Linguarum:  Eufemismo

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Esthela Treviño

@etpotemkin

Rompeviento TV, 18 de agosto de 2022

 

El eufemismo es un recurso lingüístico para nombrar de cierta manera y deliberadamente una “realidad” que nos perturba, o nos atemoriza, o nos ofende, o nos incomoda. La muerte y el sexo en muchas culturas constituyen temas tabú y son tratados, a través del lenguaje, con mucha delicadeza o distancia y temor.

El lenguaje, como hemos planteado antes, “retrata” o “crea” —o ambas cosas— la “realidad” a través del ojo de la cultura del entorno que compartimos con el Otro. Y es ese cruce el que se manifiesta en el nombrar, expresar. En el significado mismo de «eufemismo» se adivina o descubre que hay palabras o expresiones que atenúan, matizan, suavizan aquello que nos perturba o aquello que es socio-culturalmente impropio, indebido, impúdico, incluyendo lo que se considera de mal gusto.

Hay tres segmentos que componen eufemismo, palabra del griego, pero nos interesan dos: el prefijo eu- y la base -femismo. Eu- significa ‘bueno, bien’; lo encontramos en palabras como eu-tanasia, ‘buen/bien morir’; eu-caristía, ‘buen favor’ que ha dado el significado de acto de gratitud; Eu-genio, ‘bien nacido’, ‘nacido noble’; eu-genesia, ‘buen nacimiento’, ‘buena raza’; Eu-logio, eu-logía, ‘buen hablar’, ‘alabanza’; eu-calipto, ‘bien cubierto/escondido’; eu-foria ‘llevar/aguantar bien’. Y -femismo de phēmē ‘habla, voz, enunciar’.

Así que «eufemismo», de manera literal, significa ‘buen habla, bien decir’. Lo que hacemos, en aras de ese ‘bien decir’, es modificar o sustituir palabras o frases. Así, en la antigua Grecia se cuidaban de no pronunciar palabras ominosas, inauspiciosas, o desfavorables, sobre todo en ceremonias religiosas. Pero en otros ámbitos también, por ejemplo, a la ‘prisión’ se le llamaba «cámara», y al ‘verdugo’ «el hombre público».

El «eufemismo» puede verse como un recurso discursivo con propósitos comunicativos diversos como evitar ofender o incomodar, «adultos mayores» en vez de ‘viejos’; evadir tocar abiertamente ciertos temas, p.ej., «tiene un desorden alimenticio» en vez de ‘bulimia’; pero también para distorsionar o engañar, p.ej., «trae pendientes legales» ¿«pendientes con la ley»? otro eufemismo, o ¿pendientes de carácter legal?; entre otras cosas.

Los eufemismos revelan, ciertamente, cómo se conciben ciertas realidades, cuáles se maquillan y cómo. El contexto sociocultural y el tiempo o época son relevantes pues algunos eufemismos desaparecen y se crean otros nuevos. Mejor dicho, la manera en que se perciben ciertas realidades cambia o se manipula de distinta manera.

Es interesante que eufemizar se emplee en muchas culturas. Lo más relevante son las motivaciones, las razones detrás de los eufemismos; tenemos, entre otras:

  1. Los tabúes en torno a ciertos hechos o fenómenos u objetos o palabras; los más generalizados a lo largo de distintas culturas conciernen a la muerte, al sexo y actividad sexual y reproductiva, y, al prácticamente universal, el incesto o, eufemísticamente, la «endogamia».

La palabra tabú proviene del tongano tapu; un tabú encierra una prohibición o interdicción, algo culturalmente proscrito ya sea por considerarse sagrado o por ser extremadamente poderoso y peligroso y que, por tanto, solo debe ser manejado por quien posea las debidas cualidades y autorizaciones. Ahora bien, lo que es tabú en una cultura, o determinado momento en tal cultura, puede no serlo en otra, o en otra época de esa misma cultura.

