8M reloaded: El monero y el cartón infiltrado

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Esthela Treviño G.  @etpotemkin

Rompeviento TV, 24 de marzo de 2022

 

Este artículo es una respuesta solicitada por algunos a los múltiples comentarios, ideas y preguntas habidos en tuiter a propósito de mi artículo publicado el martes 15 de este mes: “8M: Un monero y dos cartones”. Quiero responder atendiendo más a cuestiones semánticas y pragmáticas de las interpretaciones a la caricatura de El Fisgón. Leí cada uno de los comentarios, agradezco cada uno. Emplearé el nombre de usuario en Tuiter de quienes cite aquí.

Gregory Rabassa, reconocido traductor de literatura latinoamericana al inglés, decía que “todo acto de comunicación es un acto de traducción”; esta aseveración encierra una idea profunda y tiene mucho de verdad. Así que una caricatura o un texto llevan detrás de la traducción presupuestos, ideas preconcebidas, prejuicios, intenciones, sesgos, todo un bagaje cultural, político, emocional, y de conocimiento del mundo; y repetidos actos de traducción. Por tanto, quien lee interpreta, y quien interpreta lleva detrás todo ese bagaje. Cuando Violeta Vázquez-Rojas dice que “la interpretación [que yo hago] es de quien lee no de quien dibuja” eso es irrebatible.

Solo para recordarles a los escuchas y lectoras, vuelvo a representar el cartón “infamado” ahora con el encabezado y, en seguida, brevísimamente, mi interpretación inicial.

ESCENARIOS DE VIOLENCIA

Mi lectura sucinta del cartón descrita en el artículo del 15 de marzo: “la violencia no tiene género, se da por igual”. “El hombre no es simplemente un aficionado al futbol, es un aficionado de un equipo particular: del Gallos del Querétaro”. “La mujer, en cambio, es una feminista, de la línea dura pero feminista”. “Equiparar la violencia de unos fanáticos del futbol contra la protesta de las feministas es un dislate, una torpeza, por decir lo menos”.

Este artículo es también una respuesta a lo que, de manera indirecta, contesta El Fisgón a nuestro “análisis prejuicioso” (la primera persona en plural, se aclara pronto):

“Réplica” de El Fisgón: “Les agradezco a @violetavr y a @rturrent el que hayan leído mi caricatura sin prejuicios. Lo que plantea mi cartón es que la infiltración de grupos violentos divide y desacredita a los movimientos legítimos. Esta es una vieja estrategia de la derecha”.  17 de marzo. Subrayado mío.

Primero: me parece revelador que El Fisgón evalúe de prejuicios[os] a aquellos, como yo, que no leyeron su caricatura de acuerdo a “lo que plantea su cartón”; eso, de inmediato, descalifica a todos quienes “fallamos” en leer la caricatura. No solo eso, sino que cualquier otra traducción, con o sin argumentación, será necesariamente prejuiciosa.

Segundo: solo dos personas, sus correligionarias, leyeron su caricatura sin prejuicios. Así, Renata Turrent anota en su tuit: “Yo leí las 2 caricaturas muy diferente: la 1ra una crítica a las infiltraciones[...]”. Violeta Vázquez-Rojas, en cambio, no habla de infiltraciones. Ella le atribuye otra interpretación al cartón: “para mí ambos dibujos eran representación de un conjunto específico, no de una generalidad, y conociendo la ética del Fisgón creo que esa era su intención”, mientras que yo apunto: la mujer feminista que representa a las feministas (una generalidad); y al hombre que yo vi como aficionado de un equipo particular de fútbol, ¿demasiado específico? A diferencia de El Fisgón, ellas responden directamente y sin evaluaciones descalificadoras.

Es significativo que Violeta (colega y, sí, nos conocemos y respetamos) haga referencia a la ética de El Fisgón: uno, su aseveración denota que lo conoce bien, dos yo le creo porque la conozco y, tres, para ella la ética del monero garantiza que la intención del mismo es la de representar “un conjunto específico” —sin decirnos cuál conjunto específico es— cuatro, infiero que es crucial que la interpretación sea esa porque le subyace la ética atribuida y, quinto, leo una implicación en el sentido de que una interpretación de generalidades no solo es incorrecta sino éticamente cuestionable.

Tercero: La usuaria Synthia le responde a El Fisgón, a Violeta Vázquez-Rojas y a Renata Turrent: “Así se entiende si uno sabe y ha visto alguno de tus programas u otros de tus cartones! (Personas infiltradas que quieren dar otro msj para que uno no ponga atención en el real o el verdaderamente importante)”. En este tuit Synthia expone el contexto del que parte para entender, correctamente, la caricatura. Yo he visto algunos programas y varios de sus cartones y, aún así, fallé. Pregunta: ¿solo las personas más allegadas al monero o que lo siguen pueden leerlo sin prejuicios? La caricatura apareció en la Jornada, lo que implica un público amplio.

Para que un acto de comunicación sea exitoso, o sea, se logre la comprensión, el interlocutor debe reconocer la intención comunicativa del hablante. También es crucial que la comunicación sea relevante y, con ello, lograr la atención del oyente-lector. La atención, la tuvo.

