Improvisados

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Washington – El fracaso del Ejército y de la Guardia Nacional en el operativo fallido en el que localizaron y luego dejaron ir a Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de “El Chapo” Guzmán, evidenció la improvisación de Alfonso Durazo para garantizar la seguridad nacional.

 

Los narcos se impusieron en Culiacán al gobierno federal y, diga lo que diga o lo justifique como lo justifique el presidente Andrés Manuel López Obrador, eso es un hecho innegable tras lo ocurrido.

 

El reguero de sangre en México comenzó desde hace muchos años. No cansa ni es reiterativo señalar como responsable de ello a Felipe Calderón con su “Sexenio de la Muerte”.

 

Estoy seguro de que la mayoría de los mexicanos estamos cansados de la violencia y, aunque nos hayan acostumbrado a los muertos, ya no queremos mayores sufrimientos ni masacres. Sin embargo, sí deseamos un estado de derecho, la aplicación de la ley sin cortapisas y la rendición de cuentas por parte de nuestros políticos y funcionarios públicos.

 

Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera se escapó dos veces de prisiones federales y ni así les queda claro a muchos que el narcotráfico no se entiende sin la corrupción gubernamental. El corrido de “El Chapo” se acabó con la sentencia a cadena perpetua y más 30 años de prisión que le dictaron en Estados Unidos.

 

Tenga la certeza de que el capo no saldrá de la prisión de máxima seguridad de Florence, Colorado, si no es con los tenis por delante. Lo que no se ha terminado es el narcotráfico ni la diatriba de horror que imponen el Cártel de Sinaloa, el Cártel Jalisco Nueva Generación y otras organizaciones criminales cuando ven en riesgo sus intereses y sus mandos.

El jueves 17 de octubre, en Culiacán, Sinaloa, el gobierno de AMLO tuvo en sus manos la primera oportunidad de diezmar a la fracción del Cártel de Sinaloa que lideran los hijos de “El Chapo”, pero inexplicablemente la dejó pasar. Los sicarios de la banda criminal que comanda Ismael “El Mayo” Zambada García aterrorizaron a los “culiches” y a todo el país con un amplio despliegue de fuerza letal para rescatar a Ovidio.

 

El hijo de “El Chapo”, sobre quien pesan acusaciones por delitos relacionados con el narcotráfico y lavado de dinero tanto en México como en Estados Unidos, salió victorioso. Le ganó el narco a AMLO.

 

“El Mayo” mostró los dientes para acudir en auxilio de uno de los hijos de su “compa Chapo”. Fuimos testigos de que el Cártel de Sinaloa está mejor armado que el Ejército y la Guardia Nacional, lo cual, hay que recalcarlo, expuso la hipocresía y la mentira de que el gobierno de Estados Unidos está metiendo las manos para contener el flujo ilegal de armas a nuestro país.

 

Humanamente se entiende la justificación que nos dio AMLO para dejar libre a Ovidio Guzmán López, pero quedó mal y en ridículo ante el mundo, lo derrotó el Cártel de Sinaloa por la improvisación de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana bajo el mando de Alfonso Durazo.

 

Cortarle a la serpiente una de sus tantas cabezas requiere planeación y estrategia de inteligencia. Eso se hace con una anticipación de meses. Lo que es rojo es rojo, y por mucho que nos expliquen sus motivos, nos damos cuenta de que Durazo no tiene el talante para combatir y, sobre todo, derrotar a los narcos.

 

El valor para tomar las decisiones es lo más importante. Nada que ver, pero el gobierno de Estados Unidos tiene un regla inquebrantable para garantizar a sus ciudadanos la seguridad nacional: no hay tibieza frente a los asesinos y no se negocia con los terroristas. Punto.

 

Voy a poner un ejemplo de lo que le hace falta a Durazo: el ocho de enero de 2016, un grupo de policías federales se encontró “por casualidad” en una calle de la ciudad sinaloense de Los Mochis, surgido de los túneles del drenaje, nada más y nada menos que al “Chapo” Guzmán, que huía de un operativo de la Marina. ¿Qué hicieron los policías federales, bajo la coordinación del comisario Nicolás González Perrin?, se atrincheraron, no aceptaron el embute millonario que les ofrecía el capo ni se dejaron intimidar por la Marina, que quería colgarse la medalla de esa captura.

 

En el momento requerido, González Perrin desarrolló una estrategia que dio el resultado esperado. ¡Era el Chapo Guzmán, carajo!, uno de los jefes del Cártel de Sinaloa, y no se les peló ni lo dejaron ir. No hubo improvisación en Los Mochis, y gracias a la valentía de esos policías federales, “El Chapo” está donde está. Por la realidad de muerte y terror que aqueja a México, no debe haber improvisados.

 

 

 

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