El elegido

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Washington – Las guerras comerciales creadas por Donald Trump, y en especial la que mantiene Estados Unidos con China, tienen a la economía mundial al borde de un ataque.

 

La técnica unilateral de Trump de imponer aranceles a las exportaciones de otros países genera incertidumbre y desata actos de reciprocidad tributarios por parte de las naciones afectadas.

 

China está decidida a ir hasta las últimas consecuencias en la guerra contra Trump, lo que podría tener implicaciones electorales muy serias para el irracional presidente de los Estados Unidos.

 

El estado de negación en el que vive Trump le impide ver los evidentes signos de recesión que amenazan a su nación.

 

Él es el único responsable de la potencial crisis económica; él le declaró la guerra comercial a Beijing, él impuso los aranceles a las exportaciones chinas y él es culpable de que los estadounidenses gasten más dinero por los productos de importación “made in China”.

 

Las elecciones presidenciales y generales en los Estados Unidos tienen una regla inalterable: los votantes no responden a ideologías políticas sino a sus intereses personales y votan con la cartera.

 

El racismo que se destaca en la personalidad de Trump es imperceptible cuando el multimillonario presidente hace alarde de su ego.

 

La semana pasada, en un homenaje de pena ajena al narcisismo, Trump hizo una declaración que no deja de ser tema de críticas, burlas y preocupación electoral en el Partido Republicano, su partido de adopción.

 

Minutos antes de salir hacia Europa para participar en la reunión de las siete economías más grandes del mundo (G7), los reporteros volvieron a cuestionar a Trump sobre la guerra comercial con China y sus catastróficas consecuencias para el consumidor estadunidense.

 

En su fanfarroneo cotidiano que salpica racismo, el presidente confirmó que vive perdido en el estado de negación. Rechazó que haya signos de recesión y, olvidando que fue él con sus aranceles quien le declaró la guerra a Beijing, culpó a sus antecesores y en especial a Barack Obama de la crisis comercial con el coloso asiático, que podría hundirlo electoralmente en 2020 si en los Estados Unidos revienta la burbuja inflacionaria y el mundo se ve contaminado por ello.

 

La arrogancia de Trump no tuvo límite cuando mirando hacia el cielo dijo a la prensa: “soy el elegido” para resolver la crisis con China.

A ese nivel llega el narcisismo de Donald Trump.

 

La sociedad mundial, que ya perdió la capacidad de asombro ante las barbaridades y estupideces que dice y hace el presidente de Estados Unidos, se pregunta si los estadounidenses serán tan ingenuos como para reelegirlo en los comicios del 3 de noviembre de 2020.

 

Dicha interrogante podría encontrar respuesta en el narcicismo de Trump. Al proclamarse “el elegido” para resolver la guerra comercial con China y apaciguar a los mercados bursátiles, el mensaje del mandatario es que la eliminación de los aranceles a los productos chinos dependerá de la salud económica estadounidense.

 

Si 2020 comienza con crisis e inflación en los Estados Unidos, Trump por ser “el elegido” eliminará los aranceles para calmar a los mercados y prevenir su catástrofe electoral en noviembre.

 

Por sentido común, ninguna nación apela a una crisis económica global. Los demócratas apuestan a los errores macroeconómicos del elegido para presentarlo como un político mediocre y como un empresario siempre acorralado por las bancarrotas y los fracasos, tal y como ha sido su historia personal como inversor y empresario.

 

Peligrosa y costosa es para la economía mundial la recesión económica de los Estados Unidos.

 

Antes de mover al alfil sobre el tablero se sopesan los pros y los contras. Si es “el elegido” el autor de la recesión por sus acciones unilaterales en materia comercial contra cualquier nación, lo lógico es usar el bisturí magistralmente para arrancar de tajo el problema.

 

Si el raciocinio y la cordura de los electores estadunidenses ante la posible estrechez de sus carteras se impone, “el elegido” para pagar los platos rotos en las elecciones del 3 de noviembre debería ser Trump.

 

Tengo la impresión de que si esto ocurre, el mundo y hasta los mercados bursátiles estarían infinitamente agradecidos a los votantes que en noviembre de 2016 se causaron el mal que ahora los aqueja.

 

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