En nuestra cultura, para ejemplificar, a pesar de lo humorístico que podamos ser, hasta irreverente si se quiere, hay innumerables eufemismos para la muerte y el morir, pero ¿es la muerte un tema tabú en las culturas mexicanas? El artista mexicano Erick de Luna, muy conocido por sus personifiaciones de la Catrina, recopiló 100 nombres para la muerte, desde La Catrina, La Flaca, La Rala, La Fría, La Tilica, La Pepenadora, hasta La Curandera. (Erick de Luna, Lotería de los 100 nombres que los mexicanos le dan a la muerte. Santiago de Querétaro, 2005).

Entre los eufemismos para cuando alguien ya murió tenemos: «se nos adelantó», «partió», «pasó a mejor vida», «dejó este mundo», «se fue al cielo», «ya duerme en paz», «dio el último suspiro», «se nos fue». Si la muerte fue a causa de una enfermedad: «no la libró», «perdió la batalla», «mejor así, ya descansa»

Si fue por un accidente o por un ataque: «perdió la vida», «quedó sin vida», «le quitaron/arrancaron la vida»; «lo abatieron», «lo ultimaron», «terminaron con su vida», «lo victimaron». Hay también formas coloquiales no eufemísticas propiamente como «petatearse», «se enfrió», «estirar la pata», «colgar los tenis», «entregar el equipo», «chupar faros», «se lo cargó el payaso», «fue al barrio de los acostados» (en R. Dominicana, dato de Leonardo Peña), y demás.

Los eufemismos parecen proveer, en este caso, un escudo contra la mayor vulnerabilidad que implica la muerte. También es cierto que hay una fuerte creencia de que nombrar es, a veces, una poderosa invocación y nadie quiere llamar a «la catrina, o huesuda, o parca».

  1. Otra fuente es la estigmatización. Estigma es una “marca” que se impone a algo o alguien que se sale de una norma o creencia o que se destaca por algún rasgo. En la Grecia antigua a los esclavos y criminales se les aplicaba una marca en el cuerpo (con fuego) y eso era el estigma, una marca de por vida. A inicios del siglo 13, bajo el papado de Inocencio III, se establece un Canon bajo el cual se decreta que todos los judíos y musulmanes, hombres y mujeres, en cualquier provincia cristiana y en todo momento debían poder ser diferenciados por la gente de otros pueblos, “marcándolos” a través de su vestimenta. De sobra es sabido que, durante el holocausto, los judíos fueron forzados a utilizar la estrella amarilla como insignia para marcarlos aparte.

Ahora, las marcas son distintas, pero el resultado es similar. Las personas “marcadas”, estigmatizadas, son relegadas, sufren ostracismo, discriminación y son apartadas de la sociedad. Un ejemplo es el de las mujeres viudas en India que cargan un estigma que las aísla, las violenta y discrimina. Incluso deben vivir separadas del resto de la población.

Nada es más estigmatizado en casi todas las culturas que la salud mental. Así, en la Edad Media se consideraba un castigo divino padecer una enfermedad o trastorno mental. Nombrarla podía provocar sufrirla. Además de la estigmatización, las enfermedades mentales, en diversas culturas, son también tabú; de esto hay un montón de literatura.

En otro contexto, en nuestras sociedades occidentales, las personas adictas a alguna sustancia son estigmatizadas: drogadicto, cocainómano, usuario, alcohólico, adicto, son palabras que distintos organismos, incluyendo la UNESCO, «desaconsejan» en favor de los eufemismos «persona con problema de adicción», «paciente», «persona con desorden de alcoholismo».

