Formar e influir

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Federico Anaya Gallardo

 

Decíamos la semana pasada que si lográsemos un sano ir y venir entre Academia y Realidad nadie requeriría ser llamado marqués. Bueno, ese es el ideal. Y por eso hoy he cambiado el tiempo del verbo requerir. De futuro (nadie requerirá, que suena a profecía dura) a condicional simple o pospretérito (nadie requeriría, que pone un grano de duda). La realidad incluye una multitud de obstáculos al ideal, buena parte de ellos escondidos en la mente y corazón de los seres humanos. Por ejemplo, mi amigo filósofo del Derecho me insistía esta semana que acaba de terminar en que “decir que la torre de marfil sea bella e imponente es irrelevante, mejor decir, como ahora, que es necesaria. Hubiera preferido que eso lo dijeras sin tanta Historia sin fin, dado que estoy seguro que muchos lectores no tendrán mucha idea de lo que estás hablando.”

 

El buen filósofo tiene razón en dos cosas y yerra en otra. Muchas lectoras no entenderán y por eso es que agregué las ligas para que las curiosas busquen a Michael Ende y su obra. (Desde mi personal torrecilla de marfil considero un deber compartir las lecturas que me han impactado.) También es cierto que lo urgente e importante es recordar que la Torre de Marfil es necesaria. Pero es un error olvidar (o menospreciar) su belleza y carácter imponente, porque de ello vienen algunos de los problemas de conducta de sus habitantes.

 

Francisco Robles Gil Martínez del Río me contó, a santo de este tema, que una persona de su entorno fue a estudiar a Europa “con la promesa de la Torre de Marfil de que al regresar tendría una plaza en la universidad ... Claramente esos fueron cantos de sirena”, pues al regresar esa oferta no se cumplió. Sin embargo, “lo que más me sorprend[] es que [teniendo] un trabajo en preparatoria, donde le pagaban muy bien (mucho mejor que en la universidad) ... aún así acabó renunciando dando el argumento de «yo no me fui al extranjero para acabar dando clase en prepa»...”.

 

En nuestras mentes y corazones se esconden expectativas venenosas. ¿Quién dijo que la docencia en preparatoria, vocacional o bachillerato es “menor” o “menos importante” que aquélla en nivel superior? Si esto fuese verdad, habríamos de iniciar un movimiento iconoclasta para derribar los bustos marmóreos de muchos “maestros” y “maestras” consagradas de nuestra más bien reciente tradición educativa. (Este país no tenía realmente universidades en 1900...)

 

Todavía en los 1980s era altamente estimada la docencia en escuelas de nivel medio superior. Por ejemplo, Mariano Azuela Güitrón impartía una asignatura sobre instituciones políticas del Estado mexicano en el Centro Universitario México (CUM), la preparatoria de los hermanos maristas. Yo tomé esa clase. Interesante. De esas que se recuerdan por años, aunque uno aprenda a tener opiniones diversas de las del profesor. Azuela era en esos días magistrado del Tribunal Fiscal de la Federación y la asignatura era perfectamente compatible con su encargo público. Y quien sería nombrado ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1983 no tenía empacho en dar clases a adolescentes de nivel bachillerato. Al contrario: uno de mis recuerdos es que lo disfrutaba mucho y que le gustaba fomentar debates. Ya ministro, Azuela siguió dando clases en el CUM, en 1993 un buen amigo lo ubica impartiendo la asignatura de Nociones de Derecho Positivo Mexicano.

 

Más interesante aún, en el curriculum vitae del hoy exministro Azuela publicado en la página www de la CNDH (Liga 1), ese magisterio preparatoriano es incluido con evidente orgullo: “A partir de 1957.- Maestro en el Centro Universitario México, en la Universidad Iberoamericana, en la Universidad Panamericana, principalmente.” La mención cronológica es relevante. El CUM no tuvo hasta muy tardíamente (Otoño 1993) una sección universitaria. El antiguo Colegio Francés Morelos (1918-2021) de los maristas ha sido siempre una prestigiosa preparatoria –nada más. Ciertamente el nombre que adoptó desde 1948, CUM, cuando inauguró su local en la Colonia del Valle, anunciaba la pretensión de abrir una sección de estudios profesionales. De acuerdo a los reportes de la comunidad marista, cuando el Rector de la UNAM, Salvador Zubirán, acudió a inaugurar las instalaciones de Nicolás San Juan y Concepción Beistegui se abrieron “algunas facultades, sin embargo, éstas duraron muy poco; esta modalidad se revivió [hasta] 1993, con la creación del Centro Universitario México, División Estudios Superiores (CUMDES), lo que actualmente es la Universidad Marista”. (Crónica de Luis Tovar Schoener, Liga 2.) Como sea, que las clases del exministro Azuela Güitrón hayan sido de preparatoria no demeritó en nada su prestigio como abogado ni como ministro.

 

La presencia de Zubirán en la apertura del local de la preparatoria CUM nos indica, aparte, la relevancia de los estudios medio superiores. El nombre mismo debería recordarnos que el “bachillerato superior” es una preparación para los estudios profesionales. Esta liga y las deferencias que implica estaban muy vivas en 1983, cuando los preparatorianos maristas presumimos que el famoso profesor universitario Ignacio Burgoa Orihuela (Facultad de Derecho de la UNAM) presidiese la final de nuestro concurso de oratoria. Pero esta es otra historia y debe contarse en otra ocasión.

