Patocracia. Parte II

  • 0

Esthela Treviño G. @etpotemkin

Rompeviento TV,15 de noviembre de 2022

 

Decía, en la Parte I, retomando un comentario del Monero Rapé, que la salud mental de una (buena) parte de nuestra sociedad está en Urgencias. La propia no ha necesitado Urgencias, pero sí tratamiento. Frustración, enojo, intolerancia, impaciencia, trabajo en ello. Importantes reflexiones, pero cada quien hará la suya propia. Pongamos nuestras almas a remojar.

Lo anterior derivado del interés e involucramiento en los decires, acontecimientos y acciones en el ámbito de la vida política de nuestro país que se asientan en quienes llevan, aquí bien aplicado el término, las riendas del poder y de los que vamos a pie, ya sea muy o un poco atrás del caballo poderoso, o a los lados, en fin, las metáforas tienen su límite.

Hablamos de patocracia y, aunque puede darse en cualquier tipo de organización, hemos centrado nuestro foco de atención en «un sistema político regido por líderes con personalidades patológicas [...]; y una “cantidad significativa” de la población que se vuelve sus seguidores. Ambos ingredientes amenazan y destruyen la democracia», como lo explicitamos en la Parte I.

Así, en una patocracia, un líder con cierta patología, por sí solo, no puede hacer mucho; son sus allegados, más una ‘cantidad significativa’ de seguidores, todos con características similares, lo que constituye ese sistema político patocrático. Recuérdese el régimen de Donald Trump, o el de Jair Bolsonaro.

Presento aquí, como lo anuncié, algunas de las características más relevantes de dos tipos de patología: el narcisismo y la psicopatía.

Narcisistas

El narcisista se caracteriza por el deseo de atención, casi adoración, y afirmación constante. Al igual que los psicópatas, tienen una insaciable sed de poder. La necesidad de ser admirados, hasta glorificados, llega al punto de que dejan de hacer algo si eso los volviera impopulares.

Un narcisista con frecuencia se muestra como un engreído, bravucón y arrogante que se cree tener derecho a todo —Trump encaja a la perfección—. Los narcisistas no pueden tolerar ningún tipo de crítica y, para compensar, menosprecian, sobajan e insultan a quienes los critican como mecanismo para recuperar su imagen de grandeza.

Según Philip Zimbardo y Rosemary Sword (2019), estos son algunos de los “síntomas” de las personas narcisistas:

  1. Creerse mejores/superiores a otros.
  2. Considerar inferiores a los otros y despreciarlos.
  3. Exagerar sus logros y capacidades o talentos (y minimizar los de otros).
  4. Anhelan ser admirados y recibir lisonjas en todo lo que hacen.
  5. Carecen de empatía. Se muestran duros, fuertes y sin emociones.
  6. Se sienten rechazados y lastimados fácilmente y no se recuperan ni se olvidan de ello; a menudo son rencorosos. No aceptan críticas.
  7. Esperan que los demás hagan lo que ellos quieren y del modo como lo quieren.

 

Psicopáticos

Ya en el siglo pasado se había descubierto la existencia de dos tipos de psicópatas:

Uno, aquellos predispuestos y capaces de los actos más tremendos de violencia y sin asomo de remordimiento.

Dos, personas que, si bien carecen de empatía, no se convierten en asesinos o defraudadores, tal como lo señala Marshall, y que vimos anteriormente, en la Parte I. A estos los llaman “psicópatas exitosos”, en el sentido en que no llegan a cometer crímenes.

Los psicópatas exitosos son más proclives a mostrar su indiferencia o impasibilidad desenvolviéndose en profesiones o campos como la abogacía, el empresariado y la política, según Hughes 2018.

El sello de los psicópatas es carecer de empatía por completo. Son fríos, insensibles y no muestran emociones. Al ser no-empáticos no pueden entender los sentimientos, sufrimientos y emociones de los demás, porque no se pueden poner en los zapatos de los demás.

Es entendible, ciertamente, que en la vida pública sea necesario y conveniente desarrollar una coraza. Los políticos o jueces, por ejemplo, siempre serán impopulares para cierta parte de la sociedad, de los medios, etcétera, que los increpará, insultará, ridiculizará, prácticamente día con día. Hay que tener estómago para aguantar eso.

No obstante, un patócrata como Donald Trump ridiculiza, demerita, insulta a cualquiera que se atreva a criticarlo o señalarlo y más si la crítica proviene de mujeres. Un periódico digital feminista, The Mary Sue, que se precia de ser «el pulso de la cultura ‘geek’» (‘geek’, alguien que se dedica con diligencia a cualquier meta intelectual o cultural), «una comunidad feminista e inclusiva» contiene un artículo en el 2020 cuyo título reza: “¿La respuesta de Trump a la crítica? Misoginia, con una pizca de racismo”. El título lo dice todo. Cito: “Ver al líder de nuestro país actuar así día tras día es agotador y repugnante. No es que esperemos algo mejor de un monstruo como Donald Trump, es que normaliza el tipo de sexismo y misoginia que debería haberse quedado en el siglo XIX”. (https://www.themarysue.com/trumps-response-to-criticism-misogyny-racism/).

