De Valle-Inclán, tlayudas y esperpentos

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Esthela Treviño    @etpotemkin

Rompeviento TV, 2 de mayo de 2023

¡Todas las fuerzas vivas del país están muertas!

Ramón de Valle-Inclán

Esa cita de Valle-Inclán, de Luces de bohemia, retrata con perfecto humor el esperpento que, si bien dicen que no es de su invención, él decía que Goya lo había inventado, ciertamente es quien lo populariza y lo lleva a su cúspide. Valle-Inclán (re)inventa magistralmente el estilo del esperpento en sus novelas: la exageración, deformación, la ridiculización y satirización de personajes y situaciones hasta convertir todo en una corte de milagros. Así, en Luces de bohemia, al aprovechado librero engañador, lo pinta Valle-Inclán de este modo:

«ZARATUSTRA, abichado y giboso —la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente—, promueve, con su caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna».

Azorín definía al género esperpento de Valle-Inclán como un sarcasmo caricaturesco, según lo leí ya no recuerdo dónde. He aquí un par de fragmentos de Luces de Bohemia, agudos y pintorescos:

DON GAY: «Maestro, tenemos que rehacer el concepto religioso, en el arquetipo del Hombre-Dios. Hacer la Revolución Cristiana, con todas las exageraciones del Evangelio.

DON LATINO: Son más que las del compañero Lenin.

ZARATUSTRA: Sin religión no puede haber buena fe en el comercio».

De Patanes, Inclanes y Tlayudas

Revivo y reavivo a Valle-Inclán, incitada por la fachosa comparación de Patán el Julio — presentador en Televisa, columnista de El Heraldo de México, escritor—. Podemos, parafraseando al propio Patán, imaginarlo con un «puro y un güiski» desde «la terraza» de su blanca y elitista residencia soltar la siguiente racistez:

que la 4T es, y lo cito, «una especie de novela de Valle-Inclán, pero con olor a tlayuda y a pozole [y a carcajadas remarca que] o sea, no le demos tanta altura pues, es una cosa muy pinche pues, es muy pinche [...]». Aquí la liga: https://twitter.com/aynanai/status/1647479245269024769.

Es decir, será Valle-Inclán la 4T, o la 4T Valle-Inclán, pero sin «altura», más bien, con olor, dese cuenta, no con sabor, porque lo indio jiede, a tlayuda y a pozole, ambos nahuatlismos de reconocida reputación culinaria.

No sé cuál novela de Valle-Inclán tendría en mente el Patán. ¿Alguna antes de las esperpénticas? A partir de los años 20 del siglo pasado aparece el estilo esperpéntico; pero, de igual modo, era muy patente en las novelas de Valle-Inclán el retrato de la injusticia y pobreza, y la crítica social abierta en contra de esa España imperial y colonial. He aquí un fragmento de La corte de los milagros, de 1927:

—«Un mundo bien gobernado no permitiría herencias. Allí todos a ganarse la vida, cada cual en su industria ¡ya subirían los despiertos! Dende que se acabase la herencia, se acababan las injusticias del mundo. Y como el dinero agencia el gobernar, los ricos que truenan en lo alto, todo lo amañan mirando su provecho y hacen de la ley un cuchillo contra nosotros y una ciudadela para su defensa. ¡Si a los ricos no les alcanza nunca el escarmiento, por fuerza tienen que ser más delincuentes que nosotros! ¡Con la salvaguardia de su riqueza se arriesgan adonde nosotros no podemos!

Clavó su aguijón el tullido:

Se puede robar un monte y no se puede robar un pan. ¡Eso es la España!

Un esperpento de Valle-Inclán

El mismo Valle-Inclán era un personaje bastante colorido; por ejemplo, además de Zaratustra, integra a Rubén Darío al cesto de sus personajes en Luces de bohemia, así como a Dorio de Gadex, seudónimo de un escritor coetáneo suyo quien, cosas del azar, muere el día en que se estrena Luces.

Mujeriego, dicen, visitante de las tabernas, cotidiano asistente a las tertulias de café, acalorado polemista, sin temor a los duelos, tanto que perdió el brazo izquierdo a causa del duelo con Manuel Espino, escritor políticamente conservador, quien tuvo a bien apoyar al dictador Primo de Rivera—tan resucitado estos días por seguidores en la España misma—. La amputación del brazo le cortó las alas a su sueño de ser actor. Tuvo que dedicarse a la literatura. Para Luces de Bohemia y la Corte de los Milagros, y algunas otras novelas, no encontró editor, así que las costeó él mismo.

Valle-Inclán se negaba a escribir para la prensa porque quería proteger su independencia. Ideológicamente tuvo sus transitares, llenos de contradicciones, desde ser tradicionalista carlista, como él mismo lo admite, aunque rechazó la dictadura de Primo de Rivera, hasta ya en los veintes del siglo pasado, apoyar el anarquismo. Sus viajes a Cuba y México, y a París durante la Primera Guerra Mundial, donde pasó dos meses en las trincheras francesas, hicieron mella en sus visiones políticas.

