El ajedrez, la matatena y la gobernabilidad

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Es ya un lugar común hacer la analogía entre el juego del ajedrez y la actividad política, o más precisamente, entre los jugadores del llamado juego-ciencia y los tomadores de decisiones que ocupan algún cargo público. Así, es frecuente escuchar que tal o cual político es como un avezado ajedrecista por la pericia e inteligencia con la que analiza el tablero del juego político, identifica los puntos débiles del adversario, siempre con relación a sus posiciones y fortalezas y en función de estos emplazamientos, mas otras sutilezas que escapan al común de los mortales, toma decisiones de orden “estratégico” que lo posicionan en una mejor situación de fuerza, avance o repliegue. Sin negar que, en efecto, haya políticos con habilidades, capacidades y paciencia de ajedrecistas, lo cierto es que el ajetreo público es de tal intensidad -y belicosidad- que no siempre se dispone de las pausas, los tiempos, los espacios y las condiciones para que la toma de decisiones sea un ejercicio de una racionalidad tan fina que sus consecuencias sean advertidas con premonitoria antelación.

Sugiero a usted, amable lectora, gentil lector, que acudamos al tradicional juego de la matatena para trazar otra analogía, además de la ajedrecística, que haga referencia a la política y los políticos en nuestro mexicano domicilio. Como usted sabe, en la matatena se rebota una pequeña pelota y antes de que caiga al piso nuevamente, se recogen a la mayor velocidad posible huesitos de chabacano, piedras pequeñas, cuentas de plástico o cualquier objeto con el que se esté jugando. El desafío está en rebotar la pelota con la misma mano con la que se recogen los pequeños objetos, lo que nos permite trazar una mejor analogía política: ¿se juega con la mano izquierda o con la derecha? Por supuesto, jugadores y jugadoras ambidiestros, o con amplia capacidad camaleónica, es posible que lleven ventaja. Además, y por si fuera poco, eso de ir por los huesos a la mayor velocidad posible, siempre en competencia con otros jugadores, hace que la analogía del juego de la matatena con la política sea quizás más próxima a la del ajedrez. De esta manera, en México, es posible que al menos los integrantes de la clase política más encumbrada sean un híbrido entre un cerebral ajedrecista y un ansioso matatenero.

Traigo a cuenta estas analogías para referir los recientes cambios en el gabinete presidencial, en particular, en la Secretaría de Gobernación. Habrá quien lea la salida de Olga Sánchez Cordero y la llegada de Adán Augusto López Hernández como una decisión propia de un maestro del ajedrez, mientras que habrá quién haga una lectura desde otra perspectiva. Quizás se trate tanto de una jugada de precisión ajedrecística como de un arrebato propio de un avezado de la matatena, no lo sé. Lo que propongo a usted es que antes de sacar conclusiones construidas a la luz de las emociones que inevitablemente despierta, y desata, el presidente nos detengamos un momento a reflexionar sobre las funciones del titular de Gobernación. ¿Cuál es la función principal -o debería de ser- del secretario o secretaria de Gobernación (SG)? Obviamente me refiero a las funciones o actividades sustanciales, más allá de lo declarativo o de las descripciones institucionales del cargo. En esta línea de reflexión, sostengo que el núcleo de la actividad del titular de la SG es producir gobernabilidad.

Sí, por supuesto, la SG es responsable de la política interna del país, eso está fuera de toda duda, pero la forma de asumir esa función responde tanto a la estructura del sistema político mexicano como a la orientación o el perfil de una administración en particular, lo que introduce matices de alta relevancia. Así, durante los muchos decenios del autoritarismo priista, la SG se avocó básicamente a desplegar los instrumentos de control político que crearon la ilusión de paz social y estabilidad necesarios para el “desarrollo”. Bien sabemos que la función de la SG fue permitir la reproducción del autoritarismo, a través del maiceo de periodistas y líderes charros, de la cooptación de dirigentes y movimientos, de las amenazas (abiertas y veladas) a opositores, de la utilización de la mentira, la calumnia y la difamación contra disidentes e inclusive, de la tortura y el asesinato cuando los otros “métodos” no funcionaron. En otras palabras, en el tablero del ajedrez del autoritarismo priista, la SG fue la indiscutible reina y uno de sus titulares, Fernando Gutiérrez Barrios (con Salinas de Gortari), fue el epítome de la mezcla de turbiedad, negociación, maiceo y violencia que caracterizó al régimen.

