El que se lleva...

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Federico Anaya Gallardo

 

… Se aguanta. Así reza el dicho popular. La semana pasada hablé de la decepción que causaba ver las promesas juveniles de Javier Corral Jurado convertidas en sus contrarios. Alrededor de mi decepción de Corral vine a enterarme de que no era yo el único desilusionado. En la mesa de SinEmbargo Al Aire del 16 de octubre, Alejandro Páez Varela recordaba la promesa juvenil de Corral, porque su padre y su abuelo (también periodistas) confiaron en el juarense adolescente. El recuerdo de Páez se dio en una entrevista con Antonio Pineda, otro periodista amigo de años de Corral, a quien el gobernador no dudó en acusar penalmente dentro del esquema creado para destruir a Maru Campos. (Liga 1.) Y luego, en Momentum, el martes 19, Alberto Nájar Nájar también nos compartió su recuerdo del reportero adolescente, del hombre que defendió los medios libres y bajo cuyo gobierno fue asesinada Miroslava Breach sin que se hiciese una investigación seria. (Liga 2.)

 

Mi comentario se publicó el lunes 18 de octubre y el martes 19 amanecí con la noticia de que había muerto un buen amigo de la Facultad de Derecho, Héctor Nezahualcóyotl Luna Ruiz (1965-2021). El Destino, ese que se escribe con D mayúscula, me recordaba que quien juzga será juzgado con la misma vara. La muerte de Neza no sólo me recordó mi propia mortalidad, sino que los seres humanos vivimos –aunque a veces nos pese– en colectivo. ¡Qué triste ver a los compañeros de lucha de Corral (Páez, Pineda) abominar de quien fue su camarada! ¿Cómo nos vemos hoy la generación de Neza? Permite, oh lectora, que te cuente de mis amigos.

 

Conocí a Neza en los días de la huelga del CEU en la UNAM. Eran los primeros meses de 1987 y facultades como Derecho, Ingeniería, Medicina seguían inmunes a la movilización estudiantil. El paro permitió que el pequeñísimo grupo de compañeras y compañeros que simpatizaban con el CEU empezaran a reunirse en la escuela, alrededor de las guardias. Aparte de los ceuístas, habíamos algunos que nos decíamos independientes (en realidad éramos ceuístas cobardes). Al triunfo de la huelga y el retorno a clases, tres de esos independientes decidimos publicar un periódico mural en las paredes de la Fac. Le llamamos Regeneración. El grupo inicial éramos Neza, Pedro Francisco Guerra Morales (hoy abogado experto en regulación energética y telecomunicaciones) y tu servidor. Luego se fueron reuniendo otras compañeras y compañeros: Sonia Rojas Castro (hoy magistrada penal federal), Sergio Soto Nájera (hoy abogado litigante), Refugio Mancillas Sánchez (hoy abogada gestora), Juan Antonio Cruz Parcero (hoy director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM), Eva Orduña Trujillo (hoy investigadora del CIALC de la UNAM), José Ramírez Moyao (hoy abogado del Canal 21), Patricia Gómez Ortiz (hoy directora de Estudios Jurídicos de Derechos Humanos de las Mujeres en Cámara de Diputados federal), Gunnar Hellmund Egurrola (hoy abogado litigante), Tatiana Zapata Lagunes (hoy abogada inmobiliaria), Humberto Aranda Gómez (hoy abogado laborista) y Danilo Pancardo Jiménez (hoy abogado en telecomunicaciones). Este es un censo corto y estricto. Muchas otras personas acompañaron Regeneración como lectoras, colaboradoras, críticas y simpatizantes.

 

Debo confesarte que publicar un periódico mural semanal en 1987 y 1988 en Derecho-UNAM no era labor pesada. A eso de las doce del día, los porros ya lo habían arrancado –así que no había necesidad de recogerlo y reciclar el papel. Nuestro esfuerzo era sólo un ligero rocío en un desierto de pensamiento conservador y reaccionario. Pero la novedad del agua fresca siempre impacta. Ignacio Ramos, el secretario general de la Fac, pasó un día y golpeó con enojo mi artículo. Yo le dije: “—¡Pero ni siquiera lo ha leído!” Fúrico, volteó a verme: “—¿Por qué usas esos colores?” (Había yo usado plumón negro sobre cartulina roja.) Allí aprendí lo corta que es la visión de la Reacción.

