Lectura de una entrevista a Leticia Ramírez

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Linguarum: El discurso de los discursos

Esthela Treviño G.  @etpotemkin

Rompeviento TV, 15 de septiembre de 2022

 

El discurso no es un discurso nada más que se emite vía oral o escrita. En la creación de un discurso intervienen muchas cosas: el conocimiento del tema, del personaje, de la audiencia; distintos tipos de contexto, según el tópico que se desarrolle; las creencias y prejuicios e intenciones de quien lo enuncia; las suposiciones o presuposiciones — explícitas o no—, las palabras, conceptos, expresiones utilizadas, dónde se pone el énfasis, cómo se definen los temas, términos y demás. Todo eso es el discurso.

Desde el punto de vista lingüístico, y en el ámbito social, el discurso ocupa un espacio fundamental y es objeto de análisis desde distintas perspectivas. Quien analiza se convierte en un inter-discursor. Quien lee e interpreta, también. Ambos inter-discursores tienen un papel activo; y en ambos operan sus propios contextos, conocimientos, prejuicios, etcétera.

Es común que digamos o nos digan «yo no lo vi o entendí de esa manera», sobre todo si nos salimos del círculo discursivo que compartimos con otros. Y eso, justamente, hace más rico y complejo el discurso. Eso nos va dando un conocimiento y experiencia en cuanto a que hay varias maneras de ver y es una formidable oportunidad de echar andar los recursos que tenemos para discernir si tales o cuales lecturas o interpretaciones son viables, posibles, plausibles, sensatas, lógicas, y demás.

¿Qué idea o expectativa se formó al leer en el título entrevista a Leticia Ramírez? El título, sus propias expectativas, y lo que me atribuya, son parte del contexto, del discurso.

 

Preámbulo a la entrevista

A mí me llamó mucho la atención la entrevista que le hiciera Arturo Cano a Leticia Ramírez, la ahora Secretaria de la SEP. ¿Esperaba usted que fuera sobre la entrevista que hiciera otra persona? Se publicó en La Jornada el 4 de septiembre. ¿Alguien la leyó? Dejo la liga: https://www.jornada.com.mx/2022/09/04/politica/006e1pol.

Yo quiero retomarla aquí y dejar mi propio análisis del discurso. Aclaro que no incluyo toda la entrevista. Usted, quien lee o escucha, hará su propio análisis y lectura de lo que he elegido, por qué lo he elegido y qué tratamiento le doy; mis propios intereses y sesgos, entre muchas otras cosas. Puede, incluso, ir directamente al texto de La Jornada y hacer su propio análisis e interpretación. Y, claro, coincidir o disentir de lo que aquí digo.

 

¿Quién es Arturo Cano? ¿Le atribuimos credibilidad, seriedad, destreza, conocimiento? ¿algún sesgo particular? ¿Lo identificamos con algunas simpatías u otras? ¿Nos predispone a la lectura, y de qué manera, aquello que sabemos o identificamos o le atribuimos a Arturo Cano? ¿Pesa, y en qué sentido, que la entrevista haya sido publicada en La Jornada?

Bien, en mi caso, precisamente porque es AC quien hace la entrevista me interesé en leerla. Usted no sabe qué pienso yo de AC, de modo que hará sus propias conjeturas; es parte del show discursivo.

 

La entrevista

A mí me llamó la atención ciertas preguntas que hace AC y la manera en que las hace. Las respuestas de Leticia Ramírez a mí me explican algo o muchas cosas del nombramiento, de por qué la eligieron para dirigir la SEP.

La primera pregunta que le hace AC a LR es:

 

AC —¿Le intimida “el escritorio de Vasconcelos”? Uf!

 

La respuesta de LR es preciosa, de verdad: “Estar en un escritorio u otro no es lo que mueve”, cito. Y después narra que en la escuela Espartaco, a donde acudió ya con el nombramiento, se sentó en las sillas a conversar con una maestra, justamente donde se sientan los mismos alumnos. “Ese es el lugar donde me quiero sentar”, remató. Y dicha respuesta explica, a su vez y, a mi parecer, la reiterada respuesta que dará a lo largo de la entrevista.

La segunda pregunta me hizo soltar un mexicanísimo “¡órale!” y pensé «qué osado»:

 

AC —¿Para qué llega a la Secretaría de Educación Pública?

¿No pensaría usted que es una pregunta un tanto ociosa y, por ello, atrevida? Lo que vemos es que el periodista no parte de la suposición de que la nueva Secretaria llega, por ejemplo, a echar a andar el Nuevo Plan de educación, o a continuar el trabajo de la Secretaria anterior. Sería lo esperado, o algo en ese tenor.

La respuesta inmediata:

LRPara reinvindicar el papel de los y las docentes[...]

¿Se la esperaba usted? Yo, vuelvo con el órales. Tal respuesta parece justificar pregunta tan aparentemente extraña o fuera de lugar. Algo sabe o conjetura AC que se juega la pregunta. Como parte de la respuesta, LR apunta: “Hay que cuidar, alentar y apoyar a los docentes”, contexto necesario para entender la siguiente pregunta de AC:

 

AC —¿Qué ofrece a los maestros?

Suponemos que para cuidarlos, alentarlos y apoyarlos. ¿No le llama la atención que AC no intentara profundizar en la cuestión de la reivindicación? Yo hubiera preguntado: «¿Por qué para reivindicar?» Pero yo no soy AC. Ante la pregunta de qué ofrece, la Secretaria contesta:

 

LRUna maestra al frente de la SEP reivindica el trabajo de los docentes para recuperar el papel de liderazgo de la propia escuela en la comunidad.

