Algoritmos, subjetividades y política

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En tiempos en los que el debate público está exacerbado y las diferentes alternativas políticas buscan diferenciarse de sus adversarios (o de sus enemigos, según se vea), vale la pena detenernos a reflexionar sobre la fragilidad de los argumentos y las discusiones de oficialistas y opositores, inclusive de su posible futilidad, a la luz de las transformaciones en las subjetividades ocurridas en el capitalismo digital. Dicho de otra forma: las transformaciones y resistencias políticas palidecen ante los enormes y profundos cambios que están ocurriendo en las subjetividades de miles de millones de personas en todo el planeta; esto es, los intensos debates entre la 4T, los conservadores, las corcholatas, los atentados, los plagios, las candidaturas y todos los elementos que aderezan el escenario político nacional se quedan en un nivel muy menor ante las transformaciones que están ocurriendo por la irrupción digital en nuestra vida cotidiana.

En este contexto, un objeto de amplísimo uso se coloca en primer lugar como dispositivo de poder: el teléfono celular o smartphone. Una pertinente aclaración: utilizo la noción de dispositivo no como aparato o device, sino en el sentido que Agamben (retomando a Foucault) otorga al concepto:

“[El dispositivo] se trata de un conjunto heterogéneo que incluye virtualmente cada cosa, sea discursiva o no: discursos, instituciones, edificios, leyes, medidas policíacas, proposiciones filosóficas; el dispositivo siempre tiene una función estratégica concreta, siempre inscrita en una relación de poder; el dispositivo resulta del cruzamiento de relaciones de poder y de saber”.

 

El celular está presente en prácticamente todas nuestras actividades cotidianas: despertamos con su alarma, usamos el GPS para ir al trabajo o una cita, consultamos el clima en una aplicación, navegamos en busca de un eléctrico o de una farmacia, discutimos y peleamos en redes sociales, acordamos un asunto en WhatsApp y hacemos una transferencia bancaria, todo, insisto, desde nuestro teléfono. Aún más, compartimos fotos personales o familiares, damos aviso a los amigos de nuestros desplazamientos del día, registramos las calorías quemadas en el gimnasio o concertamos una cita con quien hicimos match. La omnipresencia del celular en nuestro día es día es palmaria a tal punto que podemos decir que el smartphone es el dispositivo de poder-saber más extendido en el mundo y, por ende, el de mayor peligro.

Y atención, este uso no es exclusivo de fifís, clases medias o personas aspiracionistas, el celular en nuestro país está ampliamente distribuido en casi todos los sectores de la población. Los siguientes datos, de marzo de 2022, nos dan una idea de la generalización del celular en México: por cada 100 habitantes, hay 103 líneas de teléfonos móviles (4.3% de crecimiento de marzo de 2021 a marzo de 2022). Por cuanto a las líneas totales de telefonía móvil se estiman unas 130,109,321 (la población total de México en 2021 se estimaba en 126.7 millones de personas, es decir, hay más líneas que habitantes). De los más de 130 millones de líneas de celular, 84% son de prepago, en tanto 16% son de pospago; estos últimos datos nos hacen estimar que poco más de 109 millones de personas tienen una línea de teléfono celular en un esquema de prepago. En cuanto al acceso a internet se reporta que, por cada 100 habitantes, 70 tienen acceso a través de un sistema fijo, si a este porcentaje sumamos el acceso a través de la telefonía móvil podemos estimar que la cifra quizás se eleva a 100  de cada100[i] personas.

Por otra parte, la participación en 2022 de las mexicanas y los mexicanos en las redes sociales más populares arroja los siguientes datos: 89.7 millones de usuarios tienen cuenta en Facebook; TikTok 46 millones; Instagram 37.8 millones; Twitter: 13.9 millones[ii]. Muchas personas tienen cuenta en una o más redes sociales, eso es obvio, pero el punto a destacar es la amplia, muy amplia, participación de connacionales en las redes digitales, con una tendencia a incrementarse año con año.

Bastan los números anteriores para establecer que una proporción muy importante de personas en México estamos expuestas a lo que se denomina “la dictadura de los datos”. Esta expresión la acuñó Brittany Kaiser, consultora política que hizo un estudio sobre el caso de Cambridge Analytica y su papel en la manipulación de la elección de Trump en 2016 (si quiere conocer un poco más de este caso, le recomiendo el documental en Netflix titulado “Nada es Privado”).

