Día Mundial de la Radio

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Eneida Martínez Ocampo

 

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) –gracias al impulso de España– determinó en 2011 plantearle a la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrar anualmente el día de la Radio. En el 2012 las Naciones Unidas aprobaron la propuesta y así nació el Día Mundial de la Radio. Se optó por el  13 de febrero porque en ese día –pero de 1946– la radio de las Naciones Unidas se dio a conocer.

De acuerdo a la información que proporciona la página web El Círculo Beatle.com, los hermanos Pedro y Adolfo Enrique Gómez Fernández fueron los pioneros de la radio en México; “para 1930 se crearon y concesionaron bastantes frecuencias en la capital del país. La más importante de aquellos años por su potencia de señal (…) fue sin dudas la XEW 900 AM (…) pilar que cimentó a la actual Televisa”. Dejo el link para aquéllos que quieran consultarla:

https://elcirculobeatle.com/la-historia-de-un-sueno-cumplido-ecbc-radio#:~:text=El%208%20de%20mayo%20de,radio%20La%20Casa%20del%20Radio.

Y como dice la UNESCO, la Radio “es un medio que ha sabido adaptarse plenamente a las nuevas tecnologías como la banda ancha, la transmisión digital de audio (DAB) y la telefonía móvil”.

 

La Radio en mi vida

Mi infancia, adolescencia y parte de mi adultez estuvieron acompañadas por la música, la literatura, programas de diversa índole, los comerciales… que salían de algún radio del hogar.

En las mañanas, mientras mi mamá me alistaba para ir a la primaria, sintonizaba la tortuosa estación La hora del Observatorio XEQK que cada minuto nos recordaba: “Se les está haciendo tarde”.

Las mudanzas –de casa en casa–  fueron constantes, así que también las escuelas en las que estuve; el turno matutino al que estaba habituada pasó a ser el vespertino. Mis mañanas se poblaron de las canciones de Pedro Infante emitidas por Radio Sinfonola la estación de El Barrilito; mi hermana tiene tan marcado ese recuerdo que sigue escuchando ocasionalmente dicho programa.

Cuando era niña tenía que aceptar las estaciones que sintonizaban en casa; sin embargo, no tardé en tomar la iniciativa y pilotar en el cuadrante del estéreo del hogar, fue cuando me topé con una estación que se convirtió en mi favorita –mientras la adolescencia no asomaba todavía su rebeldía– me refiero a Radio Infantil. Antes de ser lectora de literatura, era escucha sobre todo de cuentos y justo podía acceder a ellos principalmente en estaciones como Radio Infantil, Radio Educación y Radio UNAM. Radio Educación tuvo un lugar muy querido en mi familia, sobre todo cuando tenía como locutor a Emilio Ebergenyi.

Radio Capital llegó a instalarse en mi adolescencia y adultez; la voz de César Alejandre  con sus diversos programas, recuerdo uno en particular “Cara a cara”, en el cual pedía al público votar por una de dos melodías que él ponía a consideración. El gusto por el rock en inglés de los años sesentas y setentas también me llevaba a estaciones como La Pantera, Radio Éxitos, 620 la Música que llegó para quedarse, Radio Universal… Del rock pasaba a la música “Clásica” y para ello sintonizaba XELA 830 Buena Música desde la Ciudad de México, recuerdo aún el día en que anunciaron su desaparición en el cuadrante. En mi repertorio no podía faltar la música “romántica” y ésa salía a borbotones llenando nuestros oídos de melaza principalmente de Radio Variedades, Radio 1000, La Joya.

