Amor y paz con Donald Trump

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J. Jesús Esquivel
Corresponsal de la revista Proceso en Washington
@JJesusEsquivel

 

Amor y paz con Donald Trump

 

Washington – Desde julio de 2018 cuando Andrés Manuel López Obrador se convirtió en presidente electo de México, Donald Trump dejó de atacar al gobierno mexicano.

El rubio presidente, a quien medios de comunicación de su país, como el periódico The Washington Post, le llevan un conteo diario y fidedigno de las mentiras que dice todos los días, pasó a ser un halagador de AMLO.

Entre Trump y su homólogo mexicano no se ha dado el choque de trenes que tantos pronosticaron. Ni siquiera por el tema más contencioso de la relación bilateral, y mantra de la presidencia y de los planes de reelección de Trump: la inmigración.

A lo largo de los primeros 100 días de la presidencia de AMLO, la Casa Blanca se limita a instrumentar políticas migratorias de mano dura sin asociar a México con ello, excepto de manera circunstancial y geográfica.

Trump mantiene cerrados los procesos de aceptación de peticiones de asilo por cualquier razón para con los migrantes centroamericanos, deporta de manera indiscriminada a territorio mexicano a los que atrapan sus agentes de migración en la frontera, separa a familias y encierra por tiempo indefinido a menores de edad en albergues que carecen de los estándares internacionales obligatorios. Nada nuevo. Trump, el racista.

AMLO se proclamó defensor de los migrantes centroamericanos que ahora en caravanas llegan por miles a la frontera norte mexicana, esperando cualquier oportunidad para entrar a Estados Unidos.

El presidente mexicano denunció públicamente las acciones migratorias que Enrique Peña Nieto ya afinaba con Washington para hacer de México un filtro migratorio para Trump como Tercer País Seguro, plataforma de repatriación de indocumentados no mexicanos y muro para prevenir que los centroamericanos siquiera pudieran acercarse a las garitas migratorias estadounidenses para solicitar asilo.

La semana pasada estuvo en Washington Olga Sánchez Cordero, la secretaria de Gobernación del gobierno de AMLO. En la capital estadounidense, Sánchez Cordero denunció la política migratoria unilateral de Trump y aclaró que “es equivocada la percepción” que tienen algunos de que México le hace el trabajo sucio a Estados Unidos.

Sánchez Cordero dijo esto antes de sostener un encuentro con Kirstjen Nielsen, secretaria de Seguridad Interior del gobierno de Trump y encargada de instrumentar la política migratoria de Cero Tolerancia. La prensa nunca pudo cuestionar a Sánchez Cordero sobre el resultado de su reunión con Nielsen porque, como en los tiempos de Peña Nieto, el gobierno mexicano optó por la emisión de un comunicado de prensa. La palabra de ellos como absoluta, sin rendición de cuentas.

Dos días después de la estancia de Sánchez Cordero en Washington, la nota principal de la edición impresa de The New York Times informaba que, “para no hacer enojar a Trump”, “calladamente”, el gobierno de AMLO no sólo instrumenta los mandatos migratorios de la Casa Blanca sino que incluso interfiere físicamente para evitar que los centroamericanos solicitantes de asilo ingresen a los puentes migratorios que conectan con las garitas de Estados Unidos.

Es obvio que AMLO rechazará categóricamente en la mañanera lo publicado por el Times. Como es lógico también que las sospechas sobre la colaboración de su gobierno con el estadounidense continuarán ante la falta de transparencia.

No es que en la prensa estemos buscando pleitos entre Trump y AMLO. La congruencia entre las promesas y las acciones es lo que exige la sociedad mexicana y la garantía del cumplimiento de las convenciones internacionales sobre migración y derechos humanos, violadas abiertamente por Washington.

Si existe una estrategia de amor y paz por parte de AMLO hacia su homólogo de los Estados Unidos, que por favor sea por razones personales y no por políticas de Estado e intereses nacionales. Al parecer, a nivel nacional e internacional, percibe más conveniente ser objeto de críticas que de coluciones directas o indirectas con Donald Trump.

 

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