 

Treinta años antes, en 1956, Porfirio Muñoz Ledo fue profesor de preparatoria en la Universidad Femenina, ubicada ya en la Avenida de los Constituyentes. Mi madre tomó clase de oratoria con él. La directora y fundadora de esa institución privada, Adela Formoso de Obregón Santacilia (sí, de los Santacilias de Benito Juárez) había invitado al joven Porfirio porque este había ganado el concurso internacional de oratoria de El Universal en 1953. Aparte, en ese mismo año impartía historia universal y sociología en la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM. En la década siguiente, Porfirio dio clases en otro famoso bachillerato, la Escuela Normal Superior, en 1962 y 1963. Esto, luego de haber realizado, de 1956 a 1959, un séjour (una estancia) de estudios en Francia. Allá estudió cursos de posgrado en ciencia política en la Universidad de París (1956-1958) y luego fue lector en cursos de civilización latinoamericana en la Universidad de Toulouse (1959). (Liga 3.) “Lo posgraduado” no quitaba “lo profesor de prepa”...

 

Veamos, lectora, otro caso del medio siglo XX. Importantes personajes de la era cardenista, como José Muñoz Cota (secretario particular del general, director de Bellas Artes, diputado federal, embajador en Uruguay), fueron luego marginados de la administración pública federal. Su exilio interior tenía como sostén financiero básico una cátedra segura en la Escuela Nacional Preparatoria –desde la cual don José siguió formando a la “juventud estudiosa”. Pero esta es otra historia y debe contarse en otra ocasión.

 

En resumen, las cátedras de nivel medio superior eran prestigiosas y compatibles con brillantes carreras en la judicatura (Azuela Güitrón) o la administración pública (Muñoz Ledo y Lazo de la Vega). También eran espacios de reconocimiento social y cultural a las y los intelectuales que, por cualquier causa, habían quedado fuera del gobierno (Muñoz Cota se había comprometido a la infausta causa Herniquista en 1952). Hoy en día, como nos lo señala la amistad posgraduada en Europa que me contó Francisco, uno no se va al extranjero para acabar dando clase en prepa.

 

Mis lectoras podrán argumentar aquí que la “importancia” de la docencia a nivel bachillerato se ha reducido con el paso de los años... Pero las cifras desmienten esta afirmación: mientras sólo el 37% de la población encuentra un asiento en las instituciones de educación superior, la cobertura a nivel medio superior es de 80%. Es decir, que si “importancia” se mide por el “impacto”, las y los docentes de educación media superior tienen más del doble de posibilidades de influir en la juventud. Y dije “más del doble” porque en este asunto hay una obviedad esencial que solemos olvidar: las y los estudiantes de bachillerato son más sensibles y perceptivos a lo que sus maestras y maestros les enseñen. (Sobre la cobertura, véase mi artículo “Conocimientos y pergaminos” en JulioAstillero/La Jornada San Luis, del 4 Septiembre de 2018. Liga 4.)

 

Acaba de morir Alicia Pérez Salazar, viuda de José Muñoz Cota. Fue llorada por varias generaciones de mujeres y hombres que la considerábamos a ella y a su compañero orador como forjadores de nuestra personalidad –aunque no siempre estuviésemos de acuerdo con ellos en mil asuntos. (Liga 5.) Los Wilkie (James y su mujer Edna Monzón), cuando llevaron a cabo su proyecto de historia oral en los 1960s, documentaron el impacto de las tareas docentes de los intelectuales entrevistados (Frente a la Revolución Mexicana. 17 protagonistas de la etapa constructiva, UAM, 1995) pero este aspecto de la biografía de sus entrevistados palidecía frente a la función de fundadores de instituciones. Habríamos de regresar y repasar qué tanto los grandes personajes de nuestra intelectualidad posterior a 1950 han continuado influyendo desde la oscuridad del hoy despreciado bachillerato.

 

Volvamos a la amistad posgraduada de Francisco. Si el dinero no importa (ganaba más como “maestro de prepa” que como precario docente universitario) y el impacto en la juventud no le interesaba... ¿Qué racionalidad cupo en su decisión de abandonar una cátedra de bachillerato mejor pagada y optar por la incierta promesa de enseñar en una institución de educación superior?

 

Simple: la racionalidad de la sociedad cortesana de Norbert Elías. La amistad de Francisco no está interesada ni en enseñar ni en formar a la juventud, sino en ser “marqués” o “marquesa”. Esa persona no será un feliz viajero entre Academia y Realidad, sino candidata a emperatriz-emperador desquiciado –incapaz de entender el lenguaje de la sociedad real y encerrado en la bella e imponente Torre de Marfil. Encerrada allí, sólo oirá, leerá y comprenderá lo que otras señorías académicas y otros mandarines pronuncien en un lenguaje arcano que a nadie más le dice nada.

 

Por todo lo anterior es que es menester decir todo junto, amigo filósofo del Derecho: la Torre de Marfil es necesaria (por eso le reclamamos compromiso social); es bella (porque es adonde las y los académicos nos imaginan mejores); y es imponente (porque sobrecoge a los espíritus apocados o ambiciosos que no la entienden).

 

Ligas usadas en este texto:

 

Liga 1:

https://www.cndh.org.mx/sites/all/doc/Transparencia/19/MarianoAzuela.pdf

 

Liga 2:

https://www.facebook.com/notes/centro-universitario-mexico-cum/el-cum-or%C3%ADgenes/10150255599826765

 

Liga 3:

http://sil.gobernacion.gob.mx/Librerias/pp_PerfilLegislador.php?Referencia=9214009

 

Liga 4:

Conocimientos y pergaminos. Autor: Federico Anaya-Gallardo

 

Liga 5:

https://8columnas.com.mx/opinion/para-la-maestra-alicia-perez-salazar-de-munoz-cota/

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