Popularidad y resultados

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Aceptemos que el principal activo del obradorismo deriva de que, en tanto movimiento devenido gobierno, ha logrado dar voz, presencia e incluso representación a los sectores sociales históricamente marginados, silenciados, excluidos. En efecto, el amplio movimiento social encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador ha logrado convertirse en la expresión de millones de personas que durante décadas fueron invisibilizadas por los gobiernos en turno, o cuando más, utilizadas como repositorio de votos y de apoyos políticos en determinadas coyunturas.

El palmario respaldo y popularidad del presidente (que según las encuestas ronda el 60%) se explica así por la identificación y la querencia de millones de pobres hacia López Obrador, quien, por su parte, ha sido especialmente sensible e inteligente para captar y encauzar los reclamos y las demandas sociales de los sectores sociales históricamente más desfavorecidos. La marcha del 27 de noviembre, que convocó a decenas de miles de obradoristas voluntarios y también a un buen número de seguidores por conveniencia, temor o amenazas, es la expresión de la enorme popularidad de la que goza el presidente Andrés Manuel López Obrador. Una popularidad que la derecha no solo no entiende, sino que se atreve a “explicar” a través de juicios de valor poco, o nada, fundamentados: es gente manipulada, tienen miedo a perder sus apoyos, son borregos, es gente sin capacidad analítica y vaya usted a saber cuántos otros epítetos y argumentos para tratar de explicar lo que están imposibilitados de comprender por sus anteojeras de clase, de raza, de privilegios, de posición social, de odio inclusive.

Ese respaldo popular ha sido fundamental para que la Cuarta Transformación haya logrado alcanzar importantes reivindicaciones sociales, como el incremento al salario mínimo, la pensión universal para personas adultas mayores, las becas para jóvenes y estudiantes, la mayor recaudación fiscal, los apoyos permanentes para personas con discapacidad, e inclusive que haya acotado (que no eliminado) la corrupción. Los logros están allí y negarlos es tarea ociosa.

El problema, en mi opinión, es que los logros y los resultados no se corresponden con la popularidad y el enorme apoyo del que goza el presidente. Y los rubros en los que se esperarían mucho mejores resultados no son cosa menor ni ajenos a los problemas que aquejan a la sociedad en su conjunto. La siguiente relación, sin ser exhaustiva, busca puntualizar algunos de los problemas más agudos que acusamos como país, en los que los resultados del gobierno de la 4T han quedado a deber, y mucho:

  • Violencia de género. Entre la enorme popularidad presidencial y los resultados en materia de erradicación de la violencia de género, en particular en su expresión más radical, los feminicidios, hay una inmensa e inexplicable brecha. Los números no dejan lugar a dudas: en México más de 10 mujeres son asesinadas diariamente. La cifra, escalofriante de por sí, deja ver que estamos ante un problema de grandes proporciones al que las políticas públicas no han sabido, o no han podido, dar al menos visos de solución. ¿De qué sirve la popularidad presidencial si más de 10 mujeres son asesinadas cada día? ¿Qué sentido tiene contar con el respaldo del 60%, o más, de la población si las mujeres siguen siendo acosadas, maltratadas, golpeadas, humilladas y asesinadas? Las Alertas de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM) no han tenido una respuesta significativamente diferente entre los gobiernos anteriores a la 4T y la actual administración; vamos, ni siquiera en aquellas entidades en las que gobierna Morena, como en el estado de Veracruz. De acuerdo con el Observatorio Universitario de Violencia contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana, entre enero y octubre de 2022 en el estado de Veracruz hubo 77 feminicidios, 85 homicidios, 556 desapariciones y 403 agresiones (https://www.uv.mx/apps/cuo/ouvmujeres/).

Es evidente que la violencia de género no está en la agenda del presidente López Obrador, inclusive, sus concepciones sobre el tema son (ni modo, hay que decirlo) más bien conservadoras. Integrar un gabinete paritario, o cuando menos con mayor número de mujeres que otras administraciones, no es suficiente, es más, ni siquiera puede concebirse como una política feminista. Insisto en el punto: ¿por qué la popularidad no se ha traducido en resultados? ¡Estamos hablando de la vida de miles de mujeres!

