Bangladesh y el desborde de la intolerancia

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Ricardo González Bernal

Coordinador del Programa Global de Protección de Article 19

@R1card0G0nzalez

Bangladesh y el desborde de la intolerancia

 

 

El Índice de Progreso Social 2014 calificó a Bangladesh como una sorpresa y ejemplo regional por el mejoramiento en algunas áreas como la mortalidad infantil y la paridad de género en educación primaria. En pocos años, la penetración de telefonía móvil ha alcanzado al 75% de la población, lo que equivale a casi 119 millones de personas, y casi 49 millones de personas tienen ahora acceso a internet. Avances innegables que contrastan con la persistencia de la pobreza extrema y la exclusión que suele producir.

 

Al mismo tiempo, un elemento que ha generado bastante preocupación es el incremento significativo de violaciones a la libertad de expresión y de prensa, en especial de quienes hacen uso de las tecnologías de la información y comunicación para ejercer estos derechos, es decir los bloggeros. Tan sólo en 2015, han sido asesinados 4 bloggers: Niloy Chatterjee, Washiqur Rahman Babu, Avijit Roy y Ananta Bijoy Das. Cada uno de estos casos conmocionó a la opinión pública internacional debido a la saña y circunstancias que rodearon los asesinatos.

 

Además del hecho de que usaban internet para expresar sus opiniones, los cuatro tienen dos coincidencias alarmantes. La primera es que estas cuatro personas criticaban al islam (y al resto de las religiones organizadas) y eran promotores de un pensamiento laico. Además, estaban asociadas con un sitio dedicado a esos temas, llamado Mukto-Mona. Con estos datos, hay suficientes elementos para suponer que además de cuatro casos de censura extrema, se trata también de intolerancia religiosa y crímenes de odio.

 

No hay que olvidar que las libertades de creencia y culto, en tanto derechos humanos, protegen de la A a la Z, es decir del Agnosticismo al Zoroastrismo, pasando por el Ateísmo.

 

Para Avijit Roy, escritor y activista bangladesí, la embestida de intolerancia religiosa no es nueva, sus orígenes pueden ser trazados a la guerra de liberación nacional de 1971 y sobre todo a la decisión de conceder inmunidad de facto a quienes cometieron crímenes de guerra durante es período. Jamaat-e-Islam es uno de los grupos históricamente más influyentes dentro del islam, ya que fue el primero en producir, promover e intentar imponer el islam como una ideología vinculada a la idea de revolución. Jamaat-e-Islam no ha sido investigado por los crímenes en contra de la población hindú en 1971, explica Roy, los gobiernos le han permitido seguir afianzando su influencia, tanto legal como fáctica, durante los últimos cuarenta años.

 

La complacencia y aquiescencia del gobierno de Dhaka respecto a la presencia y operación de grupos militantes y extremistas puede ser evidenciada con dos datos. Primero, si bien la constitución señala que Bangladesh es un estado laico, también designa al islam como la religión oficial del país. Esta contradicción fue recientemente señalada por el Relator de Naciones Unidas para las Libertades Religiosas y de Creencia, Heiner Bielefeldt, durante su visita oficial a Bangladesh a principios de septiembre. En segundo lugar, ya en un plano más práctico, están las declaraciones de policías y autoridades encargadas de las investigaciones de los cuatro bloggeros. Varios medios nacionales e internacionales han reproducido declaraciones condenando los asesinatos pero a la vez promoviendo la autocensura y justificando los hechos. Algo semejante a cuando a una mujer víctima de violación se le cuestiona que andaba usando minifalda o cosas por el estilo.

 

Grupos militantes con presencia en Bangladesh que a menudo cambian de nombre y de alianzas, han mantenido una confrontación abierta con las voces laicas, agnósticas o cualquier signo de menor contradicción con la interpretación militante del islam. En 2013, fue difundida por uno de los grupos afines a Jama’at-e-Islami, una lista con 84 nombres de personas ateas, agnósticas y librepensadoras. Desde entonces, han sido asesinadas más de 20 personas cuyos nombres están incluidos, de acuerdo con Zafar Sobhan, editor en jefe de Dhaka Tribune. “Más allá del origen de la lista, lo que ha quedado claro es que los perpetradores han avanzado, lenta pero metódicamente, en borrar nombres”, explica Sobhan.

 

En agosto pasado, el grupo Ittahadul Mujahidin publicó una nueva lista con 19 nombres. En esta ocasión contiene nombres de bloggeros considerados enemigos del islam. Están incluidos nombres de personas que viven en el extranjero, como refugiados o como hijos de migrantes. Se habla de que estas 19 personas se encuentran en países como Noruega, Reino Unido, Irlanda y Alemania, entre otros.

En el momento en el que como comunidad internacional analicemos cómo abordar la situación, es de vital importancia no caer en interpretaciones simplistas. La intolerancia religiosa no es un elemento exclusivo del islam sino que es una condición esencial de todas las religiones organizadas. La censura tampoco es exclusiva de un signo político determinado sino más bien es una tentación constante de toda persona que detenta algún tipo de poder.

 

La intolerancia religiosa y censura que se ha incubado en Bangladesh durante los últimos 40 años parece haberse desbordado. El odio religioso ha traspasado fronteras.

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