  1. Los prejuicios e -ismos (clasismo, elitismo, sexismo, etc.) a través de la llamada «corrección política» han generado una gran cantidad de eufemismos en aras de evitar desigualdades o discriminaciones o de eliminar ofensas a ciertos individuos o grupos de diversa índole, según el terreno y la cultura que se pise: en el terreno de la pobreza, de las diferencias étnicas, del feminismo, y un largo etcétera.
  • Términos como «sexoservidora», «escort» «profesional del sexo» ilustran el eufemismo en el terreno de la otrora prostitución, o de las «prostis».
  • La designación de «pueblos originarios» en vez de «pueblos indígenas» y este en sustitución de ‘pueblos indios’ o ‘indios’ simplemente, en el ámbito de las «diferentes etnias». ¿Qué quiere decir «es gente humilde»?
  • La ahora llamada «diversidad sexual y de género» para englobar a la «comunidad LGBTTI».
  • ¿Acaso no son «guerra fría» «daños colaterales», «guerra justa», «guerra biológica», eufemismos?
  • En ocasiones vemos el uso de eufemismos como un recurso de etiqueta para atenuar o minimizar una falta o negligencia, o infamia, incluso un delito cometido: «los amantes de lo ajeno» se llevaron joyas y dinero; muy común, de igual modo, escuchar que alguien chocó o atropelló «bajo los influjos del alcohol» o el risible de la prensa: «conducía en estado etílico». ¡Y qué decir de «tráfico de influencias», «ajuste de personal», «faltar a la verdad» ¡hágame el favor!, además del infame «enriquecimiento inexplicable»! entre muchos otros más. ¿Será eufemismo «paraíso fiscal»?

Disfemismos. A la par de los eufemismos, hay también los disfemismos: lo opuesto al ‘bien decir’. El mal gusto, el temor, el desdén o desprecio, incluso el odio son motores que llevan al uso de disfemismos, expresiones peyorativas, hirientes, burlonas, etc. para deliberadamente expresar esos sentimientos o emociones: «los ninis», «cosas de whitexicans», «pobretón venido a más».

En el español mexicano —y de otras regiones latinoamericanas— el «dizque/disque», propongo, es el mejor disfemismo que tenemos: «tiene dizque doctorado», «es dizque muy católica», «el dizque niño bien», «la dizque izquierda».

Todas las expresiones coloquiales para designar a quienes han muerto, ilustradas anteriormente, son disfemismos, al igual que “burrócrata», «antro de mala muerte», «muerto-de-hambre», «fifí», «chayotero», «fémina» son o se usan como disfemismos.

No está de más recalcar que los eufemismos y disfemismos son culturales; cuán generalizados o cuán acotados depende del tema u objeto y de los individuos o grupos o regiones en cuestión. El entorno o situación particular y los interlocutores involucrados determinan, también en buena medida, qué cuenta o no como eufemismo o disfemismo o «fuego amigo». Para terminar, hablemos de algunos modos de construir eufemismos.

Estrategias lingüísticas. Además de los recursos dentro de lo que podemos llamar lenguaje figurativo, que amplían el espectro de la riqueza para la expresión como la metáfora, «le arrebataron la vida», la hipérbole «son amigos con derechos», y demás, al igual que la práctica de sustituir palabras o expresiones, hay otros recursos lingüísticos para la eufemización o disfemización.

En español, por ejemplo, se usan los diminutivos o afectivos —«está amoladón», «es especialito», «abogadillo»—; se emplean abreviaturas o acrónimos —«HDP», «CHSM», «LGBTI», «VIH»—; se utilizan préstamos de otras lenguas —«toilet», «pinky» para “pinche” en Monterrey, «hijo de tu Pink Floyd», «boxers» (calzoncillos de hombre), «Alzheimer» (‘demencia senil’)—; se recurre al proceso de acortamiento —«íngale», «endejo», «prosti»,  —; se usan  términos de graduación — está «medio» aburrido, «algo» tomado, un «poco» sordo—; o hacemos uso de términos técnicos o científicos —«disfunción eréctil», «proxeneta», «crisis hídrica»; entre otros.

Finalmente, dejo una miscelanea de -femismos para su consideración:

Relaciones tóxicas; corrección política; la casa chica; abogánster; movimiento pro-vida; micromachismos; el mes del orgullo; AEC (Antes de la Era Común); cambio climático; familia disfuncional; país bananero; la clase desposeída; la clase acomodada.

¡Usted dirá!

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