Ser mujer y luchar por justicia en Chimalhuacán: la marcha por Diana y Norma

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Por: Luz María León y Paola Atziri Paz

El frío con el que amaneció el domingo 19 de enero es sintomático de lo que significa la lucha por verdad y justicia en uno de los municipios más letales para las mujeres: Chimalhuacán. 

Chimalhuacán ocupa el primer lugar en feminicidios en el Estado de México con 2.4 casos por cada 100 mil habitantes, según cifras oficiales, y es de los 11 municipios mexiquenses que cuenta con la Alerta de Violencia de Género desde 2015. Pese a esto, la violencia feminicida y las desapariciones de mujeres no han disminuido.

"¡¿Dónde están, dónde están, nuestras hijas dónde están?!" fue uno de los primeros gritos con los que comenzó la marcha desde la calle Quetzalli y 4a Torre, convocada por las familias de Norma Dianey García García, desaparecida el 15 de enero de 2018, y de Diana Velazquez Florencio, desaparecida y asesinada el 2 de julio de 2017.

En medio de saludos y miradas atentas al paso de las mujeres que buscan justicia para sus hijas, quienes acompañamos la movilización - vecinas, mujeres organizadas como las que integran el colectivo Nos Queremos Vivas Neza y periodistas - notamos que la presencia de personas no es la misma que cuando se convoca a una marcha en la Ciudad de México, ésta va conformada por alrededor de 100 personas aunque pareciera que son cientos más ante las fuertes voces que sacuden las calles que vamos recorriendo. Muchas de éstas provienen de niñas y niños pequeños, quienes a su corta edad saben lo que es sobrevivir a la violencia y salir a exigir un alto también a la indiferencia de la población ante los feminicidios.

Uno de los niños que acompañó la marcha porta un cartel afuera de la UEPAVIG. Foto: Luz María León

Es domingo y sobre la calle de Quetzalli hay un tianguis, por lo que nos vamos encontrando vendedores, trabajadores en sus bicitaxis y familias completas que aprovechan este día para hacer el mandado o reunirse. Sus rostros muestran desconcierto al recibir los volantes en los que se explica el por qué de la manifestación, al ver las cruces rosas y leer los nombres de chicas, niñas y niños en carteles o mantas que recuerdan que a ellas y ellos les arrebataron la vida; pero también es cierto que no les es ajeno, que pese a que no conozcan a fondo los casos, el miedo se aloja en las personas de la zona, a veces intentando que ese sentimiento y también los estigmas que existen sobre sí mismos por habitar ahí no les definan. 

Pero desde hace más de dos años las familias García García y Velázquez Florencio no pueden hacer lo mismo, no hay día en el que en diferentes momentos no sientan el coraje y el temor ante lo que nunca llega, porque les hacen falta sus hijas. Se acompañan unas a otras, se conocen entre sí porque todas buscan lo mismo ante las mismas autoridades y reciben también las mismas respuestas: “no hay avances en la investigación”.  Es en el camino, entre el dolor y la rabia, donde también tienen que sortear las intimidaciones y las amenazas para seguir, es ahí donde se reafirma el por qué insistir pese a la adversidad de las circunstancias.

El feminicidio de Diana y la desaparición de Norma Dianey

Lidia Florencio, mamá de Diana, lleva 30 meses trasladándose de un municipio a otro en el estado gobernado por Alfredo del Mazo Maza, donde 3 de cada 4 mujeres han sufrido algún tipo de violencia. Ella lucha por justicia en el Estado de México para que su hija “no sea una olvidada más” y asegura que “desgraciadamente en este andar que hemos recorrido hemos visto que pocas mujeres se atreven a alzar la voz, pocas mamás lo hacen... yo creo que por el sistema, porque nos reprimen, nos intimida. De alguna manera yo me he dado cuenta porque yo lo he vivido, lo he visto, a las familias muchas veces las llegan a comprar”.

“Aquí los gobiernos les dicen '¿sabes qué? yo te voy a pagar todos los gastos del funeral', por decir, le van a pagar la fosa, le pagan todo. Pero de alguna manera, ya desde ahí, no hacen nada y entonces vemos que sí las están comprando, las están intimidando. Eso a mí me llena de mucha rabia porque no puede ser que una vida de una mujer se pague así, ¿no? debe de haber una justicia tanto que se castigue al responsable que cometió el crimen como que también paguen las autoridades porque por lo regular las autoridades son las responsables de que nosotros no puedamos acceder a la justicia”, dice Lidia mientras acomoda entre sus manos la foto de su hija. 

