La guerra en Ucrania y la tragedia de México

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Juan Alberto Cedillo

 

La guerra en Ucrania está sirviendo para dimensionar la tragedia que vive México desde hace más de una década: una barbarie que no le envidia nada a una guerra regular entre dos naciones. La única diferencia entre México y Ucrania es que en Europa, el país agresor la declaró, mientras que en el nuestro es una “guerra irregular”, a veces soterrada, sin frentes de batalla, pero incluso con más bajas que en conflictos armados.

 

En los últimos quince años, mi labor periodística se ha centrado en la cobertura de la ácida violencia en distintas regiones del país. Los camarógrafos y reporteros que la cubrimos nos transformamos en “corresponsales de guerra” en nuestra propia nación. Incluso ahora, muchos usan cascos y chalecos antibalas, proporcionados por el Mecanismo de Protección a Periodistas, como los que portan todos los colegas cuando cubren una conflagración.

 

Sin ninguna intención de parecer arrogante, puedo afirmar que he arriesgado mi vida para reportar masacres sin antecedentes en el México contemporáneo: como durante la visita a Allende, Coahuila, que hicimos algunos colegas para dar a conocer los crímenes que ahí se cometieron en marzo del 2011 y que se mantuvieron ocultos por casi dos años, cuando los Zetas aún controlaban el pequeño poblado.

 

Algunos apuntes sobre la guerra mexicana:

 

1).- Desde hace más de una década, tres grandes ejércitos formales, con miles de efectivos cada uno (la Marina, el Ejército Mexicano y la otrora Policía Federal, ahora Guardia Nacional), se despliegan por toda la República Mexicana para intentar frenar, sin éxito, la violencia que generan ejércitos de sicarios.

 

2).- Los muertos por la violencia en los últimos tres sexenios suman cerca de 250 mil, esto es, más que todos los soldados de Estados Unidos caídos en una década en la Guerra de Vietnam.

 

3).- La cifra de ciudadanos desaparecidos supera con creces la registrada en otros países en guerra: más de 100,000, mientras que en los conflictos de Bosnia o Guatemala, por poner algunos ejemplos, se registraron aproximadamente 30,000 personas desaparecidas.

 

4).- El armamento de los “ejércitos irregulares” de los cárteles del narcotráfico no le envidia nada al de las fuerzas armadas formales: fusiles de asalto AR 15, que usa el ejército de EUA, y los Kalashnikov o AK 47, usados por el ejército ruso; pistolas calibre 40 mm, también conocidas como “mata policías” porque pueden perforar cualquier blindaje. Bazookas, minas antipersonales, lanzacohetes rusos RPG 20, metralletas Barrett calibre 50 mm, granadas, camionetas blindadas y “Monstruos”, drones con explosivos, equipo táctico con chalecos blindados, etc.

 

5).- Los llamados daños colaterales de “civiles” ajenos a los bandos o víctimas inocentes caídas en una década de violencia, suman decenas de miles.

 

La gran tragedia para México es que en esta guerra no se puede pedir una tregua. Tampoco declararla formalmente terminada. Y no habrá solución mientras la clase política de todos los partidos no entienda que lo que vivimos es una crisis de máxima seguridad para el Estado mexicano y su población. Un estado de excepción que se generó por una multiplicidad de factores: económicos, políticos y sociales. Y que una solución ya no vendrá sólo de la actuación de las fuerzas de seguridad. Saldrá de un gran pacto y de los esfuerzos de diversos sectores: empresariales, universidades, organizaciones de la sociedad civil, entre otros.

 

Estamos ante una crisis sin precedentes, y ya no es válido politizarla y responsabilizar de ella al gobierno en turno.

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