 

Neza y otro amigo, Salvador Quiauhtlazollin Martínez (hoy periodista de radio), estaban a cargo de la sección más famosa del periódico. La nombraron La Mermelada (el azote de los fresas). Siguiendo el estilo de Rius, preparaban caricaturas y recortaban ilustraciones, intercalándolas entre textos mordaces que escandalizaban a la “gente decente” de Derecho. Desde entonces me pregunté por qué mi amigo Neza estudió Derecho. (Porque aparte de buen monero tocaba música.) Paradojas... Neza creció para volverse un abogado kelseniano y riguroso. Pero me adelanto.

 

Luego de que los de Regeneración fuésemos (literalmente) aporreados, Neza y varias otras compañeras regeneradas se embarcaron en una aventura mayor. Fundaron el Taller Universitario de Derechos Humanos (TUDH) y desde éste, empezaron a dar servicio a comunidades indígenas y campesinas. Su contacto en Oaxaca fue el activista y filósofo Ayuuk Floriberto Díaz. Este proceso avanzó, como todas las biografías colectivas, en medio de contradicciones. Una parte de las tudhoras entró a la Procuraduría Agraria, otros salimos a estudiar al extranjero. De esos días Neza recordaba su paso por Nayarit, adonde el servicio a los ejidatarios le enamoró... y desesperó: solía contarme de la ocasión en que –muy kelseniano– regañó a una familia campesina que le llevó una bellísima y apetitosa penca de plátanos. “—Nosotros no podemos recibir regalos, compañeros”.

 

Claro que cosas como ésta no eran las que más enojaban a Neza (quien, por cierto, podía ser colérico). Él recordaba, indignado, cómo se imponía con malas artes el programa de certificación PROCEDE o cómo la burocracia agraria hacía perdedizos los cheques de indemnizaciones. Supongo que, en parte por esto, Neza pasó como capacitador a la CNDH. En esas andaba cuando nuestros caminos se cruzaron otra vez en San Cristóbal de Las Casas, hacia 1995. Una larga conversación en uno de los cafetines de la capital coleta me ayudó a evaluar qué tan lejos andábamos de los ideales a los que ambos nos habíamos comprometido en Regeneración. Para eso, aprendí, son los amigos.

 

En los años que siguieron, Neza siguió trabajando en agencias de derechos humanos y luego sirvió en la PGJDF y en la delegación Cuauhtémoc –adonde le tendieron una trampa miserable. Pasó entonces a la UACM, donde estudió la maestría en Derechos Humanos y fue represaliado por la Rectora Orozco. Por cierto, fue allí donde volvimos a colaborar, bajo el rectorado de Enrique Dussel. Quienes recuerden esos años (o revisen la www) encontrarán opiniones encontradas acerca de Neza. No era hombre de medias tintas y, hay que decirlo, no siempre fue prudente. Pero con todas sus contradicciones, seguía estando del lado correcto: denunciar la injusticia, defender derechos humanos, luchar por las libertades.

 

Cuando nos avisó a los regenerados y tudhores que había entrado como Juez Cívico en la Ciudad de México, confieso que temblé. ¿Ese hombre volcánico podría encontrar la prudencia para tratar, tolerar y conciliar las miserias de la convivencia cotidiana? Lo hizo. Creo que se ayudó de una vieja vocación suya: la crónica. En su página de Facebook que lleva el avatar “Hector Nezahualcoyotl Luna Ruiz (Neza)” publicaba historias inspiradas en los mil y un casos que atendía. (Liga 3.) Allí podrás encontrar, lectora, la mirada amorosa del abogado que finalmente descubrió para qué sirve el “augusto” Derecho: para hacer justicia en el caso concreto.

 

Aunque no siempre estábamos de acuerdo, aunque en ocasiones nos enfrentamos con dureza y aunque nos guardamos reproches muy fuertes, caigo ahora en cuenta que siempre era un gusto volver a platicar con él. Neza era espejo de mi alma, recuerdo de mi pasado y alerta acerca de mi futuro. Me recordaba (y yo a él) que habíamos hecho un compromiso con la Revolución y con el Pueblo (esos que se escriben con mayúscula).

 

Canta Joaquín Sabina en “Tan joven y tan viejo” (álbum Yo, mi, me, contigo, 1996-1998) que “me duermo en los entierros de mi generación”... Yo no voy a los funerales de mi gente (estoy viendo cómo evitar el mío propio). Pero eso no quita el vacío que nos irá rodeando a los que vayamos quedando. Cada muerte en nuestra generación es un espejo que perdemos, una mirada crítica que se va, un vigilante menos de nuestros compromisos. Dice el chiste que “el último apaga la luz”... Si quien quede al final no es fiel a los ideales del colectivo, no habrá luz qué apagar.

 

Ligas usadas en este texto:

 

Liga 1:

 

Liga 2:

 

Liga 3:

https://www.facebook.com/nezahualcoyotlluna

 

 

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