La feminización de la autodefensa comunitaria

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Mitzi Elizabeth Robles Rodríguez

 

Michoacán es uno de los estados más golpeados por la violencia criminal provocada por la disputa de territorios entre diferentes cárteles. La historia reciente de nuestro país da cuenta de la emergencia de grupos civiles armados que han manifestado una necesidad de defensa autónoma y vigilancia comunitaria en contextos complejos caracterizados por la presencia de crimen organizado y militarización.

En medio del recrudecimiento de las disputas territoriales por parte de diferentes cárteles en municipios michoacanos, se ha reconocido el surgimiento de nuevos grupos de autodefensa. Un hecho concreto que tomó relativa visibilidad al inicio de este año 2021: la aparente conformación de un grupo de mujeres que, según lo reporta alguna fuente periodística, cansadas de vivir en medio del asedio del Cártel Jalisco Nueva Generación, han tomado las armas para defender a sus familias y comunidades fragmentadas. Aunque hay poca información al respecto y la noticia se da en un contexto ambiguo en el que existen versiones contradictorias que señalan la propagación de grupos civiles armados como apoyo a alguno de los cárteles conocidos en la región de Tierra Caliente[1], este hecho llama poderosamente nuestra atención.

La constitución de tales grupos forma parte de un problema que amerita un análisis detallado que dé cuenta de su complejo desarrollo. Por lo tanto, es preciso aclarar que no es nuestra pretensión iniciar una discusión crítica sobre las denominadas autodefensas como problema central, si lo mencionamos es para evocar un contexto que cobró notoriedad hace no muchos años y que hoy vuelve a llamar nuestra atención por razones muy específicas: los argumentos que subyacen a la formación de un grupo en el que las protagonistas son mujeres.

En medio de las diversas lecturas que puedan hacerse sobre esta cuestión, realmente no tenemos elementos suficientes para sostener una perspectiva similar, por ejemplo, a la del gobierno local, que ha insinuado la posibilidad de que este grupo de mujeres pueda estar siendo utilizado para protección de grupos delincuenciales,[2] por ello mantenemos la afirmación hipotética que destaca como razón fundamental la defensa colectiva frente al acoso de los cárteles.

De acuerdo con información de la agencia AP[3], más de 40 mujeres se han organizado para vigilar y brindar seguridad a la comunidad de El Terrero, Michoacán, para evitar que hombres del CJNG ingresen a la misma. Según lo que podemos leer al respecto, la toma de armas se ha convertido en una de las pocas opciones que tienen las mujeres para poner un alto a las desapariciones y homicidios que azotan la región donde viven. La pérdida de muchos de sus seres queridos es una de las motivaciones que manifiestan para tomar en sus manos la seguridad de la vida propia, algunas hacen explícita su pérdida: debido a la violencia del crimen organizado y la falta de condiciones de seguridad que el gobierno no ha podido garantizarles, muchas madres, hermanas, hijas y esposas han visto sucumbir a sus hijos, hermanos, padres y esposos. También a hijas.

Esto que puede llamarse “la feminización de la defensa civil” para evitar la incursión violenta del crimen organizado a sus comunidades, lo entendemos como una respuesta a una forma de mutilación social en la que la toma de control por parte de grupos criminales también se manifiesta a través del aniquilamiento y expulsión de los hombres de sus lugares de origen. El sometimiento y la vulneración de comunidades enteras a través de la violencia en contra de las mujeres es algo que se ha explicado, ya que la dominación de los cuerpos hace parte de los enfrentamientos para ganar territorios. Sin embargo, la aparición de un grupo de mujeres dispuestas a proteger sus hogares nos permite reconocer los tipos de violencias a las que están siendo sometidas ellas, sus familias y la comunidad, al mismo tiempo, hace posible que nos preguntemos por las experiencias de las mismas mujeres en medio del conflicto cuando los hombres no son sólo los victimarios o los protagonistas de la defensa, sino también las víctimas. Sin lugar a dudas, la violencia patriarcal muestra otra de sus caras.