Y en efecto, vivimos en una suerte de dictadura de los datos, o de los algoritmos para ser más preciso, ante la que nos sometemos voluntaria y hasta gozosamente. Por ejemplo, si usted googlea en busca de alguna información, activa el Maps o el Waze para llegar a un destino, compra algún artículo en Amazon, EBay o Mercado Libre, consulta el saldo de su cuenta bancaria o hace una transferencia, o simplemente postea un comentario en Facebook o hace alguna crítica en Twitter, usted está dando voluntariamente sus datos a las plataformas del capitalismo digital, que podrán hacer con ellos el uso que convenga a sus intereses. Y por supuesto, sería pecar de ingenuidad suponer que el uso de nuestra información es para un bien común, para un beneficio colectivo.

En la actualidad, las tecnologías digitales y sus algoritmos dan lugar a las estrategias de control y dominación social más difíciles de identificar. Su eficacia radica en su omnipresencia y en su uso en innumerables actividades humanas que “facilitan” la vida de millones de individuos, desde las más cotidianas y elementales realizadas con un celular, hasta las que requieren de sofisticadas tecnologías, inmensa capacidad de almacenamiento y procesadores de muy alta velocidad. Los algoritmos, en tanto procedimientos que a partir de ciertas informaciones de entrada resuelven algún problema, regulan gran parte de nuestra vida y con ello, se convierten en importantes productores y moduladores de nuestras subjetividades. La relevancia de los algoritmos y su capacidad de control es tal que son capaces de predecir con mucha precisión nuestros comportamientos a futuro, tanto en el consumo de bienes y servicios como en nuestras opciones políticas. A esta capacidad predictiva Shoshana Zuboff le llama “mercado de futuros comportamentales” y es el núcleo del modelo de negocio del capitalismo de vigilancia, del capitalismo digital.

La tecnología digital está en el corazón de los procesos de vigilancia, control y dominación en todo el mundo; si en el modelo industrial y social del fordismo la disciplina laboral era crucial para la fabricación de productos y bienes tangibles, en la producción de no-objetos físicos (como aplicaciones, programas e información) el control de las emociones y la psique es central. Como lo señala Byun-Chul Han: “El cuerpo como fuerza productiva ya no es tan central como en la sociedad disciplinaria biopolítica. Para incrementar la productividad no se superan resistencias corporales, sino que se optimizan procesos psíquicos y mentales. El disciplinamiento corporal cede ante la optimización mental”[iii]. Las tecnologías digitales son el mejor hábitat para la optimización de los procesos psíquicos y mentales que requiere el trabajo inmaterial y el control social, de allí la importancia del smartphone y sus aplicaciones como dispositivo de productividad y de dominación.

Si los algoritmos son capaces de vaticinar nuestros deseos, incluso antes de ser conscientemente deseados por nosotros mismos, entonces la ríspida discusión política, que a tantas personas sulfura, queda en un segundo plano. No es que el debate político carezca de sentido, en lo absoluto, pero en comparación con el inmenso poder de los algoritmos en la producción y modulación de las subjetividades, su relevancia es francamente menor. En este sentido, lo que usted, yo o cualquier otra persona opine en materia política, en preferencias electorales, en ideas religiosas o en el tema que sea, es de poca relevancia… siempre y cuando estemos conectados, en línea, desempeñando nuestro rol de consumidores en el mercado digital o como ciudadanos en el ágora de las redes sociales.

Por lo tanto, da igual si usted es chairo o fifí, si está a favor de la 4T o se alinea con los defensores de las instituciones, si se define de izquierda, de centro o de derecha. No importa. Lo relevante es que todas y todos nos sometemos, libre y voluntariamente, y hasta con entusiasmo, a la dictadura de los algoritmos.

[i]https://bit.ift.org.mx/SASVisualAnalyticsViewer/VisualAnalyticsViewer_guest.jsp?reportSBIP=SBIP%3A%2F%2FMETASERVER%2FShared%20Data%2FSAS%20Visual%20Analytics%2FReportes%2FResumen%20de%20Indicadores%20Trimestrales(Report)&page=vi1568&sso_guest=true&informationEnabled=false&commentsEnabled=false&alertsEnabled=false&reportViewOnly=true&reportContextBar=false&shareEnabled=false

[ii]https://www.juancmejia.com/redes-sociales/usuarios-en-mexico-de-facebook-instagram-tiktok-linkedin-snapchat-y-twitter-2022/#2_Usuarios_de_Facebook_en_Mexico

[iii] Han, Byung-Chul (2014). Psicopolítica, neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Herder, Barcelona

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