"Escucha, Tolentino, las mujeres no se callan. Es un feminicida y lo decimos en tu cara" exclaman señoras y jóvenes que señalan al antorchista Jesús Tolentino Román Bojórquez, presidente municipal de Chimalhuacán, de no responder contra la violencia feminicida en el municipio. De pronto nos acercamos a la Unidad Especializada Contra La Violencia Intrafamiliar y de Género (UEPAVIG) sobresale la palabra en voz alta de Laura, hermana de Diana. Al paso de la movilización se siguen repartiendo volantes y pintando stenciles con la exigencia de justicia para Diana, luego el contingente se detiene frente a la dependencia.

María de Lourdes García, madre de Norma Dianey frente a la UEPAVIG. Foto: Luz María León

María de Lourdes García lleva dos años buscando a su hija Norma Dianey, quien desapareció el 15 de enero de 2018 tras salir de trabajar de una tienda departamental y subir a una combi en Nezahualcóyotl, municipio que colinda con Chimalhuacán y que cuenta con su propia Alerta por desaparición de personas. Al día siguiente de no saber nada de la joven de 24 años, su madre recibió un mensaje solicitando rescate por su hija. Pese a que levantaron denuncia por secuestro, las autoridades no la encontraron, pero en ese mismo enero detuvieron a dos personas, padre e hijo, quienes confesaron haber secuestrado, violado y asesinado a Dianey.

De acuerdo con las declaraciones de los presuntos culpables, el cuerpo sin vida de Norma fue dejado en las Pirámides de Teotihuacán. Sin embargo, al día de hoy María de Lourdes no ha visto el cuerpo de su hija, por lo que no tiene certeza de su supuesto asesinato.

¿Por qué marcha en Chimalhuacán? La familia García García siempre ha vivido en esta zona del Edomex, y aunque su carpeta de investigación se encuentra en Neza, no hay un solo avance en la búsqueda de Dianey, por lo que exige a las autoridades de Chimalhuacán le ayuden a buscar a su hija. “Es muy duro, yo sé que no tengo apoyo de nadie ni de las autoridades, desgraciadamente estamos con el tiempo corriendo porque nos están investigando. Es la primera marcha que hago en Chimalhuacán y no voy a parar. Voy con todo y caiga quien caiga”, aseguró María de Lourdes.

UEPAVIG, el silencio

La manifestación de ambas familias y mujeres continuó por la avenida Gregorio Melerio y se detuvo frente la Unidad Especializada Contra la Violencia Intrafamiliar y de Género de Chimalhuacán. En medio de pintas en las paredes de esta institución, de la vigilancia y miradas de los policías, las madres de las mujeres víctimas de violencia machista enfrentaron y reprocharon con enojo la inacción de las autoridades. “Nosotras no quisiéramos estar aquí, quisiéramos estar con nuestras hijas tomando un té”, dijo en el altavoz Araceli Osorio, madre Lesvy, quien acompañó de manera solidaria a Lidia y Lourdes.

La UEPAVIG ha sido señalada por las familias de las víctimas de la violencia machista de no actuar con perspectiva de género, dilatar en los procedimientos para levantar las denuncias, entre otras cosas.

Fue ese mismo lugar al que el 3 de julio de 2017 acudió la familia de Diana Velázquez a levantar la denuncia por su desaparición, donde presuntamente iniciarían la búsqueda de manera inmediata. No obstante, las acciones de la UEPAVIG sólo consistieron en que una de sus patrullas acompañó a la familia a pegar volantes en cinco puntos del municipio para tomar fotos de cómo se estaban pegando.

A pesar de que la familia de Diana acudió a primera hora del 2 de julio a la Procuraduría General de Justicia de Chimalhuacán para levantar la denuncia por desaparición, se le negó la solicitud al responderle que debía esperar 72 horas para realizarla y se revictimizó a la joven con comentarios que muchas madres de mujeres desaparecidas en el país han tenido que escuchar: “se fue de fiesta o con el novio”.

