J. Jesús Esquivel
Corresponsal de la revista Proceso en Washington
@JJesusEsquivel
La emisaria de Peña Nieto para una foto falsa
Washington – ¿De qué sirve que Claudia Ruiz Massieu se vaya a reunir con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), después de correr al GIEI para sacarlo de la investigación de Ayotzinapa y cuando la imagen de México en materia derechos humanos está por los suelos? Absolutamente de nada.
En la CIDH hay todo menos interés en reunirse con la delegación de funcionarios que encabezará Ruiz Massieu. Por respeto protocolar y porque México es miembro activo de la Organización de los Estados Americanos (OEA), se realizará el encuentro.
Se equivoca Enrique Peña Nieto al creer que con Ruiz Massieu como su emisaria en la reunión que tendrá lugar en Washington el próximo 20 de mayo su gobierno recuperará la reputación internacional que ya perdió para siempre y que lo dejará marcado en la historia por el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos. La retórica y las mentiras, argumento tradicional del gobierno de Peña Nieto, no tendrán eco en la CIDH.
La manera tan absurda e ilegal (conforme al acuerdo que firmó con la CIDH) con la que Peña Nieto corrió de México al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) es una cicatriz imborrable en la imagen del gobierno mexicano al exterior.
La campaña de descrédito que arropó el gobierno de Peña Nieto en contra del GIEI y de Emilio Álvarez Icaza Longoria, secretario ejecutivo de la CIDH, es un asunto que no perdonarán los integrantes del órgano jurídico de la OEA.
Dos informes del GIEI exhibieron las irregularidades, mentiras y trampas de la “verdad histórica” que intentó imponer la PGR en el caso de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa.
A pesar de las evidencias presentadas y entregadas por el GIEI, funcionarios de la PGR, como Tomás Zerón, intentaron torpemente torcer los hechos para mantener la mentira por encima de las evidencias del engaño y la burla a los padres de los normalistas y a la sociedad civil nacional e internacional.
Acompañada de funcionarios de la PGR y de la Secretaría de Gobernación, la Secretaria de Relaciones Exteriores querrá tomarse una fotografía con los miembros de la CIDH para enviar el mensaje de que “todo está bien, ya lo arreglamos”.
Ni duda cabe que la situación de deterioro de los derechos humanos en México es una de las más graves en el hemisferio occidental y tal vez en el mundo entero.
La de Ruiz Massieu con los integrantes de la CIDH será una fotografía más falsa que la “verdad histórica” de Jesús Murillo Karam. La imagen de la emisaria de Peña Nieto estrechando la mano del presidente de la CIDH, James L. Cavallaro, solo podrá compararse con el beso de Judas a Jesús en el Campo de los Olivos.
Haga lo que haga, diga lo que diga Ruiz Massieu en Washington el 20 de mayo, nadie en su sano juicio le creerá al gobierno de Peña Nieto que tiene interés en resolver el caso Ayotzinapa conforme a los estándares y recomendaciones internacionales.
La CIDH ya lo tiene claro, el gobierno de México bajo Peña Nieto incumple acuerdos, impone sus mentiras, viola derechos humanos, se burla de los informes y recomendaciones internacionales y veja y arrastra la integridad de quienes se atreven a denunciar los delitos que cometen y encubren las autoridades federales.
Como la sociedad mexicana, la CIDH ya está cansada de las promesas incumplidas y las mentiras del gobierno mexicano. Un viaje relámpago a Washington para tomar una fotografía de sonrisas y apapachos falsos, no cambia la realidad. En México, las violaciones a los derechos humanos y la impunidad para quien comete estos delitos es la norma.
De todo lo que existe en torno a la OEA, la CIDH es seguramente la entidad más respetable y seria. Por décadas, el sistema interamericano ha demostrado ser un elefante blanco de incompetencia para resolver conflictos hemisféricos.
La CIDH es la joya impoluta de la corona, su independencia la hace muy valiosa en la defensa de las garantías individuales. Peña Nieto y sus gobiernos se han burlado de ella y creen que con una sonrisa y con estrechar las manos para la foto esconderán debajo de la alfombra la única Verdad Imborrable: México es un país donde la violación de los derechos humanos es una práctica generalizada.