Los grupos criminales –que son entendidos como grupos de poder capaces de gestionar vínculos con los distintos órdenes de gobierno- ejecutan una lógica de la masculinidad hegemónica que quiebra la “vincularidad” comunitaria a través de la cosificación, el secuestro, el reclutamiento forzado, el homicidio y la desaparición de sus pares hombres. Se puede decir que la violencia patriarcal inherente a las dinámicas de los cárteles se ejecuta por apropiación y desposesión de la vida de quienes habitan el territorio disputado. Rita Segato[4] ha dicho que la primera víctima de la violencia patriarcal es el hombre. Apartir de una interpretación contextualizada sobre la cuestión que aquí reflexionamos, consideramos que la violencia entre el mismo género masculino se consuma de manera radical cuando los cuerpos son sometidos para mantener las redes criminales –de dinámicas corporativas legales e ilegales-, es decir, cuando los cuerpos masculinos también son instrumentalizados en beneficio del poder económico y político de las mismas.[5] Pensamos que, por ejemplo, el reclutamiento forzado que lleva a cabo el crimen organizado tiene esta finalidad.

La filósofa mexicana Sayak Valencia señala que la expansión del crimen organizado hace de la violencia una especie de transacción, “la violencia extrema como herramienta de legitimidad, la tortura de los cuerpos como un ejercicio y un despliegue de poder ultrarentable”.[6] Con la proliferación de los casos de desapariciones y homicidios en Michoacán, es muy probable que las experiencias de las mujeres frente a la violencia se estén transformando colectivamente. En medio de los escenarios ambiguos, las dificultades y contradicciones que supone la formación de grupos civiles para combatir a la violencia criminal, también existe una interpelación a la construcción social del poder porque las mujeres, obligadas por las condiciones sociales, trastocan los roles que cotidianamente se designa a los hombres. La victimización de los hombres como efecto de la violencia de los cárteles plantea a las mujeres de la comunidad la disyuntiva de abandonar sus hogares o defenderlos con el cuerpo propio.

No es la primera vez que sabemos de la toma de armas por parte de mujeres, el estado de Guerrero cuenta con varias experiencias por exactamente las mismas razones: el asedio criminal y la desprotección de los gobiernos.[7] Sin duda, los procesos de feminización de la seguridad y defensa comunitarias no sólo nos hablan de la exacerbación de las violencias extremas en determinados contextos, sino también de los nuevos lugares que a fuerza de abandono e impunidad van tomando las mujeres: ya no son ellas el objeto de protección de los hombres de su comunidad. Es muy probable que, dislocando las jerarquías –también a fuerza de necesidad-, sus vidas estén siendo resignificadas, el cuidado del hogar, de las hijas e hijos, se radicaliza en la protección de la comunidad entera. Por supuesto, es este cambio de paradigma el que abre la pregunta por la vulneración de los hombres (sobre todo de aquellos que viven en regiones profundamente marginadas y empobrecidas) como una forma más de expropiar la vida.

 

[1]Ver: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/01/19/estados/habitantes-de-aguililla-anuncian-resurgimiento-de-autodefensas/

[2] Ver: https://www.milenio.com/estados/indagaran-presunta-presencia-mujeres-autodefensas-michoacan

[3]Ver: https://www.excelsior.com.mx/nacional/mujeres-en-michoacan-toman-las-armas-para-defenderse/1427426

[4] Ver: http://lobosuelto.com/tag/rita-segato/

[5] Al respecto, la estadística nos ofrece un panorama claro. De enero a noviembre de 2020, según la estadística de incidencia delictiva publicada por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de 32 759 víctimas de asesinato, 28 445 son hombres. (Ver: https://www.animalpolitico.com/2020/12/violencia-2020-mexico-record-11-estados-aumento-asesinatos/#:~:text=Si%20se%20toma%20en%20cuenta,por%20cada%20cien%20mil%20personas) En el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, los hombres también representan el mayor porcentaje (ver: https://versionpublicarnpdno.segob.gob.mx/Dashboard/ContextoGeneral)

[6] Valencia, Sayak. (2010) Capitalismo gore. España: Melusina, p. 85.

[7] Ver: https://www.jornada.com.mx/2019/05/19/estados/023n1est

 

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