Percepción y realidad

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Washington – La pandemia del Covid-19 es una realidad innegable que con su azote cambiará por siempre el comportamiento humano, como lo hicieron la lepra, el SIDA, la influenza y otras enfermedades catastróficas.

 

Patólogos connotados a nivel mundial están exigiendo a los jefes de Estado y de gobierno que dejen a un lado la politiquería frente al Coronavirus e instrumenten acciones urgentes apegadas a las medidas sanitarias requeridas para prevenir la expansión y el contagio del virus.

 

Desde que comenzó la mortandad en China por el brote del Covid-19, Donald Trump, presidente de Estados Unidos, se enfrascó en su propia realidad imaginaria, que fue superada desde el primer minuto por la realidad.

 

Así como Trump, hay otros líderes que pretenden opacar los hechos, alcances y amenazas de la pandemia con su retórica y carisma, entre ellos nuestro presidente: Andrés Manuel López Obrador.

 

El periódico estadounidense The Washington Post comenzó este domingo 22 de marzo a elaborar un tipo de inventario de las contradicciones y falsedades en que ha incurrido Trump con respecto al Covid-19.

 

El primer conteo de las mentiras y contradicciones de Trump (al que tienen que corregir o apechugar las autoridades sanitarias de su gobierno cuando están paradas junto a él), del 21 de enero a la fecha, arrojó un resultado de 17, todas graves y políticamente mañosas.

 

No voy a entrar en detalle sobre los embustes de Trump. Sólo hago referencia a lo que indica el Post, respecto a que el presidente de Estados Unidos engaña diariamente a sus gobernados sobre la realidad del Coronavirus.

 

El influyente rotativo que, gracias al periodismo de investigación que promulga y lleva a cabo desde hace ya algunas décadas, provocó la renuncia de un todopoderoso presidente de Estados Unidos, reconoce que Trump ha tenido un solo acierto desde que la pandemia del Covid-19 azota a su país: catalogarla como el “enemigo invisible”.

 

El punto preciso es ese, que por tratarse de una enfermedad viral con un grado de contagio inmediato, alto e impalpable, ciega al ciudadano de a pie y permite a los políticos y gobernantes atiborrarnos de proclamas mesiánicas con las que pretenden curar y ocultar su propio nerviosismo.

 

“Hombre (o mujer) precavido(a) vale por dos”, dice bien el viejo refrán. No existe poder político en el mundo que con simples palabras de aliento y buenos deseos pueda contener la pandemia del Covid-19.

 

Hablar de la realidad en un caso como este no es sinónimo de derrota.

¿Cuán mejor nos sentiríamos los mexicanos y los ciudadanos de otros países si nuestros gobernantes fueran más honestos sobre la magnitud de la amenaza del Coronavirus?

 

Se agradece -aunque haya sido a la fuerza- que el gobierno federal ya promueva y recomiende la guía de medidas sanitarias indispensables para prevenir el contagio del virus.

 

Bueno, aplaudo hasta la creación cibernética de “Susana Distancia” por parte del gobierno de AMLO, aunque millones de mexicanos no tienen acceso a Internet como desean hacernos creer algunos gobernantes.

 

En un mundo ideal -no soy iluso, sé perfectamente que no existe-, en una crisis de salud pública de carácter mundial como en la que nos tiene hundidos el Covid-19, son los médicos y los epidemiólogos quienes tendrían que hablar, y dejar a los gobernantes instrumentar, de manera pragmática y sin politiquería, las medidas sanitarias, cívicas y de resguardo económico necesarias.

 

Anthony Faucci, inmunólogo reconocido y respetado a nivel mundial, que funge como director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas y Alergias de los Estados Unidos, en entrevista con la columnista Maureen Dowd, de The New York Times, dio una cátedra muy fina y certera de cómo los que verdaderamente saben de epidemias deben dejar que se ahoguen solos los políticos habladores y falsos.

 

“A mí me corresponde dar a conocer los hechos, las implicaciones y los factores de esta realidad que vivimos por el Coronavirus, nada más”, le dijo sabiamente Faucci a Dowd, cuando la famosa columnista le cuestionó por qué no desmiente a Trump al escucharlo mentir abiertamente casi todos los días desde que dan las conferencias de prensa en la Casa Blanca para actualizar a los estadounidenses sobre la amenaza del Covid-19.

 

En su peculiar estilo, que la ha convertido en una innovadora de la forma en que se escriben las columnas y los artículos de opinión en la prensa de los Estados Unidos, Dowd, que ha bautizado a Trump como “el mentiroso en jefe”, escribe que al escuchar al presidente propagar desinformación y exhibir la retórica de su burbuja imaginaria, cuando está junto a él en el podio de la Casa Blanca, Faucci se limita a sobarse la mejilla y a tallarse ligeramente los ojos debajo de los espejuelos.

 

Nada mejor para poner como ejemplo de la diferencia que existe entre la percepción y la realidad tan letal de la pandemia del Coronavirus.

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