El torbellino de la opinión pública

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Edurne Uriarte Santillán

Rompeviento TV 13 de abril, 2022

 

Para Fernando, querido profesor, en su recuerdo

 

Pensar y actuar nuestra realidad genera opiniones y, cuando son públicas, producen muchas pasiones. Leemos, escuchamos nuestro entorno, además de las declaraciones políticas y opiniones de los medios de comunicación. Nos comprometemos con nuestro punto de vista y, por supuesto, tenemos posiciones frente a otras y otros. Así es la opinión pública: una manifestación de acciones en interdependencia; un fenómeno que al menos estará presente en naciones democráticas como la nuestra.

Como un hecho histórico, quizá podríamos rastrear la opinión pública en México hasta los inicios del siglo XIX, en que se declaró nación independiente. Así, lo que nos resulta tan inmediato y concreto también es una expresión larga y duradera. Es relevante este recordatorio porque por décadas tuvimos una vida pública muy diferente y nuestro escenario actual es el de una reconfiguración muy reciente del poder.

Siguiéndole la pista al gobierno actual, suele señalarse que nuestra opinión pública está polarizada y que AMLO es responsable. Sin embargo, otros consideran que la sociedad siempre ha estado dividida y que la situación actual solo le ha dado nueva forma. Ambas tienen su parte de verdad, ya que, al mirar los contenidos de la opinión, vemos cómo aparecen nuevos enunciados y, a la vez, cómo se expresan luchas sociales de largo aliento.

Esta polarización tiene dos grandes extremos que podemos definir políticamente como derecha e izquierda, también llamados muchas veces opositores y seguidores. Sin duda, la pluralidad de posiciones políticas y de opiniones entre los extremos es amplia y quizá más de uno no se identifique con alguno de los lados. Señalar los extremos no omite esa diversidad, pero quisiera abordarlos porque son ejemplos muy concretos de la efervescencia del momento.

Parte de lo inédito es que la actual oposición se alimenta principalmente de los grupos oficialistas y de derecha que por décadas manejaron el gobierno, mientras que los discursos de la izquierda los alimentan actores que ejercen, como mayoría política, el poder ejecutivo y legislativo por primera vez. Una de las manifestaciones que emerge en este reacomodo del poder es el fuerte clasismo de quienes alimentan la opinión de la derecha, mientras que, en el lado de la izquierda o de quienes respaldan el proyecto actual de gobierno, es la demanda de justicia social y lucha contra la impunidad.

Los extremos expresan divisiones lingüísticas e ideológicas en la arena pública, y se intensifica: de izquierda y de derecha, chairos y fifís, aumentamos a opositores y seguidores, fachos o fanáticos del proyecto actual. Aumenta la virulencia, aparecen frases y calificativos (fascista, panfletario, borrego, entre muchos más), groserías, verdades a medias y francas mentiras que abiertamente buscan dominar y tener la razón frente al otro. Estas expresiones, si bien aparecen en la opinión de la ciudadanía que forma parte alguno de los lados, se alimentan de acciones y declaraciones concretas de políticos, funcionarios de la vida pública, así como de medios de comunicación.

Pero hay un elemento más que alimenta la resistencia de este antagonismo político y es el miedo. Identifico al menos dos temores: uno es el miedo a perder. A perder un terreno finalmente conquistado a lo largo de mucho esfuerzo; o a seguir perdiendo terreno político. El segundo temor es el de un demonio que nadie quiere: el de la manipulación, el de una realidad aparente o controlada.

Así, los escenarios del miedo que plantea la oposición señalan que vamos hacia el fascismo, que el populismo actual nos llevará a una dictadura. Al mismo tiempo, se aprecia con claridad un golpe blando para derrocar el proyecto de democracia que apenas inicia. La lucha es abierta, una batalla frontal por el poder y el discurso convincente. Sí, pacífica, en términos de que no estamos en un conflicto bélico, pero muy lejos de la tranquilidad. Tiene más bien, la vista de un remolino social. Vamos hacia él.

Remolinos de opinión pública

En el intento de entender qué ocurre con la opinión pública o cómo podemos explicarnos la revoltura de emociones, verdades y discursos en los que nos encontramos, fui al ensayo «Los pescadores en el Maëlstrom», del sociólogo Norbert Elias (1897-1990). El autor recupera el cuento de similar nombre de Edgar Allan Poe que narra cómo, por terribles azares de la naturaleza, la embarcación pesquera de un par de hermanos es arrastrada, por las fuerzas del mar y del viento, al escenario catastrófico del remolino noruego del Maëlstrom; una boca tétrica de agua, un embudo marino sin aparente salida.