Asimismo, los psicópatas son personas que no se sienten responsables de nada, de ningún malestar o sufrimiento que causen en otros, o de sentires y aconteceres cuando son producto de su acción o inacción. Felipe DSCDJ Calderón Hinojosa no se siente responsable en absoluto del aumento de homicidios en su sexenio que, según el INEGI, fue del 150%; su política era la correcta. Enrique Peña Nieto y todo su aparato, empezando con Murillo Karam, su Procurador, y siguiendo con los militares, es un claro caso con los apabullantes hechos de Ayotzinapa. Inventaron una mentira e hicieron todo un montaje para ocultar su responsabilidad en esos crímenes. Estamos hablando de hechos monstruosos: por su magnitud y por su naturaleza.

En los personajes que acabo de mencionar, priva no solo una indiferencia sino una insensibilidad enfermiza, todos con ese dejo de despachar con indolencia y casi hasta desgano los reclamos a los hechos que se les atribuyen.

De los 20 rasgos más representativos de la psicopatía, anoto los más conspicuos por orden de relevancia de acuerdo a la Lista de Psicopatía Revisada y obtenida por Hare y otros en 1990, aún vigente:

  1. Son Insensibles/faltos de empatía.
  2. Necesitan ser estimulados constantemente.
  3. Son embaucadores/manipuladores.
  4. Sienten afectos de modo muy superficial.
  5. Carecen de remordimiento o culpa.
  6. Son mentirosos patológicos.
  7. No reconocen su responsabilidad.

 

Es la rigidez en como piensan, sienten y se vinculan con otros los patócratas lo que los hace difíciles y potencialmente peligrosos.

Cercanos y seguidores

Como hemos dicho, en política los líderes patocráticos son un lado de la ecuación; no hay patocracia sin el triángulo tóxico al que hace referencia Hughes 2018: un líder patológico, un entorno favorable, y seguidores susceptibles. En la categoría de «seguidores» se halla la gente cercana al líder y una parte significativa de la sociedad. Baste recordar al gabinete cercano de Hitler, o de Trump, a las juventudes nazis, o a los grupos supremacistas y antisemitas estadunidenses, y a una buena parte de la población en ambos casos externando su odio y esparciendo el mismo discurso que sus líderes.

No me canso de insistir, recalcar, que el indicio o síntoma principal del declive en nuestra salud mental y emocional es esa insensibilidad, y dolorosa falta de empatía. La palpamos muy particularmente en la normalización de la violencia en sus múltiples manifestaciones:

  1. Normalizar que haya desapariciones forzosas: «otra fosa más, ya chole con eso», se dijo en un chat; fastidiarse, como dejo testimonio de ello en la Parte I, porque las Madres Buscadoras le reclaman audiencia al presidente y al secretario de Gobernación; este último, Adán Augusto López ha sido particularmente insensible y despectivo con ellas. Otras muestras de no empatía, ¿o desinterés? ha mostrado este personaje. Léase, por ejemplo, el reclamo doloroso de don Abel Barrera Hernández —activista de DDHH, fundador de Tlachinollan, Centro de Derechos Humanos de la Montaña en el estado de Guerrero— a propósito de la intervención de López en el Congreso local y sus declaraciones en torno al caso Ayotzinapa. (https://www.rompeviento.tv/un-congreso-supeditado-y-disminuido/).
  2. Divulgar, hasta la náusea, videos explícitos de violencia contra personas y animales, con todo y su advertencia de «imágenes fuertes». En este renglón, la insensible y reprobable acción de la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum quien, so pretexto del permiso que se le otorgara, muestra imágenes y video del supuesto asesino de Ariadna cargando el cuerpo de su víctima. ¿Cón qué fin? ¿Electoral? Esa imagen y video se propagó por todos los medios, hasta en el extranjero. De Sheinbaum, muy cercana al presidente, conocemos varios actos de insensibilidad y falta de empatía: los constantes jaloneos con feministas, por ejemplo, en torno a la Monumenta en la ex-glorieta de Colón, que bautizaron como “Glorieta de las mujeres que luchan”; el desalojo de las mujeres triquis. Es revelador que en aquel incidente donde la jefa de gobierno mandó encapsular a mujeres feministas que protestaban en contra de Félix Salgado Macedonio, (marzo del 2021), su justificación fuera “para proteger a las demás personas”. No para proteger a las mujeres, sino para proteger a los demás de las mujeres. En fin.
  3. Que aparezcan unos cuerpos amarrados, arrastrados a la playa por el mar en Acapulco y que los turistas se sigan asoleando. Escalofriante. Indiferencia, indolencia, impasibilidad.
  4. Por cada insulto, comentario soez, y vulgaridad hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador o su proyecto, aparece otro de los autollamados obradoristas o amlovers en contra de aquellos. No repito aquí ninguno.
  5. Para la persona, y otras semejantes, para quienes está bien que agentes de migración golpeen y humillen a migrantes: “Pues porque estorban, afectan a muchos en temas de salud, seguridad, traslados, etc. Y no estamos obligados a recibirlos. Se les da la mano, pero agarran los pies”. Y no son pocos, y no son comentarios aislados.

