Los privilegios de razas hasta en la Constitución

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Esthela Treviño G. (@etpotemkin)

Rompeviento TV

8 de marzo de 2022

 

Vasconcelos tenía razón: hay una sola raza humana, una raza cósmica.

 

 

Abriendo el tema

A raíz del estallido de la guerra de Rusia contra Ucrania, hemos visto y oído, perplejos algunos de nosotros, a comentaristas, reporteros etc. llorando, unos, consternados y azorados todos, porque la gente que se ha desplazado para escapar de la guerra, la gente que está siendo víctima de la guerra es blanca (y de ojos azules), igual al que narra esos horrores. Austria, que le cerró las puertas a los sirios, ahora se las abre de par en par a sus congéneres que sí son iguales a ellos, que tienen Instagram y Netflix, como dijo uno de los entrevistados.

A mí, lo que más me sorprendente es que ninguno de esos llorosos y consternados, ninguno en absoluto hizo la conexión de que los agresores, los invasores, los tiranos, son también blancos y de ojos azules, empezando por el líder ruso. Tampoco sumarán 2 + 2 = 4 de todas las invasiones, gobiernos derrocados y guerras perpetradas por los blancos de ojos azules norteamericanos.

A muchos acá en México, morenos y menos morenos, blancos y menos blancos, mestizos y no mestizos esos comentarios nos han parecido racistas a todas luces. Acá, en México, también los blancos con privilegios discriminan a quienes creen inferiores por su color de piel, por su lengua, por su cultura, o sea, por su “raza”.

Advirtamos que afirmar que un comentario o actitud o acción es racista, supone, de entrada, que concedemos que hay razas. ¿Se acuerdan de la caricatura de Paco Calderón en el Reforma sobre los sucesivos Secretarios de Hacienda, desde el más blanco hasta el actual? ¿De los comentarios, memes y demás expresiones denigrantes contra Yalitza Aparicio, Kenia Hernández, Pedro Carrizales “EL Mijis”, Tenoch Huerta? ¿Contra los jornaleros, los albañiles, los indios (en privado), —indígenas en público—, las chachas, los migrantes, los mugrosos y un desfile de etcéteras?

Hace unos meses, Pedro Castillo, presidente de Perú decía que la gente todavía se aprieta la nariz cuando él atraviesa al paso de estas ya sabemos qué “raza” de personas. He visto, aún hoy día a la “gente bien” hacer lo mismo aunque, ahora, con más discreción. Eso era muy común en los 70´s, evidentemente desde antes, tan normal como persignarse ante el paso de una ambulancia.

Es fácil caer en la tentación de traer a escena a incuestionables tiranos, sanguinarios, genocidas, representantes de la clasificación Europaeus albus, es decir, europeos blancos, una de las “variedades” descrita por el botánico y naturalista, el padre de la taxonomía, Carlos Linneo (Carl Linnaeus) en el siglo 18. Pero igual de fácil sería contrarrestar ese escenario con personajes igual de monstruosos de otras “variedades” humanas como la de los Asiaticus fuscus, o los asiáticos de color oscuro, y los Africanus niger o africanos negros.

Por cierto, así nada más de pasada, ninguno de los dioses o profetas más venerados de los judeo-cristianos —que incluye a los musulmanes—, del budismo y del hinduismo, pertenecieron a los europeos blancos.

 

Empecemos por el principio

Hablamos de la evolución de la raza humana, invocamos la grandeza de la raza humana, nos manifestamos por la sobrevivencia de la raza humana, sostenemos que un dios o ser supremo creó a la raza humana, o a los primeros seres humanos. ¿Cuándo empezamos a ser razas humanas?

En el reino de la ignorancia raza se tornó, y persiste hasta hoy día, en uno de los conceptos más incisivos para distinguirnos de los demás, preciarnos por sobre los demás, atribuirnos derechos sobre los demás.

Hay que decir las cosas claras: el mero hecho de creer, sostener y difundir que este ser humano versus este otro ser humano son seres de distintas razas, es una creencia y una ideología racista; en el mismo tono en que diríamos que tal artista contemporánea es cubista porque su obra reúne los rasgos distintivos del cubismo. Creer que la supuesta existencia de distintas razas humanas conlleva marcadas diferencias biológicas, en el sentido más amplio posible (que incluye aspectos genéticos, físicos, intelectuales), que a unas las hacen mejores, o más aptas, o superiores a otras, es una creencia e ideología racista-racista. En el mismo tono de “¡Picasso! él sí es cubista-cubista”.

El concepto de “raza” es una construcción social, concuerdan no solo las ciencias de la biología sino los antropólogos biólogos y sociales. Raza no proviene de la ciencia; “raza” raramente se usa en estudios de las ciencias de la biología, en especial, en aquellas orientadas a estudiar la evolución de las especies.

La biología, y de manera contundente, las impresionantes investigaciones que se han realizado a partir del año 2000 con el proyecto del genoma humano, y con metodologías y tecnologías muy sofisticadas, han falsificado la creencia de que hay razas humanas. De hecho, en la taxonomía más reciente, el término raza ni se asoma. Algunos científicos sugieren que “raza” correspondería mejor, siguiendo criterios y metodologías científicas, al término de “variedad” o subespecie. Por ejemplo, el homo sapiens, el humano moderno, es la única especie del género Homo; no tiene subespecies. El chimpancé y el bonobo son dos especies del género Pan; entre los chimpancés hay cuatro subespecies. Y, tanto el homo como el pan tienen un ancestro común, el hominini.

