Irma Martínez vio por última vez a su hijo Felipe de Jesús Olvera Martínez el domingo 3 de marzo de 2019 luego de que lo vio salir de su casa rumbo a la tienda en la colonia Primavera, alcaldía Tlalpan. Ella recuerda perfectamente, como si hubiera sido ayer dice, que estaba sentada en unos escalones frente a su casa mientras esperaba a que regresara su esposo, quien había ido a comprar comida, cuando observó que su hijo salió del domicilio.
Ese mismo día ella se enfermó y fue hospitalizada, por lo que fue hasta el martes 5 de marzo que tras recuperar la conciencia supo que su hijo no había regresado a casa y pese al malestar físico que presentaba, lo buscó por toda la colonia sin éxito alguno. Al día siguiente fue a reportarlo como desaparecido al extinto Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes (CAPEA) de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJ-CDMX), la redirigieron a una Agencia del Ministerio Público en Tlalpan, de ahí la enviaron a la Fiscalía Especializada en la Búsqueda, Localización e Investigación de Personas Desaparecidas (FIPEDE), donde por fin le tomaron su denuncia.
No obstante, la FIPEDE no ordenó los servicios periciales hasta dos meses después luego de que ante la falta de acciones para iniciar la búsqueda de su hijo y para brindarle información sobre el caso, Irma tuvo que interponer un amparo ante un Juez de Control para presionar al Ministerio Público a fin de que se le diera información sobre los avances.
Desde entonces comenzó un doloroso y cansado camino burocrático para exigirle a las autoridades que actúen conforme al Protocolo Homologado de Búsqueda y Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares, sobre todo al tratarse de un menor de edad como Felipe.
Irma, como miles de familias de víctimas de desaparición en México, por su propia cuenta y con el apoyo de colectivos como el de Hasta Encontrarles CDMX, ha aprendido cómo se solicitan las búsquedas y ha aportado datos que puedan ser útiles en la investigación, pero sobre todo se ha dado cuenta de que es en la colectividad y en la unión con familiares de otras personas desaparecidas donde ha encontrado un genuino acompañamiento, cariño y esperanza.
"Prácticamente todo lo que ellos tienen, de poquito en poquito, se los he dicho y se los he aportado precisamente para que trabajen sobre eso porque el otro MP me dijo 'es que no podemos hacer una investigación porque no tenemos pistas'. Pues su trabajo es encontrar pistas, pero en cambio yo salgo, busco, no sé si es importante o relevante para todo eso, pero yo lo aporto", refiere Irma con un tono que denota decepción e impotencia.
A un año de la desaparición de Felipe, entre lágrimas Irma narra lo difícil que han sido estos meses sin ver y abrazar a su hijo menor, al tiempo que cuenta que el próximo mes de abril cumplirá la mayoría de edad. Así, también detalla que cada día al levantarse acomoda su cama para tenerla tal como él la dejó y limpia los zapatos del menor para luego volver a ponerlos debajo de la litera que comparte con su hermano porque no desistirá hasta que pronto él esté de vuelta en casa con ella y su familia.
"Él quería mucho a su abuelo y su abuelo acaba de fallecer a principio de año (...) Se ha perdido de algunas cosas", asegura al relatar algunos de los hechos que han sucedido durante estos 12 meses y que quiere que Felipe sepa.
Ante la pregunta expresa sobre qué le diría a "El frijolito", como lo apodan ella y sus tíos desde muy pequeño, con la voz entrecortada y en pausas afirma: "Que lo quiero mucho, que el día que él se ausentó de mí, no he dejado de buscarlo. No lo voy a dejar de buscar, que mientras yo esté de pie, yo lo voy a seguir buscando".
