Sobre la organización de la docencia

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Federico Anaya Gallardo

 

Le contaba a mi amigo el economista consciente (los hay, lectora) que tarde en mi vida vengo a descubrir que mi vocación no es ser académico, sino amante de la Academia. No sólo porque disfruto de sus frutos (siempre que lleven agua de la vida a la Realidad, para seguir con Ende); sino porque me parece admirable cómo se organizan las mujeres y los hombres de Academia (docentes y estudiantes). A santo de mi carrera profesional he servido como funcionario administrativo en tres instituciones de educación superior (IES) y en todas he tenido experiencias buenas y similares. En la UACM aprendí las ventajas de reducir al mínimo la burocracia universitaria y derivar todos los recursos posibles a la docencia e investigación. En la Universidad Iberoamericana-Cdmx fui testigo de la constante autocrítica acerca de qué línea de investigación es pertinente para la sociedad. En el IPN estoy orgulloso de acompañar un complejo proceso de reconquista de los derechos de la comunidad académica. En las tres he aprendido que el mundo de las y los Académicos es intrincado y que su complejidad puede ser manejada si se respeta siempre el principio de colegialidad. Eso sí, en las tres experiencias que te comento, querida lectora, he caminado al lado de personas que insisten en ligar Academia y Realidad.

 

De nueva cuenta, tomo el bastón-guía de mi amigo Francisco Robles Gil Martínez del Río. En sus revires a mis artículos previos, ha traído a cuenta temas relevantes. Por ejemplo, me recomienda comparar el modo en que diversas IES utilizan el SNI. En algunas universidades públicas, por ejemplo, los administradores académicos de programas de maestría o doctorado incluidos en el Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) se afanan por asegurar el éxito de sus estudiantes. Francisco me daba un ejemplo de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en la que “una [estudiante] en la maestría solicitó irse de estancia a Francia y le dieron además de lo del Conacyt un recurso de la BUAP.” Yo conozco de cerca los esfuerzos de la maestría de derechos humanos de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) para que sus estudiantes (que ya gozan de la beca PNPC) hagan estancias en otros países. Ciertamente no hay recursos para hacer como hizo la BUAP en el ejemplo de Francisco, pero el programa se asegura de que en la universidad-receptora haya una persona-tutora para dar seguimiento a la estancia. Esta colaboración entre docentes se extiende a la invitación de profesoras y profesores extranjeros que visitan la capital potosina para impartir materias. La revista nacida con ese programa de posgrado difunde los saberes generados y a la fecha se han publicado 160 títulos, que incluyen libros de todos los académicos involucrados, potosinos, mexicanos y extranjeros.

 

Los dos ejemplos que menciono muestran cómo los recursos de CONACyT pueden multiplicarse para que su beneficio social se incremente. Atención: uno de los objetivos del PNPC es la formación de personal docente. Es decir, se fomenta la reproducción del cuerpo académico (que es distinto que engordar los cuerpos de los marqueses académicos). Este es un objetivo urgente, lectora, porque debe recordarse que hoy en día sólo un tercio de la población tiene acceso a una IES. Si no tenemos personal docente para las nuevas universidades e institutos politécnicos no podremos resolver esa tremenda injusticia.

 

Por lo mismo, uno de los elementos que se evalúan periódicamente a quien sea parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) es cuántas personas ha formado. Es decir, cuántos trabajos de grado ha dirigido. Hoy en día existe la tendencia a eliminar la tesis como mecanismo de titulación en los dos primeros grados de tipo superior –que son dos: técnico superior universitario (TSU) y Licenciatura– así que cada vez más esta parte de la evaluación SNI se centra en el número de personas graduadas en Especialidad, Maestría y Doctorado.

 

Aquí encuentro, lectora, una “contraindicación” o “consecuencia no deseada” de la exigencia que sostuve (y sostengo) en el sentido de que la tesis no sea la única manera de titularse de TSU o Licenciatura. Si ya no hay tesis de licenciatura, se reduce el interés del personal docente por impartir clases en ese grado, pues ha desaparecido un incentivo (acumular tesis de licenciatura dirigidas) en la lucha por mejorar el puntaje SNI. En este asunto, habría que compensar la desaparición de un incentivo con otro, por ejemplo, premiando las horas de docencia en TSU y Licenciatura –e incluso, en nivel medio superior, para retomar el hilo que toqué aquí la semana pasada.

