Jurado parcial

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Washington – Este 21 de enero inicia en la Cámara de Senadores del Congreso federal de Estados Unidos el juicio político contra Donald Trump, quien saldrá exonerado pese a que ante los ojos de la mayoría de la población del mundo es tal vez considerado culpable de los delitos que se le imputan.

 

Acusado por la Cámara de Representantes del poder legislativo federal de abuso del poder Ejecutivo y obstrucción al Congreso, Trump cuenta con la garantía de que su partido político, el Republicano, lo rescatará del atolladero.

 

La sede del Senado se transformará en sala de una Corte Judicial en la que John Roberts, presidente de la Suprema Corte de Justicia, envestido como juez, llevará la batuta del tercer juicio político en la historia de los Estados Unidos en contra de un presidente de ese país.

 

Del jurado, que tiene que declarar culpable o inocente al acusado, después de escuchar los argumentos de la defensa y la parte acusadora (los fiscales), así como declaraciones en sesiones abiertas o a puerta cerrada de testigos que lo defenderán o incriminarán, ya sabemos el fallo.

 

La Constitución Política de Estados Unidos, escrita el 17 de septiembre de 1787 en la Convención de Filadelfia e instrumentada el 4 de julio de 1789, exige la total e inmaculada imparcialidad del jurado para el caso de un juicio contra el jefe del Ejecutivo federal.

 

Los cien integrantes del Senado, divididos en 53 legisladores del Partido Republicano y 47 del Demócrata, se convirtieron la semana pasada en el jurado, luego de declarar con su mano derecha sobre la Constitución que la harán cumplir y respetar en el juicio contra Trump.

El mandato constitucional establece que para la declaración de culpabilidad del acusado y su consiguiente destitución como presidente de Estados Unidos, se requieren 67 votos de los cien integrantes del jurado.

 

Inmediatamente después del 18 de diciembre de 2019, cuando la Cámara de Representantes aprobó los dos cargos contra Trump, Mitch McConnell, el líder de la mayoría republicana en el Senado, declaró públicamente que trabajaría con la Casa Blanca para salvar al presidente.

 

En otras palabras, y contrario a los preceptos constitucionales, el jurado en el juicio de Trump se definió parcial por razones de mayoría partidista. Al presidente estadounidense, la preocupación de ser expulsado de la Casa Blanca le duró menos de 24 horas.

 

Donald Trump, quien será el tercer presidente de Estados Unidos sometido a juicio –Andrew Johnson fue el primero, en 1868; y William Clinton el segundo, en 1998 (Richard Nixon renunció en 1974 antes de ser enjuiciado)–, se victimizará ante los demócratas para conseguir adeptos para su ansiada reelección en los comicios del 3 de noviembre.

 

La parte acusadora, los seis fiscales demócratas integrantes de la Cámara de Representantes, hará todo lo posible por mostrar al electorado estadounidense la complicidad con la Casa Blanca y la parcialidad del jurado.

 

Adam Schiff, Jerrold Nadler, Zoe Lofgren, Hakeen Jefries, Val Demings, Jason Crow y Silvia García, todos con experiencia judicial profesional, harán su mejor papel para acusar a Trump.

 

Conscientes de su fracaso anticipado, los seis fiscales buscan hacerle un daño político-electoral al acusado, con miras a las elecciones de noviembre próximo, en un intento desesperado de que su partido le arrebate la Casa Blanca a los republicanos.

Los abogados de Trump tendrán la ventaja representativa de los republicanos y se anticipa que su estrategia se basará en argumentos de inconstitucionalidad y falsedad en los cargos.

 

Más que un juicio, el de Trump será un espectáculo de poderes políticos entre mayoría y minoría en una de las dos cámaras del Capitolio.

 

Con el poder de imponer las reglas para el juicio, McConnell quiere que el proceso sea lo más expedito posible para exonerar al presidente y que éste se concentre en su campaña de reelección.

 

La probable inocencia, que se leerá en muchos países del mundo como una muestra más de la corrupción de los sistemas políticos, no deja por ello de crear ansiedad por ver a alguien tan narcisista como el mandatario estadounidense sentado en el banquillo de los acusados.

 

Aunque con un final anticipado, el juicio político contra Donald Trump es un espectáculo muy atractivo. Así que a comprar palomitas de maíz para disfrutarlo.

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