La comprensión es una disposición

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Edurne Uriarte Santillán

Rompeviento TV

14 de diciembre de 2022

 

Si el sociólogo tiene un papel, este consiste

más bien en dar armas que en dar lecciones

Pierre Bourdieu

 

A medida que avanzamos hacia la última etapa del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), es notorio el aumento en las descalificaciones y críticas. Se entiende que esto sea así en el campo de batalla político, en que partidos y funcionarios buscan recolocarse para salir en la foto de los futuros candidatos. Sin embargo, los insultos y el rechazo también están presentes en otro ámbito de nuestra sociedad: el de los intelectuales. Por intelectuales agruparé en esta ocasión a académicos profesionales que contribuyen a la opinión pública.

Su opinión, presente en los medios de comunicación, así como de manera activa en redes sociales, es relevante en tanto conforman una voz pre autorizada; es decir, que su trayectoria y conocimiento profesional les asigna un valor de especialistas de la realidad política, económica y social. Sin embargo, en el caso del «fenómeno AMLO», los académicos tienden a explicarlo desde el líder carismático y las masas a partir de afirmaciones aparentemente teóricas y fundamentadas, que en la realidad castigan o invalidan las acciones de los individuos. ¿Por qué? Aquí algunas ideas al respecto.

 

Descalificación en acción

En política, la descalificación no es novedad; siempre hay, hubo y habrá, descalificaciones sobre nuestros gobiernos y servidores públicos. Recordemos todas las invectivas bien ganadas hacia expresidentes como Carlos Salinas de Gortari, Enrique Peña Nieto y, por supuesto, Felipe Calderón Hinojosa. Si descalificar no es novedad, ¿hay alguna diferencia en las desacreditaciones actuales hacia nuestro gobierno, servidores y sus simpatizantes? Desde 2018 pareciera ser que sí, ya que, a diferencia de otros gobiernos, el de López Obrador tiene un alto respaldo popular que es público, sostenido y reiterado.

Las descalificaciones hacia el actual gobierno y su respaldo popular contienen expresiones serias de clasismo y racismo de sectores que tradicionalmente han sostenido poderes económicos, políticos, sociales y, por supuesto, intelectuales. El maltrato hacia el pobre, el ignorante que se deja manipular; el feligrés que no falta a la homilía —la mañanera—; el acarreado o el que recibe dinero. Comentarios públicos que revelan una mirada hacia los simpatizantes como operadores sin voluntad, basados en la teoría política que nos muestra que no estamos ante nada nuevo; por el contrario, enfrentamos el peligro de perder nuestra democracia. Son numerosas las expresiones en este sentido y que, desde nuestros científicos sociales, resultan aún más grotescas.

Camino en la misma línea del sociólogo César Pineda quien sostiene que el análisis sobre Andrés Manuel López Obrador —y el fenómeno social que rodean su persona y gobierno— está politizado e ideologizado en muchas ocasiones, con una tendencia a caracterizarlo y explicarlo a partir de elementos como su lenguaje, carisma o tipo de gobierno. Así, en la esfera pública —ya que en ningún momento me referiré a la vida interna de la ciencia social— tenemos tanto a figuras públicas, académicos de quienes se espera una intención dentro del juego político, como a académicos que forman más bien parte del ámbito institucional.

Algunos ejemplos de figuras públicas serían Mauricio Merino o Denisse Dresser con sus anuncios de tambores de guerra; o los avisos del fanatismo de los seguidores de AMLO, una alerta del profesor de Política y Cultura, Jorge Javier Romero Vadillo. O bien, Jacobo Dayán, especialista en derecho penal internacional, justicia transicional y derechos humanos, quien no deja de expresar su rechazo total y señala que AMLO se siente «dueño de un país, predestinado por la historia e iluminado». Mensajes similares se leen con frecuencia en redes sociales de parte de sociólogos, politólogos o economistas que expresan opiniones de manera pública, pero sin soltar su autoridad académica o institucional.