Me pareció, de entrada, una afirmación palmaria. ¿Por qué habría de ser tarea y encomienda de la máxima autoridad de la SEP, la tercera en este sexenio, la de “reivindicar el trabajo de los docentes”? A reivindicar le precede algo roto, algo que hay que restituir, rehabilitar ¿no es cierto? En efecto, LR habla de «recuperar» el papel de liderazgo de los docentes.

Es también interesante el uso de la conjugación en el presente del verbo reivindicar que, en el contexto, tiene dos lecturas posibles:

  1. La reivindicación es una propiedad genérica de una maestra del magisterio (valga la redundancia), por el hecho de serlo.
  2. Es tarea, deber, de una maestra a cargo de la SEP reivindicar a los docentes.

Vamos por partes. Primero, la sentencia “una maestra al frente de la SEP reivindica el trabajo[...]” no denota que algo se está realizando en tiempo presente; nada en el contexto permite darle ese significado. Por ejemplo, si alguien me pregunta ahora mismo ¿qué haces? y yo contesto «escribo mi siguiente artículo» se entiende que estoy llevando a cabo una actividad. Estoy relatando un episodio.

Tal como está enunciada, la sentencia adopta un valor aspectual habitual o genérico, el que se describe en el inciso «a» antedicho, equivalente a: un médico cura a pacientes, por ejemplo. La oración no enuncia un episodio, algo que está ocurriendo, o que va a ocurrir, sino una propiedad o estado genérico: es una propiedad de los médicos curar.

Así, una maestra del Magisterio, como lo es ella, en el más alto puesto político del sistema educativo nacional simboliza la (re)valorización de una profesión tan poco apreciada. Ella simboliza la reivindicación de un magisterio maltratado, devaluado en sexenios anteriores, particularmente en el peñista. Maltrato y devaluación que da a entender en la entrevista de manera más o menos clara.

Inevitable preguntarse ¿Delfina Gómez, Secretaria precedente, maestra por igual, no simbolizó esa reivindicación? No sabemos si también tenía ese encargo, ¿podemos inferir que no? ¿Para qué llegó Delfina Gómez a la SEP?, se pregunta uno. Lo que podemos pensar, en cambio, es que ser del Magisterio no garantiza, o no es suficiente para que los docentes se sientan reivindicados. Hay que llevar encomienda, además; más aún, hay que hacer cosas.

La segunda lectura posible es una modal, la que se inscribe en el inciso «b». Esta lectura pertenece a la semántica de las modalidades: aquello relacionado con posibilidad, obligación, necesidad, certeza, permisibilidad, y demás. En el español tenemos varias formas de expresar tales modalidades, la más obvia son ciertas palabras especializadas que llamamos «modales»: debería asistir vs. podría asistir, vs. tendría que asistir, vs. habría que asistir, vs. necesitaría asistir. Creo que doy la idea.

Bien, una posible lectura de “una maestra al frente de la SEP reivindica el trabajo[...]” es la de «ha de reivindicar el trabajo», que refleja una modalidad de deber u obligación. Dicha interpretación, tampoco denota un enunciado episódico, por cierto.

LR ya nos dijo que llega a la SEP para reivindicar a los docentes. Pero, por si quedaba alguna duda, AC plantea la siguiente pregunta:

 

AC —¿Cuál encomienda le dieron? Otro «¡órales! insiste el maestro Cano»

 

LRSeguir trabajando en la reivindicación del magisterio[...]

más claro ni el agua ¿verdad? y, claro, añade que la de echar a andar la Nueva Escuela Mexicana. Aquí LR utiliza un continuativo «seguir trabajando», lo que indicaría que es una acción que ya se estaba haciendo. ¿Así es?

De nuevo, AC presupone que a la Secretaria le dieron una encomienda específica y no fue las tareas que supone la responsabilidad del cargo. AC presupone que a Leticia Ramírez le hicieron un encargo muy claro. Podemos inferir que se permite dicha presuposición porque la conoce, o conoce algo relevante de su trayectoria, o debido a que conoce el contexto actual de la SEP y del magisterio, o porque resulta enigmático el nombramiento de una profesional cuyas cualificaciones chocan con nuestra idea sobre quién debía ocupar el puesto de Secretaria de la SEP.

Y bueno, es más que evidente que hay una encomienda: reivindicar al Magisterio, aunque quede vago tanto el significado o lectura u objetivo real como los medios o acciones para lograrlo. Quizás esto justifique, en parte, el que LR haya sido nombrada como Secretaria de la SEP, la tercera ya en este sexenio. Quizás su pasado en la CENTE y en el SENTE le da esa experiencia idónea y la hace llevar mano en el juego frente a otros posibles candidatos, para la tarea de reivindicar a los docentes.

 

Lo que presento aquí es lo que llamó mi atención, porque, definitivamente, las credenciales de Leticia Ramírez para encabezar la SEP no son las idóneas, básicamente por la inexperiencia y porque sus talentos han estado en otras responsabilidades, ajenas a las de la educación. Pero, si la encomienda es «reivindicar» al magisterio, y es obvio su lealtad incondicional hacia el presidente, pues habrá que darle el beneficio de la duda y suponer, también, que el presidente lleva mano.

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