  • Personas desaparecidas. En la administración del presidente López Obrador más de 31 mil personas han sido reportadas como desaparecidas; si el dato se compara con las anteriores administraciones, el gobierno de la 4T sale muy mal parado: “en los primeros cuatro años del gobierno del político tabasqueño, el número de personas desaparecidas y no localizadas aumentó 300 por ciento en comparación con el mismo lapso del gobierno de Felipe Calderón y 60 por ciento respecto del gobierno de Enrique Peña Nieto” (https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/2022/09/08/con-amlo-aumenta-300-numero-de-desaparecidos/). De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, en México hay 108,580 personas en estas circunstancias. El dato es brutal, ominoso y la mejor evidencia de que la deuda en nuestro país en materia de derechos humanos es inmensa. Las acciones de la Comisión Nacional de Búsqueda a todas luces han sido importantes, pero insuficientes para avanzar en la localización de las más de 108 mil personas desaparecidas. Se necesita mucho mayor presupuesto, capacidad operativa, expertos en áreas forenses, policías especializados en búsqueda y localización de personas, transformaciones en el Poder Judicial y, sobre todo, voluntad política para que la crisis en materia de derechos humanos por desaparición de personas sea superada; México no podrá levantarse como un país fuerte, justo, democrático y en paz mientras no cerremos el oscuro capítulo de las desapariciones, incluidas por supuesto, las desapariciones forzadas. Nuevamente hago las preguntas: ¿De qué sirve la inmensa popularidad presidencial si no somos capaces de frenar la desaparición de personas? ¿Para qué sirven las aclamaciones al presidente si miles de familias siguen sin dar con el paradero de sus seres queridos?
  • Reforma fiscal progresiva. El tema ha sido sistemáticamente dejado de lado por el presidente López Obrador bajo el argumento de que no es necesario cobrar más impuestos, que con solo eliminar la corrupción el dinero para los apoyos sociales alcanza. Es cierto que uno de los logros más importantes de la administración federal ha sido incrementar la tributación sobre la base del cobro a los grandes deudores, sobre todo a las grandes empresas, sin embargo, hay que considerar que, en el largo plazo, los derechos sociales consagrados en la Constitución van a crecer por el simple incremento de la población y no habrá recursos suficientes. Por otra parte, el mismo crecimiento poblacional exige incrementar la tributación para responder a las crecientes demandas en salud, educación, alimentación, infraestructura, etc. El fortalecimiento de las finanzas públicas es clave para dar respuesta eficiente y puntual a las muchas demandas sociales, entre otras, a la violencia de género y a la crisis de los derechos humanos por desaparición de personas.

Por otra parte, gravar los altos ingresos y reducir los beneficios fiscales para quienes ganan más es un tema de elemental justicia social, por lo que resulta sumamente extraño que el presidente no haya aprovechado su enorme popularidad para emprender una profunda reforma fiscal progresiva que fortalezca las finanzas públicas. Con un 60% de aprobación es de suponer que, si el presidente emprendiera una reforma fiscal progresiva, su iniciativa gozaría de un amplio apoyo popular. Entonces, ¿Para qué sirve la popularidad si no se emprenden acciones encaminadas a ampliar los márgenes de la justicia social? ¿Qué sentido tiene la popularidad si no es para impulsar las reformas que el país necesita?

Por supuesto, hay muchos otros rubros en los que el gran apoyo y la popularidad del presidente no se han traducido en políticas públicas transformadoras, por mencionar algunos, en la educación y la atención de las infancias y juventudes en la pospandemia, en materia de protección ambiental, en la inexplicable postergación de la aprobación de la Ley General de Aguas Nacionales, en el fortalecimiento y la descentralización del arte y la cultura, en la política de educación superior, ciencia y tecnología (por cierto, ¿dónde quedó el dinero de los fideicomisos?) y por supuesto, en la transición a un sistema de seguridad integrado por policías y funcionarios civiles, profesionales y capaces. En su lugar y como sabemos, y como lamentamos, se optó por militarizar la seguridad pública y muchas otras áreas de la función pública.

Insisto en el punto: ¿Para qué sirve la popularidad si no se traduce en acciones y resultados de gobierno? ¿Qué sentido tiene el amplio respaldo popular si no es para emprender las reformas que el país necesita?

Son preguntas abiertas, ¿qué opina usted?

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