Los perros sí, los toros no, otros tampoco

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Esthela Treviño G. @potemkin

Rompeviento TV 4 de enero de 2022

 

Adueñarse, bien mirado, es un acto extremo de esclavitud

 

Una de las herencias judeocristianas ha sido la de dualizar al ser.humano del ser.naturaleza. Más todavía: en esa concepción la naturaleza le ha sido dada al humano para su disfrute y explotación. La veneración y reverencia de los antiguos, o de muchos indígenas (originarios) hoy en día, a los ríos, a los árboles, al sol o la luna, y a muchos otros animales se convirtió, a los ojos de los cristianos, en idolatría: superchería pagana, ofensa a un dios cristiano antropomorfo y a una especie antropocéntrica y cristiana.

El ser.humano para la gloria de Dios, y las bestias y la naturaleza para la gloria del humano. Santo Tomás de Aquino, en el siglo 13, en su Summa Theologica expresa: “Según la ordenanza divina, la vida de los animales y las plantas no se preserva por [el bien de] ellos mismos, sino para el [del] hombre. Por tanto, como dice [San] Agustín en De Civ[itate] Dei i, 20, ‘por una ordenanza sumamente justa del Creador, tanto su vida como su muerte están sujetas a nuestro uso’”. "El que mata el buey de otro, peca, no por matar al buey, sino por herir a otro hombre en su propiedad". Parecen muy vigentes los dichos del santo. Llama la atención el lenguaje, palabras que subrayo para la reflexión aquí y en todo el texto.

Perros sí, ¿toros no?

El presente artículo surge a raíz de un interesante, doloroso, intenso y valiente debate sobre la prohibición de los toros de las fiestas bravas, de las corridas de toros; en el fondo, para mí, una polémica sobre la vida o la naturaleza de un animal como ser sintiente. Comparto en esto, la visión de Luisa Cantú y Jésica Zermeño vertida en el debate del noticiario Momentum, (16/12/2021) con ellas y Daniela Pastrana; dicho debate me dejó claro que hay que seguir hablando sobre la dignidad de otros seres sintientes.

¿Qué hace diferente a un perro de un toro, tal que (casi) todos sentimos simpatía y empatía por el primero, pero no todos por el toro? ¿Por qué hay leyes que protegen a los perros, pero no al toro y otros animales? Las peleas de perros están sancionadas y tipificadas en el Código Penal Federal. Solo algunos estados han prohibido las corridas de toros: Sonora, Guerrero, Coahuila y Quintana Roo.

Al igual que las peleas de gallos, que se defienden como parte de la cultura y tradiciones de distintos grupos sociales, y que incluso están reguladas por la Ley General de Juegos y Sorteos, las corridas de toros se amparan como un arte, (la RAE define la tauromaquia como “el arte de lidiar toros”), un arte apreciado por grandes escritores y pintores, una expresión cultural milenaria de ciertos pueblos. Es más, en siete estados de la República (Ags., Gto. Hgo, Mich, Qro., Tlax y Zac.) y en varias comunidades autónomas de España, la fiesta brava ya es, aberrantemente, patrimonio cultural inmaterial de tales comunidades. La finalidad es la de preservar “los valores artísticos y culturales de la Fiesta”, como reza en la declaración de la Comunidad Autónoma de Castilla y León (2014). Preservar los valores artísticos y culturales, no el bienestar, mucho menos la vida de seres vivos sintientes. No hay que olvidar que son, también, negocios muy rentables. También en Aguascalientes, Nayarit, Tlaxcala y Zacatecas se consideran, patrimonio cultural inmaterial las peleas de gallos.

Esa disparidad en los criterios, o falta de congruencia, revela una ignorancia preocupante sobre el aspecto general que debe regir la moral o ética con respecto a la vida y bienestar de los animales no humanos. Los criterios parecen más bien caprichosos y ello solo aumenta el desconcierto y, en cierto modo, promueve el (cómodo) desconocimiento referente a la naturaleza sintiente de los animales no humanos.