De esta manera, lo que parece ser una lectura crítica de la intelectualidad y la academia mexicana al gobierno actual, en realidad se revela como una clasificación que reduce la capacidad de los simpatizantes a borregos sin capacidad de decisión. Sin embargo, estos calificativos, como otros basados en condiciones socioeconómicas, el color de piel o el nivel de estudios, los hemos visto también en el pasado. Así, me atrevo a afirmar que las diferencias no están en el contenido de las expresiones, sino en el nuevo equilibrio de fuerzas.

Considero que hay al menos tres grandes razones para explicar la irritación y visión parcial de la comunidad intelectual y cultural. La primera es académica. Existen tradiciones orientadas al estudio de los fenómenos totalitarios, así como las culturas y las sociedades de masas; término utilizado históricamente después de la Revolución Francesa. La inquietud es legítima, como ha señalado Jorge Zepeda Patterson, o como bien describió Esthela Treviño en Patocracia I y II, en que intuye una relación entre la falta de sensibilidad política y la formación de líderes autoritarios. El fenómeno masivo de respaldo a AMLO no puede evitar analogías y comparaciones desde este análisis teórico.

Las otras dos razones son políticas. Por un lado, el presidente no reconoce a intelectuales o académicos como una comunidad de conocimiento establecida y legítima. Al contrario, desde el inicio vemos un abierto señalamiento a voceros de gobiernos previos, o bien, que miraron para otro lado o no fueron lo suficientemente críticos. Frente a estos académicos, como Héctor Aguilar Camín o Enrique Krauze, se reivindica el saber del «pueblo» y, al mismo tiempo, se otorga legitimidad a otros intelectuales, por ejemplo «los moneros», y voces emergentes como la de Violeta Vázquez Rojas.

Por otro lado, el gobierno actual ha cuestionado el quehacer institucional de universidades como la UNAM o el CIDE y, desde Conacyt, se han hecho diversos señalamientos a la actividad académica del pasado. Además de estas tres causas, sería pertinente acercarnos a la historia de cómo se institucionalizaron la educación, la ciencia y la cultura. Quizá en esa historia encontraremos nuevos rastros que nos ayuden a entender por qué el gremio ha reaccionado como lo ha hecho.

Nuestra reflexión sigue la línea de las motivaciones intelectuales y cómo la teoría contribuye a la opinión pública sobre el temor al mesías y a los fanáticos; así como a la idea de que no estamos ante nada nuevo, sino frente a acciones de un líder total que la historia repite, y que repite peligrosamente.

 

Los libros y la calle: los referentes de la mirada

Los referentes académicos expresados públicamente se centran principalmente en la teoría y la literatura. Desde la teoría social, no faltan las recomendaciones a Max Weber o a diversos autores que han escrito sobre totalitarismo, autoritarismo y, por supuesto, mesianismo político y, el clásico, líder carismático. Ugo Pipitone, por ejemplo, hace una bella lista de libros para alumnos del CIDE, en espera de su emancipación intelectual frente a estos tiempos de «estulticia circundante» (como siempre, todas las referencias las encontrarán al final).

Por el contrario, intelectuales a favor del gobierno, así como sus simpatizantes, señalan (señalamos) que para entender lo que ocurre actualmente tenemos que salir a la calle, escuchar las motivaciones de las personas, saber por qué respaldan al presidente. Visto como un movimiento social de grandes dimensiones, César Pineda elaboró un hilo de opinión en Twitter que señala la complejidad de la marcha convocada el pasado 27 de noviembre. El sociólogo recupera la fuerza de las clases subalternas, la motivación de esperanza y, por supuesto, la correlación de fuerzas con la derecha como motor principal de la marcha.

La segunda mitad del siglo XX, recordemos, y los primeros años del XXI, fueron tiempos de importantes represiones por gobiernos del PRI y del PAN a causas estudiantiles, del magisterio, el campo y los sindicatos. Cuando una de estas flamas encendía de más, el aparato de Estado la contenía y la regresaba a su sitio; al sitio que el Estado necesitaba. Una de estas flamas emblemáticas fue el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que el viejo PRI logró contener al punto que el zapatismo se adaptó, como una lucha continua y con un enfoque en lo local.