Reconozcamos la polarización, o bipolaridad si se quiere, que vivimos y etiquetamos, la lista es grande. Reconozcamos la influencia de un discurso político que cada vez nos divide más; cada vez nos separamos más del Otro; cada vez más etiquetas no tanto para autodefinirnos sino para disociarnos: «gente blanquita-Condesa» acabo de ver; «prianista de clóset», «feministas de derechas», «conservadores fachos», «morenacos».

Reconozcamos la incapacidad e intolerancia del presidente ante cualquier crítica que se le haga. Se reconoce en su reacción inmediata de fustigar, demeritar y descalificar a:

La Suprema Corte de Justicia que propuso debatir la posible anulación de la prisión preventiva oficiosa. A quienes se opusieron y oponen a la militarización, o así llamada, de la seguridad nacional. A ambientalistas, probados como tal, y que muestran la posible afectación de cenotes a causa del mal llamado Tren Maya.

Más recientemente, a la CIDH a quien acusó de ser «arietes del conservadurismo» vía su embajadora, Luz Elena Baños, por la preocupación de distintos centros de DDHH en torno al militarismo. A Juan Villoro por, entre otras cosas, oponerse a su política de seguridad nacional; a la Jueza Carla Macías por otorgar una suspensión definitiva a la transferencia de la Guardia Nacional a la Sedena;  a Ricardo Raphael por denunciar espionaje por parte del Ejército mexicano.

Contra quienes marcharán el domingo 13 de este mes: «Clasistas, racistas, hipócritas, cretinos, aspiracionistas, corruptazos. Algunos vienen de abajo: ladinos, se desclasaron».

Hemos visto la insensibilidad y no empatía del presidente en torno a temas feministas y de, sí, derechos humanos cuando se reclama la corrupción e impunidad rampante por parte de instituciones gubernamentales, incluido el Ejército mexicano.

Reconozcamos que López Obrador ha manejado un discurso que, por un lado, ha alentado a sus seguidores más férreos a usarlo en contra de “sus enemigos”, es decir, todo aquel que no concuerde o comulgue con alguna idea o postura o propuesta del presidente y, por el otro, ha provocado la exacerbación de un discurso en contra de él mismo. Y, ante cualquier crítica de medios independientes, los seguidores y admiradores del presidente los tachan a estos de pasquines, de derechas o que se están derechizando, quieren golpear el proyecto de la 4T, casi calcas del discurso presidencial.

No podemos cerrar los ojos y no ver esa adoración, casi glorificación hacia López Obrador por parte de sus seguidores. Leo autodescripciones en Twitter y otros medios, así como textos en distintas redes sociales, algunos de los cuales reproduzco:

«Soy amlover, a los demás ni los topo»

«AMLO es nuestro dios y papá, a wevo!»

«Los anti-AMLO o anti 4T que se pudran en su mierda»

«Vamos con todo por nuestro Presidente [...] estamos con él al 100 aunque viole la ley».

“Estar contra AMLO y la 4T debería ser considerado un crimen de lesa humanidad».

«Nuestro presidente es bueno y sabio, pero los conservas nomás ven cómo joderlo, golpearlo con todas esas muertes» (a propósito de asesinato de periodistas y activistas).

“¿Alguien sabe cuál es la posición política de Iñárritu? Quiero ir a ver Bardo, pero si el director es conservador, de derecha y/o golpeador de AMLO, no voy. No voy a hacerle el gasto a gente que vive del aplauso y del dinero del público, y cree que sus espectadores son idiotas”. ¡Lo dice alguien en Twitter!

Eso que se ha convertido en veneración, casi idolatría, nubla el poder de ver y discernir; nubla la conciencia o la cierra, del mismo modo que ocurre con líderes religiosos o de sectas, llamémosles líderes “carismáticos”. Los ha habido siempre.

Cuando se deposita una confianza ciega, se cae en el diosquerismo o amloquerismo, podríamos decir; se cae en la pereza porque, al fin y al cabo, hay quien piense, diga, haga y resuelva.

Pero, como advierten los historiadores y profesionales de otras disciplinas, el desencanto y la desmoralización se van dando; lo ha apuntado bien Federico Bonsasso, por ejemplo, como lo señalo en la Parte I.

 

Cierro con una cita de Vasily Grossman, de su estupenda obra Life and Fate:

La historia humana no es la batalla del bien luchando para vencer al mal. Es una batalla librada por un gran mal que lucha por aplastar un pequeño grano de bondad humana.

 

Mil días de huelga en Notimex / Alito y el presidente magistrado del Tribunal Electoral / El INE
Atrás Mil días de huelga en Notimex / Alito y el presidente magistrado del Tribunal Electoral / El INE
Entrevista Martí Batres: La marcha “El INE no se toca” y la Reforma Electoral /La CIDH en Ayotzinapa
Siguiente Entrevista Martí Batres: La marcha “El INE no se toca” y la Reforma Electoral /La CIDH en Ayotzinapa
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *