Marchar es un discurso

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

Marchar es un discurso

“El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse”

Michel Foucault

La calle es el escenario natural de la acción colectiva y, por ende, espacio donde (también) se dirimen los conflictos políticos. Recuperar la calle como lugar de acción política y no sólo de tránsito, de consumo o de recreo, es una condición básica para la construcción de ciudadanía y de alternativas sociales. Revitalizar el espacio público significa dotarlo de (contra)sentido, ya sea a través del arte, el erotismo, el juego o la acción política. Así, las marchas constituyen una de las formas en que se construye el discurso político por lo que además de la arenga de los oradores, es relevante el contenido mismo de la manifestación: los integrantes, sus consignas, sus pancartas, la trayectoria misma de la marcha, las emociones que atraviesan y articulan al colectivo. Ocupar el espacio público con la protesta es parte de la construcción de un discurso, de ahí que las formas, los ritmos, las trayectorias, los gestos, las proclamas, las ausencias, las presencias y los silencios, son significantes; en este entramado simbólico se encuentran y se dislocan el deseo y el poder.

            Verdad de Perogrullo, la marcha es movimiento: hay que salir a las calles, abandonar el lugar de trabajo, dejar la casa, la fábrica, la oficina o el salón de clases para ocupar las calles y las plazas. Este movimiento en sí representa una fractura de la vida cotidiana, inclusive puede representar una subversión de la misma, por cuanto la ruptura del orden cotidiano significa obturar (así sea por un momento) el espacio de reproducción de los particulares. Si como dice Agnes Heller: "la vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan las reproducciones particulares creadoras de la posibilidad global y permanente de la reproducción social", entonces la huelga, el paro, o la marcha son formas de romper o al menos pausar la reproducción social. En tiempos de privatización de lo público, recuperar la calle como espacio político es de enorme relevancia para crear escenarios imaginarios de lo posible.

            Las recientes manifestaciones en Chile, Francia y México (CNTE) expresan la enorme potencia política de la protesta callejera. Pero marchar por las calles puede construir un discurso que lejos de acicatear la protesta social, la acalla, la neutraliza.

            La Universidad Veracruzana salió a las calles de Xalapa el pasado viernes 27 de mayo, luego de semanas de una veda impuesta por las autoridades bajo el argumento de que las movilizaciones podrían utilizarse con fines partidistas. La mayoría de los universitarios arriaron banderas, sin que eso significara conformidad o aquiescencia con la veda impuesta. A fin de cuentas lo que resultó evidente fue que desmovilizar a la comunidad universitaria sí tuvo fines partidistas, puesto que el beneficiado fue el principal agresor de la UV: Javier Duarte y por extensión tricolor, el candidato priista al gobierno del estado, Héctor Yunes.

            La marcha del 27 de mayo, muy menor con respecto a la del 10 de marzo (aproximadamente 40 mil manifestantes menos), fue convocada por las autoridades universitarias por la presión de la comunidad que llamaba (y lo sigue haciendo) a emprender acciones más decididas en defensa de la UV. Como es bien sabido, el enorme adeudo de Duarte con la UV no ha sido saldado, ni el calendario de pagos ha sido respetado, en otras palabras, estamos exactamente en el mismo punto que hace 5 o 6 meses. Las “enérgicas” acciones emprendidas para exigir el pago de casi 2 mil 500 millones de pesos han sido ineficaces: la universidad se sigue erosionando.

          La marcha es movimiento y ruptura de la vida cotidiana… excepto cuando el orden institucional con sus jerarquías, sus privilegios y sus tics se transfiere a las calles. Y eso fue lo que sucedió en la marcha del día 27 en Xalapa y en las regiones donde tiene presencia la UV, si bien en éstas y en las sedes de la Universidad Intercultural no hubo marchas, pero sí manifestaciones en puntos específicos. La marcha, lejos de ser una acción colectiva de protesta política, fue más un desfile con mariachi, bailes regionales y consignas descafeinadas, salvo honrosas y valientes excepciones, como la expresión de los estudiantes de sociología (varios de ellos, ex estudiantes míos, los conozco bien y desde luego no son priistas, como alguien se atrevió a decir):

Foto Defiendo no Sara

            Ante la expresión de disenso de los compañeros de sociología, empleados de rectoría y algunos profesores trataron de que la manta no se viera. Fracasaron.

            El mitin, lejos de ser una amplia reunión de voluntades indignadas fue calificado por el maestro de ceremonias como una “fiesta”. Fiesta, ¿en honor de quién? ¿qué celebramos? Nunca quedó claro el mensaje y varios profes que escuchamos el incomprensible pregón nos sentimos francamente decepcionados, sino es que insultados: la UV es devastada y respondemos con ¡una fiesta!

            Si marchar es un discurso, el mensaje queda muy claro: una movilización encabezada por las autoridades universitarias y por los “líderes” sindicales, quienes (al menos dos de ellos) han hecho abierto proselitismo a favor de los candidatos del PRI, es una movilización con las manos truncas, los pasos cortos, el pensamiento yerto y la palabra traicionada.

            Una marcha EN CONTRA DEL GOBIERNO (quien ha robado los recursos de la universidad, que son los recursos del pueblo) no puede ser encabezada por un personero del mismo, cercano a Duarte, militante del mismo cártel. El vitalicio “líder” de los académicos, Enrique Levet, es un priista que inclusive ha sido legislador por ese partido y se enorgullece de ello: http://www.alcalorpolitico.com/informacion/-yo-soy-priista-nunca-lo-he-negado-y-ya-fui-diputado-por-el-pri-enrique-levet-198802.html#.V0tOwFeZOCo. No discuto la legalidad de que Levet haya encabezado la marcha y que hubiera ocupado un lugar en el presídium (donde había sombra, privilegio de pocos), sino que su presencia evidenció las prioridades de la rectoría: en el cumplimento de las formas y el protocolo puso en primer plano a los agresores de la UV… con quienes marchó codo a codo. El mensaje enviado a los universitarios es nítido: salimos a “desfilar”, en esta “gran fiesta” universitaria, cuyo filo crítico ha sido completamente mellado.

            Previo a la marcha, el autoritarismo en la UV se dejó sentir con toda su violencia, como lo expresaron las y los compañeros del Colectivo Arco Sur, quienes denunciaron “presión, control, coacción, advertencias y amenazas veladas” a quienes pretendieran manifestarse desde su perspectiva y en total autonomía: http://plumaslibres.com.mx/2016/05/27/denuncian-presion-control-coaccion-advertencias-contener-la-protesta-social-la-uv/. Asimismo, en las regiones el peso del autoritarismo fue evidenciado, como en Poza Rica, donde incluso los mensajes de los oradores fueron previamente palomeados por la vicerrectoría: http://www.jornadaveracruz.com.mx/Post.aspx?id=160528_062321_236

            La defensa de la universidad pública no es solamente un tema de recursos financieros. Se trata también de cambiar el orden del discurso, de luchar por el discurso, que es también una lucha de poder. Es una lucha en contra de la burocracia y sus absurdas formas de control basadas en la lógica de la sospecha, una lucha en contra de las castas de dirigentes universitarios con enormes privilegios (salariales, entre otros), una lucha contra la exclusión profesional, una lucha, al fin, por conquistar los territorios de la imaginación y las calles que la atraviesan.

        Si marchar es un discurso, aún hay muchas páginas que caminar, muchas palabras innombradas.

            El próximo domingo es 5 de junio. Un año de la salvaje golpiza a 8 estudiantes de la UV. El delito sigue impune. Las autoridades de la UV siguen pasmadas, sus comunicados mensuales, aunque se hayan “radicalizado”, de nada han servido. Indignarse (digamos) no es suficiente: la comunidad universitaria sigue vulnerada.

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