Cuarto: a) La frase “Les agradezco a[...] el que hayan leído mi caricatura sin prejuicios” no es un mero agradecimiento. Encierra dos presuposiciones que me interesan: una, que las personas aludidas leyeron correctamente su caricatura y, dos, que otros leyeron con prejuicios y, por tanto, leyeron incorrectamente el cartón. Infiero, de los innumerables tuits, que el rasgo más relevante de toda la discusión (en términos de una teoría de la Relevancia) es la cuestión del feminismo, no la de la violencia en el futbol. Y esto es lo que explica y vuelve preeminente la siguiente implicatura de dicha frase inicial: Aunque hubo hombres acertados en su interpretación, es a dos mujeres, y de alto perfil, y feministas a quienes elige para anunciar que ellas sí entendieron y sin prejuicios la caricatura. Eso lo salva, digámoslo así, de que se le impute una actitud insensible, hasta patriarcal, o machista.

 

Hay que preguntar por qué supone El Fisgón que otras y otros leyeron su caricatura con prejuicios y no con, por ejemplo, contextos distintos. ¿Es la única explicación posible? ¿Cuáles supone que serían tales prejuicios, los explícitos que detectara y los que la sicología social moderna llama sesgos implícitos? Soltar que leímos con prejuicios y mostrar su repudio vía un conveniente agradecimiento es cómodo y arrogante.

  1. b) Suponiendo que leyó el artículo en cuestión, recuerde Sr. Barajas que hice el ejercicio de preguntar a otras personas de distinta visión a la mía cómo interpretaban las imágenes del cartón, y el cartón en su conjunto. Admitirá que este no es un método para validar prejuicios propios.
  2. c) Voy a reiterar lo dicho en aquel artículo, y ahora aquí: que el contexto influye en la lectura del cartón. Los supuestos son contexto, los hechos son contexto, las ideologías son contexto, la historia es El contexto es fundamental en cualquier acto de comunicación (y aquí me adhiero a la Teoría de la Relevancia pragmática de Sperber y Wilson), veamos:
  • El cartón se publica el 8 de marzo, no cualquier fecha, sino la fecha del 8M. Integrar en un mismo “escenario de violencia” a un fanático futbolero, actor de una atroz violencia recién vivida, y la alusión al movimiento 8M del que se presagiaba una “muy violenta marcha” por el propio presidente, la Jefa de Gobierno, y el Secretario de Gobierno de la CDMX, es una manipulación y una provocación también.
  • El 5 de marzo vivimos una de las más horrendas acciones violentas en un estadio de futbol, el Corregidora. Me afectó muchísimo, y al ver el cartón me pregunté lo que expreso en el artículo del 15 de marzo: “¿Quién atestigua y vive esa violencia contra las mujeres, esa misma que mostraron los medios en el estadio?” ¿No era razonable, entendible al menos, leer en el cartón a un fanático aficionado del equipo del Querétaro, puño y palo en manos, participante de la violencia? De la mujer, hablo líneas abajo.
  • ¿No es razonable concluir que como ambos son escenarios de violencia, se están equiparando el de los fanáticos del futbol y el de movimientos feministas?
  1. d) El contexto del prejuicio de muchos, sobre todo, de antifeministas ha de tomarse en cuenta: “eso son las feministas: feminazis, vándalas”. Las mismas consignas para las mujeres que protestan y luchan en las Cámaras por la despenalización del aborto, para mujeres feministas como Frida Guerrera; para mujeres feministas que pintan y afectan monumentos públicos que no pertenecen al ala radical, “feminazis, no me representan”.

En aras de favorecer esa interlocución que propone Leonardo Toledo en su tuit inicial, me permito incluir los siguientes comentarios:

Mónica Mendoza, “No estereotipa a una mujer para ligarla a las violentas, dibuja específicamente a una mujer violenta. No representa a "las feministas", menos a "las mujeres". ¡Uf! les dejo el ejercicio, pero repito, son feministas las del ala dura.

Leonardo Toledo, “Lo que digo es que el presidente del Instituto de Formación Política debería considerar cuál jauría decide alimentar, porque vi muchos machimuchachos compartir el cartón complacidos por salir de escena.”

Irrational Choice, “Un cartón siempre tendrá muchas lecturas, pero vale la pena pensar a quiénes les va a gustar, quiénes lo van a replicar, a quienes interpela. La vdd es que esos cartones le cayeron bien a muchos odiadores del movimiento feminista”.

 

Lo que El Fisgón dice que plantea su cartón

Que la infiltración de grupos violentos divide y desacredita movimientos legítimos. El único movimiento legítimo que yo veo es el feminista. Dos interlocutores de tuiter apuntan:

Laura Domínguez N., “¿Cuál es el movimiento legítimo de una barra de fútbol? ¿Qu[é] promueve el movimiento de las barras, cual es su ideal, su lucha, su protesta? ¿Qué clase de movimiento es?”

Marco Rosales: “¿Que movimiento legítimo es la porra del Querétaro?”

 

Infiltrado: una persona infiltrada supone a alguien que se ha introducido subrepticiamente a un grupo y que finge adherirse a los fines del grupo.

