Con la vara que midas

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Con la vara que midas serás medido, reza el refrán popular cuyo origen, según los evangelios (el de Lucas, en particular), se atribuye a Jesús. Como bien sabemos, el significado del proverbio es la reciprocidad, sobre todo cuando se emite un juicio sobre una persona, un proceso, un grupo social, un partido político o un gobierno. Inevitable y necesario, no obstante, el juicio debe estar fundamentado en razones, argumentos y evidencias, so pena de quedarse en una mera sentencia hueca, en un lugar común carente de sentido, si no es que en un franco prejuicio. Es decir, se necesita que los criterios para construir y aplicar la medidora vara sean claros, fundamentados y, lo más importante, imparciales.

Acudo al refrán para dar cuenta de un comentario que he escuchado y leído con frecuencia en los últimos días y que, en pocas palabras, se puede sintetizar en una frase compuesta por dos ideas; la primera parte de la frase es “nunca antes un gobierno había hecho tanto en…”, la segunda parte complementa a la primera y puede tener tantos componentes como usted desee: “apoyo a los pobres”, “reforestación”, “defensa de la soberanía nacional”, “combate a la corrupción”, “derechos humanos”, etc. Y sí, en efecto, nunca antes un gobierno había hecho lo que la 4T está haciendo en muchos ámbitos de la vida nacional, para bien del país, dicen quienes se identifican y apoyan a este gobierno, para mal de México, opinan los detractores desde la muy flaca oposición. Sugiero a usted que nos hagamos un par de preguntas: ¿la vara para medir al gobierno de la 4T, y en general a las administraciones morenistas, es lo que hicieron -o dejaron de hacer- los gobiernos anteriores? A tres años de gobierno, ¿cómo hacer una evaluación justa, equilibrada y propositiva de la 4T?

Si la vara para medir está en función de lo realizado por el PRI y el PAN, es evidente el éxito de las administraciones de Morena, sin embargo, y hay que decirlo, no es difícil superar -y con creces- los resultados de los gobiernos anteriores. En comparación con las administraciones de Peña Nieto, Felipe Calderón y Vicente Fox, por lo menos, podemos decir que los resultados de la 4T son favorables en términos del acotamiento a la corrupción, la distribución social del gasto público, la recaudación fiscal, las relaciones con los Estados Unidos, y todos los que usted guste enlistar (si está de acuerdo con la 4T), o bien, los que usted prefiera ponderar negativamente (si está en desacuerdo). Reitero mi pregunta: ¿la evaluación de la 4T debe hacerse en comparación con los gobiernos anteriores del PRI y el PAN? En mi opinión, no. O al menos, no exclusivamente.

Tanto la 4T como cualquier otra administración debe evaluarse en función de la atención a los enormes rezagos, carencias y problemas que tiene el país, las políticas públicas diseñadas y ejecutadas para abatirlos y, por supuesto, por los resultados obtenidos. De muy poco, o de nada, sirve señalar que nunca antes se había hecho tal o cual cosa, si esa acción ha sido inefectiva para acabar con un problema, o al menos para reducir su incidencia en la vida de la población. Medirse contra los gobiernos del PRIAN y en función de las expectativas levantadas en la elección de 2018, empequeñece a la 4T.

Digamos, por dar un ejemplo, que de muy poco sirve afirmar que por vez primera en la historia México tiene un gobierno paritario (lo cual es cierto, eso no está en discusión), si por otra parte no cesa la violencia de género cuya expresión más ominosa son los feminicidios: en promedio más de 10 mujeres son asesinadas cada día en nuestro país. Lo menciono porque es altamente probable que este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, el gobierno federal se prodigue en declaraciones sobre lo que esta administración, a diferencia de las anteriores, ha hecho, y está haciendo, para proteger a las mujeres. No sería de extrañar que insistan, una vez más, en que el gabinete es paritario, lo cual demuestra el compromiso de la 4T con la lucha de las mujeres. O que salgan a relucir las cifras de las transferencias monetarias dirigidas a las mujeres a través de los diversos programas del gobierno federal. O bien, que se señale que en septiembre de este año disminuyeron en 63% los feminicidios, dato loable pero insuficiente de cara a la magnitud del problema y de la indolencia mostrada para hacerle frente. Sí, sin duda, en comparación con pasadas administraciones, es probable que, en materia de eliminación de la violencia contra las mujeres, el saldo sea favorable para la 4T; sin embargo, frente al tamaño, la profundidad y la complejidad del problema, la llamada Cuarta Transformación está quedando a deber, y mucho.