Esta misma función fue desempeñada en los sexenios panistas de Fox y, sobre todo, en el régimen de sangre de Felipe Calderón, cuyos dos de los titulares de la SG, Juan Camilo Mouriño Terrazo y Francisco Blake Mora murieron en accidentes de aviación por demás extraños. Hasta la fecha, son más las sombras de duda sobre la muerte de ambos políticos que las certezas sobre las causas técnicas que propiciaron los supuestos accidentes.

La responsabilidad principal de la SG es producir gobernabilidad, es decir, contribuir a crear los parámetros de acción del gobierno y sus pautas de relación con los diferentes grupos de poder, actores sociales organizados y sociedad en general. Para producir gobernabilidad la SG debe establecer los puentes necesarios con todos los actores políticos: con otras dependencias de la Federación, con el Congreso, con el Poder Judicial, con los gobiernos de los estados, con las iglesias, con los grupos empresariales, con sindicatos y organizaciones gremiales. En fin, es ardua la tarea de producir gobernabilidad, de allí que quién encabece la SG debe ser una persona con capacidad de escucha, diálogo y negociación y al mismo tiempo, que dé resultados tangibles, es decir, alguien con eficacia política probada. Tal vez una mezcla entre maestro (o maestra) de ajedrez y apasionado (o apasionada) de la matatena.

La producción de gobernabilidad debe ser una acción continua, sistemática y proactiva, esto es, debe anticiparse a los posibles problemas generando soluciones anticipadas. Estas soluciones en busca de problemas, por así decirlo, deben ser acordes con el proyecto de gobierno, en el caso actual, con el proyecto de la llamada 4T. La SG, en tanto responsable central (no única, por supuesto) de la producción de gobernabilidad a través de la coordinación de dependencias, la construcción de acuerdos, la negociación con otros poderes y ámbitos de gobierno, la articulación de acciones e iniciativas con la Fiscalía, la gestión de recursos y capacidades, entre otras actividades, ha quedado a deber, y mucho, en al menos cuatro grandes y muy complejos problemas (el enlistado no es jerárquico, no hay un problema de mayor envergadura que otro):