El tema de la prohibición de las corridas de toros ha generado un revuelo enorme, no solo en México sino en España y otros lugares donde se practica la tauromaquia. Y, al igual que con otras luchas que involucran a animales no humanos, hay los defensores de la fiesta y toda su parafernalia y hay los defensores del toro. En la discusión, se apela a una variedad de factores sobre los motivos de prohibir las corridas de toros. Desde las actitudes patriarcales, machistas, a las especistas y antropocéntricas, y hasta las referentes al maltrato o crueldad con los animales no humanos. Me interesa centrarme aquí, solo en el tema de cómo concebimos a los animales no humanos, ¿como seres sintientes, capaces de experimentar sufrimiento y capaces de experimentar emociones como enojo, miedo, tristeza, etc.? ¿O como seres para nuestro uso y deleite?

¿Son los animales no humanos seres sintientes?

A diferencia de Pitágoras, filósofo griego, cinco siglos AEC, (o Era Cristiana, si se quiere) quien consideraba que los animales poseían las mismas emociones que los humanos, Aristóteles comulgaba más con Santo Tomás de Aquino; y el filósofo francés René Descartes en el siglo 17 arguyó que los animales son autómatas, que no sienten, mucho menos piensan de manera racional y consciente. Sus reacciones a estímulos dolorosos no son sino meros reflejos. Ambas visiones, las del santo y las del filósofo francés permearon hasta el siglo 19. Creo que permean incluso hoy día. No obstante, Jeremy Bentham, filósofo inglés, en el siglo 18 ya dudaba de la visión cartesiana y pensaba que la pregunta clave era si los animales sufrían, no si razonaban o hablaban. Y otro filósofo, Arthur Schopenhauer, en el siglo 19 se opuso a Descartes y afirmó que los animales comparten con nosotros la conciencia y la capacidad de sufrir. El mismo Darwin, siglo 19, afirmó que no existen diferencias fundamentales entre los mamíferos superiores y el humano en cuanto a capacidades mentales.

Ser sintiente. Cualquier ser viviente dotado de sensaciones, emociones y conciencia es un ser sintiente. He preferido utilizar “sintiente” en vez de sensible, porque en español “sensible” tiene otras connotaciones que quiero evitar aquí. La medida o grado en que se den esas cualidades es irrelevante para considerar a un perro, un delfín, un cuervo o un pollo como un ser sintiente. Es decir, la suposición es que los animales humanos tienen un nivel de emociones y conciencia mucho más sofisticado y desarrollado que otros animales no humanos. En la tradición budista, por ejemplo, los humanos ocupan el lugar más alto en el nivel de “sentiencia”. Sin embargo, a todos los animales no humanos se les considera sintientes y se les aplica el principio de ahimsa o no violencia y son igualmente dignos de compasión. Todos los animales, humanos y no humanos buscan el mismo interés: liberarse del sufrimiento.

Sufrir. ¿Por qué sufrir es clave? ¿Qué implica, que suposiciones le subyacen al hecho de sufrir? Primero, si los animales tienen la capacidad de sentir dolor, entonces se vuelven objeto legítimo de nuestro cuidado. No solo hablamos de los animales en su hábitat, o de los que nos acompañan como mascotas, o con los que nos topamos en nuestro entorno, sino de los animales que se usan para la experimentación médica, farmacéutica y cosmética; de los animales que se entrenan; de los que usan para realizar trabajos; de los que se crían para su venta y/o para algún entretenimiento. Segundo, y simplificando un poco, sufrir es una experiencia, una experimentación; sufrir es una experiencia mental desagradable o incluso angustiante que afecta a quien la experimenta, y ni siquiera tiene que mediar el dolor físico. Sufrir es un estado mental. Crucial preguntarse qué causa el sufrimiento y qué puede causar su alivio. Por ejemplo, los elefantes y los perros, lo saben las ciencias cognitivas, experimentan sufrimiento ante la pérdida de uno de los suyos, o ante el dolor que pueden sentir los humanos, o ante la pérdida de sus acompañantes humanos.

El estatus moral y ético de los animales no humanos

En una publicación muy interesante del 2009, Reconocimiento y alivio del dolor en animales de laboratorio, del Consejo Nacional de Investigación de los Estados Unidos, se presenta evidencia que atestigua que, al menos los animales vertebrados experimentan dolor: aves, peces, reptiles, y mamíferos. Lo que es incuestionable por la evidencia científica que se tiene es que todos los mamíferos experimentan dolor, aquí van los perros, toros, gorilas, humanos y ratones. La consecuencia para nosotros es una concomitante responsabilidad moral y ética de evitarles daño y sufrimiento, máxime cuando el humano está en la posición de someter, cuidar, dominar a un animal no humano. Desmond Tutu dijo: “He visto de primera mano cómo se pasa por alto la injusticia cuando las víctimas son impotentes o vulnerables [...] Los animales están precisamente en esa posición. A menos que seamos conscientes de sus intereses y hablemos en voz alta en su nombre, el abuso y la crueldad no serán cuestionados ".

Un estudio fascinante del 2017 sobre: “Pollos pensantes: una reseña sobre cognición, emoción y comportamiento en el pollo doméstico”, publicado en la revista especializada Animal Cognition (Cognición Animal), deja ver que ciertas aves, incluyendo el humilde pollo doméstico tienen capacidad de hacer inferencias lógicas, percibir intervalos de tiempo, y pueden anticipar eventos futuros, entre otros rasgos sorprendentes. Y los pollos son vertebrados (no mamíferos). Los estudios sobre cuervos también muestran que son animales altamente inteligentes, capaces de tomar decisiones estratégicas, planear su comportamiento social de acuerdo al entorno y hacer uso de herramientas, entre otras capacidades. Cada vez más la evidencia apunta a que las diferencias entre los animales no humanos y los humanos es quizás de grado. No son autómatas. ¿Tenemos derecho a utilizarlos para nuestro beneficio? ¿bajo qué condiciones?

¿Son seres sintientes los mosquitos, las cucarachas, las hormigas que exterminamos sin mayor o menor conciencia moral? En cierto sentido, Pastrana reclamaba esa legítima pregunta. ¿Experimentan sufrimiento y emociones? Imposible saber por ahora. Pero, hay una pregunta que considero ineludible: los criterios morales y éticos ¿son universales, e independientes de los sujetos a quienes se aplican o no? Si ciertas acciones infligen o pueden causar un sufrimiento en animales humanos y no humanos, el acto merece la misma valoración y las mismas consecuencias. Aquí, el principio de ahimsa es más compasivo: es un principio de no-violencia que se aplica a todos los seres vivos (sintientes o no). Así que siempre hay una alternativa y es una elección.

Los toros sí sufren

Pues ese arte donde el artista principal sobrelleva con orgullo el título de matador ejecuta sus faenas enfundado en un traje de luces para al final clavarle al toro el estoque, si es diestro, una sola vez. Parte de la artisteada consiste en castigar al toro para debilitarlo, primero picándolo con una puya para provocarle una hemorragia y cortarle los músculos del cuello para que humille la cabeza, después clavándole tres pares de banderillas para también “avivarlo”, en la jerga taurina, es decir, enfurecerlo, y cuya punta es un arpón de acero de entre 6 y 8 cm. de largo. Al final, el estoque de la muerte, de un máximo de 88cm permitidos, termina en una punta curvada para poder llegar así al corazón del toro. A ese extremo curvo lo llaman “muerte” los toreros. Le clavan la muerte, pues. Cuando el toro se tumba al suelo, unos subalternos hacen, con un capote, que el toro mueva la cabeza de un lado a otro para con ello los filos cortantes del estoque hieran más al toro. Si no muere de inmediato, al final un puntillero clava una puntilla (o cuchillo) en la médula del toro para que muera rápidamente. Pero, al parecer, la actividad cerebral del animal y su capacidad de sentir, se mantiene entre cuatro y siete minutos después de usar este cuchillo puntiagudo (AnimaNaturalis).

Jésica Zermeño, en el debate citado, hace un recuento muy perturbador de los maltratos previos a la corrida que sufre el toro. Y desde que nace, hasta que está listo para la lidia, también pasa por otras torturas, unas legales otras ilegales. Y no hemos dicho nada de lo que se les hace a los caballos. Lo dejo para su propia investigación. Dejo también este artículo publicado en el 2018 por SinEmbargo: https://www.sinembargo.mx/10-11-2018/3496051.

Un punto final para la reflexión: Sobre la propiedad y la esclavitud

Gracias a su arrogancia el humano le pone dueño y precio no solo a otros animales sino a la montaña, al bosque y selva, al mar y a la entraña de la Tierra. Escribe Galeano: “En sus 10 mandamientos, Dios olvidó mencionar a la naturaleza. Entre las órdenes que nos envió desde el monte Sinaí, el Señor hubiera podido agregar, pongamos por caso: honrarás a la naturaleza de la que formas parte. Pero no se le ocurrió”.

El mero concepto de “ser dueño” supone una dualidad: lo que se posee y quien puede poseerlo. Adueñarse, bien mirado, es un acto extremo de esclavitud. Alice Walker, autora de El color púrpura, escribe en su prólogo a La temida comparación: esclavitud humana y animal de Marjorie Spiegel lo siguiente: “Los animales de este mundo existen por sus propias razones. No fueron hechos para los humanos del mismo modo que la gente negra no fue hecha para la blanca, o las mujeres creadas para el hombre”.

Y sí, el humano también les pone dueño y precio a otros humanos, deshumanizándolos primero. Esa deshumanización se da de la manera más obvia en esa infamia que se ha dado en llamar la “institución de la esclavitud”. Ya desde el Código de Hammurabi, escrito 1760 años AEC se documenta la esclavitud como una institución establecida. Hoy hablamos de esclavitud moderna en la forma de tráfico de personas, de trabajadoras domésticas compradas, de niñas vendidas para el matrimonio, o en el trato a los jornaleros como lo describe Kau Sirenio, y a otros trabajadores.

¿Habrá que extender esclavitud a todos los animales no humanos, a los privados de su libertad, a aquellos cuyas vidas son propiedad de humanos, en la voz del santo Aquino? Es la posición de Marjorie Spiegel, lo dice desde el título de su tan polémico libro: “esclavitud humana y animal” que antecede con Temida comparación. En el título original de 1988 se lee “raza y esclavitud animal”. Y así fue para muchos lectores la comparación, incluso denigrante e insultante ¿cómo se atreve a comparar el sufrimiento del hombre con el de los animales?, fue un reclamo común. Pero, los negros en Estados Unidos han sido considerados como bestias, han sido designados con nombres de animales como mapache, mono, chango y otros. Aquellos que escapaban por las noches eran perseguidos y cazados por perros entrenados para ello en el Sur de los EEUU. A estos se les llamaba despectivamente “coons” (racoon, ‘mapache’) porque a los mapaches se les cazaba en noches de luna llena para luego comer su carne.

Ciertamente la esclavitud no hace diferente al ser.humano-animal de otros seres.no-humanos-animales. Así, PETA (People for the Ethical Treatment of Animals —‘Gente por el tratamiento ético de los animales’—) interpuso en 2011 una demanda legal en contra de SeaWorld para liberar a las orcas alegando que se violaba la 13ava Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que prohíbe la esclavitud independientemente de la condición no-humana del ser en cuestión. Y, pese a que un juez federal desechó la demanda en 2012, el argumento de PETA revivió esa temida comparación. La pongo aquí, en la mesa, hoy.

¿Podemos, ética y moralmente hablando, y bajo el muy cuestionable argumento de que no hay maltrato animal, adueñarnos de animales y esclavizarlos en un zoológico o acuario o aviario o serpentario para lucrar con ello, o usarlos en un circo para también lucrar con ello? ¿O para correr al caballo, para que se degüellen los gallos, para que el matador acabe con el toro, para vender cachorros, ganado, aves y para recaudar hartas ganancias? ¿Nos hacemos dueños velados de otros seres sintientes humanos? Para sentirse dueño o poseedor o propietario de un ser sintiente ¿qué mentalidad, qué modo de ver la vida hay que tener?

¿Qué tan diferentes somos? Parafraseando a Frantz Fanon (Black skin, White mask): Piel de animal, máscara de humano.

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