Michael W. Chamberlin
Rompeviento TV a 5 de marzo de 2022
A la gente de buena fe.
Este fin de semana próximo se llevará a cabo la consulta de revocación de mandato. Es un ejercicio inédito de participación popular para terminar anticipadamente, pero de forma pacífica el mandato de un gobernante. Imaginen cuántos muertos nos hubiéramos ahorrado con esta herramienta popular en tiempos de Porfirio Díaz o de Diaz Ordaz y Echeverría, o de Calderón.
Hasta ahora sólo por medio de un juicio político se podía remover al presidente, pero eso pasa por el cálculo político de los partidos. Con la revocación de mandato le arrebatamos a los partidos ese poder para, como dice el presidente, consagrar el derecho ciudadano de poner y de quitar a los malos gobernantes.
La revocación de mandato es una herramienta que le regresa un poder a la ciudadanía que desde la existencia de nuestro país le ha sido otorgado a los representantes populares, y fortalece la democracia participativa menoscabando la democracia representativa que suele ser una democracia cupular y de élites. Este tipo de recursos de participación están aún por fortalecerse y normalizarse, ampliarse a gobernadores y alcaldes, realizarla junto con otras elecciones para que no sea tan cara, incluir otras figuras como el referéndum, el plebiscito y la propia reelección como una herramienta de premio y castigo que incentive a los representantes populares a consultar sus decisiones con sus bases. Eso sí, habrá que entender que la prerrogativa de decidir si un representante se va o se queda es de sus votantes, no de los partidos, como lo establecieron en la reforma para la reelección de diputados y alcaldes.
Pero quizá porque esta figura es reciente en nuestra Constitución, no se está utilizando correctamente y habrá que hacer los ajustes pertinentes. No deja de llamarme la atención que en esta consulta de revocación no hay quien rete el mandato del presidente, nadie está impulsando la revocación y eso lo hace un ejercicio estéril para ese propósito y un desperdicio de dinero en un contexto de austeridad.
Recordemos que fueron los propios simpatizantes del presidente quienes hicieron la campaña de firmas para abrir el proceso de revocación. Entonces nos preguntábamos ¿por qué los seguidores del presidente quieren revocarle el mandato? Luego que cubrieron la cuota de firmas para activar legalmente la consulta dijeron que lo que buscaban era “ratificar” el mandato, pero ¿por qué habría de ratificarse un mandato si ya votamos para que acabe en 2024? No se puede ratificar sin poner en duda las elecciones, lo que ya se decidió en las urnas que sería un mandato de seis años. ¿No es esto un fraude a la ley?
Cuando la democracia es participativa los ciudadanos tenemos más control sobre los gobernantes y estos se ven obligados a rendir cuentas, lo que permite reducir el margen de discreción y de corrupción, y se distribuye el poder. Se trata de que la política deje de ser de supuestos “profesionales,” como se les llama a ciertos vividores y bandidos de la política, para que sea de todas y de todos; para decidir lo que mejor represente los intereses ciudadanos y no los de grupo; se trata de participar en las decisiones y de sus resultados; y se trata también, como señala Elías Díaz de que “todos y cada uno han de atreverse a saber, comprender y deliberar, para mejor decidir y participar”. La democracia es el envase de los derechos humanos, por eso hay que cuidarla.
Como ejercicio de democracia participativa, la revocación de mandato es una herramienta para concluir anticipadamente el mandato de un representante popular, en este caso el presidente, retando la decisión popular en la que se le eligió con una mayoría. El propósito es detener que siga tomando decisiones que afectan a la población, ya sea porque no está cumpliendo con su trabajo o porque ejerce un abuso de poder. En nuestra ley de revocación se dice “por pérdida de confianza”.
Confunde a quienes no estamos en las cúpulas del poder, una campaña para que siga en su encargo el presidente, como su hubiera alguna amenaza legal para destituirlo, que no sea la que crearon sus propios seguidores al activar la consulta de revocación. Esta tergiversación del propósito de la consulta llevó a una serie de multas a sus impulsores que al parecer continuará.
Algunos explican que Morena empujó la consulta porque haciendo un recuento de las propuestas de ley, el deseo original del presidente era modificar la constitución para que él, en su carácter de presidente, tuviera el derecho de llamar a una ratificación contando con la mayoría simple de la cámara. Al parecer sus seguidores actuaron siguiendo ese deseo, contrariando la ley nuevamente.
Otros señalan que detrás de este juego de espejos hay un interés de estrategia publicitaria o propaganda gubernamental. Estoy dispuesto a sorprenderme, pero no estoy seguro de que esta publicidad tenga resultados positivos para el presidente o su partido. Hasta ahora han argumentado que la legitimidad del gobierno se sostiene en 30 millones de votos y en la consulta del próximo domingo es muy dudoso que se refrenden los mismos para que siga, por dos razones: porque históricamente ningún ejercicio plebiscitario tiene tanta participación como la elección presidencial, y porque existe un descontento real de muchos sectores que votaron por él y hoy se sienten defraudados.
El derecho a participar es de todos y cada uno. Tenemos que debatir, pero nadie tiene derecho a decirnos si tenemos que participar o en qué sentido votar. Sin embargo, no podemos soslayar que en esta ocasión es un ejercicio tergiversado por quienes lo proponen. Este despropósito confunde y hace desconfiar del uso que se le dará a un ejercicio que no debe ser de nadie más que de la ciudadanía.