Tengo una isla de recuerdos, en medio del ponto del olvido, donde evoco a mi mamá sentada frente a una máquina de coser mientras rayos de sol atraviesan la ventana y la bañan de luminosidad, a lado de ella un radiecito que emite El Fonógrafo…

Podría continuar con una larga lista de estaciones y programas de Radio: ¡Cómo no mencionar La Tremenda Corte! Con la genialidad volcada en los personajes: Tres Patines, el Juez, Nananina y Rudecindo; programa cubano transmitido por vez primera en 1941; las radionovelas Kalimán, Porfirio Cadena el Ojo de vidrio… entre olvidos y sueños me parece percibir aquella voz dramática que anunciaba: “Apague la luz y escuche”…

A continuación les dejo algunos enlaces de identificadores de estaciones de Radio para que hagan el extraordinario ejercicio de la remembranza. Porque OÍR es RECORDAR.

 

https://www.youtube.com/watch?v=aE86bgy6_20

https://www.youtube.com/watch?v=qBhT3bnKTkA

https://www.youtube.com/watch?v=698fjrkFasc

 

Los siguientes cuentos que les comparto son un homenaje a la RADIO. Les pido cierren los ojos y escuchen.

 

BARQUITO 

 

Desde las alturas de la litera daba un brinco al suelo, y a pesar de tener aún restos de sueño impregnados en los párpados, me iba rápidamente de puntitas hacia el estéreo      –viejo y algo deteriorado– para mover la aguja sintonizadora a Radio Educación. De la misma forma regresaba de puntitas a mi barquito quien me salvaba del suelo frío, y con el oleaje de las sábanas y la voz de Emilio Ebergenyi volvía a arroparme de pies a cabeza. “De puntitas” me hacía viajar a territorios ignotos, navegué el Atlántico de las canciones de Cri-Cri, recalé en todos los puertos de la imaginación y me adentré poco a poco en el boscaje de la literatura guiada por la brújula de Ebergenyi.

 

Con el uso excesivo la quilla de mi embarcación se deterioró, ni porque mis padres la mandaron carenar logré que la nao de mi infancia pudiera seguir navegando. Ésta fue sustituida por una cama individual, de tal suerte que mi hermana (menor que yo y quien dormía en la parte de abajo), dejó de ser una polizonte en mis largos recorridos por las ondas hertzianas. Quizá ya no seguía con la misma tripulante, pero sí bogaba por los mismos senderos acuáticos que llevaron a sumergirme en las aguas poéticas y revolucionarias de Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Mercedes Sosa, Violeta Parra… y del Nuevo Canto Latinoamericano. A mi oído neófito llegaron las primeras sonoridades, de la música clásica, del blues, del jazz…

 

Las manecillas del tiempo trajeron consigo la adultez plagada de trabajo y rutina. Cambié de navío y me mudé a tierras lejanas, fuera del techo familiar la navegación se hizo más solitaria. A pesar de que he estado a punto de sucumbir en las aguas irascibles de la realidad atroz, siempre me salva un puerto seguro, así que antes de ir a trabajar atraco “Todas las mañanas” en Opus 94.  Quisiera que el reloj dejara de ser verdugo y perpetuar mi sueño habitado por un amador de voz tentadora que me besa con apetito. No quiero levantarme de la cama; mientras escucho y me acurruco aún más en el seno de la almohada degustando la flauta tocada por Horacio Franco, me sumerjo en una oleada de sábanas y me empapo en notas melodiosas. Pero el deber llama y quien me expulsa del lecho a punta de adagios y allegros, es Dvorak con su 9ª sinfonía.

 