Lo mismo sucede con la inseguridad que prevalece en el país. En tres años de gobierno han ocurrido más de 100 mil homicidios (según cifras oficiales), pese a las madrugadoras sesiones del gabinete de seguridad, a la política de “abrazos, no balazos” y a la evidentemente ineficaz y militarizada Guardia Nacional. La inseguridad sigue siendo una de las grandes deudas de la actual administración, lo cual, a mitad de sexenio, es totalmente inexcusable. Por supuesto, sería absurdo adjudicar a este gobierno la responsabilidad por la espiral de violencia que azota al país: bien sabemos que ingresamos en este oscuro túnel en el sexenio del espurio Felipe Calderón, pero es responsabilidad de la presente administración garantizar la seguridad de toda la población. Y no lo está haciendo. Como tampoco la Fiscalía General de la República, el Poder Legislativo y el Poder Judicial están a la altura de los grandes desafíos del país en materia de seguridad ciudadana.

Algo similar ocurre con los miles de personas desaparecidas. Cerca de 100 mil personas han desaparecido en México, y a pesar de que el presidente López Obrador ha declarado que no hay límite de recursos para su búsqueda y localización, lo cierto es que la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas y similares a nivel de los estados, operan con enormes carencias materiales, técnicas, jurídicas, médicas, humanas. Hay avances de gran relevancia, impensables en anteriores sexenios, como el Protocolo Homologado para la Búsqueda de Personas Desaparecidas y No Localizadas, pero el problema es tan complejo y de tal magnitud que se requiere redoblar esfuerzos para al menos sentar las condiciones institucionales (leyes, personal capacitado, mecanismos de coordinación, equipamiento, etc.) para su posible “solución”, la reparación del daño y la garantía de no repetición. Es muy grave que el gobierno federal y los estatales no tengan las condiciones, los recursos, la capacidad, o la voluntad, para encontrar a las personas desaparecidas, pero es mucho más delicado que hayan sido incapaces de detener la desaparición forzada y la desaparición cometida por particulares.

Una de las iniciativas imprescindibles es la creación de una Comisión Nacional de la Verdad que focalice sus indagatorias en el periodo que inicia en el año 2006 y hasta la fecha; que investigue especialmente el papel desempeñado por el Ejército, la Marina y las diferentes corporaciones policiacas en la desaparición forzada de miles de personas. Al respecto, y hasta donde es posible observar, no se ve que la 4T tenga ninguna intención de crear una Comisión de la Verdad que indague las desapariciones de los últimos años, similar a la creada para investigar el periodo de 1965 a 1990 (durante la llamada Guerra Sucia).

En síntesis: los datos, las cifras, las evidencias del desempeño de la actual administración federal y en general de los gobiernos de Morena, es muy probable que, en efecto, en comparación con anteriores administraciones, sean números nunca antes vistos. Qué bueno que así sea, por eso 30 millones de personas confiaron su voto a la propuesta de gobierno del Movimiento de Regeneración Nacional encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

Sí, pero no. Si la vara para medir son los pasados gobiernos, la 4T es muy posible que salga ganando, pero si la vara medidora la construimos a partir de los grandes y graves problemas nacionales y de las expectativas construidas en torno a Morena para resolverlos, entonces sin duda el resultado es deficitario para la 4T. Y lo peor es que no existe absolutamente ningún atisbo de capacidad (auto) crítica que conduzca a reconocer los yerros, las insuficiencias, las inconsistencias y las limitaciones.

Medida con la vara de gobiernos anteriores, la 4T es autocomplaciente y eso, nada aporta al país.

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