 

Ahora bien, existen IES en las que los beneficios del recurso CONACyT no se multiplican, sea por razón ideológica o sea por negligencia. En la UACM, el modelo educativo nació (2001-2005) de una muy justa crítica al sistema neoliberal. Así, recordando que el SNI nació como un complemento salarial, la UACM se planteó hacerse responsable de pagar lo justo a su cuerpo docente. Por lo mismo, aseguró que el financiamiento (que en su caso proviene en casi 90 % del DF, hoy CDMX, mañana Anáhuac) se usase en plazas de tiempo completo bien pagadas. Más del 75 % de las personas docentes son de tiempo completo (en la Ibero son sólo el 25 %). Y el salario es decoroso: unos 38 mil pesos netos cada mes (aunque acaso le parezca pequeño al gobernador electo de Nuevo León). Aparte, sólo hay una categoría salarial –para evitar que se formen secciones de privilegio dentro de la comunidad docente. Platicando esto último con mis actuales colegas del IPN, estos me dijeron –y fue un buen punto– que la inexistencia de promoción vertical en Academia podía ser contraproducente, eliminando un incentivo a la superación. Pero lo inesperado es que el sistema UACM no ha hecho agua en este último frente, sino en otro. Al no tener necesidad de acudir al SNI para complementar su salario, las y los posgrados de la UACM no tienen muchos SNIs y eso dificulta asegurar a sus estudiantes los beneficios de las becas PNPC del CONACyT.

 

No pondré ejemplos de la negligencia, pero todos tienen que ver con la ceguera de la burocracia universitaria que no valora la formación de recursos humanos de alta calidad para reponer sus filas docentes. Bien decía el Viejo Topo que el peso de los muertos oprime a los vivos... aunque en este caso Sus Señorías marqueses y marquesas están (y son) bien vivas. Tan es grave la desidia de las burocracias en las IES mexicanas (de esto hablé en otro espacio, ver Liga 1), que ¡otra vez! el gobierno federal debió entrar al rescate y creó en 2014 el programa de Cátedras-CONACyT.

 

Este programa se creó para asegurar que las personas formadas en maestrías y doctorados pudiesen encontrar empleo en alguna IES. Cátedras-CONACyT enfrenta una distorsión nacida de un éxito del SNI: hay cada vez más personas graduadas en los programas de excelencia, pero las IES no tienen plazas docentes adonde emplearlas. Tampoco hay nuevas IES y las que se crean tienden a ser diminutas.

 

En 2019, Oyuki Arce Miyaki y Redi Gomis Hernández, del Colegio de la Frontera Norte, en su artículo “Las Cátedras Conacyt en los márgenes de la subcontratación y la flexibilidad laboral” publicado en Nóesis (Ciudad Juárez, № 55-1, 2019, Liga 2) nos explicaban que Cátedras-CONACyT creaba plazas que “a primera vista constituyen empleos favorables para un sector de la población altamente calificado que actualmente encuentra dificultades para insertarse laboralmente en las instituciones académicas: contrato por tiempo indefinido, salarios elevados, prestaciones debidas -seguridad social y de salud, vacaciones pagadas, ahorros para el retiro, entre otras-, y hasta el derecho al año sabático. Pero tras estas condiciones, indudablemente beneficiosas, también se ha advertido que la relación laboral presenta una distorsión respecto de las normas clásicas de empleos, en tanto transcurren bajo un esquema triangular. (Gil Antón, “¿‘Outsourcing’ en las universidades?”, El Universal, 29 de Marzo de 2014, Liga 3.)”

 

El triángulo lo forman la persona académica o “Personal de Cátedra conacyt”, la “Institución Receptora” y el propio CONACyT. La primera y la última son quienes tienen la relación laboral, siendo CONACyT el patrón del Personal de Cátedra CONACyT. Sin embargo, estas personas trabajadoras académicas laboran físicamente fuera de CONACyT y son regimentadas por la Institución Receptora. Esto puede llevar a multitud de confusiones, pues el periodo del “nombramiento” que recibe este personal es de diez años. Un detalle importante, desde 2014, vía los Lineamientos del programa y los convenios entre CONACyT y las instituciones receptoras, se estableció que estas últimas tenían la obligación de que, en “igualdad de oportunidades (...) el Personal de Cátedra CONACYT comisionado [en ellas] pueda insertarse laboralmente (...) en un plazo razonable” (artículo 30 fracción III de los Lineamientos vigentes, Liga 4).

 

Nota, lectora, cómo regresamos a uno de nuestros primeros temas... La precariedad de los empleos docentes. SNI nació en 1984 como complemento salarial porque las IES no pagaban bien a sus empleados; Cátedras-CONACyT aparece en 2014 para crear las plazas que las IES no han abierto. En treinta años el problema estructural sigue siendo que el presupuesto de las IES no ha aumentado y su administración sigue siendo ineficaz. Resolver esto último mejorará sin duda la situación, pero México debe plantearse seriamente el aumentar los recursos destinados a la educación superior.

 

 

Ligas usadas en este texto:

 

Liga 1:

Autonomía universitaria: Momento 1 (1986-1990). Autor: Federico Anaya Gallardo

 

Liga 2:

https://erevistas.uacj.mx/ojs/index.php/noesis/article/view/2738

 

Liga 3:

¿’Outsourcing’ en las universidades?

 

Liga 4:

siicyt.gob.mx/index.php/normatividad/conacyt-normatividad/programas-vigentes-normatividad/4945-lineamientos-del-programa-catedras-conacyt/file

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