¿Qué imagen o detalle del cartón nos permitiría, a los lectores, inferir que se trata de un infiltrado, una infiltrada?

¿Qué le hace suponer a El Fisgón, en primer lugar, que hubo infiltrados? Después de leer el excelente artículo de Alejandro Ruiz “Barrio, amor y violencia: la versión de la barra de Gallos Blancos”, publicado el 12 de marzo en Pie de Página, no es obvio que haya sido una cuestión de infiltrados.

¿Qué se esconde detrás de suponer que los actos de violencia son producto de infiltrados? ¿De infiltrados de la derecha? ¿Táctica o justificación premeditada? Todavía el 7 de marzo, el periódico El Cambio (San Luis Potosí-Querétaro) manejaba como opciones: “Las autoridades manejan varias hipótesis. Una obedece a la añeja rivalidad entre ambos equipos; otra a la complicidad de directivos y personal de seguridad del estadio; y una más a la presunta influencia del crimen organizado tanto en las filas de La Resistencia como en la Barra 51 del Atlas”.

El tuitero César Pineda escribe: “El prejuicio está en el cartón y en su monero. Podemos estar de acuerdo o no con la violencia política, pero caracterizarla siempre como infiltración y ligarla además a la derecha, criminaliza, estigmatiza y enjuicia a cualquier feminismo e izquierda que no sea la del propio monero”.

La infiltración también es una táctica de la izquierda, la historia lo ha demostrado muchas veces. Baste recordar, y El Fisgón apreciará la referencia, a la Resistencia francesa. Pero la infiltración no siempre es para generar violencia física, sino para espiar, instigar, sembrar u obtener información, por ejemplo. El Fisgón sabrá mucho más de eso que yo.

Bien, la mujer dibujada retrata también a una infiltrada. No es una feminista, sería raro hablar de feministas infiltradas en un movimiento feminista, ¿no? ¿Quién recuerda que este bloque negro, de quienes se autodenominan anarquistas feministas, tomó en el 2020 el edificio de la CNDH? ¿De esas mujeres hartas de no ser atendidas ni por esta Comisión ante la denuncia de sus hijas menores violadas? ¿De mujeres hartas de la impunidad, totalmente impotentes, tanto que llegaron a esa decisión de tomar el edificio?

Pero, si es una infiltrada ¿qué debe hacernos inferir eso? ¿Qué elementos tiene Rafael Barajas para suponer que las mujeres anarquistas son un grupo infiltrado en “el” movimiento feminista? Es interesante que, en el cartón, a diferencia del hombre que usurpa el uniforme del Querétaro, ella no usurpa ni el pañuelo verde. ¿Este grupo, también es de la derecha? ¿Qué le hace suponer o afirmar eso? No dudo que haya infiltradas e infiltrados, como en tantas protestas estudiantiles; algunos disfrazados, claro, del grupo fácilmente infiltrable como el del bloque de las anarquistas feministas. No se comprende por qué, siendo no solo ostensiblemente identificables, sino al ver que traen artefactos para golpear se les ha permitido marchar. Si son “infiltradas”, el Estado ha sido cómplice. ¿Se ha beneficiado el Estado de esta permisividad?

Para El Fisgón, en el cartón de los “escenarios de violencia” no hay un hombre ni un aficionado al futbol, se trata de un infiltrado. Tampoco hay una mujer, ni una feminista, sino una infiltrada. Pregunta, si “aficionado” es una generalidad ¿“infiltrado” no lo es?

Entonces, tenemos un cartón que reduce la violencia a la acción de grupos infiltrados, en un estadio, y en un movimiento feminista. ¿O el quid está en que serían de la derecha? Es una crítica, ¿a qué? Esa actitud de apelar a infiltrados de la derecha para explicar actos de violencia empieza a sonar a caballito de batalla para “los fines que al interesado convengan”.

La furia de las mujeres feministas tiene un trasfondo muy distinto a la de las barras del futbol.

Dice el tuit de Elisa: “Creo que el tema de la violencia (quién la usa, cuándo, para qué) es importantísimo. A mí no me pareció que el cartón equiparara, sino que me pareció una crítica a dos usos de [la violencia]. En tal caso, para mí, lo interesante está en quién y cuándo justifica esos usos”. Yo pregunto: ¿Hay contextos que puedan justificar cierto uso de la violencia? ¿Se concibe, a la par de la idea de las guerras justas, tan debatida en la filosofía, la idea de violencias justas? ¿Quién, cuándo y para qué se usa la violencia? Todo un estudio que merece la pena explorar.

Dice Alejandro Ruiz en su artículo: “[...]nada abonan los calificativos con el que cientos de personas han condenado los hechos, llamando a los agresores “bestias”, “salvajes” o “ignorantes”. Comentaristas, reporteros, funcionarios públicos y audiencias han enarbolado este discurso, cancelando con ello cualquier posibilidad de debate o comprensión en torno a lo que sucedió. ‘Querétaro no son ellos’, ha declarado repetidas veces el gobernador de la entidad[...]. ¿Quiénes sí son Querétaro, entonces?”

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