Valle-Inclán en México

En 1921 regresa a Meksico, ¡qué mejor país esperpéntico! Escuche la maravillosa expresión de Valle-Inclán: «¡Y decidí irme a México porque México se escribe con una x!», nos narra el literato Nicolás Fernández Medina, quien reproduce las palabras del novelista de una entrevista de Schneider en 1921. Todo lo que puede albergar esa «x» meksicana de nuestro querido Méjico.

Tirano Banderas está inspirado en una realidad mexicana y latinoamericana. Es una mezcolanza que hace de distintas realidades pero que, en el fondo, viven la misma miseria, opresión, y el caudillismo.Las revoluciones, cuando triunfan, se hacen muy prudentes, palabras en boca del embajador de España en Tirano Banderas.

En palabras del crítico y escritor Enrique Díez Canedo, en Tirano Banderas «se enaltece y digni­fica la figura del indio; es decir, del hombre; perpetuamente oprimido por el hombre, sin otro pretexto que una pretendida superio­ridad de raza».

Y como anillo al dedo nos cae Tirano Banderas para preguntarle al Patán si se refiere al Valle-Inclán de esta novela —y de otras con la misma orientación— como una especie de 4T, o a una 4T como una especie de novela de Valle-Inclán; siendo una comparación, es válida la simetría.

Conocemos un poco a ese Patán, tan igual a tantos otros patanes: alérgico a todo lo que sea diferente a su mundo blanco de privilegios. La 4T, o los pobres, o los indios, o los dijistes, le dan urticaria y se distancia, lo más que puede, de «eso». Lo que no dice es que Valle-Inclán rasura parejo a cortesanos, aristócratas, comerciantes, hombres, mujeres, clases de los barrios bajos, y hasta bandoleros. El esperpento somos todos.

Petimetre

Tirano Banderas, escribió Valle-Inclán en una carta, es una «novela americana de caudillaje y avaricia gachupinesca»; Valle-Inclán era gallego. De Tirano Banderas rescato «petimetre», tan atinadamente puesta para el «gachupín», el «ricacho» Don Celes, quien, cito:

«[...] se arrugó con gesto amistoso, aquiescente, fatalista: La frente panzona, la papada apoplética, la botarga retumbante, apenas disimulaban la perplejidad del gachupín».

El «gachupín», obediente, aboga por los intereses comerciales de la Colonia, porque según le aclara al embajador:

«el ideario revolucionario es algo más grave, porque altera los fundamentos sagrados de la propiedad. El indio, dueño de la tierra es una aberración demagógica, que no puede prevalecer en cerebros bien organizados».

¡Cuántos Celes tan conspicuos en nuestro siglo 21! Tirano Banderas se publicó en 1926, pero tan actual.

Petimetre proviene del francés petit maître, que se traduciría como ‘pequeño maestro’, pero con otro sentido. Según el DRAE: Persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas —señorito, señoritingo, pues—. El Larousse lo define así: 1. Jeune auteur, critique, journaliste, etc., péremptoire et suffisant (‘Joven autor, crítico, periodista, etc., perentorio y presumido’). Y en otra acepción: 2. Littéraire. Jeune élégant ou élégante aux manières ridiculement prétentieuses (‘Joven elegante de modales ridículamente pretensiosos’).

El petimetre de Don Celes, tan servil con la Corona y coronarios, y tan déspota y tirano con los «morenos y rotos», empata bien con el Patán, y/o a la inversa.

Valle-Inclán y el pozole y la tlayuda

Valle-Inclán hubiera comido, quizás con reticencia —por aquello de la leyenda—, pero con reverencia, semejante manjar sagrado: el pozole, del que cuenta la historia, o la leyenda, o ambas, que en su origen se hacía con la carne de guerreros enemigos capturados quienes, para mostrar su hombría y valentía, en el fondo —sospecho— su desprecio y altivez, se brindaban para aderezar el manjar, que se ofrecía a los dioses.

Concordarán conmigo en que no es lo mismo comerse a un desdichado lechón, impúdicamente presentado de cuerpo entero, que una leyenda, una ofrenda sagrada.

Yo creo que Valle-Inclán hubiera retratado, más bien, a un pueblo con exquisiteces como las tlayudas y el pozole y el coloradito, al lado de patanes tiranos oliendo a puro y a güiski. Mejor todavía, para acompletar el esperpento: que en Tierra Caliente hay revolucionarios de buena cepa, de puro, mezcal, y whiskey, servidos con unas espléndidas tlayudas y un pozole para llevar.

Hay que hacer imposible el orden anterior, y eso sólo se consigue destruyendo la riqueza.

Y en último consuelo, aun cabe pensar que exterminando al proletario también se extermina al patrón.

Luces de Bohemia

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