La agenda pública y la agenda oculta

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La discusión de los asuntos públicos es, por definición, una discusión sesgada; lo público es una construcción y como tal, está atravesado por relaciones de poder y por intereses, de allí que los temas o problemas de la agenda expresen, al menos parcialmente, las preocupaciones, intereses y necesidades de ciertos grupos y no de otros, de algunas fuerzas políticas, pero no de todas. En otras palabras, la agenda pública de discusión es una construcción que al mismo tiempo que coloca ciertos temas para el debate, silencia otros; discutir algo significa callar otra cosa, otro tema o problema. La agenda pública produce agendas ocultas.

Es así que el debate de los temas de coyuntura puede significar el silencio de los temas estructurales o, cuando menos, la opacidad sobre ellos. La discusión de los temas candentes del momento, esos que convocan reflectores, animan mesas de análisis, atraen audiencias y, por ende, venden, suele echar sombras sobre problemas que seguramente no son tan atractivos mediáticamente, pero quizás sean de mayor trascendencia para la construcción colectiva de nuestras democracias, de nuestras sociedades. El mensaje es muy claro: no importa el punto de vista sobre tal o cual problema (la opinión es secundaria), siempre y cuando pienses y opines sobre estos (y no otros) temas. En otras palabras: opina lo que quieras, siempre y cuando lo hagas sobre esta agenda.

De esta manera, la discusión pública hoy puede girar en torno a la reforma eléctrica y los entresijos de las opiniones de detractores y panegiristas; o bien sobre los megaproyectos del sexenio, sus costos, sus beneficios y sus consecuencias; o quizás sobre la inseguridad, sus estadísticas y los “otros datos”; o sobre los éxitos, o los fracasos, de la campaña de vacunación contra la COVID-19; o sobre las grillas, las lealtades y deslealtades en el Congreso; o tal vez la discusión gire en torno a las remesas, o a los autos “chocolate”, o la prohibición de las sopas instantáneas, o al huracán de esta semana, o... En fin, los temas coyunturales son, por antonomasia, infinitos y en no pocas ocasiones, apasionantes (o al menos su performance resulta espectacular) de allí su relativamente amplia capacidad de convocatoria (sí, porque tampoco es que TODO el país se inmiscuya en el debate sobre la celebración de proezas y epopeyas verdaderas en las monografías, pero de dudosa autenticidad histórica).

No es ocioso, por lo tanto, preguntarnos sobre lo que silenciamos cuando discutimos los temas de la agenda pública, lo que callamos (las mujeres, pero también los hombres) cuando debatimos los asuntos de coyuntura, lo que ocultamos (quizás involuntariamente) al momento de argumentar y contra argumentar en torno a los problemas inmediatos. Participar en la discusión de la agenda pública no significa eludir, u olvidar, los temas ocultos detrás del barullo inevitable de la coyuntura.

Hasta donde puedo percatarme, hay al menos cinco grandes temas-problemas que ocasionalmente han ocupado la atención de la agenda pública y que son, en mi opinión, absolutamente cruciales para comprender al país, sus transformaciones, sus rezagos, sus atavismos, sus potencialidades, y quizás para entender al país que desde ya está comenzando a existir, alejado de los reflectores mediáticos y del estruendo de las redes sociales. Son temas o dimensiones de la realidad mexicana que solamente ocupan la atención cuando algún evento o suceso es construido como noticia, de otra forma, son completamente invisibles, sistemáticamente ignorados. La lista, por supuesto, no es exhaustiva sino simplemente enunciativa, además de que se trata de temas-problemas imbricados entre sí, entrecruzados, híbridos.

  1. En primer lugar, las secuelas de la pandemia de COVID-19. En la agenda pública, la discusión acerca del éxito -o el fracaso- de la gestión de la enfermedad, o de las acciones para mitigar -o no- su impacto económico, ha opacado la reflexión sobre las muchas y complejas implicaciones que el mayor hecho social total ha generado en nuestro país, y en el mundo. Por supuesto, sabemos bien que hay información y estudios sobre las consecuencias físicas y emocionales de la pandemia, pero muy poco sabemos de la reconfiguración de las subjetividades y su impacto en el capitalismo de la vigilancia. Poco o nada sabemos si al finalizar la pandemia, si eso llega a ocurrir, tendremos sociedades más vigiladas y controladas, o si, por el contrario, estaremos en tránsito hacia la ampliación de los márgenes de las democracias.
  2. En segundo lugar, las colectivas feministas, sus luchas, sus reivindicaciones, sus triunfos y sus pendientes. Sin duda que en los últimos años la mayor transformación en México y el mundo ha sido, está siendo, la impulsada por los movimientos feministas. Para medios y redes, los movimientos feministas son motivo de agenda cuando hay alguna manifestación, paredes pintadas, golpes, es decir, “vandalismo”, pero nada, o muy poco, se dice de las resistencias cotidianas en las escuelas, en los centros de trabajo, en el transporte público, en los barrios, en las familias, en el arte, la ciencia y la cultura. Esos movimientos feministas están cambiando al mundo, sin que medios y redes se percaten cabalmente de esa transformación.
  3. Una tercera veta de procesos sociales que suelen estar ausentes de la agenda mediática, son las luchas soterradas, pero consistentes y contundentes, en la construcción de autonomías populares en todas sus expresiones: desde los Municipios Autónomos Zapatistas, hasta Cherán y su democracia directa y sin partidos; desde los núcleos autogestivos urbanos (muchos de ellos plenamente identificados con el anarquismo), hasta las redes solidarias y horizontales tejidas por las y los migrantes. Son movimientos y procesos sociales que no tienen interlocución alguna ni con el mercado, ni con el estado, y si ocasionalmente la llegan a tener es sobre la base del respeto irrestricto a sus formas de organización y lucha, a sus decisiones, a sus autonomías.
  4. Una cuarta tendencia escasamente observada es la enorme producción artística y cultural que se hace en barrios, comunidades indígenas, pueblos, escuelas, centros de trabajo, etc. Poco, o nada, sabemos de las estéticas de la resistencia expresadas en la poesía LGBT, en el arte visual callejero, en el baile y canto urbano, en el arte efímero, en el cómic y el anime subterráneo, en la cultura de fronteras o en muchas otras expresiones más de las sensibilidades colectivas que producen por fuera de los mercados, los gobiernos, los medios e incluso de las mismas redes sociales. Que no los veamos, que no los conozcamos, no significa que no existan.
  5. Un quinto tema-problema del que se habla poco, o nada, es el cambio climático. Y no es que esté ausente de la agenda, en lo absoluto, sino que el tratamiento que se le da es a partir de los efectos del cambio climático, siempre y cuando sean noticia: inundaciones, sequías, desabasto de agua, sargazo en las playas, aumento de la temperatura, reducción de bosques o desaparición de glaciares. Insisto en el punto: el tema ocupa un lugar en la agenda pública solamente si es construido como noticia, de otra manera, y aunque las consecuencias del cambio climático son devastadoras, en el ágora se prescinde de todo debate al respecto.

Hay todo un magma de procesos sociales en marcha del que poco, o nada, se habla, se discute, se piensa incluso: es la agenda oculta. Pero que esté oculta y no ocupe un lugar no significa que no esté sucediendo ante nuestros ciegos ojos, ante nuestros sordos oídos. Para acudir a la metáfora de lugar común: la agenda pública es apenas la punta del iceberg. Quizás lo más trascendente es lo que ocurre por debajo, y por afuera, del debate establecido en y por la agenda pública. Aunque no venda, es necesario mirar y atender a la agenda oculta.

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