Regreso a mi hogar, agotada del trabajo no queda más que guarecerme en la cama y antes de acostar a mi cansancio, enciendo la radio y vislumbro el Horizonte de todas mis noches. Escucho la voz del locutor –que se autonombra el Cónsul– presentando una canción, clausuro los párpados y a mis oídos llega el canto del sax de Charlie Parker, aquel músico que se le fugaron rebanadas de vida cada vez que tocaba. Su melodía hace abrigarme en los brazos de un amante que invento a mi lado, y ni los perros callejeros –huérfanos de abrigo– que le huelen los muslos a la noche y le aúllan al conejo habitante de la luna, me arrancan de mi fantasía. Levo anclas y zarpo con el cuerpo desnudo llevando únicamente mis deseos, los alisios son buena señal para el velamen de mi barco. Ahora la voz de la trompeta de Miles Davis se acuna en la caracola de mi oído, me subo hasta el castillo de  proa para divisar que la marea de sábanas está subiendo, una tormenta se avecina y las galernas intentan embestir el estribor, no importa pues sé que voy en embarcación segura. Desde ahí también logro ver una gran marejada, producida por la unión del saxo de Bird y la trompeta de Davis, agudizo los sentidos para mojar todo mi ser con ese movimiento tumultuoso de olas rápidas y frenéticas; mi lengua paladea el licor de los tonos, puedo observar el colorido de la improvisación, al olfato llegan aromas de los acordes, palpo la aspereza de la sonoridad y las líneas metódicas se enroscan en mis piernas… Finalmente todas mis aguas inundan de proa a popa la nao nocturna, mientras el Cónsul de la Noche recita en francés –casi susurrando– un poema de Charles Baudelaire.

 

EL RADIO DE DON CHON 

 

Las “notas musicales” que llegaban a oídos de los pobladores de El Saltito eran: el chismorreo y gorjeo de aves, el cacarear de gallinas, el canto de gallos, los ladridos de Canelo y Lanoso, el gruñir de los cuches, el sonido de la cascada y los rumores de las corrientes del río, que casi besaban los adobes de la choza donde vivían don Chon, su esposa Concha y ocho hijos.

El Saltito, era un pueblito sembrado a las faldas del cerro Cabeza de perro, formado apenas con nueve familias. Sus habitantes, todos consanguíneos entre sí, se dedicaban al cultivo de maíz, café y en menor medida de arroz. El aroma a leña quemada –a casi todas horas– se enroscaba en el aire haciendo piruetas juguetonas; mientras las mujeres echaban tortillas a mano y guisaban frijoles. Los gritillos revoltosos de niños y niñas eran arrastrados por el viento y desperdigados por doquier. Así era El Saltito. La modernidá     –como solía decir don Leno hermano de don Chon– todavía no alumbraba las noches de los saltiquiteños y mucho menos conectaba al pueblo a la pequeña urbe que estaba en ciernes.

 

Pero un día la modernidá –o mejor dicho un trocito de ella– por fin llegó a El  Saltito, pues don Chon se compró en la ciudad una radio. Una radio de transistores forrada de cuero con agarradera para hacer más cómodo su traslado, tamaño ideal para propagar su resonancia. Rosa, hija de don Chon, avisó a todos para que fueran a presenciar la llegada de la modernidá a su casa. Ninguno de los ahí invitados perdían de vista los movimientos de don Chon, quien con delicadeza prendió el aparato y movió la aguja sintonizadora para atrapar algún sonido que valiera la pena escuchar… ¡y la música se hizo! Lo primero que oyeron fue la voz de Guty Cárdenas cantando: “Entre sierras y montañas y bajo un cielo azul, como una inmensa hamaca bañada por el sol, está mi tierra, tierra de mis amores, tierra bendita…” Y la música siguió hasta el anochecer, se escucharon danzones, boleros, cha cha cha, música ranchera…

 

A los pobladores de El Saltito se les veía más contentos, más cantadores. La casa de don Chon se convirtió en el centro de reunión. En las tardes se juntaban todos los parientes y sentábanse en el suelo frente al radio, si el ritmo era un danzón don Martín –otro hermano de don Chon– animaba a sus sobrinos Mercedes y Josafat a bailar ante un público emocionado y aplaudidor.