A las experiencias previas, le sumamos la famosa política neoliberal y la descarada corrupción. Como resultado, abandonaron las instituciones públicas en beneficio de los privilegios de diversos grupos en el poder, así como de empresarios. Nada de lo anterior es novedad, pero se olvida que todo lo anterior es parte del reclamo ciudadano, es parte de la historia de las movilizaciones en la calle y de la sensación de impotencia que predominó. La actual oposición es un elemento del fenómeno político actual, pues el movimiento que articuló López Obrador se abrió camino al punto de materializar una esperanza, una posibilidad de influir en el gobierno y de que se atendieran los grandes problemas nacionales que los ahora opositores dejaron. Esta es la novedad y es, a la vez, parte de la fortaleza del presidente.

 

Comprender como «disposición»

La desconexión entre las lecturas del mesías y el sentido que motiva el fenómeno político y social ante el cual estamos señala fronteras ideológicas, intelectuales y socioeconómicas entre los intelectuales y el propio fenómeno político. En este punto quiero retomar la idea que origina el título de nuestro texto: que comprender es una disposición, y que quizá nos ayude a identificar desde dónde nos hablan nuestros intelectuales.

En un sentido coloquial, el término «disposición» se refiere a una inclinación, una tendencia o un modo de ser. El diccionario de la real academia habla de «gallardía y gentileza de la persona». En sociología es un concepto importante dentro de la teoría de Pierre Bourdieu (1930-2002). Para el sociólogo francés, las personas (agentes) tenemos un conocimiento intuitivo sobre el orden social. Este es un sentido práctico a partir del cual formaremos tanto nuestras respuestas al mundo social, respuestas condicionadas, como nuestras opiniones, gustos y otras posiciones sobre la vida. Esta «disposición», o este conjunto de disposiciones estructuradas, actúa de manera espontánea y casi «natural»; digamos que es parte de un engranaje más complejo de nuestra persona.

Ahora bien, la RAE nos dice que comprender tiene al menos cuatro significados: abrazar o rodear algo por todas partes; contener o incluir algo en sí; entender, alcanzar o penetrar; y, relacionado con el anterior, encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro. Así, comprendemos cuando delimitamos o contenemos algo, como una persona, un evento, una idea o un sentimiento. También cuando entendemos o alcanzamos una explicación de las causas que encontramos «justificadas o naturales».

En sociología, comprender es el proceso por el cual el investigador le da sentido a la acción social. Un proceso que surge de analizar datos, teoría e información. Si los académicos nos mandan a leer a Max Weber (1864-1920) porque tipificó para las ciencias sociales al «líder carismático», también lo podemos leer porque problematizó la «comprensión». La sociología comprende a partir de interpretar, la acción social; comprender está en el centro de la responsabilidad del científico social.

De esta manera, y acotando hacia nuestro presente, cuando sugiero que comprender es una disposición, me refiero a que es una acción en dos sentidos. En el coloquial, es una manera de ser, una manera comprensiva de ser. Una tendencia personal, una cualidad personal de escuchar. En el sentido teórico me refiero a que nuestra comprensión parte de revelar las disposiciones en juego; el sentido nuestro y del otro. Desde nuestras disposiciones aceptamos —o no—, a las personas en el fenómeno político-social que tenemos ante nosotros.

No sabemos si al interior de las ciencias sociales hay un deseo de comprensión de nuestro tiempo, pero sin duda, la teoría ha salido a la opinión pública como parte de la descalificación. Así, ocurre que muchos sentimos gran distancia con las lecturas intelectuales de nuestro presente. ¿Es que los rechazamos o quién no alcanza a ver qué ocurre en la actualidad?

Denisse Dresser, por ejemplo, en el programa La hora de opinar, dijo lo siguiente: «esta es la concepción de democracia que hay ahora: democracia lopezobradorista, qué significa, ¿es una nueva encarnación de la democracia con otras reglas nunca vista en el mundo? ¿Y qué tiene de característico? Es una democracia […] anti pluralista, anti institucional, militarizada y con un presidente omnipotente. Si esa es la democracia, el obradorismo no entiende. Se escudan en que es un movimiento político y se vale violar la ley.»

No hay una entrevista, un documento, un hecho o un evento que de testimonio de lo que Denisse señala por «democracia obradorista». Su posición es ideológica y parte, en el mejor de los casos, de una suma de razones desconectadas. En sentido coloquial, afirma y descalifica sin dejar su posición de autoridad académica, con lo cual nos revela más sobre ella que sobre la realidad.

