Soberbias que ciegan

  • 0

Federico Anaya Gallardo

 

La semana pasada, don José Woldenberg publicó en El Universal una columna bajo el título de “Dan Miedo”. (Liga 1.) Hablaba de la denuncia de hechos presentada por el dirigente nacional de MORENA, Mario Delgado, en la cual éste y otras 1.7 millones de personas, cuyas firmas se agregaron, afirmaron que 223 diputadas y diputados federales que votaron en contra de la iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica habrían cometido el delito de traición a la Patria.

 

Don José se leía preocupado: “Amenazaron y lo cumplieron. Y el asunto no puede verse de manera impasible. Es demasiado grave, extremo, ominoso. ¿Se darán cuenta de lo que hacen? ¿O ensoberbecidos y ciegos creen realmente que encarnan al pueblo y a la Patria?”

 

Yo no firmé, pero –luego de leer el artículo del ciudadano Woldenberg– agregaría con gusto mi firma. Paso a explicarte por qué, lectora.

 

Se pregunta don José si las y los denunciantes están tan ensoberbecidos y ciegos que se consideran a sí mismos Pueblo y Patria. (Por cierto, lectora, nota que Woldenberg –y El Universal– ponen mayúscula en “Patria” pero minúscula en “pueblo”. Yo pongo mayúsculas a ambos, pues son lo mismo.) Respuesta a don José: las y los firmantes-denunciantes-de-hechos tienen todo el derecho a considerarse Pueblo y Patria. Al hacerlo, hacen exactamente lo mismo que Woldenberg y muchas otras personas de la alta intelectualidad. Ellas y ellos nos dan cátedra a todos los demás, dando por hecho que ellas y ellos sí saben qué es Pueblo, qué es Patria, qué es Nación, qué es Economía, qué es Mercado, qué es Democracia, y qué son una gran cantidad de cosas que sólo pueden comprender cabalmente las y los Altos Intelectuales del círculo rojo.

 

¿Recuerdas, lectora, que hace unos días ellas y ellos (high intellectuals) nos dijeron, muy serios y orondos, que en México no hay racismo sistémico? Cuando uno lee la soberbia con que esa clase nos dicta cátedra hasta parecería que vienen de otro mundo ó de otra dimensión, que más que high intellectuals son en realidad un High-Elves de un cuento de Tolkien… pero no. El creador de los elfos del Señor de los Anillos nos habla desde la fantasía y José Woldenberg, aunque se pasea por el espacio público mexicano con gran dignidad élfica es sólo un ser humano –exactamente igual de ciudadano que cualquiera de los 1.7 millones que creen que los diputados opuestos a la reforma eléctrica obradorista son traidores a la Patria.

 

Lo que el venerable don José no entiende es que, en materia política, todas y todos los ciudadanos tienen derecho a su opinión –no importa lo extraña y bizarra que esa opinión le parezca a su conciudadanía. Aparte, las y los diputados tienen una protección especial para expresar sus opiniones pues están investidos de la representación popular. A las personas legisladoras del PAN, PRI, PRD y MC no se les impidió defender sus puntos de vista en la más alta tribuna. Por eso es que el debate del Domingo 17 de Abril de 2022 duró tantas horas.

 

Lo que a nuestro elfo sabio se le olvida es que las y los ciudadanos tenemos un derecho paralelo y concomitante a valorar las acciones de nuestros representantes. Y por lo mismo, cualquiera puede opinar o que las legisladoras de MORENA, PT y Verde son “paleras” o que los legisladores de PAN, PRI, PRD y MC son “traidores”. De nuevo, estamos ante la simple y llana expresión de una opinión. Yo no veo nada temible en todo esto.

 

¿A qué le teme Woldenberg? Recordemos que el ciudadano expresidente del IFE es sociólogo de formación. No es irrelevante que 1.7 millones, 1.84% de los electores registrados, crean que las y los 223 diputados son traidores a la Patria. Por eso es que a mitad de su artículo, don José se pregunta alarmado si esos denunciantes de hechos “¿De verdad, están locos o enloquecidos?” Tal vez. Yo (y sospecho que también los 1.7 millones de personas denunciantes) creo que Woldenberg y el resto de la vieja élite están locos (ajenos a la realidad social) y enloquecidos (por el síndrome de abstinencia de no ser más favoritos del poder instituido).