 

Cuando el día empezaba a pardear, era momento de escuchar las radionovelas que se convirtieron en un goce para Rosa, no se perdía ningún capítulo de Rayo de Plata que con su alazán cabalgaba tierras lejanas y llegaba hasta Allá en el Rancho Grande; Kaliman con sus ojos azul añil, cautivaba con voz viril y léxico elegante. Era tal el deleite de Rosa por escuchar estas historias que alimentaban su imaginación, que su madre doña Concha de vez en diario le gritaba ¡Te voy a quitar esa maña a chingadazos. Ya ponte a lavar los trastes! Y su hija le respondía en su mente: “Aunque me mates, pero yo no dejaré de escucharlas”.

 

Una tarde el galope de Rayo de Plata fue interrumpido por una noticia que dejó impactados a los escuchas, una voz grave y contundente dijo que el ejército estaba detrás de los pasos de “una terrible cuadrilla de bandoleros y ‘robavacas’ que azotan pueblos y rancherías, si el amable público que nos escucha conoce de sus andanzas denúncielos a los mandos militares, su líder se llama Lucio Cabañas Barrientos…” Los ahí presentes se indignaron tanto de tales injurias, pues conocían al profesor Cabañas de muchos años, “es un guerrillero, no es bandido, mucho menos un ratero”.

 

Las cosas fueron cambiando allá en la sierra, los militares se metían a lo más profundo del monte. Muchos campesinos empezaron a ser acusados de colaborar con la guerrilla, entonces fueron detenidos, torturados y muchos de ellos desaparecidos. El galope de Rayo de Plata, las visitas Allá en el Rancho Grande, las aventuras de Kalimán y la música programada por las tardes, eran interrumpidas con mayor frecuencia por las noticias del acorralamiento de los soldados contra los “bandoleros” encabezados por el “temible” Lucio Cabañas.

 

Los soldados fueron invadiendo la sierra cada vez más, poblados quedábanse desiertos. La “marabunta” verde olivo llegó hasta El Saltito. Los habitantes tuvieron que huir con lo necesario –incluyendo Canelo y Lanoso. Dejaron ropa, trates, gallinas, cuches… con todo el dolor de su alma se alejaron antes de que llegasen los soldados a ocupar el pueblo.  Nadie se acordó de él, por las prisas dejaron olvidado el radio en donde ya ocupaba un lugar especial en la casa de don Chon.

 

Créditos Día Mundial de la Radio

Autora: Eneida Martínez Ocampo.

Narradora: Eneida.

Edición: Gerardo Juan Sierra y Eneida Martínez Ocampo.

Música: Johann Gottlieb Graun y Pedro Infante.

Programas y radionovelas: La tremenda Corte; Kalimán, Porfirio Cadena El ojo de vidrio y Apague la luz.

Identificadores de Programas de Radio: El Observario, Radio Sinfonola, Radio Infantil, Radio Capital, La Pantera, Radio Éxitos, Radio 620, Radio Universal, XELA, Radio Variedades, Radio 1000, Radio Joya y El Fonógrafo.

Créditos de Barquito

Autora: Eneida Martínez Ocampo.

Narradora: Eneida.

Edición: Gerardo Juan Sierra y Eneida Martínez Ocampo.

Música: Cri-cri, Los conejos panaderos; Víctor Jara, Te recuerdo Amanda; Chet Baker, Almost blue; Horacio Franco, Telemann; Dvorak, 9ª Sinfonía; Charlié Parker y Miles Davis, Constellation.

Programas: De Puntitas.

Poema: Charles Baudelaire.

Créditos de El radio de don Chon.

Autora: Eneida Martínez Ocampo.

Narradores: Gerardo Juan Sierra y  Eneida.

Edición: Gerardo Juan Sierra y Eneida Martínez Ocampo.

Música:  Dueto Caleta, Atoyac; Guty Cárdenas, Tierra de mis amores; Acerina y su Danzonera, Nereidas; Álvaro Carrillo, El andariego; Orquesta Aragón El Bodeguero; David Záizar, Esta tristeza mía; Dueto Caleta, Por los caminos del sur y La vida se nos va.

Programas: Rayo de Plata; Porfirio Cadena El ojo de vidrio y Kaliman.

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