Como Denisse, otros rompen con todos los esquemas de un buen investigador o analista social de quien se espera seriedad, veracidad y, sobre todo, respeto por la realidad. Así, nuestros intelectuales parecen distanciados de la teoría que nos mandan leer y más comprometidos con posiciones políticas de un fenómeno que, además, rechazan. Lejos de ámbito intelectual, toman el riesgo extremo (diría Pierre Bourdieu) de descalificar públicamente un mundo social que no terminan de entender. En sentido sociológico, sería interesante profundizar en el conjunto de disposiciones (esquemas de percepción, pensamiento y acción) que se desvelan con la actitud de la academia.

Varios me dirán que, aunque sean científicos sociales, no siempre tienen el chaleco puesto. Es verdad. Al mismo tiempo, es bueno que más de uno reconsidere antes de descalificar o mandar lecciones de teoría social al público, más aún sin herramientas de divulgación que contribuyan al mejor entendimiento de las personas. Otros me preguntarán dónde queda la crítica. Asunto legítimo y que abordamos en otra ocasión, pues para ello será interesante mirar qué papel juegan los datos, por ejemplo, así como las posiciones políticas.

 

El fenómeno AMLO es contradictorio y se construye a partir de numerosos factores como los de tipo religioso, así como de acciones cuestionables como la posición en que quedan las fuerzas armadas. Sin embargo, AMLO y el movimiento que lo rodea no se reduce a ninguno de estos elementos. Como tampoco se reduce a los seguidores radicales, la movilización de operaciones políticas locales, el carisma y su popularidad; aún menos al término «populista».

El llamado obradorismo, la 4T, el humanismo mexicano, o la oportunidad de la emergencia de las clases subalternas, está llena de interrogantes que aún falta por revelar, sobre todo si estamos ante un líder carismático. ¿Qué condiciones hicieron posible el liderazgo de AMLO? ¿Cómo se construye el carisma y cómo se sostiene? ¿Qué sentido tiene para las personas que le dan vida? ¿Cómo se articula ese vínculo entre un líder y su sociedad? ¿Dónde están los riesgos de instabilidad? Las preguntas intelectuales están ahí, a la espera de calle y teoría. Cerramos con estas preguntas y una canción. Onda callejera, de Ry Cooder. Porque la vida se hace en la calle.

https://www.youtube.com/watch?v=RPE66bulqiE

 

Referencias:

  1. César Enrique Pineda Ramírez

28/08/2022. Entrevista “El fenómeno López Obrador”. En, La Octava Digital. [Video]. En línea: https://www.youtube.com/watch?v=TGouto1veOw&t=2s

29/11/2022. Hilo de Twitter: https://twitter.com/cesarpinedar/status/1597563961414934530

  1. Esthela Treviño. Patocracia, parte I y II. Publicados el 8 y 16 de noviembre, respectivamente. En Rompeviento TV. Textos en línea:

https://www.rompeviento.tv/category/articulos-de-opinion-y-columnas/articulos-de-opinion/esthela-trevino-g/

  1. Jorge Javier Romero Vadillo

17/11/2022. “El principio del declive”. En Sin embargo. Texto en línea:

https://www.sinembargo.mx/17-11-2022/4285409

  1. Jorge Zepeda Patterson

30/11/2022. Programa La hora de opinar. [Video] En línea:

https://www.youtube.com/watch?v=QbYtk6H4vTo

04/12/2022. “¿Culto a la personalidad o estrategia política? En, Sin embargo. En línea: https://www.sinembargo.mx/04-12-2022/4293498

  1. Ugo Pipitone. Diez libros para entender y entenderse. 25/10/2022. Texto en línea:

http://ugopipitone.com/mexico/diez-libros-para-entender-y-entenderse/

  1. Max Weber (2019) “Conceptos sociológicos fundamentales”. En Economía y Sociedad. Fondo de Cultura Económica, México, págs. 135-188.
  2. Pierre Bourdieu (2016) “Lo que significa hablar”. En Cuestiones de sociología, Akal, Madrid, págs. 95-111.
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