Desde ahí comenzó la indolencia de las autoridades, ya que de acuerdo con el Protocolo Homologado para la Búsqueda de Personas Desaparecidas y la Investigación del Delito de Desaparición Forzada, los Ministerios Públicos no deben esperar hasta ese momento para levantar la denuncia formal, en tanto que existen medidas que deben implementar los policías de investigación o peritos entre las 24 y 72 horas.

Lidia Florencio y Laura Velázquez, madre y hermana de Diana, junto con la pequeña Camila afuera de la UEPAVIG. Foto: Luz María León

Fue Lidia Florencio, madre de Diana, su hermana Laura, su padre y otros familiares quienes en medio de la angustia y desesperación, salieron a buscarla a la calle y a los hospitales, entre otros lugares. Además, su familia llamó durante horas a los dos teléfonos celulares que Diana tenía; finalmente una mujer contestó uno de estos y dijo que lo había comprado en un lugar cerca de su casa. Pese a la solicitud de la familia para conseguir la sábana de llamadas del teléfono de la joven desde el primer día, las autoridades mexiquenses se tardaron en hacer los trámites e incluso no fueron firmados por un juez de control hasta después de un año. 

En el caso de Diana, y no solamente en el caso de Diana, casi en la mayoría de los casos actúan de manera omisa, negligente o son ineptos. No conocen los protocolos, todos los tratados internacionales para que nosotros podamos acceder a esa justicia, entonces ya después cuando uno decide seguir adelante pues también nos damos cuenta que nos hacen dar vueltas y vueltas para una cosa insignificante que no tiene avances y nos dicen 'vénganse para acá a la Fiscalía' y yo siento que esos son cansados, esos procesos son demasiado cansados y lo hacen porque lo que ellos quieren es que nos cansemos y que digamos ya desistamos de este proceso. Hemos visto todas esas irregularidades, todas esas omisiones, pero pues la vida de mi hija para mí valía demasiado, no hay precio que se pueda decir 'mi hija valía tanto' y ahora ya pagaron y yo ya no voy a seguir. Creo que eso es lo que nos mantiene aquí: el coraje y la rabia, y vamos a seguir exigiendo justicia por ella", asegura Lidia, quien junto con Laura lucha no sólo por su hija sino por todas las mujeres víctimas de la violencia y acompaña a sus familias en el Edomex y la CDMX.

Frente a la incapacidad del Estado para brindar justicia y encontrar con vida a las desaparecidas, las familias de víctimas se valen de todos los recursos, incluso los espirituales para ofrendar a las que ya no están y pedir por el regreso de las que faltan. Una vez que la marcha llegó al Calendario Azteca del Bordo de Xochiaca, las mujeres, familias y personas solidarias realizaron un ritual por Diana y Norma Dianey.

Mujer toca el caracol frente al Calendario solar, en las inmediaciones del Guerrero Chimalli. Foto: Luz María León

Foto de Diana sobre flores y semillas durante el ritual. Foto: Luz María León

Ser mujer en el Edomex, implica ser atravesada por diversas violencias, resistir cada día para no ser desaparecida o asesinada.

La centralización de los centros de trabajo y de las escuelas en la CDMX, así como la marginalización de las personas que viven en el Edomex, la precarización, los altos costos en el transporte y el despojo se traducen también en la concentración de las protestas y la cobertura mediática en el centro de una de las ciudades más grandes del mundo. Estas condiciones se vuelven un riesgo aún mayor cuando le sumas ser mujer. 

“Para mí es como una travesía siempre estar cruzando a CDMX para trabajar ir a la escuela, manifestaciones allá… Siento como una carga doble, como que todas las cosas que tenemos que hacer cotidianamente y además cargar con esta situación de la geografía que es compleja, el transporte, las rutas, el pasaje y en el camino atraviesas un montón de cosas: asaltos, feminicidios, desaparecidas, a veces no puedes detenerte. La situación es tan alarmante que quisiéramos acompañar más, pero ves en actos como este que no somos más de 100 personas y (vamos) con el asedio constante de la policía. Vivir en el Estado de México es movido, es como una cumbia”, cuenta Yelitza, quien vive en Nezahualcóyotl y acompaña los movimientos feministas en uno de los estados más letales de México para ser mujer.