 

Y de nuevo, esa calificación mutua de “locos” y “enloquecidos” es parte de la siempre volátil Democracia (que a mí me gusta llamar poliarquía). Para que la opinión de don José, o la de los 1.7 millones de denunciantes de hechos se convierta en un proceso penal faltan muchas cosas que el licenciado en sociología, maestro en estudios latinoamericanos y doctor en ciencia política Woldenberg debería saber. Por ejemplo, el ministerio público federal debe analizar si en la denuncia de hechos hay ó no hay elementos para suponer la existencia de un delito. Para que esto ocurra no basta la opinión de uno, de diez, de cien o de dos millones. Si la Fiscalía General de la República asumiese que pudo haber un delito, capaz que ese no es el de “traición a la Patria…” Los juegos y rejuegos que todas y todos presenciamos en el debate de la reforma constitucional en San Lázaro tal vez arrojen datos de prueba de otros delitos (enriquecimiento ilícito, cohecho, peculado, por ejemplo).

 

En otras palabras, y para tranquilizar a nuestro sabio elfo, la denuncia de hechos no necesariamente implica acusación en materia penal. Y no estamos hablando de teoría. Justo acabamos de ver un caso –cargadísimo de intereses político-constitucionales, por cierto– en el que los tres denunciantes de hechos alegaban que habían sido “privados ilegalmente de su libertad” (es decir, que habían sido secuestrados) por la alcaldesa de Cuauhtémoc, Ciudad de México. Sin embargo, el ministerio público, luego de analizar los elementos que las presuntas víctimas acompañaron a su denuncia, y de revisar los datos de prueba que la alcaldesa proporcionó, decidió que no imputaría a la alcaldesa ese delito. Sí le imputó robo, discriminación y abuso de autoridad. Por este último, era menester separar judicialmente de su encargo a la oficial electa. Y si la separación duraba más de dos meses, habría que sustituirla y convocar a elección extraordinaria. ¡Grave cosa! El proceso penal sobre los dos primeros cargos se agotó al resarcir la alcaldesa lo robado, ofrecer disculpas y recibir perdón. No habrá juicio por el tercer delito (abuso de autoridad) porque la alcaldesa aceptó firmar con las víctimas un convenio y el mismo se está cumpliendo.

 

El el caso de la iracunda alcaldesa de Cuauhtémoc, ocurrió lo razonable: los denunciantes de hecho dijeron su opinión, el ministerio público imputó los delitos que podía acreditar y sobre éstos (y no sobre la opinión no especializada de los denunciantes) se abrieron los procesos.

 

Así que Woldenberg debería tomar un té de Tila y respirar profundamente. Las opiniones (las de él y las de los 1.7 millones de denunciantes de hechos) deben procesarse razonablemente. Pero, como dice el ciudadano que vive por ahora en Palacio… “el león cree que todos son melenudos”. Mira, lectora, lo que don José dice de los denunciantes: “No saben vivir en una sociedad modelada por una diversidad de ideologías, sensibilidades, intereses” … “La demagogia debería tener límites” … “todos aquellos que firmaron o acompañan la denuncia de Morena, tienen ya un lugar destacado en el museo de la infamia. No son políticos democráticos, son autoritarios, carentes de ética y proclives al despotismo.”

 

¿Y qué nos mereceremos por ello? ¿Propondrá don José Woldenberg, en augusto panel de expertas y expertos, que se nos retiren los derechos ciudadanos hasta que no aprendamos a opinar exactamente lo que dicten los Altos Elfos –perdón, los grandes intelectuales?

 

Ligas usadas en este texto:

 

Liga 1:

https://www.eluniversal.com.mx/opinion/jose-woldenberg/dan-miedo

 

Morena: democracia y redención
Atrás Morena: democracia y redención
Proceso penal a César Duarte / Ayutla-Tamazulapan: acuerdo entre ladinos / Claudio X-Alito: Hay tiro
Siguiente Proceso penal a César Duarte / Ayutla-Tamazulapan: acuerdo entre ladinos / Claudio X-Alito: Hay tiro
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *