Nuevolandia

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El desatino más reciente del gobernador de Nuevo León, Samuel García, y su esposa, Mariana Rodríguez, rebasa los márgenes de lo verosímil. Resulta difícil de creer que la falta del mínimo sentido de prudencia política, o de respeto institucional, llegue a tales extremos, pero las evidencias están allí y no solo eso, el propio gobernador se ha encargado de difundirlas. “Llegó una sorpresa al palacio. Cinderella looking for a fella”, dijo el gobernador Samuel García en sus redes sociales al difundir el video en el que Mariana Rodríguez entra a un salón vestida de Cenicienta. Si usted no ha visto el video no se ha perdido de nada, pero la anécdota, luego de las carcajadas y la pena ajena, mueve a la reflexión.

Que Mariana Rodríguez se vista de Cenicienta, de Blanca Nieves, de dinosaurio, de pitufa o de lo que quiera, no es el problema, está en todo su derecho, pero que el gobernador difunda en sus redes sociales los desvaríos de su esposa en instalaciones del Ejecutivo del estado hace de un asunto privado, cosa pública. Al parecer, esa será la tónica del gobierno encabezado por García: lo privado vuelto asunto público, los “likes” entendidos como niveles de aceptación del gobierno, la desacralización de la política convertida en mera banalidad, la acumulación de seguidores en redes sociales entendida como popularidad, y quizás lo más grave: la evidencia de que para Samuel García Sepúlveda y Mariana Rodríguez Cantú el estado de Nuevo León es, en realidad, Nuevolandia.

Samuel García y Mariana Rodríguez pueden jugar a la casita todo lo que quieran, siempre y cuando lo hagan en privado y en su tiempo libre, pero no tienen derecho a convertir al estado de Nuevo León en su patio de recreo, en su salón de fiestas infantiles, en su inflable en el que brincan y retozan mientras el estado acusa tantos problemas y rezagos y miles de seguidores les festinan sus frívolas ocurrencias, sus lamentables bufonadas, sus chocarreros desvaríos. Si usted es de los miles de fans le pido una disculpa por mi comentario, pero en mi opinión no es para menos: no es recomendable que los menores de edad detenten tanto poder, es muy alto el riesgo de que en sus juegos y sus chanzas cometan errores de enormes e impredecibles consecuencias.

Dudo mucho que Mariana y/o Samuel hayan leído el cuento clásico de Charles Perrault, quien, al parecer, no fue el autor original, sino que recopiló relatos populares y les dio formato de cuento; posteriormente los hermanos Grimm harían su propia interpretación. Supongo que la versión de Cenicienta de la pareja que ocupa el Palacio (¿o será castillo?) de gobierno del estado de Nuevo León es la edulcorada por los estudios Disney, al menos eso se desprende de la estética naif, muy cercana a la ornamentación de los muñequitos de los pasteles de boda, del vestido utilizado por la señora empresaria, tan gustosa ella de los disfraces y el ridículo.

No se sabe que en la biografía de Mariana Rodríguez haya registros de haber sido explotada por sus hermanastras, ni que haya fregado pisos a rodilla, vamos, ni siquiera que haya pasado algún apuro económico. Por el contrario, nacida en sábanas de hilo más o menos fino (tampoco es que sea de familia de alta alcurnia y largos apellidos), la ahora empresaria e influencer ha sido determinante en la carrera política de su esposo, el advenedizo Samuel García. Inclusive, hay quienes sostienen que el triunfo de García en las pasadas elecciones en gran medida obedece a la popularidad de su cónyuge, a su indiscutible presencia en redes sociales, a sus ocurrencias y puntadas. Cuántos votos aportó para el triunfo de Samuel García es algo difícil de determinar (ignoro si hay estudios), pero lo cierto es que la presencia de Mariana “La Cenicienta” Rodríguez en el gobierno del estado es inocultable: ella preside una oficina de reciente creación llamada “AMAR Nuevo León”. Al igual que en los cuentos de hadas, bastó con invocar a su hada (¿o hado?) madrina para que apareciera una oficina de gobierno de la que ella es la titular, faltaba más, para eso sirve la magia en la política.

Lo preocupante del caso es que el gobernador de Nuevo León, que en su fantasía probablemente se vea a sí mismo como el Rey de Chocolate y a su esposa como la Princesa Caramelo, dispone de ingentes recursos para dar juego a sus caprichos, alucinaciones y quimeras. Pese a la normatividad y el supuesto estado de derecho, Samuel García dispone de mucho dinero para dar vuelo a sus más absurdos antojos y a sus más ridículas entelequias, dispone de enormes recursos para gobernar por arte de magia... y de mafia.

El video de “La Cenicienta” Rodríguez no pasaría de otra anécdota de mal gusto si no fuera porque hay fuerzas políticas que ven como una muy seria opción presidencial para el 2024 a Samuel García... ¿o a Mariana Rodríguez? Él, como abanderado de la oposición, pero Mariana Rodríguez como artífice de la campaña. En otras palabras: si ya cuajó que Nuevo León haya sido convertido en Nuevolandia, ¿por qué no hacer de México, Mexicolandia?

Samuel García y Mariana Rodríguez reúnen ciertas características que a la derecha les llena el ojo, en particular, su racismo, su clasismo, su banalidad y su disposición a hacer negocios al amparo del poder político y la administración pública. Si ya les funcionó con Enrique Peña Nieto y Angélica “La Gaviota” Rivero, quizás estén pensando en repetir la fórmula, esta vez con un personaje femenino mucho más activo que la ex actriz de telenovelas. Por cierto, el más reciente número del show de Mariana Rodríguez fue anunciar a los cuatro vientos que en solidaridad con los niños con cáncer ella cortaría su cabello a rape. Bien, pues no se atrevió, simplemente se hizo un corte de cabello a lo príncipe valiente que sus fans festejaron con estruendo y cajas destempladas.

Estamos a tiempo de prevenirnos y tomar las medidas necesarias para evitar que el país se convierta en juguete de los Samueles, las Marianas y los muy ricos tíos McPatos que los apoyan, promueven y financian.

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