Información y coyuntura

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Alejandro Saldaña Rosas

La información de los asuntos coyunturales del país es amplia, heterogénea y muchas veces atestada de falsas noticias, especulaciones y datos poco confiables; la desinformación y la infodemia configuran buena parte de la opinión pública que, a su vez, se nutre en el debate en redes sociales, en las discusiones de café y en las disputas de sobremesa. En este agitado mar de información y desinformación las mentiras, los exabruptos, las fobias y los arrebatos son el pan de cada día; ponderar la información para construir juicios equilibrados (que no objetivos, eso es imposible) es quizás la única forma de evitar caer en maniqueísmos y fanatismos, pero también puede exponernos a las puyas y diatribas de unos y de otros, de unas y de otras. Está bien, es el precio a pagar por intentar pensar con autonomía.

            El debate de coyuntura en las redes sociales gira en torno a la información del día, del momento inclusive, pero afirmar que esas discusiones expresan la mayor politización de la sociedad me parece un exceso. Por la infodemia y por su naturaleza inmediatista y mediatizada, las redes sociales difícilmente pueden considerarse como la plaza pública, como el ágora, en el que se discuten los asuntos de interés público y, por ende, se hace política. La información de coyuntura y los debates que anima impiden pensar y analizar los problemas de largo plazo, los temas estructurales que definen y perfilan los asuntos de coyuntura. Y ni qué decir de reflexionar sobre los grandes dilemas filosóficos y existenciales de nuestro tiempo: las discusiones de coyuntura, con su enorme caudal de información y de desinformación, impiden colocar la atención colectiva en las cuestiones trascendentales para la humanidad y la vida del planeta.

            De esta manera, el chisme de coyuntura gana a la discusión de las ideas sencillamente porque la estridencia del momento vende más, produce seguidores, hace ganar likes y, sobre todo, confirma que nuestras convicciones, las que sean, son las correctas, que la razón nos asiste, que los otras personas están muy equivocadas o de plano fuera de sus cabales. La información de coyuntura es la chatarra con la que alimentamos nuestros muy henchidos narcisismos.

            La información de coyuntura tiende a personalizar procesos y contradicciones sociales que son, por antonomasia, irreductibles a rasgos de personalidad, a disposiciones afectivas o a disturbios mentales. Lo social precede a lo psíquico, siempre, pero para la información de coyuntura es mucho más redituable personificar las maldades de unos y las bondades de otros. Eso es lo que vende, lo que despierta pasiones y produce la satisfactoria sensación de estar del “lado correcto de la historia”, da igual qué lado sea: son las dos caras de la misma moneda.

            No extraña, por lo tanto, que se adjudique a ciertas personas la responsabilidad de problemas cuya matriz es orden estructural; es mucho más fácil personalizar el mal que comprender las estructuras y los dispositivos que subyacen a problemas de suyo complejos. Esto tampoco significa que las personas no tienen responsabilidades de sus actos, de sus dichos y de sus omisiones, pero individualizar tendencias y procesos que trascienden a los sujetos no es la mejor vía para la reflexión profunda. O si no profunda, al menos que intente ir un poco más allá del escándalo inmediato.

            Haríamos mal en considerar que la información de coyuntura es inocua, que ocurre simple e inevitablemente por el seguimiento de los acontecimientos diarios que son construidos como noticia. Esto es bien sabido desde tiempos de la Agenda Setting que, en breve, significa que los medios (y ahora las redes) colocan una serie de temas sobre los que se establece la discusión pública. Da igual lo que se discuta, las opiniones a favor o en contra, las pasiones excitadas o la indiferencia suscitada, eso no importa, lo único relevante es que se aborden los temas de la agenda. En otras palabras, la agenda se estructura con la información de coyuntura, de allí que sea secundario lo que se discute, siempre y cuando esté en el menú de la agenda. Y si la agenda se define en la mañanera, en la prensa o en las redes, o en las interacciones entre estos escenarios, es un asunto menor: lo relevante es gravitar en torno a la agenda y sus protagonistas.

            Tal vez la particularidad de las redes sociales es que en la construcción de la agenda participan no solo los medios de comunicación, sino también las personas, los ciudadanos comunes y corrientes, que nos convertimos en productores de información, de desinformación, de noticias falsas, de memes y reacciones que en conjunto acicatean el debate de coyuntura. Permítame una analogía: es como si en un estadio las porras o barras de ambos equipos se insultan, se agreden, se lanzan escupitajos, se trenzan a golpes… mientras los dueños del balón, de los equipos, del estadio, de los derechos de transmisión, de los refrescos y las cervezas, es decir, los dueños de todo ven inflar sus de por sí enormes ganancias. Está más que demostrado: la violencia es un estupendo negocio.

            Así pues, sigamos discutiendo que si el presidente López Obrador dijo o no dijo, que si Claudio X, que si Norma Piña, que si Loret de Mola, Lilly Tellez, la maestra Delfina o Guadiana; sigamos poniendo toda la pasión en criticar a los neoliberales, la mafia del poder, los corruptos y los conservadores; cuestionemos con todo a los populistas, los autoritarios, los enemigos de las instituciones y los que son un peligro para México. Si usted está en uno u otro extremo, o incluso si permanece al margen, no le quepa la menor duda de que está en el lado correcto de la historia, por lo que su compromiso ineludible es atizar el debate: la razón le asiste.

            Mientras tanto, los dueños del balón, de los equipos, de los árbitros, del estadio, de las porras, de los medios de comunicación, de las redes sociales, en pocas palabras, los dueños del mundo se solazan con nuestros pleitos inmediatos, con nuestras bravatas de ocasión, con nuestras riñas, discordias y tribulaciones. Son ellos, son ellas, los principales beneficiados de que el debate se establezca con la información de coyuntura; esa información integra los temas de la agenda.

            La información de coyuntura, desvinculada de las tendencias y procesos que la preceden y determinan, constituye un dispositivo político de dominación que facilita la reproducción de un sistema profundamente injusto. De eso se trata precisamente: de discutir los temas de la agenda para no pensar los problemas de las estructuras, sus consecuencias y sus posibles alternativas. Centrar la atención exclusivamente en los debates de coyuntura excluye la reflexión y el diálogo de ideas de largo aliento.

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