, y todas, o casi todas, por efecto del diseño institucional de evidente corte patriarcal, apuntan en la misma dirección: impunidad para el violador, para el asesino, para el golpeador. El elemental principio de la justicia pronta y expedita, en el caso de las mujeres, no aplica. Por el contrario, si ellas denuncian, su palabra y sus evidencias deben sortear la estructura de un sistema de justicia en el que las víctimas son revictimizadas por jueces, secretarios, magistrados, es decir, por el mismo sistema. Por ende, las mujeres llevan todas las de perder, y a pesar de ello, han logrado enormes triunfos en un terreno que históricamente, y por atavismos de todo tipo, les ha sido desfavorable.

Tal vez el Poder Judicial sea el más corrupto en la estructura del Estado mexicano; y si no, al menos el más refractario a los procesos de democratización, transparencia, rendición de cuentas e impartición de justicia con perspectiva de género. Y aunque formalmente cumpla con ciertas exigencias institucionales, lo cierto es que su deuda social es inmensa y se acrecienta con cada resolución en la que simula impartir justicia. Asimismo, incorporar a mujeres en puestos clave dentro del Poder Judicial no significa que se haya adoptado una perspectiva de género, inclusive pudiera ser justamente lo contrario: que sean las propias mujeres las que reproducen la estructura patriarcal en las instituciones de impartición de justicia. El Estado no va a temblar con la suficiente fuerza hasta que el Poder Judicial sea cimbrado, e incluso derruido en su machismo, por la lucha de las mujeres y sus reivindicaciones de añejo cuño. Falta mucho, pero falta menos que hace un año, que hace una semana.

No digo nada que no se sepa. El machismo en el Poder Judicial es ominoso, inexcusable y profundamente dañino. No solamente limita el crecimiento profesional de las abogadas más preparadas y con mayor enjundia en litigios de toda índole, sino que la misma estructura organizacional impide que las mujeres asuman posiciones directivas; y si lo hacen, las mismas estructuras y las redes de poder las compelen a que sus orientaciones legislativas sean incluso en contra de las mismas mujeres. El machismo en el Poder Judicial impone condiciones que limitan a las mujeres para acceder a puestos de mayor relieve, condicionan sus resoluciones para favorecer a quien mayor poder económico demuestre (casi siempre hombres) y reproduce sistemáticamente el machismo y la desigualdad. Por conversaciones con abogadas plenamente capacitadas, competentes y con los requisitos cumplidos para acceder a cargos de mayor relevancia en la jerarquía judicial, es posible conjeturar que la estructura organizacional, los procesos de toma de decisiones y las reglas de operación, limitan que las mujeres con mayor experiencia y capacidad ocupen cargos de mayor responsabilidad en el aparato judicial. El sistema judicial es profundamente machista y no va a cambiar con algunas, o muchas, movilizaciones. Pero tampoco es indemne a las protestas. Quizás el Estado no tiembla con todo lo que podría y debería cimbrarse, no obstante, algunas de sus columnas han sentido las profundas reverberaciones de las protestas feministas. Protestas, que, insisto, no van a cesar.

Que tiemble el Estado. ¿Alguien duda que el Estado está temblando por las protestas feministas? ¿Alguien duda del poder de las organizaciones y las movilizaciones feministas? ¿Usted supone que la #PrimaveraVerdeVioleta no va a dejar huella en nuestra vida cotidiana? En mi opinión, en los próximos meses veremos cambios importantes en los contratos colectivos de trabajo, en los reglamentos de trabajo, en la normatividad en materia de publicidad y comercialización, en los medios de comunicación, en las pautas de relaciones laborales y sociales en nuestro país.

Que tiemble el Estado, los jueces y los judiciales, que a las feministas nadie, ni nada, las para. Para bien de todas y de todos. Para bien del país.

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