Rebeca frente a las cruces en el Bordo de Xochiaca. Foto: Luz María León

Rebeca es una de las jóvenes que participan en esta manifestación y que acompañan a las familias desde hace varios años, a ella se refiere Lidia como una de las primeras que se acercaron a apoyarla. A pesar de que ella no vive en el Estado de México, ha decidido estar y organizarse con las mujeres en esta entidad porque desde hace años tiene claro que las autoridades no sólo no combaten la violencia sino también la permiten:

"Ser mujer en el Estado significa resistir todos los días porque pareciera que en estas geografías el ser mujer es un sinónimo de poder ser violentada, de ser cosificada, de ser asesinada, de ser utilizada como un objeto sexual o para los fines que los vatos o los machos piensan, incluidas también las autoridades porque las autoridades están en todo este proceso de violencia. Es resistir todos los días ante esto, desde el vestirte y salir a chambear o salir a la escuela, eso ya es resistir y que las compas a parte pues se tienen que rifar, que muchas veces viven en condiciones de precariedad, viven en barrios demasiado marginales y que entonces también tienen que sacar esa violencia económica que sufren, entonces le sumas la violencia económica, la violencia feminicida, también la violencia que ejercen en su casa porque también aquí se ejerce un chingo el patriarcado y el machismo”.

Una de las locatarias en Av. Bordo de Xochiaca muestra uno de los volantes entregados durante la marcha. Foto: Luz María León

Luego del ritual sigue la ruta por Av. Bordo de Xochiaca logrando captar nuevamente la atención de quienes arriban al Mexibús, de comerciantes, tenderos y transeúntes. Al llegar al río del Bordo, convertido ahora en un canal de aguas negras, nos percatamos que policías rodean el lugar. Ningún vecino se acerca al punto donde hay dos cruces rosas de madera, colocadas en memoria de las víctimas de feminicidio, ahí Lourdes y Lidia comienzan acomodar un lazo con una manta que lleva la foto de sus hijas con la sentencia "Chimalhuacán, municipio del Estado de México. Responsable de las desapariciones y feminicidios".

Entonces comienzan a reafirmar sus exigencias, a nombrar a Diana y Dianey al tiempo que ponen flores de color rojo, amarillo y blanco de cada lado de las cruces, en la del lado izquierdo se lee la palabra “Justicia”, que más que eso se vuelve horizonte. Se vuelven a mirar a unas a otras, dejan el lugar de tal manera que la manta resalta entre el cielo gris con el fondo lleno de cables y la hierba seca sin cortar. Luego cada una de las asistentes que había tomado un puño de semillas del ritual comienza a arrojarlas al río, un acto simbólico de resistencia de la vida ante la muerte, de lo que nace ante lo que es olvidado ahí. Así, se van soltando las semillas, yéndose con la corriente de aguas negras, bolsas de basura y botellas.

Mila Soseki junto al Bordo de Xochiaca. Foto: Luz María León

A diferencia de lo que ocurre en la CDMX, las protestas en la periferia se desarrollan en un escenario sombrío, en el que la multitud de voces que suelen gritar en Paseo de la Reforma apenas se cuenta por decenas. Las mujeres del Edomex se quejan de la falta de voluntad y acompañamiento de quienes únicamente se movilizan en la capital.  “La no reciprocidad, porque nosotras siempre nos desplazamos a los centros a apoyar las otras luchas y cuando pedimos apoyos difícilmente se recibe lo que damos”, asegura Mila Soseki, joven que reside en Santa Clara Coatitla, Ecatepec.

“Las mujeres acá en el Estado son bien guerreras y se rifan con todo, y educan a sus morros y conviven con sus jefas, y sacan el día a día y conviven en situaciones de violencia que pues a veces se normaliza y que no está chido que se normalice, pero ellas se rifan. Históricamente se han rifado siempre en el Estado e históricamente el Estado se ha convertido en el desecho de la ciudad, entonces creo que pues eso para mí es ser mujer en el Estado".

Con estas últimas palabras describe Rebeca aquello que de manera literal tenemos frente a nosotras: el bordo de Xochiaca, en las inmediaciones del basurero más grande de la ciudad, la frontera entre los municipios de Chimalhuacán y Ciudad Nezahualcóyotl, pero sobre todo el sitio que los feminicidas han convertido en una especie de cementerio.

 

 

 

 

 

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