Refuerzo: la biología ha demostrado de manera concluyente que las “razas” humanas no existen bajo el asentado concepto de subespecie, a saber: poblaciones, humanas o no, geográficamente circunscritas por mostrar una marcadísima diferenciación genética. Los investigadores hoy día prefieren hablar de ascendencia genética. La tarea es difícil pero urgente, abandonar el término de raza.

Yo quiero, con este texto, que respondamos preguntas como las siguientes:

  1. ¿Cuántas razas de humanos pensamos que hay? Todo mundo habla de la raza blanca y la raza negra, de la oriental “con los ojos así”, ¿cuántas más? Porque, al menos en México, entre blancos y negros están los morenos, o prietos, hasta morenos claros y morenos oscuros. Están las razas del norte y las del sur. Realicemos el ejercicio de hacer el recuento, es una invitación para quienes con generosidad y paciencia me leen o escuchan.
  2. ¿Cuántas y cuáles son las categorías raciales? Ojo, aquí hay que tener muy claro la obviedad de que los rasgos físicos no son lo único que entra en la consideración de raza. Es decir, tomamos como los atributos superficiales más reveladores de “diferencias raciales” rasgos como el color de piel, la morfología (o forma) de los ojos, nariz, labios, estatura, y otros. Los rasgos culturales, lingüísticos, y de diversas capacidades intelectuales, esos son los que usamos para apreciar o despreciar a una raza frente a otra. Los nahuatlacos, ustedes saben cómo se usa esa palabra; los mayitas que son bien flojos, las inditas, las Marías, y así por el estilo ¿son categorías que utilizamos para clasificar?
  3. ¿Pensamos que los de mi raza son mejores o peores que los de su raza? “Nosotros somos de raza europea, nada que ver con los naguatlacos de bigotito caído” leo en un tuit. “Los blanquitos, los güeritos pues, siempre tienen las mejores chambas”, —“pero son unos explotadores”— fue una conversación entre dos señoras no tan jóvenes. ¿Qué hace a una supuesta raza mejor o peor que otra? ¿A los ojos de quién?

 

De lemas y Constituciones

Dicho todo lo anterior, y a la luz de un racismo cada vez más rampante, es imperioso leer y releer, con la debida reflexión de por medio, cosas como las siguientes que podrían estar legitimando el uso de un concepto equivocado:

  1. En la Constitución mexicana vigente, en el Art 3° sobre El derecho a la educación, se lee: c)“Contribuirá a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la naturaleza, la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de las familias, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos”.

Dejando de lado la redacción, la especificación, “privilegios de razas”, pervive desde la Constitución de 1917. Lo que implica esa especificación es, uno, que hay razas, dos, que hay razas que gozan de privilegios mientras que otras no. Hay que leer entre líneas cuáles razas son las privilegiadas. ¿No sería mejor hablar de grupos étnicos y/o clases sociales o grupos dominantes en vez de razas?

 

  1. La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, aprobada en 2000, establece en el Art 21 sobre la “Igualdad y no discriminación: 1. Se prohíbe toda discriminación, y en particular, la ejercida por motivos de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual”.

Dicho artículo es todavía más oscuro porque deja un tanto irreconocible el concepto de raza al particularizar atributos como el de color, el de orígenes étnicos o sociales, la lengua y, sobre todo, el de características genéticas. De nuevo, es patente que para la UE existen las razas, lo que sanciona es que se discrimine con base en la raza de las personas.

 

  1. El lema de la UNAM, para quienes es LA universidad de nuestro México, acuñada por Vasconcelos reza: “por mi raza hablará mi espíritu”. Sé de dónde viene y cuál fue la intención de Vasconcelos: la de expresar con esa frase el despertar del pueblo de la opresión. Los oprimidos de los que habla Vasconcelos son los obreros, los campesinos, indígenas de diferentes grupos étnicos, y mestizos; todos, pobres y sojuzgados.

Pero es obligada la pregunta, en el nuevo contexto en que vivimos: cuál pensamos, piensa usted, que es o debería ser la raza aludida. Además del lema, Vasconcelos aportó el escudo de la UNAM en cuyo centro aparece el mapa del continente americano exceptuando EEUU y Canadá, flanqueado por un cóndor andino y un águila mexicana. Ilustra la raza iberoamericana, como la llamó. El lema aparece impreso en el contorno del escudo.

Vasconcelos hablaba de una raza cósmica última que encerraría la síntesis de la unidad. Su predicción, o deseo más que nada, nunca ha estado más lejos de tumbar los obstáculos “para la fusión acelerada de las estirpes”, cita del muy recomendable texto de José Vasconcelos, La raza cósmica. Misión de la raza iberoamericana, Colección Austral, buenos Aires, 1948.

Bueno, hace casi un año, el historiador Fernando Navarrete propuso cambiar el lema arguyendo que la raza de la que hablaba Vasconcelos no existe. Navarrete reprocha la falta de autocrítica de la UNAM y pregunta “¿Será porque se niega a reconocer el racismo en su propio interior?”, que aparece en un tuit el 27 de abril del año pasado. Sobra decir que hubo réplicas encontradas.

 

La raza de Vasconcelos-Vasconcelos no existe, pero tampoco existe ninguna otra raza de la especie homo sapiens de la que todos los humanos somos representantes. Me encantaría decir que, después de todo, Vasconcelos tenía razón: hay una sola raza humana, una raza cósmica.

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