  1. En la atención de las demandas de las colectivas y movimientos feministas, específicamente, en atender y resolver los problemas de la violencia de género cuyo culmen es el feminicidio. La incomprensión, y hasta el desdén, hacia las colectivas feministas, sus movimientos y sus expresiones de organización y lucha por parte del gobierno federal, es muestra de la incapacidad de producir las condiciones de gobernabilidad suficientes para dar cauce a las demandas y reivindicaciones de las mujeres. Las cifras no dejan dudas: entre 10 y 11 mujeres son asesinadas al día. Es evidente que la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres es un mecanismo que en poco, o nada, ha contribuido a la producción de la gobernabilidad necesaria para que las mujeres vivan seguras, por lo que debería revisarse su alcance, su pertinencia, sus recursos, sus posibilidades y limitaciones.
  2. En la atención y resolución de los problemas de los pueblos en resistencia contra los proyectos desarrollistas, como la hidroeléctrica Morelos, el tren Maya, el Corredor Interoceánico o los proyectos mineros; asimismo, los crímenes en contra de periodistas, que van desde las presiones, las amenazas y el control de la información, hasta el asesinato. Los asesinatos de más de cuarenta defensores y defensoras del territorio, el medio ambiente y los derechos humanos y de más de cuarenta periodistas son la más cruda expresión del fracaso del gobierno federal en la producción de gobernabilidad. No puede hablarse de paz social cuando se asesina a quienes defienden sus territorios, el medio ambiente, los derechos humanos o quienes ejercen el periodismo. El Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación ha demostrado ser de muy poca eficacia para producir las condiciones de gobernabilidad que garanticen la vida de los y las defensores del territorio, los derechos humanos y a quienes ejercen el periodismo, por lo que debería someterse a riguroso análisis para modificar sus características, sus responsables, sus presupuestos, en fin, lo que sea necesario y, de considerarse pertinente, modificar sus pautas de intervención o incluso, sustituirlo por otro tipo de iniciativas.
  3. En la atención y solución de las demandas de los colectivos de familiares en búsqueda de personas desaparecidas. Las expectativas generadas por el actual gobierno, a tres años de distancia, no se han correspondido con las acciones, los presupuestos, y sobre todo, con los resultados esperados, con los resultados anhelados: la aparición de más de 90 mil personas desaparecidas. Por supuesto, no se exige que en tres años aparezcan tantas personas desaparecidas, pero sí al menos que se definan con toda precisión (y presupuestos) las vías hacia su localización, los compromisos para la exhumación e identificación de cuerpos depositados en fosas clandestinas y/o en fosas comunes, la capacitación de expertos y peritos forenses, la coordinación con los gobiernos estatales y municipales y con la Guardia Nacional para identificar las fosas clandestinas y comenzar de inmediato la búsqueda de los desaparecidos. En fin, la distancia entre las expectativas creadas y los muy magros resultados obtenidos es evidencia contundente de la falta de producción de gobernabilidad en materia de búsqueda de personas desaparecidas, quizás el agravante más doloroso del periodo neoliberal, tan criticado por la 4T. El Protocolo Homologado para la Búsqueda de Personas Desaparecidas y No Localizadas (publicado hace apenas un año), en tanto documento que sintetiza los ejes e iniciativas de la política en la materia, ha sido letra muerta o cuando menos, insuficiente para producir y orientar la gobernabilidad necesaria para avanzar en la solución de uno de los más graves problemas del país.
  4. En la eficacia política para resolver problemas en diversas regiones del país. La SG ha sido totalmente ineficaz en lograr que los ataques de bandas paramilitares cesen en los municipios de Aldama y Chenalhó, Chiapas; también ha sido ineficaz en sus gestiones con el gobierno de Oaxaca para que San Pedro y San Pablo Ayutla tengan acceso al agua potable, pese a que hay sentencias judiciales a su favor. De igual forma, existen zonas del país en las que la presencia del crimen organizado es prácticamente absoluta, sin que el gobierno federal, a través de la Secretaría de Seguridad, la SG, la Guardia Nacional y otras instancias y dependencias, haya sido capaz de producir la gobernabilidad necesaria para que la población viva en paz y tranquilidad. Este escenario, sino de ingobernabilidad sí al menos de enorme violencia e inestabilidad, se presenta en Tierra Caliente michoacana, en zonas de Tamaulipas, en regiones de Coahuila, Guerrero, Sinaloa, Sonora y otros estados. En pocas palabras: si la SG es la responsable de la política interna del país, sus iniciativas y acciones para garantizar la paz y la tranquilidad de la población han sido ineficaces, por lo que es urgente revisar y reorientar esas actividades.

Desconozco si el recientemente nombrado Secretario de Gobernación es un buen ajedrecista político o un estupendo matatenero. Lo cierto es que la tarea de producir gobernabilidad requiere múltiples habilidades, capacidades, inteligencias y hasta suerte. No se trata de administrar lo que existe y que es evidente no ha funcionado, sino de crear lo que no existe, de producir la gobernabilidad que el país demanda, que el país requiere. ¿Adán Augusto López Hernández tiene la capacidad y los arrestos para esta importante y compleja tarea? Difícil saberlo, al menos concedamos el beneficio de la duda.

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