El rancho que no está desolado del todo: Los Garza de Allende, Coahuila

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Por Juan Alberto Cedillo

Allende, Coahuila, Especial para Rompeviento TV.- La tarde del 20 de marzo de 2011, la única estación de bomberos de Allende recibió varias llamadas reportando fuego en un rancho a las afueras del poblado. La negra columna de humo se observaba a varios kilómetros de distancia.

 

“Desde el camino se podía ver humo saliendo del interior del rancho. Seguimos avanzando hasta llegar al rancho, donde vi que había unas patrullas de la policía municipal azul y blanca, y varios policías… Y estos policías, como si estuvieran resguardando el lugar”, precisa la declaración ministerial de uno de los bomberos que acudieron a intentar apagar el fuego.

 

Cuando el camión de bomberos arribó al predio, un grupo de hombres armados los amenazó y corrió del sitio: “¡Será mejor que se larguen de aquí, hijos de puta! ¿O quieren que les pase lo mismo a ustedes o a sus familias?”, les gritaron los sicarios.

 

En el rancho de nombre Los Garza, en el municipio de Allende, Coahuila, los Zetas estuvieron asesinando e incinerando a sus víctimas durante varios días del mes de marzo del 2011. Meses después, ese terreno quedó desolado. A más de una década de distancia, actualmente, miembros del crimen organizado regresaron para utilizar el abandonado terreno y sus instalaciones como campo de entrenamiento en el manejo de armas de grueso calibre.

En días pasados, Rompeviento TV y otro medio internacional realizaron un recorrido por el rancho Los Garza, y ahí se pudieron observar decenas de casquillos de diversos calibres, de pistolas 9 mm, de escopetas calibre 12, de .223 que usan los fusiles R15, y de .762 para los AK47, entre otros, y que se encontraban en diversas zonas del trágico lugar. El sitio pareciera ser un rancho maldito del que nadie se acuerda, sin embargo, no está abandonado del todo.

 

El predio está ubicado en una apartada zona semidesértica de la región conocida como “Cinco Manantiales”, al sur de la ciudad fronteriza de Piedras Negras, sobre el kilómetro 5.6 de la carretera Allende-Villa Unión, con una entrada ahora oculta por la maleza. Al salir de la carretera hay que recorrer cerca de un kilómetro por un camino de tierra donde actualmente crece la flora propia del desierto.

El rancho Los Garza comprende un terreno de varias hectáreas donde están cuatro construcciones: dos residencias ahora semidestruidas, un espacio bardeado con un pequeño cuarto, y una bodega cuyo techo fue consumido por el fuego en marzo del 2011, cuando los sicarios Zetas la utilizaron como “horno crematorio”.

 

En febrero del año 2014, la Subprocuraduría para la Investigación y Búsqueda de Personas No Localizadas encabezó un operativo en ese rancho en el que participaron unos 250 efectivos, entre militares, policías estatales y federales, así como peritos, antropólogos forenses y grupos caninos. En esa ocasión “peinaron” el terreno metro por metro con radares geolocalizadores para intentar encontrar los restos de las víctimas de los Zetas. Familiares de víctimas de personas desaparecidas de Coahuila no tuvieron acceso a ese operativo.

 

En una zona aledaña a la barda, las autoridades encontraron las huellas de la barbarie ocurrida en los días de marzo del 2011: decenas de huesos semicalcinados. Se trataba de molares que no fueron consumidos por el fuego y que por ello fueron enterrados. Los restos y otras evidencias, como los barriles de acero donde se “cocinaba” a las víctimas, fueron recogidos y puestos a disposición del Laboratorio Forense de la Policía Federal.

 

LA MASACRE

Al filo de las 17:00 horas del 18 de marzo de 2011, una caravana de alrededor de 45 camionetas atestadas de hombres armados, escoltada por cuatro patrullas de la policía municipal, entró al pequeño poblado de Allende.

 

Los sicarios desembarcaron en la plaza central y tomaron las principales calles. Cerraron las entradas que conectan con la autopista 57 para que nadie abandonara el pueblo, integrado por unos 22 mil habitantes.

 

Los pistoleros tenían la orden de buscar y capturar a Héctor Moreno Villanueva, a José Luis Garza Gaytán, y a todos los miembros de su organización, así como a sus familiares y a sus trabajadores domésticos. Ambas familias estaban entre las más ricas de Allende.

 

Guiados por los policías municipales a su servicio, los pistoleros fueron conducidos a diversas residencias para cumplir la orden de sus jefes: Miguel Ángel y Óscar Omar Treviño Morales, alias Z40 y Z42, respectivamente, líderes de la organización delictiva autodenominada Zetas.

 

Al mismo tiempo, en la ciudad fronteriza de Piedras Negras se realizaba otro operativo para capturar a Alfonso “Poncho” Cuéllar, así como a sus familiares y amigos. El despliegue de los Zetas se repetía en otros municipios del Norte de Coahuila y en la región Carbonífera.

 

Cuéllar, Moreno y Garza Gaytán eran los responsables del tráfico de drogas a gran escala para los Zetas. En ese momento eran sospechosos de haber traicionado a sus jefes. Semanas atrás, la agencia de Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) obtuvo los números de los teléfonos móviles de los líderes a través de José Vázquez, principal enlace de los Zetas en Dallas, quien fue obligado a colaborar a cambio de proteger a su familia.

 

Cuando la Agencia Antidrogas obtuvo los números de Heriberto Lazcano y los hermanos Treviño, mandó a una unidad especial de la Policía Federal para que los capturara. Sin embargo, desde esa unidad, un alto funcionario al servicio del crimen organizado le advirtió a Miguel Ángel Treviño que alguien de su organización los estaba traicionando, filtrando sus números de teléfono móvil a la DEA.

 

La tarde del 18 de marzo los Zetas mataron en su domicilio a miembros de las familias perseguidas y además capturaron a alrededor de 80 personas, entre familiares y trabajadores, la mayoría integrantes de la familia Garza Gaytán, quienes fueron masacrados en el rancho de su propiedad.

 

TIRO AL BLANCO

El terreno del rancho Los Garza ahora es un campo de entrenamiento en el manejo de armas de grueso calibre, como rifles de asalto AR15, AK47 o “Cuerno de Chivo”, escopetas calibre 12, y posiblemente metralletas Barrett calibre 50, del Cártel del Noreste (CDN), heredero de los Zetas.

 

Los sicarios que se han entrenado ahí incluso dejaron abandonado un estuche para guardar escopetas, arma poco común en el arsenal que suele utilizar el crimen organizado.

Sobre las paredes de la barda y lo que tiempo atrás fuera una bodega, se localizan cruces y calaveras pintadas en color rojo que sirven como blanco, con decenas de “pequeños” agujeros; en algunos casos, las gruesas paredes, construidas con bloques, fueron traspasadas por los disparos, potencia que sólo alcanzan múltiples disparos de un AK-47 o posiblemente un solo tiro de Barrett.

Uno de los blancos en los que se utilizó la escopeta, es un círculo pintado en color rojo en cuyo interior, hay una calavera cruzada con dos huesos, objetivo impactado con múltiples disparos. Abajo del blanco están las siglas P.E.C., las iniciales de Policía Especializada de Coahuila, corporación que el CDN considera un cartel rival, entre otras acciones, debido a que registra múltiples denuncias de que secuestra y extorsiona con los mismos métodos del crimen organizado.

 

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