Uno de los hermanos cae presa del terror y no logra salvarse, mientras el otro logra superar el miedo y con curiosidad observa la oportunidad que tiene ante sí. Encuentra la calma para pensar entre el flujo y reflujo del agua de la «prodigiosa succión» y se salva: un momento crítico en el cual las personas tienen la oportunidad de dominar sus emociones y hacer frente a la situación, plantea el sociólogo alemán.

De las profundidades del universo teórico de Norbert Elias, tiro de un pequeño hilo. A nivel del individuo, los pescadores ejemplifican que en la realidad hay mecanismos sociales que nos mantienen de alguna manera unidos (un aparato coercitivo) y que este tiende a un movimiento circular y escalonado; es decir, que su movimiento es gradual y con continuidad. Estos contextos guardan una importante carga emocional sobre el conocimiento que de ellos podemos adquirir, así como la capacidad para distanciarnos, como el pescador que se salva y hace una pausa para entender. En contraste, la acción puede resultar en una elevada fantasía sobre cómo se percibe el peligro y no encontrar una salida.

El término que desea examinar Norbert Elias es el de «enlace doble», un concepto que viene de estudios sobre esquizofrenia y que el autor recupera para la sociología. El enlace doble muestra la interdependencia entre los sentimientos de las personas frente a los procesos globales en los que están situados. Este mecanismo se puede encontrar en la acción individual, pero también en largos procesos históricos y sociales. En todos los casos hay vínculos emocionales en tensión que se interrelacionan con y entre fuerzas como las de los Estados, las acciones interestatales, los grupos sociales, y el ser humano con la naturaleza o consigo mismo.

Llevado al vistazo que echamos a la opinión pública presente, estos opuestos ideológicos de izquierda y derecha —y la fuerza social y emocional que los vincula en un contexto político donde hay muchos intereses en juego—, el concepto sociológico de «enlace doble» tiene elementos que nos invitan a reflexionar la opinión como un remolino activo. En primer lugar, porque nos ubica dentro de un proceso histórico; en segundo lugar, porque el remolino es un recordatorio del tsunami o río revuelto en el que estamos inmersos y, en tercer lugar, porque nos recuerda que hay posibilidades de encontrar herramientas para la comprensión y la acción estratégica.

A diferencia del Maëlstrom, la naturaleza de nuestro remolino es social y mantener la cabeza fría frente a los acontecimientos políticos y sociales, tiene una dificultad muy diferente. De modo que la posibilidad de un equilibrio entre la razón o la fantasía —como sería analizar si vamos o no hacia una dictadura fascista— se puede ocultar entre la vanidad o ideas de superioridad, y otros supuestos como el conocimiento científico, que no siempre sostiene la verdad. En los años ochenta, cuando Elias publicó este texto, indicó que, si bien tenemos algunos espacios controlados —en la relación con la naturaleza, por ejemplo—, en el ámbito de lo humano seguimos girando, indefensos, hacia el fondo del remolino, presas de nuestras emociones.

Visto así, la opinión pública es un antagonismo ideológico tan profundo que el amigo se convierte en «el otro»; emergen diferencias que parecen insalvables. Inmersos en ese gran espejo giratorio de agua, no vemos que hay vínculos más fuertes a nuestro alrededor, fuerzas que alimentamos y no controlamos. Ante la complejidad que impone alterar el rumbo de las circunstancias, siempre nos queda el ejemplo del pescador, el lugar del individuo y los grupos de los cuales formamos parte, cada uno de nosotros, para reconocernos entre la espuma del agua.

En este sentido, en la siguiente entrega vamos a jalar un hilo más sobre la opinión pública, el de la autoridad: a quién le damos voz y por qué. Mientras tanto, lectora, lector, cerremos esta entrega con la idea final de que los opuestos nublan los argumentos de las partes y el oportunismo político dificulta aún más la observación de la realidad.

 

Textos consultados

Norbert Elias (2002). “Los pescadores en el Maëlstrom” en Compromiso y distanciamiento, Barcelona, Ediciones Península, p. 97-240.

Edgar Alla Poe (2018). “Un descenso al Maëlstrom” en El gato negro y otros ensayos, Madrid, Biblioteca Nueva, p. 107-134.

Consulta de «opinión pública» en el Diccionario panhispánico de dudas. Página en línea: https://dpej.rae.es/lema/opini%C3%B3n-p%C3%BAblica

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