Un cuento

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Esthela Treviño, @etpotemkin

Rompeviento TV, 28 de marzo de 2023

 

¿Aburridos de dirigir su puntería a piedras, latas y demás? Toda vez, claro, que se ha asentado el talento del pulso y del acierto, como con David N. ¿Pero, ya tenemos el pulso de lo que sucede, o creemos que sucede, en nuestro entorno? Por ejemplo, el muy relevante y ahora álgido tema del llamado al voto «masivo y patriótico» —como lo dijo alguien en tuiter— para contrarrestar los embates de la SCJN, del INE y todo lo que se perciba como amenazante para la izquierda obradorista.

Sigo sin entender cómo el voto masivo es un acto de democracia. Sí, «Kant puede ser muy peligroso, pero muy útil», en hábiles palabras de Federico Anaya: no votar por ningún candidato es echar una flecha al aire y ver en qué campo cae, en el de la izquierda o en el de la derecha. Así parece confirmarlo el caso reciente de Colombia, como me recuerda un querido amigo. ¿Podría caer en el justo medio?

Hoy nos dice Ingrid Urgelles en tuiter, ante repetidos comentarios sobre anular el voto o abstenerse de votar, sobre el escepticismo de que políticos relevantes de Morena sean de izquierda, y/o sobre la franca comprobación de que varios no lo son, y que se alinean más a la derecha neoliberal, hoy nos apremia Ingrid, cito:

«El objetivo es mantener el poder y hacer las cosas bien. Si hasta el momento no ha sido lo esperado, está en nosotros exigir y presionar para que Morena no se convierta en el futuro PRI del país. Pero soltar la toalla y dejarle abierta la cancha a los de siempre, es mala idea».

Sería deseable, benéfico, imperativo, más bien, abrir el debate, la conversación, las ideas, la reflexión. Sigo siendo toda oídos y este texto es un llamado a aquello.

Hasta ahora se me esconde la democracia tan deseada, tan urgente y urgida, tras esa táctica de «mantener el poder» a costa de, si no lo que sea, sí de muy indeseables consecuencias.

Y se me fortalece el temor de ese «mantener el poder» porque nadie será como Andrés Manuel López Obrador.

Después de la entrevista que Ernesto Ledesma le hace a Jesús Esquivel en Perspectivas, el martes 24 de este mes, se deja ver muy en claro el poder que ejerce, y fuerte, el empresariado oligárquico y las Fuerzas Armadas sobre un presidente fuerte, popular, con un altísimo grado de aprobación.

Empiezo a creerle a Federico Anaya cuando dice, ha dicho en varias ocasiones, que, en realidad, el presidente es un poder débil.

Hasta este punto, yo apenas tirándole a las piedras y latas en una barda imaginaria.

Ciertamente hay quienes ya pasaron a afinar, o, tal vez, a la afición del “acierto” de su puntería a blancos de otra índole; por ejemplo, a blancos en movimiento, como le ocurrió a David N. Y si bien tales blancos eran dados sacrosanta sepultura —todo se va a aclarar en un momento, paciencia—, en atendiendo David N. las voces de horror de sus padres cambió de blancos para su puntería. No sé si sin pensarlo, pero su nuevo blanco “natural” eran niños como él.

Ignoramos cuántas fatalidades hubo. Ignoramos qué fue de sus padres; si hubo reproches, desaprobaciones, el horror de los horrores. Quizás el preludio del final de David N., insertarse en el medio represivo de la milicia, nos invite a la conjetura, o a una sorpresiva cuasi-certeza. Lo que es incuestionable es que ese talento le trajo a David N. no solo fama y condecoraciones.

Ese talento único, a David N. le trajo, también, la degradación, la ignominia, la muerte en el paredón, tal vez porque nunca más pudo volver a ver las aves. Digamos que una paloma fue su fin.

Por fin, el cuento que lo explica todo:

 

La honda de David

Augusto Monterroso

 

Había una vez un niño llamado David N., cuya puntería y habilidad en el manejo de la resortera despertaba tanta envidia y admiración en sus amigos de la vecindad y de la escuela, que veían en él —y así lo comentaban entre ellos cuando sus padres no podían escucharlos— un nuevo David.

Pasó el tiempo.

Cansado del tedioso tiro al blanco que practicaba disparando sus guijarros contra latas vacías o pedazos de botella, David descubrió que era mucho más divertido ejercer contra los pájaros la habilidad con que Dios lo había dotado, de modo que de ahí en adelante la emprendió con todos los que se ponían a su alcance, en especial contra Pardillos, Alondras, Ruiseñores y Jilgueros, cuyos cuerpecitos sangrantes caían suavemente sobre la hierba, con el corazón agitado aún por el susto y la violencia de la pedrada.

David corría jubiloso hacia ellos y los enterraba cristianamente.

Cuando los padres de David se enteraron de esta costumbre de su buen hijo se alarmaron mucho, le dijeron que qué era aquello, y afearon su conducta en términos tan ásperos y convincentes que, con lágrimas en los ojos, él reconoció su culpa, se arrepintió sincero y durante mucho tiempo se aplicó a disparar exclusivamente sobre los otros niños.

Dedicado años después a la milicia, en la Segunda Guerra Mundial David fue ascendido a general y condecorado con las cruces más altas por matar él solo a treinta y seis hombres, y más tarde degradado y fusilado por dejar escapar con vida una Paloma mensajera del enemigo.

 

FIN

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