La estrategia del miedo

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Quieren que temas.

Que tengas mucho miedo.

Que te arrepientas, lo más pronto que sea posible, de haberles dado la espalda con tu voto.

Las rutas que siguen, las estrategias que emplean los barones del terror, son siempre las mismas: inducir en la sociedad un sentimiento de zozobra, de indefensión, de peligro inminente, que provoque una reacción específica: el pavor.

En las horas inmediatas posteriores a lo que hoy sabemos que fue un operativo fallido de las fuerzas de seguridad nacionales en Culiacán, Sinaloa, que tenía por objetivo aprehender al hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, Ovidio, pudiste observar la estrategia del miedo en todo su esplendor.

Mensajes con alertas exageradas, en los que se explotaban situaciones de la realidad de forma poco creíble, para decir que ocurría mucho más de lo que en verdad pasaba; frases tremendistas para llamar la atención, videos falsos, fotografías y audios que buscaban reflejar un escenario de apocalipsis, en el que tú y cada ciudadano, sin importar en qué parte del país pudiera haberse encontrado, estaban en grave peligro.

La estrategia del miedo es uno de los recursos de manipulación más añejos en la política. Su utilización casi siempre está relacionada con un intento de las fuerzas del poder para controlarte, al hacer referencia a valores esenciales: tu vida, tu integridad física, tu bienestar personal, el de tu familia, tus bienes materiales, tu trabajo, tu seguridad.

Se trata de que tengas temor, de que te sepas en riesgo inminente, en peligro real, para que esa sensación tenga un efecto inmediato en tu conducta y en tus emociones: decía Jean Paul Sartre que el ser humano es a la vez miedo y angustia.

Y en un país como México, que está a apenas unos meses de haber dado un vuelco trascendental a su correlación de fuerzas, sobre todo en lo político, esa estrategia del miedo no se aplica sólo desde el gobierno.

En el país coexisten grupos con una capacidad y poder similares a los que tienen el conjunto de instituciones del Estado: el imperio del narcotráfico no sólo es un puñado de hombres sanguinarios con equipo de ataque sofisticado, no: también es una red de gobernadores, ex gobernadores, alcaldes, jefes de policía, militares, jueces, periodistas, que tiene un negocio redondo, lucrativo y multimillonario que no quieren que se acabe.

Esas fuerzas, que controlan medios de comunicación, que controlan estructuras policiacas, financieras y de justicia, tienen la capacidad de movilizar contingentes, parar ciudades y montar escenografías mediáticas, para conseguir que te sepas en peligro.

Echar a andar esa maquinaria, mientras las estructuras de seguridad del gobierno tardan en acomodarse, integrarse, accionar, es una tarea más sencilla de lo que parece, según pudiste observar ya que ocurrió en Culiacán.

Como anotaba en este mismo espacio la semana pasada: pacificar México, después de dos décadas de un derramamiento de sangre impulsado desde el Estado, tiene un riesgo: que la delincuencia se niegue a entregar la plaza. Que haga todo para evitarlo.

Una de sus estrategias es inducirte al caos, a la desesperación, al pánico.

Una de esas estrategias es que tengas miedo de salir a la calle, que exijas acciones totalitarias para erradicar el peligro, que aceptes mansamente que se conculquen tus libertades.

Una de esas estrategias es convertirte en un ser sin razón, sin libertad, deshumanizarte: hacer de ti un ser que defiende la muerte, el terror, y no la vida.

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